Por José M. García Rozado.-

Martín Caparrós, en The New York Times, nos dice que “es obvio que la Argentina se arruinó. Lo sabemos. Lo que no queremos saber es que fuimos nosotros”, y lo dice al recapitular en su cumpleaños número sesenta, o sea que en 1972/3 Caparrós tenía apenas 15 como máximo 16 años lo que hace que sea muy poco creíble que estando en la pubertad hubiese podido actuar y activar militantemente por lo que otra de sus afirmaciones pierden sustento real. “Algunos -nos dice Caparrós- quisimos cambiar aquel país, otros no. Entre todos, lo cambiamos para mal». Y aquí sobrevive la primer incógnita: a los 15/16 años como mucho, él actuaba en la vida secundaria y aunque adhiriera a la supuesta postura de la izquierda terrorista que nos asoló, no era un participante activo y militante… era apenas un párvulo que se guiaba por el pensamiento de los seguidores de implementar/transplantar en Argentina la Revolución Cubana.

Martín Caparrós comete una serie de faltas a la verdad histórica, aunque su artículo en el New York Times pueda ser valioso, porque entre otras cosas reconoce desde su posición política e intelectual que hubo muchos jóvenes y otros no tan jóvenes que con su accionar antinacional -ellos lo llaman “querer cambiar el país” obviando que aquellas dirigencias enroladas en el ERP, Montoneros, FAR y FAP lo que verdaderamente querían era “transpolar a la Argentina la Revolución Cubana”- generaron el caos y lo que es más grave y pernicioso aún es que con su accionar dieron la “justificación que las oligarquías nativas y los cipayos que servían al Imperio” gestaran el golpe sedicioso del 24 de marzo de 1976.

Caparrós falsea el principio de su propio “relato” porque él en aquellos años de confrontación entre los “nacionales” y los “antinacionales -de izquierda y de las oligarquías cipayas-“, tenía apenas entre 15 y 16 años, se volvió un joven combatiente o participante cuando ya la dictadura sediciosa y los oligarcas de adentro habían tomado el poder; o sea no menos de 4 a 5 años después del tiempo en que él, según sus propias palabras “en la palabra cumplir, que también me incomoda. No me parece que haya cumplido mucho”, nos relata tendenciosamente que no cree haber “cumplido mucho”… pero sin embargo y ante semejante falsedad igual nos quiere incorporar a todos nosotros porque nos dice: “lo que no queremos saber es que fuimos “nosotros”… los que lo cambiamos para mal”, cuando en realidad aquellos que hicieron todo lo posible para “cambiarlo para mal” fueron sus compañeros de ideología y militancia, y muy especialmente sus dirigencias, esas que hoy disfrutan de las mieles y los dineros mal habidos y manchados de sangre argentina, viviendo en el exterior u ocupando cargos públicos como diputados, ministros o embajadores.

Y no es verdad, Caparrós, que “toda nuestra generacón”, no justamente la suya, sino aquella otra que combatió el accionar terrorista -ya sea de las organizaciones marxistas como de las oligarquías cipayas de adentro- y los enfrentó desde aquel mismo mes de marzo de 1973 cuando ellos y sus lacayos tomaron por asalto el poder que el pueblo le había asignado al General Perón, mediante su “enviado/mandante” Héctor J. Cámpora junto al conservador popular Solano Lima. Mezclar en la misma bolsa a aquellos que intentaron imponerle al General un “cogabierno” impensable para el Líder y Conductor, con aquellos otros que “no es que no hubiéramos querido cambiar el país”, sino que por el contrario queríamos hacerlo pero no para convertir la Patria en una burda copia de la Revolución marxista Cubana; sino, por el contrario, para volver a que ésta tuviera el esplendor y la grandeza que tuviera en los 45 y 50 del pasado siglo XX.

El mundo convulsionado del que habla Caparrós era el de la Guerra Fría y el de la Tercera Posición y las naciones tercermundistas, enfrentadas a los imperialismos de turno e hijos putativos de la Gran Bretaña, los EE UU y la URSS; ese mundo era el que enfrentábamos aquellos que pertenecimos a esa “generación combatiente” que lo hacía no para parecernos a ninguna revolución centroamericana sino para reimponer en el Gobierno a quien fuera arteramente derrocado por la mal llamada Revolución Libertadora; que de Libertadora solo tenía el nombre pues ella fue quien destruyó todos los cambios y los desarrollos alcanzados por la Patria entre 1945 y 1955. Cuando aquel país en desarrollo fabricaba locomotoras y vagones ferroviarios, naves y navíos civiles de carga y militares, aviones a reacción -que nos equiparaba a EEUU, y la URSS- y despuntaba la implementación del desarrollo nuclear. Ese mismo país que fabricaba automotores y camionetas para el campo y tractores, así como maquinaria agrícola e industrial, y tantas otras cosas… todas destruidas religiosamente por aquellos fanáticos al servicio de la oligarquía que aún era vacuna.

Es muy cierto que aquella Argentina “estaba llena de infamias”, y que muchos de nosotros nacimos y nos criamos entre la “grandeza del desarrollo peronista” y la infamia de los cipayos de derecha y de izquierda, mientras seguíamos “esperanzados en que el General volviera”, y para eso luchamos, nos dejamos perseguir y encarcelar, porque “todo debía cambiar, todo estaba cambiando” pues la lucha y la “Resistencia peronista”llevaba a los gobiernos civiles y militares “contra las cuerdas”, y los obligaba a empezar a reconocer que “no se podía seguir proscribiendo al mayor movimiento de masas de América Latina y el mundo”, sin sufrir terribles consecuencias porque el Pueblo Argentino hacía “tronar el escarmiento”, pero no para convertirnos en la Cuba de Fidel y el Che, o en la China de Mao Tse Tung, sino en aquella Argentina del desarrollo y el ascenso social, de la inclusión y del pleno empleo y sin pobreza. Donde todos vivían, trabajaban, estudiaban y se cuidaban en salud porque el Estado los protegía.

Porque Caparrós, y en esto coincidimos pero no en las fechas que usted fija sino casi 20 años antes, cuando “cualquier muchacho más o menos decente sabía que aquel orden social era injusto y que había otros que debían reemplazarlo; la discusión -es verdad, Caparrós- no era si la sociedad debía cambiar; era cómo, por qué medios, hacia dónde. Se supone que, de formas varias, muchos lo intentamos. Perdimos -exclama equivocadamente Martín Caparrós-, pues la enorme mayoría del pueblo sabía por qué medios y hacia dónde… y eso se demostró en septiembre de aquel año de 1973 cuando la fórmula Perón-Perón sacó más del 64% de los votos y entonces sí, ya sin el lastre de lo que algunos llaman “la juventud maravillosa”, y con los mártires como Rucci, Valle, y tantos otros y conducidos por el Teniente General Juan Domingo Perón la Patria se encaminó hacia aquel destino de grandeza hurtado por cipayos y traidores de la derecha anglosajona y la izquierda marxista.

Y es verdad, los traidores “perdieron, brutalmente perdieron” porque el Pueblo Argentino eligió la Revolución en Paz que proclamaba Perón y el desarrollo maravilloso de una Nación que protegiera y cobijase a sus hijos y a sus ancianos, a sus madres y a todos aquellos hombre, mujeres, niños y ancianos de “buena voluntad” que estuvieren de acuerdo en que la Patria no era ni yankee, ni marxista y donde todo aquel que se esforzare podía acceder al “ascenso social” que implicaba derechos (porque donde existe una necesidad existe un derecho) y obligaciones porque cada hombre o mujer que viviere en nuestro suelo debía “por lo menos producir lo que consumía… el y sus hijos a cargo”. Pero dónde el empleo era   total y absoluto y la educación y la salud un derecho amparado por la Constitución Nacional de 1949 derogada ilegalmente por los traidores y fusiladores del golpe sedicioso del 55. Porque es cierto Caparrós en 1970 luego de tres Gobiernos sediciosos (no contamos el del General Levingston porque era un títere de Alejandro Lanusse) “uno de cada treinta argentinos estaba bajo la línea de pobreza…-cuando en 1955 era uno de cada 50 y la desocupación no alcanzaba al 2% real- y ahora luego de 34 años de seudo Democracias es uno de cada tres: diez veces más. Y aquella pobreza, solía suponerse (en realidad era no se suponía) era un estado transitorio hacia una situación mejor, un puesto que permitiera hacerse una casita, mandar los chicos a la escuela, ganar un poco más, ser mejor explotado, “progresar”.

Yo no te digo que te calles Caparrós, ni siquiera voy a ser tan obtuso de decir que es fácil opinar desde afuera, pero eso de que “somos muy mediocres. O, por lo menos, nuestras acciones públicas son tan mediocres, producen resultados tan mediocres”, guardalos para los de tu sector, aquellos que pretendieron cogobernar con Perón y convertir la Patria en una republiqueta a la sombra de la revolución castrista, porque de esos… de los tuyos salieron los presidentes del 83 a la fecha, ninguno provino de nuestro sector, porque eso sí es verdad: “Nosotros perdimos aunque inicialmente ganamos al lograr traer a la Patria a Perón”, y lo hicimos porque los de tu sector aunque perdieron la guerra militarmente, la ganaron ideológicamente y entonces es verdad la de ustedes “la nuestra (según Caparrós) fue la generación más fracasada de la historia del país. Que fuimos nosotros (ellos y sus acólitos putativos de derecha y de izquierda) -no harán diferencias, hablarán de todos nosotros- los que lo llevamos a este punto. Por supuesto la generación siguiente puede disputarnos la corona, pero creo que nos reconocerán la importancia de haber hecho camino”.

Pero te pido que no nos metas en la misma bolsa de estiércol, porque fueron ustedes (vos en quizás mucha menor medida -porque aprendiste la lección-) y no nosotros quienes “traicionaron a la Patria y al designio de grandeza, inclusión y desarrollo con ascenso social”; y se montaron a un Pueblo trabajador, esforzado y heroico como muy pocos. Es muy cierto los tuyos: Firmenich, Perdía, Alfonsín, Menem, Chacho Álvarez, Néstor y Cristina, Hebe y Estela… “lo reventaron. Negarlo es la manera más segura de seguir haciéndolo. Un país, pese a todo. Quizás valga la pena discutirlo, resignarse a pensarlo: reinventarlo”, para que vuelva a ser la potencia mundial y Latinoamericana que fuere en los 50 del siglo pasado, y que “tus camaradas ideológicos, así como la de los sediciosos traidores de uniforme -porque no fueron todos ni por asomo- destrozaron, vendieron, fundieron y se robaron hasta casi hacerlo desaparecer”.

¡Sí, Caparrósm “la culpa fue de vuestra generación ideológica antiperonista”!

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