Por Hernán Andrés Kruse.-

“Teoremas. El teorema fundamental de este sistema formal dice que los mercados financieros se han convertido en juez y parte de toda política económica.

Corolario 1: Las políticas han de favorecer la liberación y la internacionalización de los sistemas financieros nacionales y convertir la financiación en el sector decisivo de concentración y control económico.

Corolario 2: Si las operaciones financieras, inmobiliarias y especulativas –juegos de azar, prácticamente–, dan más beneficios que la producción; si los beneficios financieros son imposibles de adquirirse en la economía material, ¿por qué a las élites se las habría de preparar por la vía dura, fatigosa y austera del trabajo y de la producción industrial, para que comprueben lo que cuestan las cosas? La consecuencia es inmediata: las finanzas crecen y la industria languidece.

Corolario 3: El monetarismo queda así refrendado: el monetarismo, que sirve precisamente de modelo financiero, sirve, a su vez, de modelo a los postulados del sistema, cerrando el círculo. El monetarismo, que se funda en análisis empíricos, tiene como teorización más relevante la curva de Philips, según la cual la tasa de crecimiento de los salarios aumenta cuando decrece la tasa de paro, lo que conduce a la relación inversa de la tasa de paro y la tasa de inflación.

Corolario 4: Se separa la función de garantizar la demanda, que corresponde al Estado mediante la política fiscal, y la función de regular el dinero, que corresponde a los Bancos Centrales; pero éstos no están sometidos al control democrático sino que están regidos por comités de expertos, preparados, precisamente, para asegurar la estabilidad de los precios a través de la vía monetaria. Aquí encontramos la clave del “poder del dinero” y de la concepción monetarista, la única que necesitan controlar y manejar.

Consecuencia general: ¡La anarquía en el poder! Una anarquía que sólo se preocupa de su beneficio: el hombre, las masas sólo tienen un interés utilitario. El buen orden político ha desaparecido del lenguaje político. La economía se ha vuelto autónoma y no necesita ya ni siquiera de los hombres. Los estados pierden su soberanía fiscal, se vuelven extorsionables e incluso las autoridades policiales no pueden hacerse con el capital de las organizaciones criminales. Las plazas financieras off-shore se sustraen de forma planificada al Estado de origen, con una bajísima fiscalidad, secreto bancario incluido (por ejemplo, Gibraltar) e incluso el Estado se vuelve deudor de aquellos que le estafan. La deuda pública de los países está en manos extranjeras e incluso agencias anónimas del mercado financiero como Moody’s Investors Service, agencia de evaluación de inversiones, tiene jerarquizados a los países para concederles o no créditos: Aaa: Estados Unidos, Japón, Alemania, Austria; Aa: Noruega; Baa: Polonia; Ba: Hungría; B: Argentina.

Consecuencias particulares en la Educación: Pero si no hay empleo, trabajo ¿pará que educar? ¿Por qué educar de manera realista? No se aprende a pensar: se aprende a desapensar (Forrester). La escuela empieza a desactivar el pensamiento: la escuela ha de ser divertida (ociosa). La educación primaria y secundaria son ignoradas, porque no tienen rendimientos en el mercado: ¿Qué puede medir el civismo, la gramática, la filosofía? ¿Para qué hay que escribir “hombre” con hache? Más aún: la educación no tiene interés. Sólo se necesitará un pequeño número de bancarios con bachillerato, cursos de banca, continua formación y sueldos consiguientemente altos para los nuevos empleos (Martin y Schumann)”.

EL PENSAMIENTO ÚNICO, APARIENCIA DE LA FILOSOFÍA

“El Pensamiento Único rechaza el conflicto ontológico y defiende el monismo, según el cual todo está en relación con todo; ahora, en este fin y principio de siglo, se estaría gestando su armonización. Se ha vuelto a un positivismo decimonónico, rancio, que identifica “valor” y “hecho” (“Todo necio-afirmaba Machado-confunde valor y precio”). No hay nada que pensar, porque los hechos bastan al identificar lo real con la racionalidad, encubriendo y racionalizando las contradicciones, los conflictos, la miseria… Una ontología de individuos racionalmente egoístas que eliminan todas las mediaciones que componen la sociedad-naciones, estados, compañías medias, fuerzas políticas, religiosas-. Una población de seis mil millones de seres humanos unidos a través del mercado. (Horror) ¿Cómo se puede ganar mil millones de dólares en un solo día especulando contra la libra esterlina (George Soros, 1992)? ¿Cómo se pueden ganar quince mil millones de pesetas en una única operación financiera (Telefónica, 1999)?

El Pensamiento Único posee una nefasta ontología, que niega múltiples realidades, a las que consigue hacer desaparecer, a las que elimina de un plumazo; realidades que son o están en potencia de serlo en el futuro inmediato. Argumenta según el sofisma del monismo: “el Pensamiento Único lo es, porque la realidad es única”. Y entonces niega la realidad de muchas zonas del mundo: continentes enteros como África o grandes zonas de América latina, que son considerados como pura materia prima-minas, bosques-para el provecho de las grandes empresas; allí no hay personas, ni hombres ni mujeres ni niños, sólo hay un mercado, que cuando deja de interesar se abandona y se olvida. El resto es ¡fundamentalismo! La gran coartada para desculpabilizar conciencias.

Como dice Forrester hay algo peor que la explotación del hombre por el hombre, a saber: la no-explotación, la marginalidad, la consideración de un ser humano superfluo: sin documentos, sin tarjeta Visa, sin ordenador, sin domicilio… Parece que el hombre pierde su legitimidad de vivir: simplemente se tolera su existencia. Pero no sólo se niegan realidades en el exterior de las zonas privilegiadas, sino dentro de ellas mismas: El miedo a perder el puesto de trabajo paraliza la sociedad y el desastre alcanza a las naciones prósperas, que excluyen a gran parte de la población y les obligan a habitar tierras de marginación, que parecen científicamente diseñadas para marchitarse en ellas.

En estos guetos o “terrenos baldíos” (Forrester) los jóvenes se destruyen, se sienten inútiles y parásitos; en estas tierras de nadie, en estos ambientes desalentadores y melancólicos, se agotan las energías vivas de miles y miles de hombres y mujeres. La falta de perspectiva es bien paradójica: los valores oficiales que se inculcan son los del trabajo y los del consumo (a los que no pueden acceder). Si no hay trabajo, entonces no se puede consumir, lo que deja a la violencia como único recurso.

¿Qué modelo ha de seguir el joven? No hace tanto en este país Mario Conde fue modelo (!) de la juventud. Se excluye al marginado (que no se encuentra en el proceso de socialización), al inmigrante (que trabaja, pero no vota) y al parado (que compite en su propia clase). Degradación del entorno, inseguridad de las grandes ciudades, armas para defenderse y atacar… son afectos bien sintomáticos. Ad maiorem spectaculi gloriam, en los Juegos Olímpicos de Atlanta (1996) la población negra fue sacada del centro de la ciudad en autobuses y los espectadores que habían pagado 636 dólares por entrada, tenían que agitar pañuelos, linternas y carteles… La realidad es una especie de azar, de probabilidad de esto o de lo otro, y el mundo se llena de realidades virtuales y absurdas como los juegos de loterías, de horóscopos; se aceptan los milagros (en una encuesta de 1986, el 46% de los franceses creía en los milagros (Le Monde).

La competitividad lo es del vacío: ganar dinero ¿para qué? Para ganar más dinero: no hay objetivos ni fines fuera de la Ganancia en sí. Si la economía se convierte en un juego y se separa de la realidad, de los sistemas de producción, ¿cómo no esperar que la población entre en un mundo de perplejidad, y se den al paraíso de las drogas, a la simplicidad que proveen las pseudo-ciencias o al morbo de las prácticas ocultistas? El deporte se convierte en el modelo de la realidad de los ciudadanos, a quienes se divide artificialmente en fanáticos del Real Madrid o del F.C. Barcelona, etc. ¿Hay algo más absurdo que dividir una ciudad como Sevilla entre béticos y sevillistas? ¿Qué concepto de realidad pueden tener esos ciudadanos?

El Pensamiento Único rechaza el escepticismo y afirma una epistemología utilitarista y efectista: todas las verdades científicas han de encontrarse en el mercado y reportar beneficios. El Pensamiento Único defiende verdaderas estafas intelectuales, porque las ciencias desaparecen en forma de tecnologías. Los laboratorios de bioquímica tratan de hallar fármacos cuasi-milagrosos, careciendo de una teoría biológica fundamental como la tiene, por ejemplo, la física. Y no sólo no se tiene, sino que no se quiere que se tenga. Preguntarse por el concepto ¡es una pérdida de tiempo! ¿Cómo se puede decir una cosa así en la Universidad? Es intolerable que se desprecie la Biología Teórica, porque comporta una mutilación enorme de la sociedad.

La primacía de la tecnología y aun de la técnica. Todo problema se resuelve técnicamente: velocidad, autopistas, etc. No deja de ser curioso cómo el exceso de información conduce a la superstición y a la tiranía. A ello se une la filosofía de la ciencia que ha heredado el Pensamiento Único. Al no aceptarse otros criterios científicos que aquellos que se fundamentan en la “predicción”, y dado que la complejidad de los sistemas económicos y políticos desbordan la posibilidades predictivas, se afirman conocimientos que no lo son, pseudo-ciencias y formas irracionales de conocimiento. El que gana es el que tiene “buena estrella”: ¿Para qué estudiar?

El que gana será el triunfador: el que sabe; el otro, el perdedor, es un des-graciado, el que no tiene la Gracia, el marginado. Adivinos (tarots, talismanes, quiromancia, sonadores…), sectas iluministas, magos, parapsicología, pseudo-religiones, apariciones de la Virgen… Toda una gama de gentes que viven a costa de un mundo en el que vuelven a fascinar ángeles y demonios (ahora que hasta la Iglesia se los quiere quitar de encima; léanse los discursos del papa Wjoytila, verano de 1999).

Los rumores. Los operadores saben que los mercados están animados por la opinión que los mismos operadores tienen de esa realidad. “Esta empresa va bien, pero no hay que comprar sus acciones pues el mercado (o sea, nosotros) cree que va mal”. Las tomas de control cada vez se hacen más alejadas de la realidad, como en un juego. El espectáculo, los shows: ¡Cuántas decisiones se toman con el fin narcisista de complacer a los medios! (Albert). La gran paradoja de nuestra época, que se autodenomina sociedad del conocimiento, es, al contrario, muy elitista. No pretende el conocimiento, sino la atención. Del “fin de la historia” al del mayor número de usuarios para que utilicen el medio el mayor tiempo posible. Lo importante no es producir buenas mercancías que puedan ser consumidas libremente, sino promover la teledependencia.

Pero si todos estamos en nuestras casas informándonos, ¿de qué habremos de informarnos? La comunidad mundial comunicándose por medio de la telemática: mensajes autorreferenciales, puesto que ya no habría nada que comunicar. O sí: la intimidad. Y esto ya no es ficción. El caso de June Houston es paradigmático. La joven norteamericana ha colocado catorce cámaras de vídeo en su casa para vigilar permanentemente los lugares estratégicos (bajo la cama, en el sótano…) y conectados a una página WEB para que los internautas interesados vigilen si se le manifiesta algún ectoplasma, algún espíritu (Le Monde).

Pero las nuevas tecnologías no han sido inventadas por los empresarios. Han nacido en las universidades. Desde Von Neumann y Wiener se conoce la potencia de las técnicas informáticas. Las empresas empezaron a utilizarlas pragmáticamente, para su propio interés, sin que las sociedades política, universitaria y educativa se diesen cuenta de lo que estaba pasando. Aquí no hay nada de ficción científica. Ni desde la política ni desde la filosofía se levantaron voces para analizarlo y para utilizar estas técnicas desde el Estado. Se vio la Idea de Fin del Trabajo como una liberación, que conducía hacia la sociedad del ocio pero ¡qué barbaridad! La cibernética se coló en la economía sin que nadie del Estado ni de la Academia (con sus excepciones) lo cuestionara (Forrester).

Si Platón y Aristóteles fundaron la ciencia en el marco de los mitos y dioses homéricos, con sus poetas y trágicos y sus personajes fantasmagóricos, el siglo XX –Husserl, Russell, Lenin– sabían que detrás de ellos se encontraba la ciencia. Pero las ciencias no son discursos sobre ciertas regiones de nuestro mundo, sino parte de nuestro mundo. Sin embargo, tras la II Guerra Mundial, la ciencia se va transformando en novela, en una ficción científica: obsesión por nuevas razas venidas del espacio exterior; la ciencia al servicio de los accidentes catastróficos; el terror a los androides… Los proyectos científicos se diseñan mirando al espectáculo, tantas veces, sin sentido y los accidentes son cada vez más frecuentes. ¿Por qué? Es el fracaso de este positivismo tecno-científico: los desastres del Apolo 13; la explosión de la nave Challenger, el fracaso de la estación Mir… Las sondas Voyager 1 y 2 han recorrido más de diez mil millones de kilómetros a sesenta mil kilómetros hora sin saber para qué; y así, sucesivamente.

La credulidad se está abriendo otra vez sin límites, a través de la confusión realidad = virtual. “El ilusionismo –decía Robert Houdin– es un arte empeñado, por completo, en sacar partido a las limitaciones visuales del testigo atacando su capacidad innata de distinguir entre lo real y lo que cree real y verdadero, llevándole a sí a creer firmemente lo que no existe”. Los criterios de verdad se diluyen: tanto la verdad como la mentira son construcciones mediáticas. “El error y la verdad –decía Espinosa– se siguen con la misma necesidad”. “Ya otra vez vi –gemía Segismundo– aquesto mismo tan clara y distintamente / como ahora lo estoy viendo,/ y fue sueño”. La ideología sigue alimentando la buena conciencia: En nombre de “algo”, por ejemplo, la ideología del “nosotros”, de lo “americano”, de “x”, se justifica cualquier disparate.

El Pensamiento Único rechaza la utopía, porque no todo es posible, y afirma el fatalismo de su propia necesidad. Lo que no debe ser para las grandes compañías no tiene valor. Las grandes compañías que controlan el mundo son ¡doscientas! Y ocho países concentran el 96% de esas doscientas (en 1997). El Pensamiento Único recorta al hombre según le conviene, bajo la imagen del hombre blanco, protestante, que habla inglés. La alienación se convierte en un componente aceptable de la vida humana, convierte al ciudadano en un ser preocupado por consumir a bajo costo: ¿No es estúpido dedicar toda nuestra vida a perseguir la lista de precios para comprar racionalmente lo más barato? Todo lo que no se adecua a ese modelo carece de entidad, lo que provoca una reacción de odio tan brutal, que hace imposible calibrar o “predecir” como se encauzará.

Las cuestiones ético-materiales fundamentales –la educación de los niños, la protección del medio ambiente, la salud, la democracia y los derechos humanos, la socialización…– se desplazan a un segundo plano o, simplemente, se olvidan, si no sirven a la economía mundial. La Telépolis imaginada por Echeverría, por ejemplo, es una sociedad sin ética. La eliminación de la ética por la vía de la eliminación del cuerpo. Lo que nos lleva a una cuestión decisiva de la teoría de los Derechos Humanos: ¿Quién los gestiona? Si el ciudadano corpóreo desaparece; si el yo activo, el sujeto creador de moralidad desaparece, los derechos humanos comienzan a especializarse (que ya lo están; por ejemplo, desplazándolos del derecho de los individuos a los derechos de los pueblos, etc.). Si los Derechos Humanos están refrendados por el Estado, a través de un pacto entre ciudadanos a partir del principio de identidad individual (DNI, seguridad social) dejan de ser válidos en un mundo de sujetos no idénticos.

La identidad del hombre viene dado por contratos múltiples, particulares (al modo japonés con las religiones), etc. De este peligrosísimo modelo de los Derechos se abusa hasta el extremo. Por abajo se abusa reivindicando los derechos de los animales. Por arriba, reivindicando los derechos de empresa, los derechos de los internautas… Y van más lejos. El AMI (Acuerdo Multilateral sobre Inversiones) ha impuesto a los estados unos “Derechos del Inversor” que es un documento sobrecogedor por las indemnizaciones que exigen, llegando incluso a protegerse de los posibles desórdenes civiles del país, etc. ¿Anulan estos derechos del inversor los derechos a la tierra de los campesinos mexicanos? Pero también destruye la ética de la convivencia, de la estructura social, insistiendo continuamente, a través de los anuncios, en los paraísos artificiales, en el alcohol, en el gozo inmediato.

A veces han de tapar estos efectos con una tímida oferta de contraataque, como las campañas contra las drogas. Pero ¿qué puede eso con todo lo que conduce ahí? Refuerza una concepción del hombre en la que se valora positivamente los componentes más insolidarios del sujeto, convirtiendo todos los vicios tradicionales en virtudes. El consumidor es un hombre desligado de la sociedad y de la cultura a la que pertenece: un individuo desdibujado. Las relaciones ético-morales se disuelven en la omnipresente comunicación de signos y todos los problemas humanos –empresarios/trabajadores, políticos/electores, profesores/alumnos…– se resuelven como cuestiones de comunicación.

Forma sin fondo que genera violencia, frustración y desesperación. Y una cuestión ética que ya se ha iniciado: “la educación en Internet”. Si la identidad de los hombres ya no pasa por la mediación del Estado, sino por un conjunto de empresas y corporaciones entre los cuales uno elige los que quiere o le interesan o cree que les favorece, ¿tendrán derecho los padres a educar a sus hijos directamente sin intermediarios sociales, sin compañeros, sin maestros, sin sociedad civil? Si la estructuración social y política del Estado se resquebraja, desaparecerá el espacio intermedio entre el individuo carnal, corpóreo y la sociedad. Triunfa el mito de Peter Pan, la infantilización del hombre. El hombre no tiene fin, entelequia, perfección: sólo la eterna juventud. El mundo deja de estar hecho a escala corpóreo-humana, que es el punto de articulación del Logos, del Espíritu Objetivo.

Pero hay otras realidades, otros pensamientos, otros lenguajes y formas de vida; hay otros criterios de verdad, como hay verdades que se contradicen entre sí; hay otras lógicas de convivencia, porque aunque no todo es posible, las cosas pueden suceder de otra forma; hay otras maneras de estar en el mundo. Por eso es verdaderamente preocupante ver cómo el Norte ha conseguido que el Sur se sienta culpable de su propia lógica, de su propia verdad, de su propio lenguaje; una culpa que paradójicamente absuelve a quien nos destruye el ser, nos anula el conocimiento y nos disuelve la ética”.

(*) Fernando M. Pérez Herranz (Departamento de Humanidades Contemporáneas- Universidad de Alicante): “Del fin de la historia al pensamiento único”.

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