Por Miguel Ángel Reynoso.-

Si pudo evitarse, no es un accidente; es una vieja y conocida sentencia que, sin perder vigencia, sigue pretendiendo alertar nuestras conciencias sobre las altas posibilidades de salvar vidas humanas que normalmente se pierden como consecuencia de no haberse tenido en cuenta simples acciones para poder evitarlas.

Hace más de una treintena de años y siendo un joven oficial, viajaba circunstancialmente en mi automóvil particular por la ruta ahora provincial número dos desde Mar del Plata hacia mi destino en el Destacamento del Cuerpo de Camineros en la localidad de Las Armas cuando a pocos kilómetros de la primera ciudad advierto estacionado sobre la banquina de la mano contraria un micro de pasajeros con señales de haber recibido un choque en su parte delantera izquierda y costado del mismo lado, al parecer sin demasiados daños, me llamó la atención porque no se encontraba nadie abajo y había pasado en sentido contrario poco tiempo antes y no se hallaba en el lugar, por lo que disminuyo la velocidad y al estacionar en la banquina derecha escucho gritos provenientes de la cuneta de ese lado y al mirar observo a otro micro, que evidentemente había chocado o se había rozado con el primero y que se hallaba en posición totalmente invertida, es decir con las ruedas hacia arriba.

Advirtiendo que el accidente recién había ocurrido ya que no había otros vehículos detenidos bajo del rodado como también lo hicieron otros ocupantes de automóvil que para entonces también se habían detenidos y ubicados en la cuneta alrededor del micro volcado procuramos sacar a sus pasajeros que se encontraban en posición cabeza abajo y atrapados en sus asientos, pudiendo hacerlo con algunos a través de las ventanillas rotas, pero desgraciadamente se hacía cada vez más difícil ingresar aunque fuera medio cuerpo porque los demás vidrios comenzaron a estallar y la estructura metálica comenzó a ceder debido al peso del chasis, motor, ruedas y demás que ahora estaban en la parte superior.

Sería largo y doloroso recordar mayores detalles de lo allí vivido, todos los que estábamos allí no pudimos hacer nada viendo que personas hasta ese momento vivas morían aplastada en sus asientos pidiéndonos una ayuda que no podíamos brindarles más allá de tirar inútilmente de su brazos o piernas para rescatarlos y los últimos gritos se apagaban frente a nuestra desesperación por la incapacidad de hacer nada que pudiera salvarlos.

Sintéticamente, esas escenas aún siguen frescas en mi mente y se destacan por su vigor entre las numerosas trágicas a las que una vida policial me hizo enfrentar, porque allí se mostraba palpable el hecho de que una simple jaula de refuerzo colocada en la carrocería hubiera servido para salvar a la veintena de vidas que no se perdieron como consecuencia del choque ni tampoco por el vuelco.

Arriesgado sería como profesional opinar sobre las verdaderas causales de muerte de nuestros camaradas de la Gendarmería Nacional en el hecho ocurrido recientemente en Salta, pero viendo las imágenes de la posición del micro y su estado liso y aplastado observable al momento de ser extraído por la grúa no puedo dejar de deducir que muy posiblemente el vuelco en sí, desde una altura que aunque considerable no es extrema, de contar con el debido refuerzo que impidiera su aplastamiento hubiera arrojado quizás algunos fallecidos y seguramente muchos heridos, pero nunca la apabullante cifra de muertos que nos impresiona.

Más de treinta años han pasado desde el hecho narrado en primer término, desde nuestra condición de funcionarios, la entonces Zona Mar del Plata del Cuerpo de Camineros, produjo el correspondiente informe alertando sobre el hecho, que seguramente habrá terminado su vida en el fondo de un cajón o en el cesto para papeles- Aunque no lo recuerdo seguramente otros hechos similares posiblemente con menos víctimas y por eso menos conocidos, también han ocurrido pero nada ha variado en cuanto a la aprobación de una normativa que haga obligatorio el refuerzo de las carrocerías de los vehículos de transporte público de pasajeros.

Hemos escuchado muchas opiniones sobre las causales de la tragedia de Salta, que un reventón de un neumático, (en cuyo caso habría también responsabilidades administrativas por parte de los superiores de la Institución por no controlar seguras condiciones de viaje a sus subordinados como les resulta obligatorio), que el estado de la ruta, que un atentado, etc., pero al parecer nadie advierte lo evidente y solucionable.

En todo este tiempo transcurrido desde el hecho que narro en primer término, los funcionarios y legisladores que han tenido durante este período la posibilidad de hacer algo al respecto han faltado a su deber, muchas familias llorarán en estas fiestas la ausencia de sus seres queridos y toda la institución hermana recordará a sus mártires, pero nada de ello solucionará el problema que en cualquier momento puedo repetirse.

Nada mas cierto para esclarecer sobre los motivos de tantas muertes que la sentencia del viejo dicho que como mencionamos al comienzo de esta opinión sentencia acertadamente “cuando se pudo prevenir, no se trata de un accidente”.

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