Por Jorge Augusto Cardoso.-

Aquellos que hemos vivido el período de barbarie del ERP y Montoneros en nuestro país podemos dar cuenta de las experiencias dolorosas que aquella tragedia provocó. Muchos llevan las huellas que dejaron los grupos guerrilleros, y otros, muchos otros, el dolor de sus muertos. Si no protegemos el recuerdo de quienes vivieron esa experiencia; si pretendemos olvidarnos de parte de nuestro pasado común, estaremos dejando heridas abiertas y crispación de unos contra otros, haciendo imposible la necesaria reconciliación entre los argentinos.

Es menester resarcir a aquellos que sufrieron y que continúan sufriendo las consecuencias del accionar de la guerrilla.

Es imperioso crear un espacio que recoja la memoria de lo ocurrido, repare el dolor de quienes lo parecieron y haga justicia con el pasado.

Tendría que ser un instrumento que reúna todas las susceptibilidades sin dejar ninguna afuera, con la finalidad de reconocer heridas, no de volver a abrirlas a fuerza de hacer prevalecer cuestiones ideológicas. El espíritu debe ser otro: cerrar un capítulo trágico de nuestra historia para que todos recordemos lo que fue y no queramos repetirlo.

Se debería recuperar la memoria de las víctimas del accionar de los grupos guerrilleros en nuestra patria. La Argentina tiene un deber de memoria con aquellos que fueron secuestrados, asesinados, torturados y que sufrieron el resultado de la explosión de bombas colocadas por el ERP y Montoneros. La historia no debe construirse desde el olvido y el silenciamiento de los que lucharon y vencieron a los grupos terroristas; éstos, a pesar de los crímenes cometidos, y por las cuestionadas formas en las que fueron sometidos, ya tuvieron su momento de reconocimiento, reparación moral y económica. Se produjo con la llegada de la democracia; se exhumaron tumbas, se erigieron monumentos conmemorativos, se fijaron fechas para recordar, se pusieron nombres a calles… y se creó el “Parque de la memoria”. Es hora del turno de reparación para aquellos que sufrieron las consecuencias del accionar guerrillero y de los otros que, cumpliendo con el rol que el Estado organizado les reservó y les demandó, los combatieron. Sería una gran y loable tarea a realizar por el gobierno venidero y, a no dudarlo, la fuerza política que lo impulse y anuncie, cosechará adhesiones… ¡Y será justicia!

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