Por Elena Valero Narváez.-

“Nadie enseño tanto a pensar en Libertad” es el título de la nota del diario Ámbito Financiero del lunes 5 de abril de 2005. Allí se anuncia la muerte del Ing. Álvaro Carlos Alsogaray, ocurrida el viernes 2 del mismo mes.

El autor se refiere al fundador de la UCEDE como “el hombre que más luchó y más enseñó sobre la libre empresa, el valor de la iniciativa privada, la libertad individual, la necesidad de reducir el Estado, cuidar los déficit desde el sector público y el bienestar social que en la modernidad sólo puede ser concretada bajo la forma del capitalismo, controlando sus desviaciones pero sin que exista, como la democracia, mejor alternativa a la vida en sociedad… Dijo con simpleza toda una teoría que hoy aún se impulsa para la Argentina: el bienestar sólo sobreviene en los pueblos después de pasar por un tiempo de dura tarea de ajustar el Estado, embretar el gasto público, liberar la economía y los mercados para que entren las inversiones locales o externas. En resumen: ganar tiempo sobre la impaciencia de los pueblos -esencialmente latinos- de querer llegar al bienestar antes de haberlo gestionado…”

Han pasado tantos años y los políticos no se han aprendido la receta liberal que el Ing. Alsogaray predicó toda su vida con coherencia y tesón. Receta que permitió a la Argentina alcanzar un desarrollo político y económico sostenido durante muchos años, como lo muestra la Historia.

Desde 1810, en adelante, seguimos modelos de acción política y económica que se ensayaban en Europa. Salvadas las guerras civiles, después de abandonar el modelo absolutista español, nos arriesgamos a encarar colosales tareas, dejando atrás instituciones obsoletas y espacios enormes e improductivos para lograr crecimiento cultural, político y económico. Se organizó un país a imagen y semejanza de los países más progresistas del mundo.

La paz, fue objetivo esencial de los gobiernos desde que Urquiza, luego de fracasar en la competencia con Buenos Aires, salvó la Constitución alberdiana de 1853 dejando que Buenos Aires, en vez de La Confederación, guiara los destinos del país.

La Carta Magna llevó a la unión definitiva de la República, la cual se concreta después de la batalla de Pavón, cuando Mitre fue elegido presidente constitucional el 5 de marzo de 1862. La construcción del país fue azarosa pero, claro el propósito de modernizarlo. Europa nos sirvió de modelo, también EEUU, país que fue sometido a la mirada escrutadora de Sarmiento con la ayuda del invalorable testimonio de Alexis de Tocqueville, quien en una visita por el país del Norte, en 1830, escribió admirablemente las características principales de esa nueva experiencia basada en un régimen democrático. Sarmiento fue de los pocos que se dio cuenta que allí había más para imitar que en Europa.

En el periodo de 1870-1913 Argentina creció a tasas más altas que la economía mundial. Supero a Francia Alemania, Gran Bretaña, EEUU, Canadá y Australia, La industrialización del país se expandió desde el 1880. Se fundaron los primeros grandes establecimientos industriales, producto no solo del capital invertido sino de las condiciones de paz, orden y estabilidad política que logró esa generación. Desde Irigoyen en adelante se comenzó a delinear una ruta que marcó el comienzo de gobiernos que introducirían políticas nacionalistas y populistas. Creyeron que el control de la economía y la democracia podían ir unidos. Desde Irigoyen soberanía, nación, idea nacional, doctrina, oro infamante, (referido al capital extranjero) se insertaron en el vocabulario radical, también en el de nacionalistas argentinos de derecha y luego utilizadas por Perón. Sus ideas encontraron un suelo fértil en sectores militares, y en parte de la Iglesia.

Se enamoraron de la idea de planificar olvidando que la economía de mercado crea un orden abierto y las consecuencias de ese orden surgen de la elección libre de las personas. Es mucho más racional que el impuesto por los funcionarios planificadores, porque surge por sí mismo, gracias al ejercicio de la libertad.

Hoy a meses de las elecciones de octubre, el partido Frente de Todos pretende reformar la Constitución, la que fue el puntapié inicial del progreso argentino. Inspirada en gran parte por la de EEUU defiende los derechos individuales evitando el abuso de los gobernantes. Como en 1949, se prefiere un régimen estatista y autárquico, importantes sectores sociales no comprenden que si se coarta la libertad económica disminuye la libertad política y viceversa. Como entonces se pretende convertir al Estado en un gigantesco aparato, que de la mano, por muy poco tiempo más invisible de Cristina Kirchner, absorba la economía, la cultura y la política nacional. Se proyecta dominar la comercialización de la producción, ya se ha referido, un referente importante del partido, al proyecto de crear una Junta Nacional de Granos.

Como en la reforma del 49 se dará un golpe de gracia a la propiedad privada y al capital. Volveremos al pasado, también, en cuanto a que el Estado dejará de ser controlado por los gendarmes de la democracia, la opinión pública, los partidos, y el sector privado. Van a perseguirlos y limitarlos como en el anterior mandato.

Llegará la hora, más tarde o más temprano, tras ir de rodada en rodada, de recordar a Álvaro C Alsogaray quien, contra todos, fue el que comenzó a mostrar la conveniencia del libre mercado y del sistema capitalista. Fue el que mostró los daños que provoca la inflación pidiendo, a toda voz, que se la combatiera apenas se insinuara.

Pocos saben que durante el gobierno del Dr. Arturo Frondizi, Alsogaray como Ministro de Economía y Trabajo, logró la estabilización económica en menos de dos años. El peso argentino se mantuvo estable y fue proclamado la moneda estrella del año, la balanza de pagos era positiva, el déficit del presupuesto decreciente y financiado sin emisión. La recaudación impositiva estaba en ascenso, existía plena ocupación y los convenios colectivos de salarios implicaban aumentos reales. Los sueldos, jubilaciones y proveedores, estaban razonablemente al día. Durante el gobierno de Frondizi se llevó una política diametralmente opuesta al estatismo, nacionalismo agresivo, controles e inflación reprimida, que había regido durante muchos años en el país, desde el gobierno peronista. La base del plan fue la libertad de mercado, equilibrio económico y estabilidad monetaria, cuyos beneficios comenzaron a hacerse rápidamente notorios.

El Dr Frondizi, en un poco recordado discurso sobre su plan económico, remarcó sus objetivos: eliminar el déficit fiscal, suprimir los subsidios al transporte público, comenzar gradualmente un plan de reducción de empleados públicos, establecer un tipo de cambio libre y unificado, abandonar el plan de cuotas y permisos de importación. El programa de estabilización, que luego encargo al Ing. Alsogaray, significaba que los controles e intervenciones del Estado serían suprimidos. A partir del 1 de enero de 1959 el sistema de cuotas y límites a los productos importados serían eliminados. Desde esa fecha el tipo de cambio se unificaría y liberalizaría. Además, aseguraba una estrecha relación con EEUU. La ayuda norteamericana no se hizo esperar y los países europeos decidieron, también, apoyar el programa económico argentino.

La renuncia forzada por el Presidente, del Ministro Álvaro C Alsogaray, provocó una corrida en el mercado de cambios. Significó, en pocos días, la pérdida de más de setenta millones de dólares. Desde allí las reservas del Banco Central siguieron declinando. Frondizi abandonó el rumbo económico que había dado tan buenos resultados para ceder a consejeros desarrollistas. Comenzó el período del “desarrollo forzado”.

Si Arturo Frondizi, en vez de pedirle la renuncia a Alsogaray hubiera persistido en el esfuerzo, otro hubiera sido nuestro destino, ya que cuando el Ministro deja sus cargos, se dio la más alta tasa de inversión de capitales nacionales y extranjeros del `período. El cambio de rumbo y el golpe militar, significaron, como lo fue el gobierno del Dr Menem, una oportunidad perdida. Sobre ambos presidentes Álvaro C. Alsogaray tuvo una importante influencia intelectual. Basta recordar que años antes del cambio de ideas de Frondizi, con respecto a la política petrolera, el Ingeniero, admirador de Friedrich Hayek, (fue miembro de la Sociedad Mont Pelerin) y amigo de liberales como Ludwig Erhard, padre de la recuperación alemana, hizo una campaña que le costó insultos de todos los políticos y casi toda la prensa, sobre la necesidad de una política petrolera abierta a la inversión extranjera.

Se debería volver al pasado a estudiar la experiencia frondicista y la menemista. Allí hay mucho que aprender.

La situación actual del país es delicadísima. No se debería actuar irresponsablemente. Se necesita un gobierno que se ayude con economistas de fuste, que conozcan las experiencias de los países que han podido salir airosos de las crisis económicas, que recurra a los políticos democráticos para que lo acompañen en el que será un gobierno difícil, y esté realmente interesado en atraer la ayuda internacional tuteándose amigablemente con el mundo, lejos de la omnipotencia del que cree que puede solo. Apenas asuma tendría que presentar un plan general indicando el rumbo que tendrá su política. Los parches no han servido nunca cuando la base está podrida. No hay otra solución que atacar las causas de nuestro triste destino, para volver a ser parte del mundo capitalista-democrático que desearon los grandes hombres argentinos. En octubre sabremos hacia dónde iremos.

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