Por Hernán Andrés Kruse.-
“Viva la libertad, carajo”. He aquí el grito de guerra enarbolado por Javier Milei para hacer posible lo que hasta hace muy poco era una misión imposible: suceder a Alberto Fernández. Al enarbolar con frenesí la bandera de la libertad, Milei no hacía más que proclamar su adhesión al liberalismo. Lamentablemente, apenas asumió el 10 de diciembre puso en evidencia su escaso apego por esa noble filosofía de vida. Si hay una nota medular del liberalismo es el imperio de la tolerancia. El genuino liberal es quien admite que otros piensen de manera diferente, que critiquen su pensamiento. El liberalismo es la antítesis del fanatismo, del autoritarismo. Javier Milei se esmera en poner evidencia su desprecio por la pluralidad de ideas, su falta de respeto por el disenso, su propensión al monólogo. No soporta que lo contradigan, que lo critiquen, que le señalen los yerros que comete. Para el libertario existen dos clases de personas: quienes le rinden pleitesía y quienes son sus enemigos. No duda en vociferar que los legisladores que no le aprueban sus proyectos de ley son unas ratas, y elevar a la categoría de héroes de la patria a quienes sí lo hacen. Réprobos y elegidos: para Milei no hay término medio.
Estamos en presencia de un presidente megalómano, intransigente, prepotente, amante del monólogo. Ama que lo escuchen con devoción y odia que lo contradigan. Reniega del diálogo democrático y de la fructífera discusión ideológica. Reniega de la coexistencia pacífica, base de la democracia liberal.
Buceando en Google me encontré con un ensayo de Laura Baca Otamendi titulado “Diálogo en democracia” (Colección Cuadernos de Divulgación de la Cultura Democrática-núm. 13-México-1996). Aconsejo su lectura. Por razones de espacio me limitaré a transcribir algunas partes del escrito. Es un canto al liberalismo como filosofía de vida.
EL VALOR DE LA COEXISTENCIA PACÍFICA
“El régimen democrático fundamenta su existencia en una revalorización de la política, entendida principalmente como un medio para el establecimiento de pactos y acuerdos. Según la filósofa alemana Hannah Arendt, la política representa la experiencia de compartir un “mundo común” por parte de una diversidad de sujetos. En este sentido, las posibilidades del diálogo se encuentran determinadas por la capacidad de los distintos actores para enfrentar situaciones conflictivas mediante la negociación. En consecuencia, la coexistencia pacífica implica compatibilizar distintos intereses que se manifiestan en las sociedades pluralistas, evitando las tentaciones del autoritarismo que consideran como única interacción posible con el adversario aquélla que busca eliminarlo.
En esta perspectiva el ejercicio del diálogo, por más inmediato y reducido que sea su alcance, posee un carácter constitutivo, ya que al rendir sus frutos en forma de acuerdos e intercambios refuerza dicha coexistencia pacífica. El diálogo debe concebirse, entonces, como una ampliación de los procesos de legitimación del funcionamiento del sistema político que responden a la dinámica de los distintos actores sociales. De esta forma, en una democracia el diálogo debe aparecer como parte integrante de un sistema de expectativas, de reconocimientos mutuos y de garantías recíprocas entre los actores sociales.
Un promotor del diálogo como coexistencia pacífica en la democracia ha sido el filósofo italiano Norberto Bobbio quien, al referirse a las relaciones entre política y cultura, formula una “afinidad electiva” con el principio del diálogo, haciendo del coloquio, de la conversación y del intercambio racional su núcleo principal. En efecto, la referencia al diálogo ha ocupado un lugar privilegiado en sus escritos, en los que considera al coloquio como un ejercicio capaz de estimular las convicciones democráticas que se manifiestan en una determinada sociedad. Al analizar las características básicas del diálogo democrático este autor evidencia de modo claro su naturaleza política, así como las modalidades que adquiere cuando lo practican los distintos actores políticos. En este sentido, el filósofo turinés otorga al diálogo una “naturaleza ético-política” particularmente importante en el mantenimiento de la coexistencia pacífica.
Esta valoración atañe al conjunto de procedimientos que en una democracia garantizan la posibilidad de soluciones diferentes a un mismo problema, reconociendo como válida la existencia de interpretaciones diversas acerca de una misma realidad. Abogar por el ejercicio del coloquio ha sido una de sus constantes preocupaciones en la medida en que en una democracia el diálogo representa una modalidad privilegiada de “hacer política” que intensifica los contactos y la interacción. Lo loable de la posición asumida por Norberto Bobbio consiste en que ha mantenido la defensa del diálogo incluso bajo circunstancias y contextos que no siempre fueron propicios para el desarrollo democrático, como el periodo de la Guerra Fría”.
EL DIÁLOGO COMO MEDIACIÓN
“En la democracia la mediación se encuentra referida de manera primordial a los métodos, reglas y pautas –de carácter formal e informal– del quehacer político y, por esta vía, a las modalidades con las que se articulan la mayoría y las minorías. La mediación se refiere a la interacción entre las acciones de los disidentes y las de quienes manifiestan su conformidad con una situación determinada. La mediación fundada en el diálogo desempeña un importante papel en la adecuada articulación entre ambos elementos; puede representar una actitud que facilita el acuerdo en la medida en que las partes aceptan ceder en sus posiciones originales.
Para ilustrar la importante función que el diálogo puede desempeñar en una democracia consideramos necesario hacer referencia a un contexto político-cultural en el que la mediación hizo posible el encuentro entre posiciones divergentes. Dicho ejemplo histórico, en el que se presenta con mucha nitidez una situación de fuertes contraposiciones, es precisamente el de la Guerra Fría. Cabe señalar que en este periodo se exacerbó la fórmula del “o de un lado o del otro”. Muchas de las tensiones que caracterizaron esta circunstancia histórica pudieron resolverse, al menos relativamente, a través del diálogo, no obstante que durante este periodo los diferentes actores políticos se enclaustraron en una gran contraposición de bloques políticos e ideológicos. Como se recuerda, el periodo de la Guerra Fría representó una época flagelada por grandes antagonismos políticos e ideológicos en donde los diversos sujetos se encontraban obligados, de algún modo, a tomar posición en uno u otro bando, es decir, debían escoger, como ya lo señalamos, entre el estar “o aquí o allá”. Tal disyuntiva se presentaba en diversos términos: Occidente versus Oriente; capitalismo versus comunismo; democracia versus autoritarismo; barbarie versus civilización. Bajo estos binomios se establecían los términos políticos e ideológicos de la disputa.
En Italia, sin embargo, y a pesar de las contraposiciones existentes, muchos intelectuales no se comprometieron de manera irreversible con alguna de las partes y, por lo tanto, evitaron colocarse de uno u otro lado de la “línea de batalla”. Al promover el diálogo manifestaron ser conscientes de la responsabilidad que tenían como transmisores de ideas y de valores, al tiempo que propugnaron por la necesidad de llevar a cabo una función de mediación entre las partes, la cual, como sabemos, es una fórmula difícil e inestable en tiempos de crisis y de cambio. De este modo, el diálogo propició el establecimiento de contactos entre las diferentes posiciones políticas. El valor de esta actitud favorable al diálogo es mayor si recordamos que cada una de las partes defendía con intransigencia la validez de sus propias posiciones, descalificando a todos aquellos que no profesaban las mismas ideas. Por eso, frente a las alternativas rígidas, Bobbio sostuvo que “el mejor medio que los hombres pueden utilizar para liberarse a sí mismos y a los demás de los mitos es romper con el silencio, para reestablecer la confianza en el coloquio”. Desde esta perspectiva, propuso una política orientada en la dirección de “una discusión razonada y en contra de la terquedad del silencio y de la vanidad de la prédica edificante”. Por lo tanto, diálogo y democracia resultan ser conceptos que se relacionan estrechamente en la medida en que promueven una función de mediación entre las partes”.
LA INVITACIÓN AL COLOQUIO
“El diálogo, en consecuencia, puede ser considerado como un deber ético-político del conjunto de ciudadanos que integran la comunidad política. En una época saturada de contrastes, resulta de fundamental importancia considerar que “más allá del deber de entrar en la lucha, existe […] el derecho de no aceptar los términos de la lucha así como han sido puestos, sino que, por el contrario, es necesario discutirlos y someterlos a la crítica de la razón”. Lo que resulta fundamental en un periodo donde “florecen los mitos consoladores y edificantes” es el compromiso para iluminar con la razón las posiciones en conflicto. En otras palabras, resulta fundamental poner a discusión las pretensiones de unos y otros para restituir a los hombres armados de ideologías contrapuestas la confianza en el coloquio, reestableciendo, junto con el derecho de la crítica, el respeto por la opinión diferente.
La invitación al coloquio se dirige a los diversos interlocutores y busca que estos “no renuncien a ejercer una actitud crítica, anteponiéndola a las certidumbres dogmáticas”. Recordemos que el prejuicio, además de promover el fanatismo, evita el ejercicio de la crítica de la razón y obstaculiza el debate y el establecimiento de acuerdos. Según Bobbio, en una época en continuo cambio la contraposición se da entre una cultura insensible a los problemas de la sociedad y separada de la política –considerada sinónimo de poder– y una cultura extremadamente politizada que absolutiza su compromiso y convierte sus postulados en dogmas de fe.
La democracia favorece el establecimiento de una comunicación entre los distintos puntos de vista, que intenta poner a discusión los fundamentos de cada posición. Se trata, en síntesis, de reivindicar un procedimiento racional que permita establecer “reglas del juego” que hagan posible el establecimiento de acuerdos entre las partes. El carácter ético-político del “diálogo” está representado por la capacidad para oponerse a cualquier tipo de dogmatismo por medio del intercambio de ideas y del ejercicio del espíritu crítico, entendido como reflexión metódica en contra de la falsificación de los hechos, que es propia del fanatismo”.
EL DIÁLOGO COMO EQUIDAD. DEMOCRACIA, IDEA RECTORA
“Analizar la función del diálogo en la democracia nos permite caracterizar brevemente el sistema de reglas y procedimientos, así como de valores y principios que la conforman. Tal delimitación conceptual resulta necesaria toda vez que, actualmente, con el término democracia se hace referencia a muy distintos fenómenos e instituciones de la vida social y política. Lo anterior ha provocado que esta noción pierda precisión conceptual. La extensión del concepto democracia deriva, en parte, del hecho de que a partir de la Segunda Guerra Mundial con él se hacía referencia a distintos tipos de regímenes políticos, a pesar de las profundas diferencias que entre ellos existían. Frente a la confusión terminológica, algunos autores han considerado más apropiado utilizar el concepto poliarquía como una posible alternativa a la ambigüedad del concepto democracia.
La definición clásica de democracia considera que el poder es legítimo sólo cuando deriva del pueblo, pero el principal problema que conlleva esta definición es que, en los tiempos que corren, no resulta tan claro quién es el sujeto políticamente relevante cuando hablamos de “pueblo”: todos, la mayoría absoluta o la mayoría calificada. Referirnos a esto es importante, en primer lugar, porque con la concepción “hiperdemocrática” del todos es posible prácticamente la legitimación de cualquier régimen político, ya que la generalidad de esta acepción permite justificar incluso el ejercicio tiránico del poder; en segundo lugar, porque con la interpretación de la mayoría absoluta nos acercamos al límite de ruptura de la regla democrática, ya que si la mayoría ejerce sin más su poder sobre la minoría el sistema puede degenerar cuando el 51% triunfante cuenta por todos y el 49% de los que perdieron no cuentan para nada; finalmente, la concepción que más se acerca al modo de funcionamiento de las democracias pluralistas es aquella de la mayoría calificada, en donde, para decirlo con Giovanni Sartori, “la mayoría prevalece sobre las minorías, pero éstas también cuentan”, es decir, se reconoce la capacidad de mando de la mayoría, pero al mismo tiempo se tutelan los derechos de las minorías, que en una democracia son inalienables y principio fundamental para el establecimiento del diálogo.
No obstante que con el término democracia se pueden entender muchas cosas, existe una brújula para orientarnos. Norberto Bobbio ha establecido dos importantes elementos para la caracterización de la democracia: en primer lugar, un complejo de instituciones o de técnicas de gobierno que están representadas por el sufragio universal, la división de poderes, el reconocimiento de los derechos civiles, el principio de mayoría y la protección de las minorías. En este ámbito, establece la premisa de una igualdad democrática de las oportunidades, que es también una de las condiciones del diálogo. El segundo elemento característico de la democracia, de acuerdo con este autor, es la existencia de un centro ideal que representa no los medios o los procedimientos, sino los fines que se quieren alcanzar. En este sentido, la democracia puede ser caracterizada a partir de los valores que la inspiran y a los cuales tiende este particular tipo de régimen político.
Es claro que si queremos no solamente entender qué cosa es la democracia sino también darle una justificación, debemos analizar, en efecto, los fines a los que se orienta. De acuerdo con Bobbio, el “fin desde el cual nos movemos cuando queremos un régimen organizado democráticamente es la igualdad”. Al respecto, también otros autores han considerado este concepto como una de las claves para entender la democracia, al afirmar que si bien la igualdad política es un atributo artificial que los individuos adquieren cuando acceden a la esfera pública, aquélla sólo puede ser garantizada por las instituciones políticas democráticas.
De ahí que Bobbio niegue que el concepto democracia sea tan elástico que se pueda estirar tanto como se quiera: “Desde que el mundo es mundo, democracia significa gobierno de todos o de los muchos o de los más, contra el gobierno de uno, o de los pocos o de los menos”. Esta caracterización hace posible el estudio del problema de la democracia a partir de una doble dimensión: como conceptualización de un régimen ideal y como definición empírica de las realizaciones concretas del principio democrático. En resumen, una definición normativa o prescriptiva de la democracia se refiere, por un lado, al conjunto de normas y valores que constituyen la concepción de la democracia ideal y, por el otro, a una definición empírica que se refiere al funcionamiento real de la democracia en los diferentes países.
La prescripción es tan importante como la descripción, ya que “lo que la democracia sea no puede separarse de lo que la democracia debiera ser”. Las instituciones y los ideales democráticos “son las dos caras de la misma moneda, y quien considera poder tener una sin la otra termina tarde o temprano por perder las dos”. Desde el punto de vista político, esto significa que las diferentes identidades colectivas pueden emerger mediante un proceso de discusión y argumentación pública en el cual los diferentes ideales pueden ser articulados y reformulados en condiciones de igualdad. Si la ciudadanía se fundamenta en un proceso de deliberación activa, su valor reside en la posibilidad de establecer formas de identidad colectiva que pueden ser reconocidas, convalidadas y transformadas mediante un diálogo democrático y racional.
El valor de la equidad en relación con el problema del diálogo representa un principio de la mayor significación. Representa iguales oportunidades de expresarse para los individuos. En las sociedades pluralistas, y justamente en razón de las diferencias existentes en su seno, debe tener vigencia el principio de simetría, es decir, el principio del respeto por la igual dignidad de cada uno de los individuos. El principio de equidad se refiere, en consecuencia, a la distribución de aquellos bienes de la ciudadanía que se concretan en la capacidad de cada individuo para asumir las responsabilidades que implica la convivencia. En este sentido, para analizar en lo particular los problemas de la coexistencia entre posiciones diferenciadas en las modernas sociedades es necesario profundizar en los elementos que integran el diálogo democrático: de un lado, el respeto a la mayoría y la protección de las minorías y, del otro, sus modalidades de expresión a través del consenso y del disenso”.
28/10/2024 a las 7:06 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Milei ataca en medio del vacío político
Joaquín Morales Solá
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
27/10/024
La debilidad opositora deja a la intemperie a sectores sociales o a instituciones que están bajo el fuego cruzado del oficialismo. En tales condiciones excepcionales, el jefe del Estado se atrevió a anunciar una modificación significativa de una ley de Mauricio Macri, que en 2018 les había sacado el IVA a los medios periodísticos para promover una sociedad informada; el Presidente también nombró jefe de la DGI a Andrés Vázquez, quien en 2009, poco después de la guerra de Cristina Kirchner con el campo, comandó un operativo con 200 personas de la AFIP contra el diario Clarín y otras compañías de esa empresa periodística. Milei no quiere un recaudador, sino un acosador profesional. Según una investigación de Hugo Alconada Mon, Vázquez, un especialista en inteligencia fiscal, conserva una excelente relación con Antonio Stiuso y Francisco Larcher, los jefes de la SIDE en tiempos de Néstor y Cristina Kirchner. Los espías no se jubilan nunca. Y el líder de la batalla contra la casta, como se autodefine Milei, insiste hasta el cansancio en sus intentos de enhebrar un acuerdo con Cristina Kirchner (o de conseguir cierta simpatía de ella), aunque sea la jefa de la casta. El valor de las palabras es relativo en un mundo relativo.
Los conspiranoicos se quedaron sin argumentos cuando escucharon a Estela de Carlotto contar cómo fue un encuentro circunstancial entre Cristina Kirchner y Kicillof. “Frío, muy frío”, dijo la dirigente de Abuelas, que milita en el kirchnerismo. Algunos ya estaban suponiendo que esa pelea electoral por la conducción del Partido Justicialista era una estrategia de Cristina para lograr que sus seguidores vayan en masa a votar el día de la elección partidaria. Entre esos divagadores están los que la quieren y los que la odian a Cristina; todos ellos ven a la expresidenta con tal poder de construcción política que no podría ser desafiada por dos indigentes políticos. Resígnense: haya o no elecciones en el peronismo, está siendo desafiada por ellos.
Tanto Quintela como Kicillof dicen cosas que son ciertas sobre la finitud del liderazgo de Cristina, pero es raro que las señalen quienes no tienen más pergaminos que viejas capitulaciones ante la expresidenta. Ella terminará siendo presidenta de una organización política en la que no creyó nunca (“Ese pejotismo”, llamaba desdeñosamente al Partido Justicialista), pero el cargo no disimulará el comienzo de su decadencia en la vida pública. Ningún peronista –viejo, como Quintela, o disfrazado, como Kicillof– desafiaría nunca un liderazgo partidario con destino político o electoral.
Todos sus opositores internos lo saben, pero no lo dicen: a Cristina Kirchner no le importa el partido de los peronistas, sino tener un poco más de poder frente a los jueces que están cerca de condenarla nuevamente por lo que hizo con la obra pública, y también frente a los magistrados que resolverán futuros juicios por supuestos actos de corrupción. Está más segura de estas exhibiciones de aparente poder que de la eventual incorporación de Ariel Lijo a la Corte Suprema. Los jueces que llegan a la Corte Suprema hacen su propio camino inmediatamente después de que aterrizan en la cima del Poder Judicial. El oportunismo político es la gimnasia cotidiana de no pocos jueces. Dicen, por ejemplo, que Ricardo Lorenzetti estudió los manuales de la escuela austríaca de economía hasta el extremo de debatir sobre ella con Milei cuando se reúne a escondidas con el Presidente. Logró la admiración del jefe del Estado. Lorenzetti, padrino político y promotor de Lijo, es un experto en el arte de seducir al poder.
Martín Lousteau no es el autor exclusivo del ocaso del radicalismo, pero se encargó de fulminarlo cuando creyó que podía presidirlo después de haber sido un alto funcionario de Felipe Solá y de Cristina Kirchner. Lousteau edificó también la crisis terminal de los Kirchner con el campo argentino cuando se le ocurrió firmar la resolución 125, que disponía impuestos confiscatorios para los productores de soja. Casi provoca la renuncia de Cristina Kirchner a la presidencia. Lousteau es un orfebre de la destrucción ajena. Termine como termine la crisis del radicalismo, luego de que el bloque de senadores vota casi siempre contra la opinión del presidente del partido, lo cierto es que la acefalía de hecho de ese partido provocó la división de la bancada de los diputados radicales.
El presidente del bloque de diputados, Rodrigo de Loredo, intentó hacer equilibrios entre los elogios a la economía de Milei y la crítica a sus modos y su destrato institucional. Con todo, no pudo contener a los fanáticos antimileístas, que no quieren convivir con los radicales que prefieren las ventajas del poder. La carencia de una conducción nacional y de una expectativa de poder, luego de que se disolviera Juntos por el Cambio, explican la crisis del radicalismo. En el mientras tanto, serán los gobernadores del radicalismo los que liderarán las posiciones de los legisladores de ese partido en el Congreso. El más influyente es el mendocino Alfredo Cornejo, que ya fue presidente del radicalismo y que ideológicamente está más cerca de Milei que de Lousteau. La posición de Cornejo es parecida, en sus ensayos de objetividad y equilibrio, a gran parte del radicalismo de Córdoba, uno de los más importantes del país.
Entre el desorden y el caos, vale la pena detenerse en la posición de Pro porque es el único partido que apoyó institucionalmente algunos proyectos de Milei y, sobre todo, le evitó hace poco en el Congreso el rechazo a los vetos de la reforma previsional y del financiamiento universitario. Los dos proyectos se habían originado en las filas opositoras del Parlamento. La importancia de la relación de Milei con Pro puede medirse con cierta precisión si se imagina qué habría pasado si aquellos rechazos a los vetos se hubieran concretado. La imagen de un presidente sin Congreso, hasta el extremo de ni siquiera poder usar el derecho de veto, habría repercutido de mala manera en los mercados. Los inversores nacionales e internacionales habrían dejado de mirar a la Argentina. Ya le pasó a Mauricio Macri cuando perdió las elecciones primarias de 2019; al día siguiente, fue un lunes negro en el que se fueron los amigos y los enemigos del mundo de los negocios. También le sucedió a Fernando de la Rúa cuando en el año 2000 renunció a la vicepresidencia Carlos “Chacho” Álvarez y dejaba teóricamente al oficialismo sin mayoría parlamentaria. Hasta el Fondo Monetario Internacional huyó del país.
El Gobierno está dividido en su relación con Macri. Karina Milei, la hermanísima; Santiago Caputo, el ingeniero del caos; Sebastián Pareja, el audaz armador libertario en La Matanza arisca, y Eduardo “Lule” Menem, asesor principalísimo de Karina, aunque percibió salarios durante 40 años en el Senado como empleado peronista, creen que La Libertad Avanza debería absorber a Pro porque, dicen, “sus votantes ya están con nosotros”. Javier Milei es más astuto que los supuestos astutos: el día en que Pro se plegó a la oposición para tumbar el decreto de necesidad y urgencia que le transfería 100.000 millones de pesos más a la SIDE, el Presidente lo invitó a Macri a una ronda de milanesas. Cerca de esa predisposición presidencial a no romper con el macrismo están también el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, quien en reuniones con empresarios en el reciente Coloquio de IDEA les dijo que el Gobierno necesitará de Pro hasta 2027, por lo menos, y la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, quien suele reunirse con Macri.
Sin embargo, el propio Mauricio Macri debe serenar a su primo Jorge Macri, jefe del gobierno capitalino, porque este le reclama el apoyo que le da al mileísmo cuando él recibe solo destrato del oficialismo nacional. Sucede que los legisladores de la Capital de La Libertad Avanza votan contra los proyectos de Jorge Macri en la Legislatura como si fueran cerriles opositores. Los mileístas de Karina y Caputo el joven hasta quieren tener el año próximo candidatos propios en la Capital compitiendo, entre otros, con los del macrismo. La Capital será el escenario de la gran batalla electoral de 2025 porque elegirá senadores nacionales. Santiago Caputo le explicó al presidente del bloque de diputados de Pro, Cristian Ritondo, que el proyecto de ellos es que La Libertad Avanza y Pro se queden con los tres senadores nacionales de la Capital. “¿Cómo? ¿Por un senador van a destruir una posible alianza nacional en todo el país?”, le respondió, estupefacto, Ritondo. Nadie le contestó hasta ahora.
Desde el Gobierno, Macri es desafiado también por Patricia Bullrich, quien aspira a ser jefa de Gabinete en lugar de Francos. Francos es el artesano parlamentario de Milei. ¿Podría Bullrich cumplir ese papel? Improbable. Bullrich y Rodríguez Larreta se quedaron con una minoría imperceptible en el bloque de diputados nacionales de Pro, que lideran Mauricio Macri y Ritondo. Funcionarios cercanos a Patricia Bullrich contaron que esta lo vio no hace mucho a Macri y le reprochó su rechazo a la candidatura de Lijo a la Corte Suprema. “Parecés Carrió: te oponés a todo”, dicen que le reclamó al expresidente. Macri le habría contestado despectivamente. Al lado de Macri no respondieron la consulta sobre la veracidad de esa versión. Macri la llevó a Bullrich a cimas políticas desconocidas para ella, pero esta no tuvo nunca ningún reconocimiento para el expresidente; tampoco lo tuvo con Carrió, que la hizo diputada nacional. Cuidado, Presidente: la ingratitud no tiene cura.
28/10/2024 a las 7:11 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA
Si vamos a ser peronistas, que no se note tanto, compañeros
Jorge Fernández Díaz
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
27/10/024
Los historiadores militares nos muestran cómo algunos de los mejores estrategas de todos los tiempos fueron quienes aprendieron con esmero y luego imitaron con eficacia las metodologías de sus enemigos. Se podría pensar que acaso por primera vez hay en el “campo del no-peronismo” un petit comité que ha resuelto estudiar las argucias del Movimiento, adaptarlas a sus objetivos ideológicos y practicarlas de un modo más o menos embozado. La osada táctica parece consistir en cosechar, en esta primera etapa, los votos republicanos de diferente pelaje, y con ellos destruir al “enemigo” con sus propias armas, para en una tercera fase directamente reemplazarlo en el territorio y en el imaginario.
“El nuevo peronismo somos nosotros”, ironizó alguna vez un miembro del círculo áulico. “No soy gorila”, advierte siempre el antiguo jefe económico de la campaña presidencial de Daniel Scioli. “Javier Milei juega con habilidad el juego, exactamente como lo haríamos nosotros”, susurra un ministro justicialista del gabinete de Axel Kicillof. La indisimulable admiración mileísta por el partido de Perón prescinde del “hecho aberrante” de que este ha sido frecuentemente la encarnación del estatismo, y se concentra solo en su praxis política. Tiene lógica: esa praxis le permitió una especie de hegemonía, mientras que sus distintos oponentes –dominados por los escrúpulos y la “tibieza”– nunca lograron hacer pie: son “perdedores natos”, para el alma libertaria. La consigna es copiarles entonces a los “ganadores” las astucias y picardías –incluso los pecados– para alcanzar y retener el poder: culto a la personalidad, aire mesiánico, verticalismo, batalla cultural, linchamientos simbólicos, industrialización del resentimiento, política polarizadora, hostigamiento a la prensa, pactos bajo la mesa, desprejuicio y transgresión, y el uso de personajes oscuros que actúen sin miedo y que sean capaces de infligírselo a los rebeldes, a los disidentes y a los incómodos; la “garra peronista”, su audacia sin límites, su capacidad para deshacerse de los reparos bienpensantes, su relativización de las reglas y su reconocida pericia para encantar y distraer con relato a la fiera más peligrosa de todas: la opinión pública.
Esta pretensión viene de la mano de otra teoría: la fulminante aparición de Milei y la implosión consecuente del sistema político se parecen en parte a la irrupción prepotente y galvanizante de Juan Perón, que con su innovadora fuerza partidaria no sustituyó a nadie, más bien se devoró en un santiamén al laboralismo, los nacionalismos de entonces y el conservadurismo popular, y creó con todos ellos un nuevo lugar que no se parecía a nada. Ese razonamiento, su carácter refundacional, sus genes de populistas de derecha, y su necesidad de construir un kirchnerismo de mercado, acerca al general Ancap y a su estado mayor a la experiencia menemista, que conviene también a la narrativa para emparentar la baja de la inflación actual con la convertibilidad, y aquellas privatizaciones de los noventa con estas desregulaciones. Se trata, obviamente, de un simplismo: a “La Cámpora de Milei” la pueden bautizar “La Carlos Menem”, y los sobrinos de los riojanos pueden llevar las riendas de La Libertad Avanza, pero como dice el escritor Jorge Asís, el menemismo fue una experiencia interna del movimiento peronista, y esta es una apuesta externa de unos paracaidistas (outsiders y derechistas de distinto cuño) en la era de los algoritmos. Bien es cierto que los tiempos y los diseños partidarios cambiaron de manera abismal, que el mundo del trabajo hoy tiende al individualismo y que la revolución tecnológica obliga a pensarlo todo de nuevo. Pero también es cierto que Menem se autopercibía como un “pacificador” y un acuerdista que venía a proponer una “unidad nacional”, y que Milei se presenta como un “destructor” con ansias bélicas y la voluntad de desunir para reinar. No obstante, un gremialista que estuvo en la cocina del fenómeno Menem y que se acercó a Milei antes de que este ganara las elecciones, comenta que el León estaba obsesionado con comprender cómo había logrado el menemismo domar a la partidocracia y conseguir la gobernabilidad; la mayoría automática de la Corte y los jueces de la servilleta no fueron excesos de aquel modus operandi, sino sus rasgos esenciales.
Toda esta paradoja plantea varias revelaciones y problemas. Milei usó a Massa para ganarle a Massa, y luego a Macri para someter a Macri, y ahora piensa reunir voluntades antiperonistas para fundar una especie de peronismo antiestatal que le garantice su programa libertario. Para eso necesita, claro está, que la economía se recupere de manera consistente y vigorosa, algo que no está garantizado. Pero imaginando por un momento que lo logre y que no se trate de un mero repunte ni genere con ello un panorama desolador de desigualdad, parece razonable pensar que para toda esa operación de largo aliento a Milei ya no le alcance con el remanido argumento anticasta (así lo piensa también Agustín Laje), porque mientras opera ese marketing diario se va embarrando con el colectivo al que dice combatir. Relanzar una campaña anticasta desde una suerte de menemismo del siglo XXI parece una contradicción evidente, deja demasiados flancos. Se explica también, con todo eso, por qué los republicanos de cualquier oficio y signo político reciben a veces más palos que los propios peronistas, y cómo contradecir el canónico consejo de Marco Aurelio (“el verdadero modo de vengarse de un enemigo es no parecérsele”) puede abrir riesgos impensados. La idea de ordenar la cancha entre “el partido del Estado” y “el partido del mercado”, en este contexto se parece demasiado a un populismo de izquierda contra un populismo de derecha, y coloca a los ciudadanos de estómago delicado a elegir trinchera, morir en la intemperie o edificar una coalición para la que todavía no hay un mínimo clima en este país esquemático. Una cosa, sin embargo, es el sinuoso anarcocapitalismo y otra el conservadurismo sin ambages de Victoria Villarruel, que no disgusta al papa Francisco pero que mete la pata al revelar demasiado las cartas: Isabel Perón es too much, como diría la arquitecta egipcia. Si vamos a ser peronistas, que no se note tanto, compañeros.
28/10/2024 a las 7:16 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA
Tierra arrasada alrededor de Milei
Eduardo van der Kooy
Fuente: Clarín
(*) Notiar.com.ar
27/10/024
Habría que hacer un largo retroceso en el tiempo para rescatar alguna analogía sobre la profundísima dispersión del sistema político en la Argentina. El amarre más cercano podría hallarse en el 2011 cuando Cristina Fernández se coronó con el 54% de los votos. El segundo, Hermes Binner, cosechó apenas el 17%. Hubo cuatro candidatos (Ricardo Alfonsín, Alberto Rodríguez Saá, Elisa Carrió y Eduardo Duhalde) que bien pudieron haber encontrado alguna convergencia en un imaginario punto del centro. Prefirieron resguardar sus comarcas y permitieron la continuidad de un proyecto hegemónico que perduró, con un paréntesis, ocho años.
La realidad de este tiempo está determinada por características de mayor profundidad. La fragmentación supera al segmento opositor. La Libertad Avanza de Javier Milei lleva diez meses en el poder y también ha perdido piezas en Diputados y el Senado. Lo mismo en la Legislatura de Buenos Aires. La omnipresencia pública del líder libertario disimula esas señales inconfundibles de crisis. Resulta extrañísimo que quien está en ejercicio del poder pierda soldados en lugar de cooptarlos.
El oficialismo desnuda otra debilidad seria en la cual se repara poco. El quiebre en lo alto del Poder Ejecutivo entre Milei y Victoria Villarruel. El Presidente y su vicepresidenta. Ambos eluden cualquier diferencia pública sonora. Disienten respetuosamente. Pero la mujer no forma parte desde hace rato de los proyectos libertarios presentes y futuros.
En estos diez meses de gobierno nuevo se puede realizar una cronología de las desventuras opositoras. Ha desaparecido Juntos por el Cambio, el ensayo de coalición no peronista más creativo en 40 años de democracia. Su principal partido, el PRO, es aliado clave del Gobierno, pero está inmerso en una lucha por conservar la identidad. Creció como expresión de defensa de las instituciones, en oposición al kirchnerismo. Milei se encarga de jaquearla cada momento.
El Gobierno dispuso una restricción del acceso a la información pública. Norma sancionada por Mauricio Macri en 2016 para fomentar la transparencia. El PRO tuvo una reacción tibia y tardía. La semana pasada el portavoz, Manuel Adorni, anunció que se eliminará la exención del IVA a los medios de comunicación. Suba objetiva de impuestos a un sector. Marcha atrás con una ley que también correspondió en 2018 a la administración macrista, fundada en la necesidad de facilitar el acceso a la información y la cultura. Mutis por el momento en el universo del aliado libertario.
El PRO, aunque exhibe algunas astillas, viene superando todavía el peligro de una ruptura. Algo que no ha conseguir sortear el radicalismo. Un grupo de doce legisladores en Diputados resolvió abandonar el bloque donde quedaron 21 a cargo del cordobés Rodrigo De Loredo. No llama la atención tanto la fractura como su forma: los que se han ido responden al titular del partido, Martín Lousteau. Entre ellos, el reconocido Facundo Manes.
El desenlace se adivinaba desde que cinco diputados votaron hace diez días a favor del veto de Milei contra la Ley de Financiamiento Universitario. Cuatro de ellos ya lo habían hecho para tumbar la compensación a las remuneraciones de los jubilados. Uno, Ricardo Campero, frecuentado por Patricia Bullrich, participó del controvertido asado de festejo en la quinta de Olivos brindado por el Presidente por aquella determinación. Faltaba un fósforo para que asomara el fuego.
El martes se convocó a un encuentro por la unidad que fue suspendido. Cuando estaba previsto que se realizara un día más tarde De Loredo apareció en la Casa Rosada, junto a otros cinco correligionarios, reunido con el vicejefe de gabinete, Lisandro Catalán. Sobrevino la crisis final. La metodología, según muchos radicales y otros que no lo son, habría trasuntado la intención del jefe del bloque de fomentar la ruptura. Después llegan las especulaciones de las malas lenguas: “A Rodrigo le vence el año que viene su mandato. Estaría buscando quizás alguna lista segura”, conjeturó un veterano dirigente de la UCR. De Loredo no estaría solo.
El problema que atraviesa el kirchnerismo peronista parece ofrecer pliegues más complejos que los del radicalismo con el cual monopolizó por décadas el bipartidismo en la Argentina. Existe un punto de partida: la principal agrupación opositora no ha entendido todavía las razones por las cuales resultó destronado. Humillado por Milei. El facilismo se inclina solo por hacer leña del árbol caído que representa Alberto Fernández. Nadie se puso a pensar que los modos de pensamiento que resultaron útiles casi dos décadas han envejecido. Como recurrir también a la marcha o a eslóganes trillados cuando se carece de argumentos para terciar en un debate.
Una anécdota refleja quizás ese estancamiento. El intendente de La Matanza, Fernando Espinoza, clausuró una obra de un Centro de Almacenamiento de Mercado Libre en la zona del Mercado Central. Explicó que faltaba la habilitación. Suponer que detrás de esa decisión no se ocultó una intencionalidad política sería una ingenuidad. Se trataría de un conflicto ideológico, en general con grandes empresas, que el kirchnerismo no ha logrado procesar. Ni recrear. Le sucede también en su relación con el campo. A veces las partes no colaboran: Marcos Galperín debiera repensar su vocación de tuitero beligerante; además si su formidable empresa, justo en esta época, requiere seguir recibiendo ciertos beneficios estatales.
La incomprensión de aquel pasado inhibe al kirchnerismo mirar hacia adelante. Esa atadura podría explicar además el otro problema medular: la falta de renovación de liderazgos. Cristina se resiste a aceptar la declinación. Tabica las puertas a una posible renovación. Detrás de una convocatoria a la unidad sorprendió con la idea de aferrarse al timón del PJ.
Le salieron varios granos. Su propuesta no fue avalada por ninguno de los cuatro gobernadores que siguen en la órbita peronista. Raúl Jalil, de Catamarca, y Osvaldo Jaldo, de Tucumán, atienden por ahora más a Milei que al PJ. Se plantó el riojano Ricardo Quintela a fin de disputarle la conducción partidaria. También Axel Kicillof que, con su horizonte en el 2027, no desea quedar como títere precoz de la ex presidenta.
Cristina desea lo que siempre despreció por dos razones. Para pregonar supuesta la proscripción del peronismo si la Cámara Federal confirma la condena de seis años de prisión y la inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos en la causa por las obras públicas en beneficio de Lázaro Báez. Quizás más adelante redoble la apuesta con su candidatura en Buenos Aires. Aquel fallo no quedará firme hasta que lo resuelva la Corte Suprema. En ese intervalo probablemente adquiera fueros. Historia terminada, como aquella de Carlos Menem por el contrabando de armas a Croacia y Ecuador.
El otro propósito sería ayudar desde el PJ a recomponer la situación de su hijo, el diputado Máximo Kirchner, y de La Cámpora. Han hecho destrozos políticos en Buenos Aires. Entre varios, la pelea irreconciliable con el propio Kicillof. Al gobernador le aguarda un camino extremadamente sinuoso para soñar con la candidatura presidencial. Tiene por delante dos años de administración lidiando con el gobierno libertario. Está el fantasma de Cristina. Un equipo de gobierno donde cuenta con apenas tres ministros de su madera. Con jefes de bloque en Diputados y el Senado de la Legislatura que responden a La Cámpora y Cristina.
Aquella descripción ayudaría a comprender la desesperación de la ex presidenta por realizar los comicios en PJ que no reconocen antecedentes en la historia. Siempre se resolvió de otra manera. En 1988, en ocasión de la célebre interna entre Menem y Antonio Cafiero se acordó que el que perdía quedaba a cargo del partido. Le tocó al dirigente renovador.
La pretensión de la ex presidenta se estrella contra escollos objetivos. La votación prevista para el 17 de noviembre demanda una logística que el partido no tiene. Ni siquiera la cantidad de locales partidarios adecuados. Amén de una necesidad de fondos (Quintela estima $4 mil millones; el kirchnerismo 60 millones) que nadie dispone.
La crisis colocó en un punto de tensión extremo la relación entre Cristina y Kicillof. Debió intervenir la Abuela de Plaza de Mayo, Estela Carlotto, para evitar un colapso. Esa mujer había sido mediadora entre Alberto y Cristina cuando Martín Guzmán pegó el portazo. Al margen de su buena voluntad, desnuda la endeblez interna del kirchnerismo cuando debe enfrentarse a instancias críticas.
Frente a esa geografía de tierra arrasada en la oposición Milei gobierna a los diez meses con menos sobresaltos de los que podían aguardarse. Aquella fragmentación tiene doble faz: lo ayuda en el manejo del poder; puede complicarlo en la negociación del Congreso. Le queda por delante el Presupuesto. El año que viene se lo devorará la elección.
El Gobierno parece ahora empeñado en desdecir a Macri. Hace alharaca de gestión. Anunció la restructuración de la AFIP teniendo apenas un boceto. El organismo es objeto de tomas y protestas de parte de sus empleados. Comunicó la jubilación de 10 mil empleados estatales que reúnan las condiciones. Suele tratarse siempre de un procedimiento automático. Volvió a la carga con la privatización de Aerolíneas Argentinas. Debe pasar por el Congreso, reactivó la resistencia de los gremios y despertó la intervención de la Justicia. Notificó la privatización del ferrocarril Belgrano cargas. Fue interesante escuchar a su ejecutor, Diego Chaher, de la Agencia de Empresas del Estado. Le fue imposible dar una sola precisión acerca de qué oferentes existirían.
Mucha cáscara, según se observa, aún con poco relleno.
28/10/2024 a las 7:25 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
El Congreso blinda poder de control
Ignacio Zuleta
Fuente: Clarín
(*) Notiar.com.ar
27/10/024
El gobierno festeja triunfos pasajeros y de corto alcance con votaciones logradas en el límite del quórum. Asume que es minoría y que puede manejar un tercio de los votos para proteger los vetos. No parece tener mirada de mediano y largo alcance para protegerse de amenazas que requieren voluntad y capacidad de negociación y de resistir la exposición prolongada a problemas complejos.
¿Tiene el gobierno alguien para negociar, a la vez, la designación de jueces en la Corte, Procurador y Defensor, o la ampliación del Supremo? Por no atender las necesidades de fondo del largo plazo, el gobierno se enteró, tarde, de la designación de la cúpula de la Comisión Bicameral Revisora de Cuentas.
Es la que controla las cuentas de inversión de los gobiernos. Es el órgano del que depende la Auditoría General de la Nación, hoy en manos del peronismo que se fue en 2023. En esa Bicameral confluye un cuarteto multipartidario sin ninguna figura del gobierno.
La foto que mostraron los cuatro en la noche del miércoles es el retrato de un nuevo poder al que habrá de atender. Preside la comisión Miguel Pichetto, como vice Mariano Recalde, que presidió la Bicameral entre 2019 y 2023, y dos secretarios: por el Senado Juan Carlos Romero y por Diputados Álvaro González.
OTRO FRACASO DEL GOBIERNO
No es difícil imaginar el poder que surge del acuerdo multipartidario en el país de las instituciones disfuncionales del cuarto gobierno de minoría en lo que va del siglo XXI.
En esa bicameral La Libertad Avanza tiene un solo representante (Julio Moreno, diputado por Salta), y el gobierno fracasó en imponer a Edgardo Kueider como presidente (antes candidato a la Bicameral de los espías, que fue para Martín Lousteau).
Esta comisión tiene pendiente la aprobación de la cuenta de inversión 2019 de Macri. Antes había rechazado las de 2016, 2017 y 2018. El rechazo se aprobó en el Senado, pero Diputados nunca lo trató.
La AGN debe aún elaborar el informe del año 2019 de Macri y de los cuatro años de Alberto Fernández. Incluyen el endeudamiento con el FMI (Macri) y los gastos extraordinarios para combatir la peste COVID de Alberto. A este último lo respaldan los más de 65 DNU que firmó y que ya han sido avalados por la comisión respectiva que preside el riojano Juan Carlos Pagotto.
La situación es más que delicada para Macri y Alberto. Si se rechazase alguna de las rendiciones podrían abrirse causas penales. Quienes ven bajo el agua recuerdan que en Brasil Dilma Rousseff fue destituida por manipulaciones contables. Ocurrió en 2016 y recién en 2022 la justicia falló su Inocencia. Pero ya la habían echado del cargo.
GASTOS RIGUROSAMENTE VIGILADOS
Pichetto fue candidato a vicepresidente de Macri y llegó a ser auditor por propuesta del PRO. Pichetto no permitirá la politización de la revisión de los gastos de su compañero de fórmula, que ya fue maltratado por el peronismo, que ya le observó rendiciones de cuentas (2016, 2017, 2018).
Álvaro González presidió la Bicameral durante el gobierno de Macri y el año pasado, cuando fue reelegido en la banca de diputado, se le confió la representación del PRO en el Consejo de la Magistratura. Milita en el larretismo y votó contra el veto de Milei a los fondos universitarios. Esa disidencia no afecta su capacidad como centinela de los intereses de Mauricio, y este lo sabe.
Romero es el creador del grupo de «Los 39» que desplazó al cristinismo del control del Senado. Suma la experiencia de integrar esa Bicameral que él ayudo a crear. Como senador en tiempos de Carlos Menem redactó el formato actual de la AGN: se creó la SIGEN la para el control previo al gasto y la AGN para el control posterior.
En ambas cámaras se aprobaron cuentas hasta el 2013. 2014 y 2015 (Cristina de Kirchner) tuvieron sanción en el Senado. 2016 (Macri) fue rechazada en el Senado. Las cuentas que ya están listas para su tratamiento en comisión son las del 2017 y 2018 -con el informe de AGN y el informe técnico de la comisión. Del 2019 hasta ahora la AGN no envió los informes.
La comisión cumplió con los plazos para remitirle a la AGN en tiempo los ejercicios. Hay dos años, 2022 y 023, sin tratar dictámenes por la comisión que controlaba el peronismo. La Bicameral tiene 240 expedientes sin tratar en total. Todos tienen informes de asesores.
TUNELEROS EN ACCIÓN
Este cierre multipartidario en la Bicameral que ejerce el juicio de residencia de los expresidentes hinca los pies en acuerdos que han buscado ponerle solidez a la liquidez de las conductas. La Auditoría es un organismo que debe presidir la oposición, función que ejerce el ex vicejefe de gabinete de Alberto Fernández, el porteño Juan Manuel Olmos.
Este funcionario tiene diálogo con todos los sectores. Con amplio ancho de banda, Olmos tiene terminales en el peronismo, sus opositores, pasando por el Vaticano por su estrecha relación personal con el papa Bergoglio. Llevó al organismo a la flor y nata del fernandismo: Julio Vitobello, Vilma Ibarra, Virginia García, Silvia La Ruffa, Raúl Rigo, Cecilia Todesca.
Desde diciembre pasado el colegio de auditores no tiene representante de la cámara de Diputados. En el borde del quórum, la AGN ha elaborado un plan de trabajo que ha reducido la cantidad de revisiones de las 500 habituales de cada año, a alrededor de 200. Ese plan será presentado ante la Bicameral el próximo 4 de noviembre, que lo tiene que aprobar. Ese plan refleja el resultado de una negociación entre los tuneleros de todos los sectores.
UN TURNO DE RECONCILIACIONES
Es en los hechos una derrota del gobierno, sorprendido mientras brindaba por algunas traiciones radicales. Fue una escaramuza silenciosa como la que describió el novelista Benito Pérez Galdós en «Bailén»: «Nosotros teníamos sobre ellos la ventaja de lo desconocido, que es el genio tutelar de las batallas, de eso que no se ve y que en el momento apurado y crítico sale inopinadamente de lo hondo de un camino, del respaldo de una loma, de la espesura de un bosque».
Coincidió con reencuentros fértiles. Uno de ellos fue el de Pichetto con José Mayans, negociador de este entendimiento por parte del peronismo el Senado. Estaban distanciados desde que Pichetto decidió ser el vice de Macri. Sin ceder oposiciones, hubo reconciliación en torno a normalizar el control que el Congreso ejercer sobre el Ejecutivo. También hubo gestos de reconciliación entre Pichetto y Macri, quien lo llamó el jueves para felicitarlo por el cumpleaños.
Había una deuda de Mauricio desde que Javier Milei insultó a su ex compañero de fórmula diciéndole «miserable». Macri no salió en defensa de su ex compañero de fórmula. Quizás Milei estaba enterado de que Macri se había reunido con Pichetto a solas, antes de que el PRO anunciase su apoyo al veto universitario. Ocurrió el mismo día de la última reunión de Macri con Santiago Caputo. Nunca nadie contó de qué hablaron. Pichetto seguramente le impuso su doctrina: Macri no tiene que enredarse en la coyuntura ni desgastarse en peleas ajenas. Como si le dijera: «Mauricio, date cuenta de que vos no gobernás». Pero todo es muy secreto.
¿SE TERMINA EL JUBILEO DE LOS DNU?
El gobierno del festejo fácil descorchó con la fractura del radicalismo y del peronismo. La prisa por armar escenarios electorales enloquece a los dos partidos, que se han quedado sin cabeza, y el cuentapropismo gana por sobre las estructuras. Las señales de cisma en los partidos le hacen creer al gobierno que su capacidad competitiva crece hacia el año que viene.
La euforia por el festejo no lo ayuda para las peleas que se acercan y que son impostergables. El gobierno puede gobernar sin presupuesto. Lo que no puede es gobernar sin DNU. Esta semana, miércoles 30, puede haber dictamen de mayoría en Diputados para limitar el uso de esa herramienta.
Los partidos de la oposición amigable y de la otra redondean un dictamen que permita que el rechazo de una de las cámaras del Congreso sea suficiente para que un DNU pierda efecto. La ley que reglamentó los DNU en 2006 se había convertido en un salvavidas para los gobiernos frente al control del Congreso.
PELIGRA TAMBIÉN EL CANJE DE DEUDA
Otro misil que amenaza al optimismo del gobierno es la intención del peronismo del Senado de llevar al recinto esta semana la propuesta de derogar el DNU 846/24 de fecha 20 de septiembre de 2024, que modifica las condiciones establecidas por la ley de Administración Financiera para los canjes de deuda.
Esa ley permitía canjes de títulos con la condición de mejorar de dos de estos tres requisitos: monto, tasa o plazo. El DNU 846 autoriza al gobierno a un canje con un único criterio: el valor de mercado. Los críticos de la oposición advierten que el Gobierno puede renegociar títulos al precio del día, que en algunos casos puede ser la mitad del valor nominal.
Esa condición la había pedido Luis Caputo cuando era ministro de Mauricio Macri y el Congreso se la negó. Intentó filtrarla en las dos versiones de la llamada ley de Bases. Se la rechazaron. Ahora vuelve a imponerla por dos caminos: el polémico DNU 486 y en el art. 54° del proyecto de presupuesto 2025.