Por Hernán Andrés Kruse.-

“Arreciaron las presiones externas (e internas) para revertir esa reticencia inicial: “Frente a las voces reticentes dentro del gobierno, los funcionarios cercanos al entorno presidencial y los oficiales de las Fuerzas Armadas sostuvieron la conveniencia del envío inmediato de tropas al Golfo como un “gesto” destinado a la Casa Blanca. Señalaban que la necesidad de que se produjese ese gesto había sido sugerida por Washington al menos en dos ocasiones: durante la entrevista pedida de modo urgente al presidente Menem por el vicepresidente norteamericano, Dan Quayle, en Colombia, durante la asunción del presidente César Gaviria Trujillo, y en una reunión que altos funcionarios de la Cancillería mantuvieron con representantes de la Embajada de Estados Unidos, entre ellos, el consejero político, James Walsh. Este sector proclive a una respuesta inmediata en favor de la participación de efectivos remarcó la necesidad de aprender de las “lecciones del pasado”, es decir, las derivadas de la tardía declaración de guerra por parte de la Argentina al Eje, en 1945, que le costó a Argentina un tratamiento muy diferente que el que tuvo Brasil, premiado con inversiones productivas por los miles de brasileños muertos en Europa durante su participación en la Segunda Guerra” (Corigliano).

Según Corigliano, estas supuestas presiones provenientes de la Casa Blanca surtieron efecto: “Tras el envío de dos cartas al presidente Menem (la de su par norteamericano, George Bush, del 20 de agosto, agradeciéndole su preocupación por la situación en el Golfo Pérsico; y la del jefe de Estado de Egipto, Hosni Mubarak, del 13 de septiembre, en la que éste explicaba al mandatario justicialista las razones por las cuales el mundo debía reaccionar en bloque ante la agresión de Irak a Kuwait), el presidente argentino abandonó su bajo perfil inicial y adhirió a la posición norteamericana, partidaria del envío de tropas aún sin la aprobación de la ONU. Así, el 16 de septiembre, Menem señaló que su gobierno enviará tropas al Golfo Pérsico sin ningún tipo de consulta “si el objetivo perseguido es consolidar la paz”. En ese caso, anunció el primer mandatario, “sólo consultaré a sectores de la comunidad. Pero si se tratara de tropas de intervención […] tendría que resolver el Congreso”.

Esta decisión suscitó amplias oposiciones en el Congreso, no sólo en la bancada de la UCR, sino también del PJ y otros partidos. También el secretario general de Confederación General del Trabajo (CGT), Saúl Ubaldini, expresó su enérgico rechazo: “Nunca fuimos una nación mercenaria o una colonia proveedora de carne de cañón para defender intereses ajenos. No podemos aceptar el argumento utilitario según el cual esta intervención podrá procurar, en el futuro, ventajas económicas a nuestro país”. Fue el hermano del presidente, el influyente senador Eduardo Menem, a cargo de la presidencia provisional de la Cámara Alta, quien comandó el giro del bloque del PJ y frenó las iniciativas de la bancada radical para condenar la iniciativa del poder ejecutivo. En septiembre, a pesar de que hasta hacía muy poco se oponía a enviar tropas, declaró: “Hemos resuelto apoyar la decisión del Gobierno de enviar fuerzas de paz, por entender que esto se enmarca dentro de la resolución de las Naciones Unidas”. Al ser fuerzas de paz, justificó, no se requería la autorización parlamentaria.

El 20 de septiembre, Bush envió una carta a Menem, felicitándolo por esa decisión: “Me sentí muy complacido al conocer su decisión de participar en la fuerza multinacional en la región del Golfo Pérsico. Su franca posición en contra de la intolerable agresión y de la flagrante desobediencia al derecho internacional por parte de Saddam Hussein es sumamente apreciada. Constituye un ejemplo de su firme determinación de que la Argentina desempeñe un papel preponderante y destacado en los asuntos mundiales. Deseo profundamente que la creciente nómina de países dispuestos a defender nuestros intereses comunes en la región del Golfo Pérsico induzca a Saddam Hussein a retirarse de Kuwait. Espero verlo el 1º de octubre en Nueva York. Sinceramente, George Bush”.

Cuando se encontraron en New York, en el marco de la Asamblea de la ONU, Bush volvió a agradecerle a Menem la participación argentina en las acciones contra Irak: “…entiendo que los argentinos están apoyando lo que usted hace, señor”. Dos meses más tarde, Raúl Granillo Ocampo, Secretario Legal y Técnico de la Presidencia, declaró que enviarían al Congreso un proyecto de ley para que las tropas argentinas enviadas al Golfo fueran autorizadas a participar activamente en caso de que estallase un conflicto bélico. Esa noticia generó un inmediato rechazo de los representantes de diversas fuerzas políticas opositoras (UCR, MAS, PI, PSU). Las distintas expresiones de la izquierda fueron protagonistas de la oposición al envío de tropas al Golpe. El MAS, PTS, PO, PC y algunos sectores aislados del peronismo y del radicalismo (grupo peronista Descamisados, Grupo de los Ocho y Mujeres Radicales) organizaron actos el 15 de enero (vencía el ultimátum de la ONU a Saddam Hussein para que retirase sus efectivos de Kuwait) y 23 de enero, frente al Congreso, con dos consignas centrales: “Fuera yanquis del Golfo Pérsico” y “Regreso de las tropas argentinas”. En sentido similar se pronunciaron la Juventud Radical, el Servicio de Paz y Justicia (SERPAJ), Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas y Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) (Corigliano, 2003). Esta inédita participación argentina, enviando tropas a un conflicto bélico extra continental, fue, como ser verá en el apartado siguiente, uno de los temas centrales que abordaron Bush y Menem en Buenos Aires”.

LA VISITA

“El presidente estadounidense arribó el 5 de diciembre, acompañado por su hija Dorothy y por el vicepresidente Dan Quayle, el secretario de Estado saliente George Schultz, James Baker (primero Secretario del Tesoro y luego Secretario de Estado), Nicholas Brady, Secretario del Tesoro que renegoció la deuda externa latinoamericana, y John Sununu, una suerte de Secretario General de la Presidencia. Los recibieron Menem, su gabinete en pleno y autoridades nacionales, provinciales y locales. La primera conversación entre ambos mandatarios fue en el salón VIP del Aeroparque Jorge Newbery. Desde allí, y siguiendo el tradicional protocolo, se trasladaron a la Plaza San Martín, para realizar una ofrenda floral en el monumento al Libertador. El operativo de seguridad fue extremo. Pocos días antes del viaje, un grupo adelantado del Servicio Secreto había solicitado que el vehículo en el que se desplazaría Bush subiera a la vereda y se detuviese al pie de la estatua, para evitar los riesgos que suponía caminar 50 metros desde la calle, en una zona rodeada de edificios –el 30 de marzo de 1981, el presidente Reagan había sido baleado a la salida de un acto, siendo por entonces Bush el vicepresidente.

Si bien las autoridades locales habían accedido al pedido, luego plantearon que el peso del vehículo blindado -más de 7 toneladas- podía provocar un derrumbe, debido a los túneles que cruzaban la plaza por debajo. Finalmente, la seguridad estadounidense aceptó que Bush realizara esa caminata. Se instalaron francotiradores en las terrazas y eventuales lugares desde los que se pudiera atentar contra la comitiva. Para la doble fila de granaderos que cubrieron el trayecto desde el auto hasta el monumento se seleccionó a los efectivos más altos, teniendo en cuenta que el mandatario estadounidense medía 1,88m. Desde allí se trasladaron a la Casa Rosada, donde ambos se entrevistaron a solas, tras lo cual hubo un almuerzo íntimo en el comedor de la Casa de Gobierno, para 16 personas. Bush dio allí una conferencia de prensa, en la cual agradeció la participación argentina en la coalición liderada por Estados Unidos para atacar a Irak.

Ambos expresaron que la única salida para el conflicto era el retiro total de Irak de Kuwait. Cuando un reportero local le preguntó qué le daría Estados Unidos a la Argentina a cambio del envío de los dos buques al Golpe Pérsico, Bush le contestó: “No están haciendo esto por Estados Unidos, sino por el orden mundial y el derecho internacional, y porque sienten, tanto como yo, rechazo por esta brutal agresión”. Menem, por su parte, enfatizó que no buscaban ninguna retribución o recompensa. “Eso sería indigno”. El intercambio entre ambos mandatarios, en esa primera actividad, se ocupó especialmente de analizar la Iniciativa para las Américas, que había lanzado Bush poco antes. Así lo reseñaba Carlos Mendo, enviado especial del principal matutino español: “Durante su entrevista privada en la Casa Rosada, los dos presidentes discutieron, entre otros temas, la situación en el Golfo y la Iniciativa de las Américas, el proyecto enunciado el pasado junio por Bush para establecer una zona de libre comercio hemisférica que abarque desde Alaska a Tierra del Fuego. En el tema del Golfo, George Bush encontró en Carlos Menem al líder latinoamericano más favorable a su política frente Irak. Argentina, por decisión personal de su presidente, es el único país iberoamericano que ha contribuido con efectivos militares, dos unidades navales, al despliegue militar en el Golfo”.

Tras la conferencia en la que Bush lanzó la Iniciativa para las Américas, el 27 de junio, la plana mayor del gobierno argentino la apoyó sin fisuras. Menem: “estoy satisfecho con los términos del discurso de Bush”; Cavallo: “La iniciativa de Bush es seria y favorecerá a la Argentina porque se encuadra en los alcances de las propuestas de Washington”; Erman González: “vamos hacia una integración de todo el continente”; Di Tella: “la propuesta es valiosa porque las iniciativas estás dirigidas a naciones que han hecho reformas y la Argentina está entre los líderes de esas reformas”. Tras esa reunión, partió en caravana hacia el Congreso Nacional, a través de la Avenida de Mayo: “Siguiendo a los motociclistas escolta de la Policía Federal, en el primer vehículo iba el Jefe de Protocolo de la Casa Blanca, embajador Joseph Verner Reed, quien tiene un físico bastante similar al de su amigo el presidente Bush. Muy entusiasmado por la cálida acogida popular que estaba recibiendo la caravana, en un momento en que ésta se detuvo, Reed se bajó del auto para mirar a su alrededor y contestar con gestos efusivos las demostraciones de simpatía que prodigaba el público. Bush, claro está, venía más atrás en su coche personal, aquel de las siete toneladas. Es probable que, no conociendo bien la apariencia del presidente norteamericano, lo habían confundido con Reed. Lo cierto es que algunos despachos de prensa al día siguiente aseguraban que Bush había viajado con un doble como medida de precaución ante cualquier posibilidad de un atentado. Al enterarse de lo que decían los diarios, Joe Reed rió de buena gana, pero enseguida confesó que no le hacía ninguna gracia que lo tomaran por un blanco alternativo” (Ortiz de Rozas).

Bush permaneció por unos 40 minutos ante los diputados y senadores, reunidos en Asamblea Legislativa, ante extremas medidas de seguridad -300 agentes del Servicio Secreto y de la Policía Federal fueron desplegados en el edificio-. Fue recibido por el vicepresidente Eduardo Duhalde, el presidente de la Cámara de Diputados, Alberto Pierri, y legisladores de distintos partidos, aplaudido por la bancada oficialista y recibido fríamente por los opositores, quienes lo escucharon de brazos cruzados. Allí se produjo el recordado episodio, protagonizado por el diputado de izquierda Luis Zamora, quien denunció a Bush a viva voz, cuando se presentó y fue empujado por el diputado de la UCEDÉ Alberto Albamonte para acallarlo. Mientras Duhalde presentaba al presidente estadounidense, recordaba los abusos a los derechos humanos durante la última dictadura y se refería a la insurrección carapintada de esa semana como la de un “minúsculo grupo de fanáticos” que no desviarían a la Argentina de su curso democrático, el diputado del MAS pidió a los gritos la palabra, que le fue denegada. Más tarde, Bush dijo que ese era “el precio que debíamos pagar por la democracia”, tolerar esa “vieja forma de pensar”, el “marxismo declinante del pasado”.

En el Congreso, Bush felicitó a la Argentina por la consolidación de la democracia y dio un fuerte respaldo a Menem por sus esfuerzos para reformar el Estado, combatir la inflación, mejorar la economía a costa de grandes sacrificios, privatizar empresas estatales y estrechar las relaciones bilaterales con Estados Unidos. El discurso no difería demasiado del que había pronunciado ante congresistas en Brasilia, alabando las políticas económicas liberales que estaba implementando Fernando Collor de Mello. Tras su paso por el Palacio San Martín, la Casa Rosada y el Congreso, Bush se retiró a descansar a la residencia del embajador estadounidense. Esa misma tarde, y fuera de la agenda, Menem lo invitó a disputar un partido de tenis en Olivos, a lo cual el accedió el mandatario estadounidense. Jugó -y perdió- en pareja con su hija, enfrentando a Menem y su profesor de tenis.

Por la noche, el visitante fue agasajado en el salón comedor del predio de la Sociedad Rural Argentina. Hubo una demostración de destreza criolla a caballo en la pista central y, durante la cena, un show de tango, algo que se repetiría durante la visita de Obama, un cuarto de siglo más tarde. Menem aprovechó la ocasión para ofrecer un brindis en honor de Bush y para reiterar su voluntad de profundizar al máximo la relación entre ambos países y la de tipo personal que habían consolidado en esta visita. El estadounidense se pronunció en el mismo sentido. Al día siguiente, recibió a delegaciones de entidades estadounidenses y al Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI), que lo nombró Miembro Honorario.

El 6 de diciembre, el diario Clarín tituló: “Rotundo respaldo de Bush a Menem. Elogió su política de privatizaciones y su decidida defensa de la democracia, y valoró la intervención argentina en el Golfo. Menem reclamó que se eliminen trabas a las exportaciones agrícolas argentinas”. La Nación, por su parte, tituló: “Bush elogió la alineación de nuestro país tras los objetivos de Occidente”. Destacó que “prometió respaldo político a las negociaciones por la deuda externa y que instó a hacer del continente americano “el centro comercial más grande del mundo”. No casualmente, y a menos de 24 horas de la partida de Bush, Menem remitió al Congreso el ya mencionado proyecto de ley para autorizar la participación de las Fuerzas Armadas en caso de que estallase una guerra en el Golfo Pérsico. Los buques argentinos, argumentó Menem, prestarían “apoyo logístico”, sin intervenir en forma directa en las acciones bélicas. Más allá de las quejas de la oposición, finalmente el Congreso aprobó el proyecto del Ejecutivo el 23 de enero de 1991: las naves argentinas estarían autorizadas a brindar “apoyo logístico” a las fuerzas de la coalición que lideraba Estados Unidos.

Esto se votó pese al rechazo de muchos legisladores justicialistas y requirió una enorme presión y logística por parte de los operadores Alberto Pierri y José Luis Manzano: “…Manzano pidió a la Policía Federal que despachara telegramas de citación por su red de comunicaciones para que quedara registrada la obligación de asistencia a la sesión a la que recién nos referíamos. Pierri, por su lado, recorría en un avión privado los lugares de veraneo acarreando miembros del bloque, y Cavallo distribuía un memo con tres eslóganes: pedir la paz era lo mismo que ayudar a Saddam; la Argentina cumpliría funciones de apoyo logístico y no dispararía salvo en defensa propia; la Unión Cívica Radical no tenía autoridad para criticar la permanencia de las naves porque antes había desarrollado el misil Cóndor II con apoyo iraquí” (Míguez). Está claro que la visita de Bush fue utilizada, en el plano interno, para presionar a los legisladores oficialistas y aliados a aprobar esta inédita y resistida iniciativa de enviar tropas a un conflicto bélico en Medio Oriente (…)”.

(*) Leandro Morgenfeld (Profesor de la UBA e Investigador del CONICET): “El inicio de las relaciones carnales” (cap. 4 de “Bienvenido Mr. President. De Trump a Roosevelt: las visitas de presidentes estadounidenses a la Argentina (Bs. As.: Ed. Octubre)-IADE-Realidad Económica).

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