Por Hernán Andrés Kruse.-
LAS RUTAS Y LOS “ROSTROS” DE LA AUTOCRACIA
“A diferencia de la kakistocracia, una categoría referida más a la (mala) calidad (a las dotes o capacidades) de los jugadores políticos, tanto de las clases dirigentes como de los ciudadanos de a pie, las vías que nos llevan hacia la autocracia pasan, en primer lugar, por la falta de efectividad e incorrecta aplicación de las “reglas constitutivas” de la democracia, alterando la identidad de un régimen democrático y abriendo el paso (casi de manera imperceptible) a una forma distinta, que Bovero ha denominado reiteradamente con un oxímoron, “autocracia electiva”. Una forma de régimen que mantiene inalterada la institución de las elecciones, pero que se muestra indolente frente a las exclusiones sociales construidas alrededor de la “ciudadanía” (piénsese en los migrantes), que echa mano de la ingeniería electoral para sub o sobré representar a las fuerzas políticas en el parlamento; que favorece y perpetúa prácticas monopólicas de los medios de comunicación masiva, persigue o censura a la prensa disidente; que obstaculiza injustificadamente la formación de nuevas asociaciones políticas; que altera las normas para permitir la reelección indefinida (sin ningún límite temporal) de los titulares del Ejecutivo turno, y súmele usted.
Pero ése no es el único sendero. En segundo lugar, la democracia puede encaminarse hacia su contrario cuando se limitan o se han abolido-pero también cuando se inobservan o son transgredidos-los derechos fundamentales de libertad individual (la libertad personal, de opinión, de reunión y de asociación) y algunos derechos sociales (como el derecho a la educación pública y gratuita y el derecho de subsistencia), indispensables para garantizar la participación política de los ciudadanos en democracia. La falta de protección y garantía de aquel conjunto de libertades y derechos-identificados en la teoría boveriana como las precondiciones liberales y sociales de la democracia-vuelven vanas, es decir, vacías e inútiles, las “reglas del juego democrático” y convierten a una democracia en una “democracia aparente”, en un simulacro exterior, un cascarón (una fachada) para disfrazar (vestir de legitimidad) respectivamente el autoritarismo y la oligarquía social imperantes.
Una tercera ruta para invertir el juego ascendente de la democracia pasa por la manipulación de las reglas electorales (adoptando sistemas electorales profundamente mayoritarios, introduciendo premios de mayoría o elevando los umbrales que excluyen de los órganos representativos a grupos políticos relevantes) en nombre de principios como el de gobernabilidad, con el fin de crear mayorías artificiales en los parlamentos ad hoc al titular del Poder Ejecutivo. Tales mayorías ficticias, una vez ganadas las elecciones, imponen su agenda al resto (es decir, a las minorías) como si fuera una cuestión de todo o nada, a través de la absolutización indebida de una de las “universales procedimentales”, el principio de la mayoría, y en abierta transgresión de la sexta regla que prohíbe obstaculizar o impedir a las minorías el derecho mismo de convertirse en mayoría en igualdad de condiciones. Este fenómeno, indicado por otros como “democracia mayoritaria”, es bautizado por Michelangelo Bovero con el nombre de pleonocracia, cuyo significado literal es el “gobierno de los más o los muchos” (de los pleones). La pleonocracia es, entonces, una subespecie de la autocracia, una “autocracia mayoritaria”.
Manipular las reglas electorales no es la única manera para convertir en una realidad el peligro de la “tiranía de la mayoría”; bien es posible que una fuerza política alcance una posición preeminente sobre las demás en el parlamento, por sus triunfos obtenidos con la aplicación de un sistema electoral de tipo proporcional-más afín con un régimen democrático como insiste Bovero-en un contexto de comicios libres y competitivos. El problema podría no ser de origen-por la falta de legitimidad democrática que implica crear mayorías ficticias-, sino residir en el tipo de relación que se establezca, por un lado, entre la mayoría y la(s) minoría(s) parlamentarias y, por otro, entre la primera y el titular del Poder Ejecutivo.
En primer lugar, la fuerza parlamentaria mayoritaria no debería aprovechar su posición para ignorar y, mucho menos, para acallar a la(s) minoría(s). Para decirlo de forma más clara, “los muchos” están obligados a evitar cualquier intento de anular las voces disidentes si quieren seguir jugando democráticamente. Uno de los criterios para calificar la democraticidad de un régimen político-señala Bobbio-es la mayor o menor cantidad de espacio reservado al disenso: “En un régimen que reposa en el consenso no impuesto desde arriba, alguna forma de disenso es inevitable, solamente allí donde el disenso es libre de manifestarse, el consenso es real, y solamente donde el consenso es real, el sistema puede llamarse justamente democrático”.
En segundo, el parlamento no debe quedar reducido a un mero papel consultivo de la voluntad del vértice del Poder Ejecutivo. En la medida en que el poder del gobierno tienda a convertirse en el poder preeminente, el juego en su conjunto se vuelve menos democrático. Precisamente el filósofo turinés identifica otra de las tendencias “autocratizantes” o “des-democratizadoras” de los regímenes contemporáneos en las alteraciones más o menos radicales, de derecho, pero sobre de hecho, a las “formas de gobierno” (gobierno en el sentido amplio del término gobernaculum), esto es, a la(s) relación(es) entre el parlamento y el gobierno.
La tesis de Bovero es que no todo arreglo entre el parlamento y el gobierno-cabinet (esta vez en sentido estricto) es compatible con un régimen democrático, sino sólo aquel que es “idóneo para canalizar el proceso decisional político, favoreciendo la autodeterminación colectiva”. Pero Michelangelo lleva su argumentación más allá de la clásica discusión entre parlamentarismo y presidencialismo, las dos variantes más importantes de entre las formas de gobierno. Sus reflexiones versan, principalmente, sobre el proceso de “presidencialización” de las democracias parlamentarias europeas, como la italiana; una especie de gobierno de gabinete con un parlamento “debilitado”, “subordinado”. Tal proceso es evidenciado por la concentración del poder político en manos del Ejecutivo, gracias al deslizamiento del poder de decisión colectiva, de las asambleas hacia el primero. Se trata, sin embargo, de un fenómeno antes que nada de facto, a partir de las conductas concretas de los órganos depositarios de las funciones legislativa y ejecutiva entre sí. Entre los ejemplos señalados por Bovero destacan el abuso de la moción de confianza, de la iniciativa preferente del “ejecutivo”, de la legislación delegada, y hasta la emisión de decretos de urgencia, instrumentos imposibles de aplicar sin la venia de (las mayorías en) el parlamento o las cámaras.
Bovero critica el uso de la expresión “democracia de investidura” para denotar aquel régimen caracterizado por la preeminencia del jefe del Ejecutivo sobre los demás poderes, y, por ende, menos dependiente y vinculado por los órganos representativos. En primer lugar, porque la concreción de ese proceso supondría la erosión, si no es que la anulación, del principio de división de poderes, otra de las garantías institucionales de la democracia. Pero además, porque coincidiría con la inversión del proceso decisional democrático, en tanto que las decisiones políticas relevantes de la sociedad serían determinadas, ya no por un proceso iniciado y definido por el parlamento, sino por el vértice mismo del Poder “Ejecutivo”, que posea el respaldo, cuando no el control, del parlamento.
Algo aún peor sucedería en la (así llamada) “democracia plebiscitaria”. Un régimen en el que el papel de “guía” (dux: en latín) para la toma de decisiones políticas sea atribuido al jefe del “Ejecutivo” (en lugar del parlamento), y la función de los ciudadanos se resuelva en (y se reduzca a) participar en las “consultas”, o para decirlo apropiadamente, en los plebiscitos, por definición, convocados por los vértices del gobierno. En un escenario como ése, es evidente que el proceso decisional político se habría invertido completamente, en tanto que la definición de las decisiones políticas relevantes dependería de un solo individuo: el autócrata.
El término “democracia plebiscitaria”, al igual que el de “democracia de investidura”, expresan-como hemos indicado-una contradicción en términos. Es inquietante la aceptación generalizada que parece tener el identificar la democracia con “el poder de la mayoría que confiere al «ejecutivo» el deber de comandar” o con la idea de “una relación directa entre el gobierno y el pueblo” que logre escapar a las intermediaciones políticas tradicionales. No obstante, ambos planteamientos sugieren representaciones deformantes, que falsean la naturaleza misma de un régimen democrático. En democracia, el órgano “que manda”, es decir, al que le corresponde el poder de tomar las decisiones vinculantes para todos los miembros de una comunidad en última instancia, es el parlamento, un órgano colegiado donde puedan recrearse las diversas y variadas orientaciones políticas presentes en la sociedad. El parlamento —y no un órgano monocrático— es la sede apropiada para “representar” (reflejar), hacer dialogar y, de ser posible, lograr acuerdos entre las tendencias políticas propias de una sociedad pluralista como las actuales.
Sin embargo, es imposible ignorar que la desconfianza y el descontento de la ciudadanía hacia los parlamentos, pero sobre todo hacia los partidos políticos, parecen extenderse como un fenómeno global. Ése es uno de los factores que explicarían el éxito de los (así llamados) movimientos “populistas” en nuestros días, tanto en América Latina como Europa. La extensa gama de movimientos, partidos y líderes identificados con esa etiqueta-además de presentarse como los portavoces del “pueblo” y exaltar una visión maniquea de la sociedad, entre el “pueblo” y sus “enemigos”-parecen coincidir en la aspiración de un modelo de democracia “inmediata” o “desintermediada”. Los partidos y (de paso) los parlamentos-las típicas instituciones de la democracia representativa-son percibidos como instancias corruptas que sólo velan por sus propios intereses y distorsionan, cuando no cancelan, la voluntad “popular”. Seguramente existen razones legítimas que justifican la desafección de la ciudadanía hacia los partidos y su actuar en los parlamentos; no obstante, sabemos que la voluntad unívoca y unitaria del “pueblo”, como la que sugieren los “populismos”, no existe más que por metáfora.
Nadie, mucho menos un solo individuo, puede arrogarse la vocería exclusiva del “pueblo”. En los regímenes democráticos modernos son imprescindibles aquellas agrupaciones políticas que recojan, defiendan y posicionen los intereses, aspiraciones y orientaciones de la sociedad-en armonía siempre con los derechos y libertades individuales-en los órganos que ejercen el poder político, en primer lugar, las asambleas legislativas. Michelangelo Bovero, al igual que su maestro, insisten en que las “reglas del juego democrático” en sí mismas son insuficientes para generar “buenos jugadores”. La democracia es un “artificio”, un proyecto creado por y para los individuos, y de éstos depende, en gran medida, el futuro del mismo. La sociedad civil tiene un papel imprescindible; es más, una responsabilidad ineludible para el mantenimiento de cualquier régimen democrático, al crear contextos de exigencia, vigilar el cumplimiento de los derechos, alimentar la discusión y criticar la agenda pública. Por ende, el fortalecimiento de agrupaciones sociales y políticas con agendas y planteamientos propios, de redes de defensa de los derechos humanos y el robustecimiento de la prensa libre, podrían ser un buen antídoto contra las pulsiones antidemocráticas”
(*) María de Guadalupe Salmorán Villar (Profesora e Investigadora en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM): “Democracia y los rostros de la autocracia”-2019.
29/08/2024 a las 10:45 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Con la SIDE y contra los periodistas
Joaquín Morales Solá
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
28/8/024
Mientras el Presidente se entretiene vapuleando periodistas (los últimos fueron los “esbirros” de LA NACION, María O’Donnell y Mónica Gutiérrez), sus funcionarios de los servicios de inteligencia hurgaron en días recientes en cuatro causas judiciales iniciadas en su momento contra Mauricio Macri por los servicios de inteligencia de Alberto Fernández y Cristina Kirchner. La política está copiando las formas y el perfume de lo que sucedió en los años kirchneristas: persecución de periodistas críticos o independientes y, al mismo tiempo, intervención de los sumideros de la política, llamados servicios de inteligencia, en la vida política interna del país. El caso más grave, a pesar de todo, es que la actual SIDE haya decidido remover causas judiciales que las inició el kirchnerismo contra Macri con el propósito de desprestigiar al expresidente. Todas los expedientes fueron denuncias presentadas por lo que entonces se llamaba AFI (Agencia Federal de Investigaciones); los servicios se llamaban de otra manera, pero chapoteaban en las mismas cloacas de siempre. LA NACION ya dio cuenta el domingo de que el abogado Ignacio Damián González se presentó en el despacho del juez Marcelo Martínez de Giorgi, en nombre de la SIDE, para conocer el estado procesal de la llamada causa por presunto espionaje ilegal durante el gobierno de Macri.
En esa causa estaban imputados varios agentes de los servicios de inteligencia y el exsecretario privado del expresidente, Darío Nieto, a quien la Justicia le decretó la falta de mérito. El juez Sebastián Ramos, que reemplaza a Martínez de Giorgi, quien está de licencia, rechazó el pedido de la SIDE porque no es parte del expediente ni está justificado su interés. Más claro, imposible.
Sin embargo, ahora se sabe que el mismo abogado González, quien mostraba en los juzgados copia de una resolución interna secreta de la SIDE, se presentó en tres causas más a mediados de agosto. Sucedió antes de que Macri acordara con sus diputados que estos debían rechazar el decreto de necesidad y urgencia de Javier Milei por el que le transfirió a la SIDE 100.000 millones de pesos extra sin el compromiso de rendir cuentas ante nadie, algo que, por lo demás, es usual en el espionaje. Así las cosas, el abogado González apareció el 15 de agosto en el juzgado del juez Julián Ercolini para conocer el estado procesal del llamado caso AMBA, que se refiere a supuestas y diversas actividad ilegales de inteligencia en la región metropolitana. Dijo tener “interés legítimo” en la causa y pidió acceso a ella. Ercolini le respondió siete días después que sólo le aceptaría el pedido cuando acredite “fehacientemente” ser quien dice ser; es decir, cuando deje escudarse en que es un funcionario secreto de la SIDE. El mismo abogado se presentó ante el mismo juez, Ercolini, para pedir acceso a la causa sobre presunto espionaje a los familiares de la víctimas de la implosión del submarino ARA San Juan. En esta causa estuvo imputado personalmente Macri, pero la Justicia ya declaró el sobreseimiento de todos los inculpados. La cuarta causa en la que la SIDE intentó olfatear refiere a la venta de 290 armas de fuego en desuso a agentes en actividad del servicio de inteligencia; la venta se realizó cuando a la SIDE la conducía Gustavo Arribas, el jefe del espionaje en tiempos de Macri. Esta causa está en el juzgado del juez Daniel Rafecas, quien sobreseyó a todos los imputados. El abogado González pretendió también que le dieran acceso a esa causa, pero Rafecas se limitó a darle copia de la resolución final sobre los sobreseimientos. En síntesis, González rebotó en todos los despachos de Comodoro Py.
Sectores cercanos a Macri sostienen que se trató de operaciones políticas del asesor presidencial Santiago Caputo, molesto porque sabía de antemano que el expresidente impulsaría el rechazo al decreto de necesidad y urgencia que le transfería importantes recursos estatales a la SIDE, supuestamente controlada por Caputo el joven. De hecho, según fuentes macristas el jefe de la SIDE, Sergio Neiffert, le hizo llegar al expresidente un mensaje según el cual no sabía nada de las andanzas del abogado González por los juzgados donde Macri había sido denunciado, en todos los casos, por los servicios de inteligencia de Alberto Fernández. Macri se habría convencido entonces de que el verdadero impulsor de su persecución en los tribunales es Santiago Caputo. Resulta difícil imaginar que un asesor presidencial, por más poderoso que sea, puede llegar tan lejos en el hostigamiento a una persona que suele frecuentar al actual presidente de la Nación. De todos modos, las contradicciones existen: los trolls mileístas se hicieron un festín de crítica y descalificaciones contra Macri el mismo día en que este comió la última milanesa con el Presidente. El propio Milei lo criticó a Macri el día después de esa tensa milanesa.
Los intrigantes paseos del abogado González por los tribunales de Comodoro Py solo provocaron un mayor resquemor en la relación de Macri con el gobierno de Milei, aunque el expresidente suele preservar la relación con el mandatario actual. Por ahora, Macri apunta sus diatribas, cuentan, solo contra Santiago Caputo. Pero, ¿hasta cuándo? Más allá del cotilleo, es conveniente detenerse en las cosas serias de la vida: los servicios de inteligencia no pueden –ni deben– estar al servicio de un gobierno ni hacer el trabajo sucio contra sus opositores, aliados circunstanciales o periodistas independientes.
Milei está convirtiendo al periodismo en su principal enemigo sin que este tenga la vocación de serlo. No hay matices para el Presidente: o se está con él o contra él. Otra vez la división entre ellos y nosotros que tanto daño le hizo al país durante el período kirchnerista. El domingo arremetió contra los editores de LA NACION y sus “esbirros” (estos somos los periodistas para el jefe del Estado) porque tenemos una posición común contra la postulación del juez Ariel Lijo como miembro de la Corte Suprema de Justicia. En sus últimas y confusas declaraciones, Milei dijo que ningún otro juez, que no sea Lijo, podía hacer la reforma de la Justicia que él se propone. ¿Lijo es el reformista del Presidente? Tal aseveración es, sobre todo, un oxímoron, porque Lijo está considerado uno de los jueces que con más eficacia cajonea las causas que están en su juzgado. Hay expedientes que no se mueven desde hace 10 o 15 años. ¿La reforma de Milei aspira a esa clase de justicia? ¿Cree el Presidente que esa es la Justicia que espera la gente común?
Vale la pena detenerse en el concepto de que los periodistas somos “esbirros”, meros escribidores de conceptos y opiniones de los dueños de los medios. Mal que le pese, los periodistas también tenemos capacidad para reflexionar y opinar, y estamos en los medios con los que más coincidimos en las posiciones fundamentales. No saber esto es ignorar las bases mismas del periodismo y de la política. Ningún periodista trabajaría en un medio con el que disiente ni se conformaría con ser un simple taquígrafo de las ideas de otros. No sería un periodista, en tal caso.
Ayer la criticó a María O’Donnell porque un diputada suya recibió varios llamados de la producción del programa de la periodista para ser entrevistada. Es lo que ocurre desde hace muchas décadas, casi desde que el inolvidable Cacho Fontana inauguró los reportajes radiales por teléfono. ¿Qué pecado cometió María O’Donnell? ¿Intentar hacerle un reportaje a una diputada? Se necesita mucha inexperiencia política para ofenderse por semejante nadería. Antes había aprovechado un duro cruce entre Mónica Gutiérrez y Alfredo Casero, volcado al mileísmo militante, en el programa de Mirtha Legrand. Una cantidad infernal de trolls fanáticos de Milei ventiló la vida de la periodista, que tiene una larga trayectoria profesional, y también la de su esposo. Mónica Gutiérrez no está trabajando ahora en ningún medio en particular, pero suele concurrir a programas de televisión como invitada. No es complaciente con Milei. Y no ser complaciente con Milei tiene un precio. Caro, a veces.
El proyecto mediático del oficialismo parece ser el de construir un 6,7,8, (aquel programa kirchnerista que se dedicaba a escrachar periodistas y políticos opositores), pero no en la televisión, sino en las redes sociales, sobre todo en X, la preferida del Presidente. Milei ni siquiera tiene en cuenta que en un mismo medio pueden trabajar periodistas críticos de él y también otros que simpatizan con sus políticas. Una sola crítica de un solo periodista es suficiente para desatar una tormenta de agravios por parte del Jefe del Estado hacia todo el medio periodístico. El único atenuante que queda es que se trata de un fenómeno mundial que inauguró Donald Trump en los Estados Unidos. En los países donde han triunfado los outsider de la política, es el periodismo la primera víctima de las batallas políticas.
Al periodismo argentino le va peor que al resto del mundo porque viene de sufrir la persecución y la descalificación permanente del kirchnerismo durante casi veinte años insoportables. Con los mismos argumentos y los mismos procedimientos que está usando ahora el mileísmo. La historia no se repite, pero muchas veces rima.
29/08/2024 a las 10:49 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
El nivel de peronismo en sangre de Victoria Villarruel
Pablo Mendelevich
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
28/8/024
Junto con la enagua, el Wincofon, el trato generalizado de usted o el teléfono con disco, las discusiones ideológicas sólo parecen tener reservada una apacible sobrevida museológica en el terreno de la nostalgia. Quizás sea demasiado contundente repetir que las ideologías han muerto.
Pero en el ágora criollo el debate ideológico de mediana hondura como insumo esencial de la política cotidiana no abunda. Millennials y centennials lo testimonian mejor que nadie. No se ha reportado que discutir sobre la dictadura del proletariado o la lucha de clases en el siglo XXI hubiera modificado la cantidad de adrenalina liberada por las glándulas suprarrenales de ningún parroquiano. Debido a que cerró en forma definitiva, el relevo no incluye al mítico café La Paz, sobre cuyas servilletas se soñaron infinitas revoluciones fallidas en otras tantas trasnoches ilustradas.
Hay, desde luego, una banalización de las ideologías que las redes sociales se ocupan de volver destellante. El propio presidente Javier Milei usa el rótulo de comunista a modo de insulto, algo no muy alejado de la costumbre de Nicolás Maduro de llamar fascistas a quienes critican la dictadura venezolana o del todavía más absurdo epíteto de nazis que Putin les reserva a los ucranianos para enmascarar su propio ímpetu imperial.
En la Argentina los encuadramientos ideológicos son particularmente difusos (exceptuados trotskistas, cursillistas y demás dogmáticos irreductibles de perdurable pureza) en consonancia con partidos lábiles. Ya ni siquiera se les dice partidos. Se los llama “espacios”. Término laxo que no figura en ninguna ley argentina. Tan divorciada funciona la realidad del ordenamiento legal como la política respecto de sistemas de ideas y valores mantenidos a través del tiempo, más allá de que existan, eso es cierto, algunas marcas identitarias subliminales tanto en personas como en agrupamientos.
De vez en cuando se plantea en el intercambio de rótulos algún problema “ideológico” fronterizo. Eran comunes esas discusiones en torno de la figura de Carlos Menem, ya no sobre su identidad peronista sino acerca de supuesta imprecisión del mote de neoliberal. Antiguos miembros de la Ucedé discuten incansablemente sobre autenticidades liberales y libertarias. En esa parte del espectro se multiplicaron los litigios desde que La Libertad Avanza, un partido sin historia, llegó al poder.
Pero ahora acaba de ser repuesta la más transitada de estas discusiones, la de las cualidades necesarias para ser peronista. Y sucedió en torno de alguien inesperado, la figura supuestamente más derechista de la Argentina. Si bien el peronismo es el partido con más afiliados del país, a esta altura eso a nadie le importa demasiado, porque a la vez es un movimiento y tiene un fuerte componente de religiosidad. Para acceder a la membresía la autopercepción importa mucho más que los documentos y que la opinión de los miembros. Hay que sentirse peronista para serlo, suele decirse puertas adentro.
No consta que Victoria Villarruel tenga intenciones de dejar de sentirse orgullosa número dos del gobierno libertario para titularse compañera, pero la ex vicepresidenta Cristina Kirchner, su antecesora, acaba de bajarle el pulgar como si se tratara de una postulante que presentó la solicitud. Una primera catación “ideológica”, si bien con sentido acogedor, la había hecho durante una entrevista periodística el senador kirchnerista José Mayans. Fue en estos términos: “Villarruel se aproxima ideológicamente a nosotros un poquito más que a Milei”. Sin perder un segundo Cristina Kirchner tuiteó: “Pericia psiquiátrica le vamos a pedir a los que dicen que Villarruel es peronista”.
Fue un tuit particularmente llamativo. En primer lugar por la penalidad que escogió la líder para quienes incurran en errores evaluativos relacionados con la medición de peronismo en sangre. Se trate de una ironía, una supuesta broma, una advertencia literal o una excusa para mostrar que el pulgar que manda es el suyo, Cristina Kirchner usó la patología psiquiátrica en forma estigmatizante como arma de severa descalificación política después de ser ella quien como presidenta más la padeció. Siempre dijo que la atacaban por ser mujer, diagonal más indemostrable cuando se observa que Milei también recibe continuos ataques políticos en el formato problemas psiquiátricos (casi siempre propinados, dicho sea de paso, por kirchneristas). Por lo demás no queda tan claro cuál es el sacro ideario que Cristina Kirchner se arroga custodiar, si el peronista o el kirchnerista.
Resulta llamativo que el destinatario del reproche sea el presidente de uno de los bloques de senadores que tiene el kirchnerismo. Católico antiabortista muy cercano al eterno gobernador formoseño Gildo Insfrán, Mayans era hasta ahora uno de los principales operadores de Cristina Kirchner en el Senado, donde ocupa su banca desde hace 23 años. Ayer subió el tono de la disputa: “¿Qué hacemos con los que pusieron a Alberto Fernández como presidente del partido, los mandamos también al psiquiátrico?”. Una bravata que parece durísima pero no lo es. Mayans le recrimina haber puesto a Fernández como presidente del partido, algo sin mayor importancia para la mayoría de los argentinos, quienes lo que hoy están lamentando es que Cristina Kirchner haya puesto a Fernández como presidente del país, no del partido.
El kirchnerismo y la izquierda son los sectores que sostuvieron con más ahínco la acusación contra Villarruel de “negacionista”, “defensora de genocidas”, “videlista”. Y de repente el kirchnerismo se encuentra discutiendo si Villarruel es o no peronista. Inconsistencias, podría decirse con el lenguaje de la AFIP.
Los primeros análisis señalan que entre Cristina Kirchner y Mayans estalló una interna que refleja la pérdida de poder de la líder del kirchnerismo y precede a la reacomodación de una parte de quienes le eran incondicionales. ¿Ha llegado la hora de cortar amarras? Pero los hechos también ponen en evidencia el escaso rigor de las cuestiones de pretensión ideológica, en realidad oportunismo, pujas de poder. Eso ocurre desde ya en todo el espectro político, lo que explica las constantes migraciones de dirigentes, pero en el peronismo siempre el proceso parece ser más crudo, algo que acaso deba ser atribuido, paradójicamente, a la plasticidad ideológica que lo caracteriza.
¿Qué le faltaría a Victoria Villarruel para ser peronista? Militarismo, como el que impuso el creador, desde ya que no. Nacionalismo tampoco. ¿Le sobra el videlismo? ¿No fue más videlista que ella el gobernador bonaerense Victorio Calabró, uno de los peronistas más importantes en 1976 señalado por apoyar el golpe? ¿Y toda la llamada derecha peronista que gobernó el país después de la caída de Cámpora incluido Perón en la tercera presidencia qué era?
Lo que Mayans acaba de exponer públicamente -también lo hizo al bromear con Villarruel en plena sesión sobre “jamoncito”- es que él es un negociador que, por supuesto, negocia con la presidenta de la cámara. “Tenemos que profundizar la amistad”, le dijo a sabiendas de que estaba siendo observado por las cámaras de televisión.
En una democracia normal nadie le habría dado importancia a ese chascarrillo. Pero la nuestra no es normal: se bambolea entre decir de la vicepresidente las peores cosas y un buen día especular con hacerla propia.
29/08/2024 a las 10:53 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
El aporte de Milei para hacer aún más decadente el debate político
Eduardo van der Kooy
Fuente: Clarín
(*) Notiar.com.ar
28/8/024
El debate político colectivo en la Argentina provoca cada día una dosis adicional de espanto. Tanto, que ayuda a revalorizar con nostalgia ciertos tramos de la democracia. Algo de los 80 que marcó Raúl Alfonsín. Algo de los 90 de Carlos Menem, en los que sobresalió el debate sobre la reforma constitucional que, a la distancia, permite afirmar que fue mucho más rico que sus resultados. También una pizca de la post crisis del 2001 con la aparición del kirchnerismo que, en la medida que se fue radicalizando, simplificó y empobreció la discusión. Juntos por el Cambio intentó algo diferente: aunque sus años en el poder estuvieron condicionados por la grieta que lo precedió.
De Alberto y Cristina Fernández casi nada se podría agregar. El debate lo circunscribieron a una lucha interna del poder con miserias impensadas. Ahora mismo están en exhibición en la vidriera pública. Esa oposición aún mayoritaria, en lugar de intentar buscarle algún escape digno al bochorno de la violencia de género que la ex primera dama, Fabiola Yáñez, denunció contra el ex presidente, intercambia acusaciones acerca de qué dirigentes deberían recurrir a un psiquiátrico.
Cristina le aconsejó una pericia al jefe del bloque de Unión por la Patria en el Senado, José Mayans, por su trato deferente con la vicepresidenta, Victoria Villarruel. Aduce que la consideraría peronista. El formoseño formaría parte de aquellos que conjeturan que la profundización de la crisis entre la mujer y Javier Milei podría significar un golpe político letal para el Gobierno.
El delfín del gobernador Gildo Insfrán se encargó de recoger aquel guante. Lanzó una interpelación filosa: “¿A los que pusieron a Alberto Fernández los mandamos también al psiquiátrico?”, retrucó. Esa, entre tantas, es una de las mochilas que Cristina jamás podrá sacarse de encima en lo que le reste de trayectoria política.
Semejante desvarío podría explicarse, con benevolencia, a raíz del sismo que causó en el kirchnerismo la última derrota electoral. Resulta mucho más difícil justificar la conducta de aquellos que llegaron para producir un cambio. Para terminar, supuestamente, con “la casta” responsable de haber sumergido a nuestro país en la presente decadencia.
Milei, curiosamente, no participa de ningún debate. Defiende dos o tres ideas (lucha contra la inflación y equilibrio fiscal) y descalifica, muchas veces del peor modo, a cualquiera que plantee objeciones o matices. Puede ser un dirigente opositor, un libertario o un periodista. Indistinto para él. El problema es que esa característica se derrama por toda la pirámide de poder que comanda.
De todas formas, se advierten diferencias. Una cosa es el esfuerzo dialéctico amable que para replicar realiza el Jefe de Gabinete, Guillermo Francos. Otra la inflexibilidad de Patricia Bullrich. Distinto el ejercicio tuitero belicoso de Luis Caputo, el ministro de Economía. Distante de aquella personalidad mansa que supo ser en épocas de Mauricio Macri. Lo más inquietante está representado por las patrullas digitales libertarias que insultan y amenazan.
Se trata de un cambio en las reglas de juego del sistema. Las discusiones no se producen en los ámbitos institucionales. Se disparan por afuera de aquellas. Quizás porque, por ejemplo, en el Congreso, el oficialismo, tanto en Diputados como en el Senado, parece carecer de volumen intelectual para encararlas. Sus legisladores se consumen en las propias intrigas.
La semana pasada el senador libertario Francisco Paoltroni fue amenazado por un troll del mismo origen por su oposición a que el juez Ariel Lijo pueda convertirse en miembro de la Corte Suprema. En las últimas horas, el diputado provincial bonaerense, Agustín Romo, hombre clave en la comunicación digital del Gobierno, crucificó a un colega libertario, Fabián Luayza, que aconsejó al Presidente que no use el veto contra la compensación y la reforma jubilatoria que aprobaron Diputados y el Senado. “Traidor y gusano”, lo calificó Romo.
Milei mantiene una firme pulseada con el Congreso por aquella cuestión. La amenaza del veto ha provocado una reacción en ambas Cámaras. Requerirían de los dos tercios de los asistentes para ratificar la sanción jubilatoria inicial. La Cámara de origen fue Diputados. Allí radica la mayor dificultad, entre varias razones, porque una veintena de los representantes del PRO votaron en su momento en contra. En oposición con lo que sucedió en el Senado. En la Cámara Alta el resultado fue apabullante:61 contra 8. Pero si la mayoría especial no se conforma en Diputados será imposible obstruir el veto presidencial.
El Gobierno ha iniciado una fuerte presión sobre gobernadores para que interfieran en Diputados. El cuerpo, a priori, más vulnerable. Forma parte de las prácticas aceptadas de la política. De nuevo las maniobras paralelas: las patrullas digitales se han encarnizado con algunos representantes opositores.
Martín Tetaz es diputado radical. Hace cuestionamientos a ciertos aspectos del rumbo económico de Milei. Fue además uno de los impulsores de la compensación a los jubilados. Un usuario de X (Pullback) publicó una foto de Tetaz junto al diputado provincial por Misiones, Germán Kiczka. Se trata de un prófugo por pedofilia con pedido de captura internacional desde hace 48 horas. Se presume que huyó a Brasil o Paraguay.
La foto tuvo adosado un texto que reza lo siguiente: “Prueba gráfica del diputado pedófilo de Misiones queriendo abusar de un pibito”. El prófugo es un hombre alto; Tetaz tiene baja estatura física. Una broma de pésimo gusto, de las raíces de la inmoralidad, que el Presidente no se privó de repostear.
Aquella foto fue tomada durante la campaña, en agosto del 2023. No es un testimonio exclusivo. Bullrich, la ministra de Seguridad, había grabado un video junto a quien era por entonces candidato de Juntos por el Cambio. Tiempo después se enroló en La Libertad Avanza. Las pruebas se suman: el diputado ahora prófugo visitó la Casa Rosada a fines de julio. No existe certeza acerca de por quién fue recibido.
Milei prefiere apelar a esos recursos digitales aberrantes para desacreditar rivales antes que abrirse a un debate sobre el veto a los jubilados que no anuncia en soledad. Lo apoyó Macri. También, de manera pública, quien fue vice ministro de Economía de Sergio Massa. Es decir, Gabriel Rubinstein.
La opinión pública asiste, por ahora pasiva, a este espectáculo descompuesto que abre una pregunta estremecedora: ¿Puede la dirigencia que gobierna –y también la opositora– caer a un nivel todavía más bajo?
29/08/2024 a las 10:58 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
¿Veto parcial o total?
Vicente Massot
Prensa Republicana
29/8/024
En nuestro país ha sido una constante —común a las distintas administraciones que pasaron por la Casa Rosada, de setenta años a la fecha— utilizar en provecho propio las cajas de jubilados y pensionados. Echar mano a éstas con el propósito de incrementar el gasto público fue una metodología que inauguró Juan Domingo Perón en el curso de su segunda presidencia y que luego, con diferentes matices, copiaron los gobiernos que le continuaron. Por supuesto, los únicos perjudicados resultaron aquellos que habían aportado durante toda su vida laboral y, de buenas a primeras, se toparon con una realidad de suyo cruel.
A esta altura, de nada vale desandar la historia con el propósito de señalar a los culpables. En mayor o menor medida todos lo son. Por lo tanto, lo que se hace necesario apreciar es la dimensión del problema. En este orden, hay un número que no puede obviarse y que debería poner un freno a cualquier ley votada a tontas y a locas, aduciendo criterios de justicia retributiva: el 46,2 % del Presupuesto nacional corresponde al gasto social. Y aun siendo así, las 7,1MM personas que integran la clase pasiva, en general, cobran una miseria. Las razones son varias pero lo primero que salta a la vista es que, de ese total, 3,1MM cumplieron en tiempo y forma con sus aportes, mientras 4 MM se acogieron a las sucesivas moratorias que —de manera por demás irresponsable— genero el kirchnerismo en los tres periodos durante los cuales gobernó la Argentina. Si a lo expresado se le suma que, en este momento, el empleo en blanco —sostén natural del sistema— orilla los 9,7 MM los trabajadores , cualquiera puede darse cuenta de que la relación de éstos últimos respecto de los jubilados es de 1,4 a 1, algo inviable por donde se lo analice.
El último jueves, el Senado aprobó el proyecto de ley que cambia la fórmula de movilidad jubilatoria dispuesta por el gobierno a través del DNU Nº274 —iniciativa que, en el mes de junio, había obtenido media sanción en la cámara baja del Congreso de la Nación— y desató, por un lado, un debate acerca de sus alcances. Por el otro, es probable que dispare una crisis de carácter institucional si, como lo ha anticipado en más de una ocasión, el presidente decide vetar la norma.
Conviene, pues, ir por partes. Comencemos con las opiniones cruzadas. Hubo tres que no dejaron de llamar la atención. Rompió el fuego Osvaldo Giordano, el ex–director de Anses, cesanteado a poco de llegar a su despacho por un voto de su mujer que le había caído indigesto al Poder Ejecutivo. Actualmente se desempeña como presidente de la Fundación Mediterránea y, en la materia, no toca de oído. Según él, por ignorancia o por atolondramiento, se equivocaría Milei si apelase al veto total. El funcionario de origen cordobés apunta que el DNU gubernamental adolece de debilidades que lo harían vulnerable a futuros juicios contra la Anses. Al margen de ello no es cosa menor, según su opinión el principal factor expansivo del gasto deriva del artículo 4º de la pieza legal recién votada, con lo cual bastaría enderezar un veto parcial en su contra para atemperar los efectos que temen padecer en la Casa Rosada. En la misma línea ha argumentado el ex–asesor económico del oficialismo, Carlos Rodríguez. Para él,si la norma fuese bien instrumentada, podría contribuir a darle sustentabilidad al equilibrio fiscal, que esla gran preocupación de Milei y la razón por la cual habrá de vetarla. Por último, y en consonancia con la Casa Rosada, Gabriel Rubinstein —único funcionario serio con que contaba, en su equipo de improvisados, Sergio Massa— piensa que el nuevo régimen tendrá un elevado costo fiscal en caso de instrumentarse tal como está redactado, además de violar la ley de Administración Financiera.
Como es fácil de entender, sobre un mismo tema, de por si complejo, tres personas que no suelen hablar de más y que siempre han demostrado seriedad a la hora de hacer un juicio relacionado con cuestiones de índole técnica, no sólo no terminan de ponerse de acuerdo sino que sustentan posiciones que están en las antípodas unas respecto de las otras. Así como se estila decir que, en términos jurídicos, la mitad de la biblioteca prueba una cosa y la otra mitad, la contraria, es de hacer notar que algo similar sucede con el análisis del impacto fiscal de la norma sancionada. Si los especialistas, por llamarles así, no coinciden, imaginemos a Javier Milei congeniando con Miguel Ángel Pichetto, Martín Lousteau o Martín Tetaz, en asunto de semejante trascendencia.
A esta altura, es seguro que desde la presidencia de la Nación su titular echará mano al recurso del veto. El interrogante que nadie, por el momento, es capaz de responder con alguna seriedad, es si será parcial o total. Los sectores dialoguistas de las dos cámaras del Congreso y, como se dijo antes, ciertos expertos en el tema, tratan de hacerle comprender a Javier Milei que no se deje llevar por el encono y que piense dos veces antes de fulminar a la ley en su totalidad. La idea de que bastaría con vetar los articulo 2º, 4º y 10º está en la cabeza de no pocos diputados y senadores que, si ello no ocurriese, se verían inclusive contra su voluntad, obligados a unirse a las bancadas más recalcitrantes, para sumar los 2/3 necesarios y rechazar el veto.
El Poder Ejecutivo no se ha dejado estar. Baraja, al menos, dos opciones para hacer frente a un nuevo traspié legislativo, si se produjese. Es un secreto a voces que, con base en la aceitada relación que existe entre el oficialismo y determinados gobernadores —tanto los de Juntos por el Cambio como del peronismo— los libertarios se han tomado el trabajo de ponerlos en autos acerca de cuáles serían las consecuencias de tener que pagar los aumentos contenidos en la polémica ley jubilatoria. Como ello implicaría, según los cálculos de la Secretaria de Hacienda, casi 1,2% del PBI, y el superávit fiscal no se discute, quienes harían las veces de patos de la boda y sufrirían la mayor poda de recursos, serían las provincias. Si la advertencia o amenaza —como se prefiera llamarla— dará resultado, es asunto abierto a debate. En cambio, no hay duda de que si el veto fuese recusado por ambas cámaras el oficialismo llevará el diferendo a la Corte, y sólo Dios sabe cuánto tiempo tardará el tribunal supremo de la Nación en expedirse.
Los sucesivos reveses que ha sufrido en menos de treinta días el gobierno a manos de un Poder Legislativo hostil no constituyen una buena señal para los mercados. Si otra fuera la situación económica y las urgencias fiscales no estuviesen a la orden del día, importarían poco o nada aquellos tropezones. Pero el panorama de los próximos meses luce complicado, menos por la impericia económica del oficialismo —que ,de momento, no delata fisuras de consideración— que por el grado de deterioro que exhibe el país. Nadie está en condiciones de producir un milagro que a todos deje conformes. La inflación viene en baja asociada a una recesión inevitable, de la que cuesta salir. Las bancadas de La Libertad Avanza son una suerte de Armada Brancaleone sin pies ni cabeza. Sus riñas y pifias ciertamente no ayudan. De igual manera confunden e irritan, sin necesidad, los exabruptos verbales del presidente, presto a polemizar con cualquiera que se le ponga a tiro. Por su lado los partidos opositores no demuestran el grado de responsabilidad que sería de desear. Si a esta realidad se le agrega la puja en la que están enredados dos de los tres poderes de una república —la nuestra— harto imperfecta, la confianza que generan las medidas promercado y los notables logros de los primeros ocho meses de gestión, se atemperan por efecto del clima político enrarecido que sufrimos.
29/08/2024 a las 12:47 PM
El Dr. Kruse desarrolla con vastedad lo de «Pulsiones antidemocráticas». La única observación que merece es que equivoca el destinatario. En este año 2024 sobran personalidades con esas características en el mundo: v.g. Nicolás Maduro.