Por Hernán Andrés Kruse.-
LAS CONDICIONES DEL DIÁLOGO DEMOCRÁTICO
“En el ámbito del discurso político la anulación del diálogo significa anular la acción de las personas en los espacios públicos. Según Kohn, Arendt se adelantó a Habermas en cuanto a proponer un “modelo comunicativo” porque ella fue “una de las primeras filósofas en sostener el indisoluble vínculo entre discursos abiertos y plurales y la acción política verdaderamente libre como fundamento último de una democracia deliberativa y participativa, en la que dialogar es un modo intrínseco de ejercer la autonomía del juicio” (Kohn). En este sentido, una de las condiciones más importantes para que la participación ciudadana sea efectiva es que el diálogo debe llevarse a cabo “sin que sea necesario introducir un elemento de contricción con el fin de conseguir un consenso” (Kohn). Con eso, se descarta cualquier tipo de imposición o totalitarismos sea de derecha o de izquierda.
Por otra parte, Fairclough (2000) ha sugerido provisionalmente algunas características del diálogo democrático que, aunque él mismo califica como utópicas, conviene resaltar: accesibilidad a todos, con iguales derechos para hablar y deber de escuchar; sensibilidad a la diferencia, el derecho a hacerlas públicas y la obligación de que sean escuchadas y reconocidas; espacio para el desacuerdo, el disenso y la polémica; espacio para que surjan nuevas posiciones, identidades, relaciones, alianzas y conocimiento; y habla que conduzca a la acción.
El uso del lenguaje ofensivo en la esfera pública despierta preocupación porque el diálogo democrático es afectado hasta el punto de que los sistemas de gobierno, ya vulnerables históricamente en América Latina, se desgastan más y corren el peligro de convertirse en gobiernos autoritarios o dictaduras, como ha sido advertido por investigadores venezolanos de diferentes disciplinas. Fairclough manifiesta su preocupación por el debilitamiento del diálogo en la esfera pública y señala como, en opinión de muchos (Habermas; Arendt; Benhabib), se hace cada vez más imperante “reconstruir la democracia” tal vez a escala internacional. Para ello, una condición importante es fortalecer el diálogo en la esfera pública y en la sociedad civil porque, como él mismo lo plantea: “(…) el problema y la crisis de la esfera pública es sustancialmente un problema y una crisis del discurso, un problema y una crisis del diálogo: un asunto que tiene que ver con la ausencia de espacios para el diálogo democrático y en tipos de diálogo en los que las personas puedan hablar juntas de preocupaciones comunes sobre cosas de interés social y político, fuera de las estructuras del estado (y del mercado), y de manera que puedan influir en la formulación e implementación de políticas” (mi traducción, Fairclough).
Por lo tanto, es importante estudiar el diálogo político, tal como se da entre los actores responsables de gobernar, cuando han sido escogidos democráticamente y cuando imponen estilos personales y adoptan actitudes mesiánicas en la que sus palabras quedan grabadas en la memoria de la gente. Los gobiernos latinoamericanos muestran una marcada tendencia personalista (Bolívar), y es por eso que vale la pena fijarse en los estilos empleados por quienes llevan la máxima responsabilidad en el diálogo, especialmente los presidentes, en sus relaciones con aliados y opositores, porque “el fundamento último de la democracia y del Estado de derecho está dado por las condiciones de diálogo en el mundo actual” (Hoyos Vásquez).
LOS INSULTOS EN EL DISCURSO
“El insulto desde un punto de vista pragmático es un acto de habla que depende en gran medida de su valor perlocutivo (Jucker y Taatvitsainen), vale decir, del efecto que produzcan en el o los interlocutores las palabras pronunciadas por el hablante. Por lo tanto, la evaluación de quien lo recibe y de quienes observan el intercambio es fundamental para determinar si se trata de una palabra que ofende o no y el grado de la ofensa. No obstante, como lo reconocen Jucker y Taatvitsainen, el análisis de los efectos perlocutivos no es tarea sencilla visto que lo que puede ser insultante para un interlocutor puede no serlo para otro o también se puede insultar sin intención. Este fenómeno es particularmente cierto en el discurso político donde, debido a la filiación política, actos intrínsicamente descorteses pueden ser ofensivos para un grupo pero no para otro.
Como una forma de solucionar el problema, Jucker y Taatvitsainen se apoyan en la teoría de actos de habla y recomiendan distinguir entre la fuerza ilocutiva y perlocutiva del insulto. Esto quiere decir que el acto primario del insulto puede denominarse “ataque”, “asalto”, “comentario desdeñoso o despreciativo” y otros, mientras que el efecto perlocutivo puede definirse como “ofensa”, “afrenta”, “sentimientos heridos”, “atentado”. Según estos mismos autores, las condiciones pragmáticas de un insulto pueden reducirse a tres elementos: primero se predica algo sobre el blanco del ataque y se usan palabras que lo caracterizan; segundo, lo que se predica es percibido (evaluado) como inapropiado y degradante por el blanco; tercero, el target interpreta la predicación como un acto que tiene la intención de amenazar o degradar su imagen. Los dos primeros componentes son criterios obligatorios, pero no el tercero porque así se da cabida al insulto inintencionado. El problema con el análisis de este tipo es que el foco se concentra en interacciones diádicas, que dejan fuera las evaluaciones de los observadores y de los distintos grupos que evalúan el intercambio.
Los insultos políticos, al igual que otros actos de habla en la esfera política son diferentes a los insultos en la literatura o en la vida familiar porque, por tratarse de un discurso público, la intervención de los medios es muy importante. De hecho forman parte crucial en el marco comunicacional de la política (Charaudeau). Desde el análisis del discurso, es importante estudiar más bien los actos discursivos porque “los actos de discurso son actos de habla incrustados en una situación comunicativa concreta” (Haverkate) y pueden ocurrir en pares adyacentes o en secuencias mayores. En el caso del insulto, considerado entre las formas prototípicas de descortesía porque “perjudican intrínsicamente al interlocutor” (Haverkate), se hace necesario o deseable un acto de disculpa para reparar la falta. Esto convierte entonces el acto discursivo en un fenómeno complejo porque, en el discurso político, la disculpa puede interpretarse como acto de debilidad. No obstante, la disculpa, como acto genérico, lleva consigo una carga moral y cultural y es visto como un componente esencial para mantener la armonía social porque tiene que ver con la conciencia y la aceptación de responsabilidad moral por la conducta ofensiva (Harris). Esto, a su vez, influye en la imagen que se desea proyectar y defender.
La pragmática y los estudios de la (des)cortesía han hecho avances importantes sobre la imagen como una necesidad humana básica (Goffman), a pesar de las críticas a Brown y Levinson. En los nuevos desarrollos, existe cada vez más el acuerdo de que, para estudiar la cortesía es necesario tomar en cuenta la evaluación de los participantes (Watts; Eelen; Mills; Bolívar), pero todavía son pocos los intentos por describir cómo funciona el proceso en la dinámica social. El concepto de imagen en los estudios de cortesía se ha enriquecido al incluir la imagen social y cultural (Spencer-Oatey; Bravo y Briz). El desarrollo de los estudios interculturales, en la visión de Spencer-Oatey, ha extendido el alcance al manejo de las relaciones (rapport management) que involucra dos componentes, el manejo de la imagen y el manejo de los derechos sociales (sociality rights).
A su vez, la noción de face incluye una imagen de calidad, asociada fundamentalmente a la autoestima personal, y una imagen de identidad que tiene que ver con las identidades sociales o roles, asociada a nuestro sentido de valor social público. El manejo de los derechos sociales da cabida a los derechos de igualdad, vale decir, el derecho a ser tratado con consideración “so that we are treated fairly: that we are not duly imposed upon, that we are not unfairly ordered about, and that we are no taken advantage of and exploited”; y a los derechos de asociación, que equivale a nuestro derecho a asociarnos con otros y a mantener esas relaciones (Spencer-Oatey). Queda como un reto proyectar este enfoque al estudio de los cambios en la dinámica social y política.
Para compensar deficiencias y críticas al modelo de cortesía de Brown y Levinson y a las teorías centrales, en el mundo hispano han surgido avances novedosos. Bravo ha propuesto las categorías de autonomía y afiliación, donde las necesidades de individuo y grupo coinciden. Estas categorías son “en principio vacías” y permiten la construcción de “hipótesis socioculturales” (Bravo). En el análisis de la conversación, Briz ha dado atención a la evaluación en el discurso y ha hecho la diferencia entre cortesía “codificada” y cortesía “interpretada”. Ha distinguido entre dos estadios de la evaluación: un primer estadio “antes de hablar”, “mental” y un segundo estadio “social” en la interacción. Briz propone filtros que pueden servir de criterios iniciales: la solidaridad, el fin interpersonal, los ideomas (la imagen comprometida) la problematicidad temática y la aceptación, todas ellas en un dinamismo jerárquico cambiante. Aunque son categorías sugerentes desde el punto de vista social y cultural, que ya han sido extendidas a la descortesía (Bernal), está por verse como se aplicarían a los espacios públicos y al discurso político.
El debate en el campo de los estudios del discurso de la cortesía sigue, provoca interesantes reflexiones (Granato), y sirve de apoyo teórico general para la interpretación de las relaciones personales en variados contextos. En el plano de las relaciones internacionales, lo que nos interesa escudriñar aquí es de qué manera los insultos contribuyen a los procesos de legitimación en la interacción política, especialmente porque, como plantean Martín Rojo y van Dijk los actos de legitimación se presentan como respuesta a críticas explícitas o acusaciones”.
CONCLUSIONES
“Del estudio se desprenden algunas consideraciones que vale la pena destacar. En primer lugar, que los insultos definitivamente interrumpen el diálogo entre naciones, como se ha visto en el caso de Venezuela y México quienes durante casi dos años se remitieron a sus relaciones económicas, sin embajadores. En segundo lugar, que la causa de la ofensa puede interpretarse en dos planos diferentes: como agresión en el plano moral, porque uno de los agraviados (en el caso de Chávez) considera un atrevimiento retar una propuesta ideológica que, desde su punto de vista, es justa y legítima por su sola fuerza moral; y como agresión al diálogo democrático, porque el otro agraviado (Fox y México) interpreta la ofensa como un daño a la imagen de las instituciones democráticas y al patrimonio cultural. También se desprenden implicaciones para el análisis de los insultos políticos, especialmente cuando se emplea el lenguaje ofensivo con fines estratégicos, como ocurre en el caso del gobierno de Venezuela.
Desde una perspectiva pragmática, se hacen visibles las condiciones para que el insulto tenga un efecto táctico. Primero, es pronunciado en un espacio público, ante una audiencia amplia. Mientras los ataques de Fox son realizados a través de declaraciones a la prensa, Chávez hace uso estratégico de los grandes espacios para pronunciar sus insultos, un estadio, un teatro, el programa Aló Presidente. Segundo, las palabras pronunciadas son reconocidas oficialmente como insultantes; debe haber una persona o institución cuya imagen es afectada y degradada, y debe haber personas que reconozcan eso explícitamente. Los insultos de Chávez fueron reconocidos como tales oficialmente por el gobierno mexicano en el plano pragmático e institucional. Tercero, el insulto que daña la imagen nacional de otro país requiere una disculpa oficial emanada del gobierno o su representante. México reclamó el daño a su imagen de pueblo justo y democrático y pide explicaciones como nación.
Otro aspecto que debe resaltarse es el rol de iniciadores en el diálogo. Aunque el gobierno venezolano defendió el argumento de que Fox inició el ataque porque criticó a Chávez, el iniciador en el evento y en el discurso fue Chávez al colocar primero sobre el tapete el rechazo y la descalificación del ALCA. En el discurso, esto se comprueba porque el ALCA fue el tópico inicial y tema dominante en los macro-intercambios, y el principal motivo del conflicto. No hay dudas de que la discusión sobre quién comenzó primero la dominación y la explotación de los pueblos de América es una tarea muy relevante para la reflexión y la toma de posiciones políticas, pero es necesario destacar que en el discurso, donde se construyen y destruyen realidades con la palabra, es posible identificar las iniciaciones porque las mismas personas que construyen el discurso proporcionan evidencia de ello con sus palabras y acciones.
Lo que este estudio ratifica es que toda transformación o cambio es posible en gran parte gracias a la palabra que, en el diálogo democrático, debe ser respetuosa del otro, de su imagen personal, política y cultural. La lucha por el poder pasa por el discurso y los modelos políticos, dominantes o no, se construyen con la palabra. La palabra afecta las imágenes de autoestima personal, política y social de los líderes quienes, como en el caso de Venezuela y México, tienen que resolver democráticamente sus grandes contradicciones en la búsqueda de la justicia, especialmente la de luchar contra la dependencia siendo dependientes, y la de ser países petroleros ricos con muchos pobres”.
(*) Adriana Bolívar (Universidad Central de Venezuela): “Cachorro del imperio” versus “Cachorro de Fidel”: Los insultos en la política latinoamericana” (Discurso y Sociedad-2008).
19/09/2024 a las 11:24 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Javier Milei, presidente y agitador
Joaquín Morales Solá
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
18/9/024
Podrá decirse que el presupuesto de Javier Milei les reduce recursos a las universidades y aumenta hasta un 100 por ciento los fondos reservados de los servicios de inteligencia. Escándalo seguro. Podrá señalarse que la recuperación del salario, como consecuencia de la caída en los niveles de inflación, se licuó, sobre todo, con los incrementos de las tarifas de la energía. Debate inevitable de la política. No obstante, es destacable que un presidente argentino sea consciente él mismo, sin la influencia de nadie, de que la mejor economía es la que no tiene déficit. Mauricio Macri suele recordar que su experiencia fue estéril: era él, cuando fue presidente, quien debía advertirles a sus funcionarios sobre la necesidad de gastar de acuerdo con lo que se recauda. Al revés de la mayoría de los presidentes argentinos, Milei no necesita que nadie le aclare la necesidad de una economía sin déficit; es él quién propaga la doctrina. Si se mira bien lo que Milei dijo el domingo, sus prioridades son solo dos: déficit cero en las cuentas del Estado y el pago en tiempo y forma de la deuda. Todo lo demás es y será motivo de discusión política.
De hecho, el conflicto interno del radicalismo (partido que no necesita mucho para descerrajar una guerra entre propios) por la relación con el Gobierno no hizo más que escalar en las últimas horas. Suspensión de la afiliación de cuatro de los cinco diputados nacionales que ayudaron a preservar el veto del Presidente al proyecto de ley de movilidad jubilatoria que había aprobado el Congreso. Disidencia con esa decisión de la conducción partidaria por parte de dirigentes tan importantes como el gobernador de Mendoza, Alfredo Cornejo, y el jefe del bloque de diputados radicales, Rodrigo de Loredo.
El Presidente es un elemento novedoso y agitador en todas las orillas de la política. También hay gobernadores peronistas que prefieren estar más cerca de Milei que de Cristina Kirchner, a la que consideran una dirigente predominante, pero sin futuro político. Puede advertirse fácilmente en esa posición a los gobernadores de Tucumán, Osvaldo Jaldo; de Catamarca, Raúl Jalil, y de Salta, Gustavo Sáenz, aunque este último viene del massismo, no del kirchnerismo. Siempre hiperbólico, la cena de este martes de Milei con los “87 héroes” (diputados que simplemente votaron a favor suyo en la cuestión de los aumentos a los jubilados) fue una prueba más de que al jefe del Estado le gustan dos cosas: respetar la coherencia cuando se trata de las cuentas públicas y revolver en las discordias intestinas de los otros partidos. Hay alguien que también lo sabe: Patricia Bullrich, que salió a diferenciarse de su teórico jefe político, Macri, con un apoyo sobreactuado y poco creíble a la candidatura del juez Ariel Lijo como eventual miembro de la Corte Suprema. “Antes decía todo lo contrario. Quiere ocupar el lugar de Santiago Caputo en el entorno presidencial”, advirtió sin ironía, con supuesta información fidedigna, un dirigente de Pro.
Es probable que el gobierno de Milei conserve el próximo año el déficit cero. En primer lugar, porque la propuesta del Presidente es colocar la recaudación antes que el gasto; esto es: primero recaudar y después gastar. Es una diferencia crucial con los tres gobiernos kirchneristas: ellos gastaban y después veían cómo pagaban. La consecuencia fue un déficit insoportable para los gobiernos no peronistas que los sucedieron. La excepción en los 16 años de gobiernos inspirados por los Kirchner fueron los dos años en los que Roberto Lavagna fue ministro de Economía; en ese breve período se impuso el criterio de los superávits gemelos: el de las cuentas públicas y el de la balanza comercial. Los economistas serios destacan tres decisiones que ayudarán a mantener el equilibrio entre la recaudación y el gasto. El primero de ellos es que el Gobierno tendrá un sistema normalizado de las retenciones a los productos agropecuarios, sobre todo en la soja. Este año la recaudación de las retenciones fue más baja de lo habitual porque muchos productores aprovecharon el “dólar soja” de Sergio Massa y liquidaron entonces sus cosechas. El año próximo se volverá a la normalidad. El “dólar soja” fue una de las tantas medidas electoralistas de Massa cuando él era candidato a presidente de la Nación; hubo también este año una sobrecarga de impuestos porque Massa había postergado el pago de algunos de ellos.
Varios economistas prevén, además, una recuperación de la economía y, por lo tanto, de la recaudación general de impuestos. Ya se observa una reactivación suave (vale la pena recalcar que es suave, no brusca ni rápida) de algunas variables económicas, sobre todo en las que tienen que ver con el consumo de la clase media alta. Por ejemplo, observan ciertos movimientos en la venta de automóviles, que estaba totalmente paralizada en los primeros meses del año. La situación es heterogénea. Por un lado, hay factores, como los módicos aumentos en alimentos, que benefician a la clase baja, y hay otros factores, como los importantes aumentos en la educación privada y en el consumo de gas, que perjudican a la clase media y a la media alta. Pero, al mismo tiempo, se recupera la venta de automóviles y continua estancada la venta de gaseosas, que es un producto que compran los sectores bajos de la sociedad. Por eso, se derrumbó nuevamente el consumo en los supermercados (un 17,2 por ciento en agosto), que es donde se abastecen mayoritariamente las franjas menos pudientes de la sociedad. Sin embargo, comienza a percibirse cierta recuperación en la industria y la construcción, sectores de la economía que venían aquejados de una parálisis total. Si se desperezan la industria y la construcción (y la tendencia se mantiene en el tiempo), podría ir mermando también el temor de vastos sectores sociales a perder el trabajo o a la imposibilidad de recuperarlo después de haberlo perdido.
El Gobierno prevé también en el presupuesto una nueva baja en los subsidios a los servicios públicos, que todavía están pagados por el Estados en más del 50 por ciento de su valor real. Desde ya, esto significará más ahorro para el Tesoro y agilizará el camino hacia la preservación del déficit cero. La administración de Milei debería plantearse si le sirve conservar a funcionarios de los Kirchner en cargos cruciales del Gobierno, como lo es, por ejemplo, la Aduana nacional. Hace poco, el respetado economista Juan Carlos de Pablo advirtió públicamente que funcionarios del Estado siguen cobrando sobornos para agilizar los trámites en la administración pública. En el acto, aclaró que no se trata de funcionarios designados por el gobierno de Milei, sino de jerarcas heredados del último gobierno kirchnerista. Nadie los vio hasta ahora. Nadie hizo nada.
Una novedad que pasó inadvertida es que el presupuesto prevé una percepción cero del impuesto PAIS que se recauda con las compras en el exterior, ya sea durante viajes o desde el país. El impuesto PAIS vencerá en diciembre próximo (fue instaurado por Alberto Fernández en 2019 por el período de cinco años) y Milei debería, si quisiera prorrogar su vigencia, pedirle al Congreso una nueva ley. Sería una contradicción con su discurso liberal. De todos modos, ninguna prórroga está prevista en el presupuesto. Puede enfatizarse, por lo tanto: no habrá más impuesto PAIS desde el 1º de enero próximo. La última vez que se eliminó el impuesto a las compras en dólares fue durante el gobierno de Mauricio Macri cuando se levantó el cepo al dólar. Esta vez, no mediará una eliminación, sino una caída natural de un impuesto distorsivo e injusto. Sin embargo, el presupuesto de Milei no deja entrever nada sobre un eventual levantamiento del cepo en el mercado cambiario.
Milei necesita que ningún “cisne negro” aparezca en el horizonte del próximo año, porque en 2025 deberá enfrentar las primeras elecciones de mitad mandato desde que fue ungido presidente de la Nación. A pesar de ciertas diferencias en temas institucionales y en la instrumentación de algunas políticas públicas, ni Milei ni Macri imaginan un destino electoral inminente alejado el uno del otro. “Separados, perderían los dos”, dice uno de los principales dirigentes macristas. Más allá de la discordia entre Macri y su antigua protegida Patricia Bullrich (protección que esta no reconoce ni agradece), lo cierto es que la mayoría de Pro está dispuesta a esa alianza electoral. Solo falta saber qué hará Horacio Rodríguez Larreta, más volcado hacia una política como la que encarna Martín Lousteau. Cerca de Milei intuyen que podrían también trabar alianzas electorales con sectores del radicalismo que están más cerca de él que del presidente de la UCR, Lousteau. La fractura expuesta del radicalismo, que se observa en estas horas, es un ejemplo de ese cisma ideológico (o político, quién lo sabe) en puerta. Todo es posible, al final del día, siempre que Milei pueda conservar sus principales promesas: disciplina en las cuentas públicas y consecuente baja de la inflación. Su próximo desafío consistirá en demostrar que puede perforar el nivel del 4 por ciento mensual de inflación. El vocero Manuel Adorni, exaltado a la condición de ministro en las últimas horas, dijo en días recientes que la inflación de septiembre será de poco más del 3 por ciento. En cambio, el exministro de Economía Hernán Lacunza, que desempeñó ese cargo durante la gestión de Macri, advirtió que será “difícil” perforar el 4 por ciento mensual, aunque aceptó que los números del presupuesto presentado por el Presidente son “verosímiles”.
Más previsible es qué hará Milei con el interminable conflicto en Aerolíneas Argentinas. Algo hará, y pronto. Funcionarios que lo conocen bien al Presidente sostienen que no está en su condición dejar sin resolver un conflicto que se alarga semana tras semana. Diputados de Pro y del propio Milei promueven una ley para privatizar esa empresa, que no tendrá muchos interesados si el Gobierno no resuelve antes la enmarañada situación gremial de la compañía. Después tendrán que lidiar con peronistas y radicales que creen que Aerolíneas Argentinas es la patria. No importa cuáles sean las mañas de los dirigentes gremiales que deciden desde esa empresa sobre lo que ocurre en la tierra y en el cielo.
19/09/2024 a las 11:28 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
El misterio de la decadencia argentina
Pablo Mendelevich
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
18/9/024
De aquel planteo icónico que Mario Vargas Llosa escribió en Conversaciones en la Catedral, “en qué momento se había jodido el Perú”, surgió la correspondiente pregunta argentina. Pregunta más lúdica que científica.
Pero si es por interrogantes fundamentales sobre el derrotero del país, tal vez otro debería ser el objeto de estudio prioritario: qué clase de maleficio hace que aun cuando las cosas se hacen bien los resultados no son buenos.
Algo así pudo haber ocurrido con la reforma constitucional de 1994. Por supuesto, están los que creen que las cosas bien no se hicieron, que el Pacto de Olivos enchastró los cimientos, que el Núcleo de Coincidencias Básicas se votó inapropiadamente a libro cerrado y todo eso. Pero a la luz de la historia, vistos los niveles consensuales logrados, los modernos cambios introducidos en el sistema y los pactos internacionales incorporados, no puede negarse que la reforma del 94, como lo expresó el constitucionalista Félix V. Lonigro en una reciente columna crítica, fue la más profunda e importante que haya habido. ¿Por qué los resultados no habrían sido buenos? Porque muchos de los objetivos planteados -aparte del que se verificó de inmediato, la reelección de Menem- no se alcanzaron y se produjo, en cambio, un deterioro creciente de la calidad institucional que se combinó con erradas políticas sociales y económicas. Siete años después de redactarse la Constitución con mayor consenso de la historia el país colapsaba. Fue la crisis de 2001. Hubo una treintena de muertos.
Perduró luego la estabilidad institucional, la violencia quedó erradicada como método político y, sucesión matrimonial mediante, los presidentes comenzaron a sucederse con relativa puntualidad. Las cosas, en definitiva, parecían funcionar, pero el país acentuaba la decadencia en demasiados frentes al mismo tiempo hasta entrar en un declive que la política no supo revertir. Antesala del triunfo, en 2023, del candidato anarcocapitalista.
Advertirán desde el derecho: una Constitución es algo que se parece más a un manual de instrucciones que a una garantía. No tiene responsabilidad sobre el buen o mal funcionamiento del artefacto si el usuario lo enchufa donde no debe. O si confunde adversarios con enemigos. Lo urgente con lo trascendente. El porvenir con la inmediatez. Pues bien, ¿qué falló acá? Pregunta compleja. El interés por averiguarlo encuentra ciertos escollos narcisistas.
Resulta curiosa la manera autocomplaciente en la que la clase política evoca la reforma constitucional de 1994. Al cumplirse este año tres décadas del acontecimiento, desde mayo se suceden conferencias, seminarios, debates alusivos, actos casi siempre protagonizados por veteranos de la convención constituyente de Santa Fe que exaltan con orgullo el éxito logrado con la Constitución hoy vigente. Lo curioso es que esto sucede mientras la democracia se desgaja, la polarización política recrudece y la ciudadanía se desacopla de los soportes institucionales. Fragmentados, tan carentes de líderes como de contornos, los partidos, que fueron sacralizados en la nueva Carta Magna como instituciones fundamentales de la democracia, se volvieron “espacios” cósmicos. El cesarismo presidencial resurge intacto. Los miembros de las “honorables” cámaras del Congreso tramitan con desconcierto los insultos que desde el Poder Ejecutivo se les profiere a diario. Dirigentes políticos refractarios a la división de poderes predican con altos niveles de adhesión que en la Argentina no hay estado de derecho.
Como se sabe, Javier Milei, quien a su vez sostiene que la decadencia argentina empezó en 1916 con Yrigoyen, llegó al poder el mismo día que la democracia cumplía cuarenta años, superposición que por lo menos permitió ahorrar plata en fuegos artificiales. Ese caluroso domingo la nota la dio el nuevo presidente al hablar de espaldas al Congreso.
El trigésimo aniversario de la Constitución tampoco es ahora mismo algo que excite a los libertarios. Ellos no tienen recuerdo alguno de las ricas tertulias multipartidarias que se daban en los cafés, bares y restoranes santafecinos en aquellos tres meses épicos de profundo debate político. Sencillamente porque entonces no existían.
Horacio Rosatti, el actual presidente de la Corte Suprema, era en la convención de 1994 nada menos que el vicepresidente del bloque justicialista, el bloque mayoritario (134 sobre 305), integrado entre otros por Néstor y Cristina Kirchner, Antonio Cafiero, Palito Ortega, Eduardo Duhalde, Carlos Corach, Gildo Insfrán, Eduardo Valdés, Adolfo Rodríguez Saá, Jorge Yoma. En ese pelotón variopinto también formaban el actual procurador del Tesoro, Rodolfo Barra (autor de una estrafalaria interpretación de la flamante letra constitucional con la pretensión de que Menem siguiera en el poder), y otro jurista peronista de la Corte de hoy, Juan Carlos Maqueda.
El lunes último, en la cena aniversario de Poder Ciudadano, Rosatti pronunció un discurso en el que dio una visión nostálgica de la concordia alcanzada en 1994. Sería digna de imitarse, dijo como ejemplo, la manera en la que el convencional Raul Alfonsín escuchaba al convencional Aldo Rico y viceversa. Rosatti sostiene que si los consensos se lograron una vez perfectamente se podrían repetir.
Sería maravilloso. Sin embargo haría falta preguntarse antes, tal vez, por qué siendo el consenso cosa tan virtuosa la Constitución reescrita no generó el marco propicio para que el país vaya para arriba, no para abajo. Por qué hubo semejante divorcio entre las reglas y la realidad.
Se lo puede apreciar, si se prefiere, en unos cuantos ítems. La jefatura de Gabinete nunca cumplió la función para la que fue creada, atenuar el presidencialismo, asemejarse a un primer ministro, fundar un semiparlamentarismo y ser un fusible removido por el Congreso en caso de desgaste (artículo 101). Los jefes de Gabinete nunca se tomaron en serio la prescripción constitucional de comparecer una vez por mes ante el Congreso.
El tercer senador tampoco sirvió demasiado como no sea para agrandar la cámara de 48 a 72 bancas, con la correlativa multiplicación de despachos, asesores, oficinas y baños. Cambian los gobiernos y el Senado, sometido a los feudalismos provinciales y a la maniobra de crear partidos ad hoc para quedarse también con la banca de la minoría, siempre conserva la hegemonía peronista. La primera provincia que hizo esa maniobra fue la de Menem.
Para que los legitimados decretos de necesidad y urgencia no fueran una costumbre se dispuso crear en el Congreso una comisión revisora. Que en los hechos siempre estuvo controlada por el oficialismo y, huelga decirlo, convalidó todo. Por primera vez en treinta años recién la semana pasada el Congreso rechazó un DNU, el de los fondos para la SIDE.
Para conminar al Congreso a legislar sobre la coparticipación los constituyentes pusieron (sexta cláusula transitoria) un plazo: 1996. El atraso tiene 28 años, pero no hay que inquietarse porque no se previó ninguna penalidad por mora.
Tres décadas llevan también los vaivenes del Consejo de la Magistratura, criatura estelar de 1994 destinada a seleccionar y remover jueces, transparentar los procedimientos y administrar el presupuesto judicial. Cristina Kirchner intentó domesticarlo en 2006 mediante una ley que la Corte Suprema declaró inconstitucional. Bueno, en verdad esa sentencia le tomó a la Corte 15 años. A juzgar por el aspecto general de la Justicia, las causas más conocidas, las designaciones, los problemas con jueces que se enriquecen, las vacantes que no se llenan y las sentencias que demoran siglos, el Consejo de la Magistratura, de composición siempre polémica, no parece ser el remedio imaginado.
Aunque el peronismo era gobierno en 1994 no movió un dedo para reponer la Constitución panfletaria de 1949, lo cual podría ser entendido como una evolución. En cambio, los constituyentes de hace treinta años se nutrieron en el campo instrumental de la Enmienda Lanusse, la reforma constitucional de facto hecha en 1972 en base a los consejos de un seleccionado de juristas, ninguno de ellos peronista. Por eso en 1994 se repusieron el sufragio directo, los mandatos de cuatro años y el balotaje.
Así ganó Milei.
19/09/2024 a las 11:33 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Milei quiere más poder en la Cámara de Diputados
Melisa Molina
Página/12
19 de septiembre de 2024
El martes por la noche, mientras afuera de la Quinta de Olivos los jubilados caceroleaban, y antes de que comiencen los mozos a servir los chorizos, morcillas, chinchulines, vacío y tiras de asado entre los diputados, el presidente Javier Milei se paró en la cabecera de la mesa, agarró un micrófono con las dos manos y, después de agradecerles por haber blindado su veto en contra de un aumento para las jubilaciones, les propuso «armar un scrum».
En el lenguaje de la gestión empresarial, el scrum significa «un marco de trabajo que se compone de buenas prácticas para actuar colaborativamente, en equipo y obtener el mejor resultado posible de proyectos». En el lenguaje del rugby, en tanto, el scrum es una forma de reiniciar el juego después de una falta donde los jugadores de cada equipo se abrazan y juntos empujan para quedarse con la pelota.
La metáfora no pasó de largo y fue de lo más jugoso –además de la carne– que tuvieron los apenas casi siete minutos del discurso presidencial. Desde el gobierno dicen que el mandatario se refería a la metáfora vinculada a la gestión (la primera), es decir, que quieren «trabajar en equipo», de manera colaborativa, para tener los mejores resultados y sacar el país adelante. Desde los bloques aliados, como el PRO, sin embargo, lo leyeron en clave deportiva (la segunda). Entienden que el gobierno tuvo varias derrotas legislativas en el último tiempo, que perdió el control de la pelota y que ellos tuvieron que salir a respaldarlo por los débiles bloques que La Libertad Avanza tiene en el Congreso nacional.
Dentro del partido de Mauricio Macri, tradujeron que «implícitamente», Milei les propuso durante la cena avanzar en la creación de un interbloque y dicen que en ese escenario hay consenso para que Cristian Ritondo sea su presidente –el jefe de la bancada Pro en diputados se sentó muy cerca de la cabecera–, pero se atajan: «ese es un problema que les resolveríamos a ellos. Lo que no queda claro es en qué más se traduciría esa alianza o interbloque». Es decir, desde el PRO quieren llevarse algo a cambio por el acompañamiento que realizan en el Congreso y que saben que Milei necesitará en los meses venideros.
El Presidente sabe que necesitará el respaldo de los «87 héroes» porque su plan es seguir gobernando mediante decretos y vetando las leyes que logre aprobar el Congreso y a él no le gusten. Para eso necesitará un blindaje como el que tuvo para el veto de las jubilaciones. No le alcanza con los diputados y senadores con los que cuenta su espacio. Ese fue el objetivo real de la cena en Olivos, además del «festejo» anti jubilados que después del encuentro algunos diputados intentaron salir a negar.
Macri, a lo largo de los meses, ya armó una larga lista de pedidos para la Casa Rosada a cambio de ese apoyo legislativo. Allí enumeró cuestiones personales –no quiere que Ariel Lijo forme parte de la Corte Suprema, querría la concesión de la Hidrovía y de distintas represas– y también partidarios –quiere que miembros de su partido ocupen puestos de la gestión por ejemplo en Vialidad y Obras Públicas, entre otros–. Por ahora, sin embargo, más allá de las cenas en Olivos, no consiguió nada significativo.
Cerca del triángulo de hierro insisten con que no claudicarán y que «no le van a dar nada» al expresidente. Habrá que ver, en ese caso, si el PRO decide, de igual manera, seguir respaldando al oficialismo. Por ahora, después de casi diez meses de gestión, La Libertad Avanza logró algo bastante similar a una hazaña: tener un fuerte apoyo –a grandes rasgos– de una gran porción de la «política» (esto es gobernadores), sin dar casi nada a cambio, sino más bien todo lo contrario: recortando fondos y recursos a las provincias e insultando y agraviando a gobernadores y legisladores.
Desde el PRO dicen que colaboran con el gobierno, por más que no obtienen «nada a cambio», porque «ponemos al país adelante de todo, aunque implique nuestra desaparición partidaria», pero la lectura que hacen desde Balcarce 50 es diametralmente opuesta. Dicen que lo hacen porque el electorado que antes los votaba a ellos ahora lo vota a Milei. «Por ahora no hay ningún interbloque», dicen cerca del Presidente y remarcan jocosos que a la oposición amigable no les queda mucha más opción que acompañarlos «porque no tienen votos».
El gobierno, más allá de eso, deberá trabajar para sostener el mágico número 87. Esa cifra, además del PRO, también se compone de los diputados que responden al radicalismo que cambiaron su voto por las jubilaciones en solo semanas y fueron sancionados por sus autoridades partidarias. Uno solo de ellos, Mariano Campero, se animó a desafiar a sus correligionarios y se retiró de una acalorada reunión de bloque –que se llevó a cabo horas antes del asado– para asistir al convite. Pagó, comió, tomó vino y hasta la mousse de chocolate que sirvieron de postre. Otros tres Martín Arjol, Pablo Cervi y Luis Picat no se animaron a tanto y se quedaron sin la cena. Tampoco fue José Tournier, que si bien responde al gobernador radical de Corrientes Gustavo Valdés, no está afiliado al partido.
Más allá de que esos cuatro «héroes» no estuvieron en el asado, cerca de ellos dicen que «no lo hicieron por presión política interna, no porque no quisieran ir». Es decir, el gobierno los podría contar como parte de sus votos para posibles vetos. El próximo que viene, ya les anunció el Presidente a sus comensales, será el del presupuesto universitario.
El próximo gran desafío que la LLA tendrá en el Congreso será el de la aprobación del Presupuesto 2025, que el fin de semana presentó Milei. Con el objetivo de empezar a diagramar esa agenda, después de la reunión con los diputados aliados, el jefe de gabinete, Guillermo Francos y el ministro de Economía, Luis Caputo, se reunieron el miércoles por la mañana con el presidente de la Cámara de Diputados, Martín Menem y con los presidentes de las comisiones de Presupuesto de Diputados y Senadores: Martín Atauche (Senado) y José Luis Espert (Diputados) en Casa Rosada para «diseñar la hoja de ruta del Presupuesto en el Congreso» y definir que, quienes van a ir a defenderlo son Carlos Guberman, secretario de Hacienda de la Nación y Pablo Quirno, Secretario de Finanzas. Quieren evitar que vaya Caputo. Según dicen desde el oficialismo, la idea es trabajar el proyecto en dos meses y que llegue al recinto a fines de noviembre. No tienen en mente aceptar grandes modificaciones.
19/09/2024 a las 11:45 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
El asado de los que hambrean a los jubilados y el intento de blindar los vetos de Milei
Marcelo Mache
Prensa Obrera
18/9/024
En horas de la noche del pasado martes 17 se realizó el polémico “asado de los 87” diputados que respaldaron en veto presidencial contra los jubilados, convocado por el presidente Javier Milei en la residencia de Olivos para blindar su política de ajuste en marcha y los próximos vetos al caer. Milei convocó a los presentes a hacer un “scrum” para “bloquear cualquier intento de desestabilización”, con una economía en picada y el deterioro de todos los indicadores sociales.
Las y los diputados invitados, entre los que participaron legisladores de La Libertad Avanza, el PRO y la UCR que votaron a favor del gobierno en el Congreso, con varias inasistencias, llegaron a la convocatoria en tres combis, donde tendría lugar el asado de $20.000 por persona, para agasajar a quienes rechazaron un aumento de $13.000 míseros por mes para los jubilados.
Cabe denunciar lo obsceno de la convocatoria, como lo señaló el legislador porteño y dirigente del Partido Obrero Gabriel Solano, en un país donde 1,5 millones de niños y niñas se va a dormir sin cenar.
La iniciativa de Milei tuvo como claro propósito blindar a más de un tercio de los diputados para garantizar así el respaldo a nuevos vetos presidenciales contra otras iniciativas parlamentarias, como es el caso de la recientemente aprobada ley de Financiamiento Universitario.
El presidente abrió la cena con un discurso donde agradeció el respaldo de los diputados presentes al ajuste y los convocó a defender el equilibrio fiscal. Esta arenga omite que la oposición patronal viene colaborando rigurosamente con el ajuste en curso, y que los problemas se encuentran directamente asociados al fracaso económico del gobierno, con una actividad planchada y en recesión y la caída del poder adquisitivo de la población.
El gobierno, incluso, acaba de presentar su proyecto de Presupuesto 2025, con una contabilidad más que creativa, que de cumplirse se encontraría por detrás de las obligaciones de deuda por vencer, cuyo cumplimiento de pago aspirando a un nuevo endeudamiento hundiría aún más profundamente al país.
La maniobra del Ejecutivo nacional para robarles nuevamente a los jubilados también tiene sus costos. Uno de ellos es acentuar la crisis al interior de la UCR, donde se discute la expulsión de los cinco diputados que cambiaron su voto a cambio de prebendas y favores presidenciales. Lo que por el otro lado abroquela al resto en una posición más cauta frente a nuevos movimientos del tipo.
Por otro lado se encuentran los “servicios prestados” por el PRO, donde cada apoyo es fruto de negociaciones y concesiones de todo tipo. Entre estos asuntos se encuentra la disputa por los fondos coparticipables de CABA. Todo, menos una patriada o un “scrum para sacar la Argentina adelante”.
El gobierno no tiene fácil la tarea de reunir voluntades para impedir que avance la agenda de la oposición patronal en el Congreso, por lo que tendrá que jugar cada partida con las cartas que le toquen, negociando y cediendo antes sus “aliados” y “colaboradores”.
Esta dinámica también deja planteado que la población no puede confiar para nada en los bloques políticos patronales, que fijan el precio de sus voluntades y apoyos, entregando a los jubilados y trabajadores. Solo se puede depender de la propia fuerza y de la movilización independiente para derrotar el ajuste.
Así quedó demostrado con la movilización de jubilados y trabajadores al Congreso contra el veto presidencial, que fue creciendo conforme se acercaba el día de votación. Y estará por verse cuando toque el momento de la comunidad universitaria, que ya ha mostrado una capacidad de movilización inédita y viene calentando motores con distintas acciones gremiales.