Por Roberto Fernández Blanco.-

Mientras la sumisa muchedumbre de gente confusa, enceguecida y desbocada que compone el kirchnerismo, sale en manada ante la invocación de su líder y sus adláteres en su tentativa de soterrar las evidencias que la inculpan de manera irrefutable y contundente en la mega corrupción bajo enjuiciamiento, es importante recordar los pasos iniciales de los gestores del más destructivo latrocinio en perjuicio del pueblo de la Nación Argentina que ha llevado a esta nación al monstruoso actual grado de pobreza, subdesarrollo e involución, iniciado por el ciudadano Néstor Kirchner (y su esposa), el que -llegado a la presidencia de la Nación- rápidamente instaló una estructura mafiosa con un grupo de ciudadanos cómplices incorporados a su administración en calidad de ministros y secretarios.

Con el típico engañoso mecanismo de los populistas y disfrazando sus supuestos nobles actos como beneficiosos para el pueblo en tanto adoptaba una falsa posición de progresista, el novel presidente iba presentando como hechos épicos los actos de su perdularia administración empezando por el de la supuesta maravillosa desvinculación del FMI que le permitió quitarse de encima la auditoría internacional que le impedía llevar a cabo su plan de enriquecimiento familiar por coacción mafiosa y asociaciones corruptas, tal como está definitivamente saliendo a la luz.

A partir de aquí es fácil reconocer los manejos ejecutados, la obra pública direccionada a Lázaro Báez con todo su correlato ya puesto en evidencia con irrefutables pruebas en el juicio de Vialidad, los forzados retornos obligatorios en los subsidios entregados a empresas proveedoras de servicios (bajo sutil amenaza de perder el subsidio) en compensación por los establecidos precios populares cuyas consecuencias catastróficas están a la vista (deterioro de los servicios públicos y accidentes derivados como el caso del choque del tren Sarmiento), los retornos por nuevas adjudicaciones (recordar caso Skanska), los ilícitos préstamos cruzados con el régimen chavista a tasas insólitas con sus derivados en las valijas conocidas como de Antonini Wilson, el negociado arreglado con la española Repsol (YPF privatizada) forzando la incorporación accionaria de la familia Esquenazi, re-estatizada bajo la presidencia de Cristina Kirchner (con el escandaloso acuerdo con Repsol y con litigios internacionales aún pendientes con la familia Esquenazi), la pretensión de realizar similar negociado con la empresa española Marsans que al no lograrlo soterró simulando otra acción épica para los ingenuos simpatizantes de su gobierno (continuado en el de su esposa), la del glorificado recupero para el patrimonio argentino -como línea de bandera- de la empresa Aerolíneas Argentinas, que al día de hoy sobrevive sostenida con un millonario subsidio anual que obviamente se succiona del esfuerzo productivo del pueblo argentino multiplicando los niveles de pobreza e indigencia que esta política generó, una Aerolíneas Argentinas que desde entonces opera con una administración deficitaria nunca debidamente auditada.

El nivel de este latrocinio nacional es de una magnitud descomunal considerando que lo que va apareciendo con irrefutables evidencias es tan solo una parte menor de la riqueza corruptamente succionada y fugada del país, parte de ella convertida en inversiones de testaferros en -curiosamente- diferentes países del mundo capitalista en franca contradicción con las declamadas inclinaciones por países de origen y/o inclinaciones socialistas marxistas.

Súmese a todo esto el arrastre de lo similar realizado en la provincia de Santa Cruz y téngase en muy especial consideración lo mucho que se pudo haber beneficiado el país con el debido uso productivo de toda esta riqueza usurpada.

Tremenda hipocresía de quienes profesan una doctrina de concepción anti- capitalista pero tranquilizan sus psicopáticas naturalezas tratando de enriquecerse vorazmente a la par que luciendo y disfrutando con desenfado desmesurados lujos y riquezas del mundo occidental.

Pueda y sepa la manipulada turba llegar a comprender que está respaldando a la cúpula responsable del actual nivel de pobreza y de las consecuencias resultantes de la tremenda ralentización productiva que todos sufrimos y ellos en particular.

Tremendo esfuerzo demandará retomar el rumbo de la armonía y la recuperación de la capacidad productiva de esta pobre Argentina contaminada por estos grupos y sectas de psicópatas obsesivos y destructivos, sus actores y sus mercenarios apologistas, sin más razones que sus impulsivos actos nacidos en los desvaríos devenidos de sus impotencias, fracasos, frustraciones, resentimientos, rencores, envidias y odios contra una forma de vida social productiva a la que por sus innatas falencias estos parasitarios y carenciados morales no pueden integrarse optando por el camino de la violencia sectaria.

La institución judicial, en cumplimiento de su función, ha identificado, denunciado y empezado a procesar los primeros eslabones de la cadena de responsables y culpables del nivel de pobreza y deterioro que hoy sufre nuestro país.

No desperdiciemos esta enorme oportunidad que se nos da para depurar nuestra nación de toda corrupción, tanto presente como futura, con nuestro repudio, rechazo, denuncia, enjuiciamiento, sanción, efectiva condena, recuperación de lo sustraído, compensación y exigencia de absoluta transparencia administrativa, para que esto que hoy lamentamos nunca más vuelva a suceder.

Y sumemos una pequeña reflexión adicional.

Es necesario que hagamos un salto cuantitativo en nuestro bagaje de cultura cívica que nos viene de arrastre y nos induce una confusión paralizante.

El error conceptual que nos paraliza es el seguir confundiendo Gobierno con Estado, dos conceptos completamente diferentes.

El Estado es la organización política que integra la ciudadanía en condición soberana e independiente.

Esto es, el Estado somos nosotros los ciudadanos, los que producimos la riqueza, el pueblo integrado como Soberano Consorcio de Ciudadanos organizado bajo un Reglamento Constitucional (Constitución Nacional) en el que se ha acordado y establecido, como fundamentos rectores, la inalienable preservación de las libertades individuales, los fundamentos básicos del Estado de Derecho y los criterios esenciales para sustentar una convivencia social pacífica, cordial y armónica en la que cada uno de nosotros -en libre y respetuosa interacción- podamos desarrollar nuestras potencialidades creativas y productivas generando riqueza e intercambiando libremente los frutos de nuestras capacidades y nuestros logros, sean bienes, servicios, arte, ciencia, literatura, etc.

En dicho reglamento Constitucional ha quedado establecida una simple y eficiente -en tanto sepamos preservarla- organización operativa con el establecimiento de tres instituciones subsidiarias (esto es al exclusivo servicio de los ciudadanos), una Administrativa (Ejecutivo, que identificamos como Gobierno), una Legislativa y Justicia la tercera, tres instituciones independientes, conceptos cuyos alcances podemos comprender a la perfección.

En particular, en la institución a cargo de la administración de la nación (Ejecutivo), no designamos monarcas ni regentes, designamos empleados públicos mandatarios para que ejecuten las tareas encomendadas por el pueblo mandante, operando al pleno y exclusivo servicio del pueblo, sin privilegios específicos (esto es, sin ventajas exclusivas o especiales o exención de responsabilidades y obligaciones), con la absoluta obligación de cumplir con sus mandatos dentro de lo establecido en el Reglamento Constitucional y las leyes resultantes, comprometidos -bajo juramento- a observarlo y cumplirlo rigurosamente dentro del limitado alcance de las atribuciones que les han sido delegadas, atribuciones que no podrán ser rebasadas quedando sujetos a ineludible juicio y condena en caso de mal desempeño de sus responsabilidades y obligaciones.

Es precisamente este error conceptual el que nos mantiene asténicos, abatidos y sumergidos en este proceso de decadencia que nuestro país viene sufriendo desde el pasado siglo XX, una Argentina hundida en la involución al seguir confundiendo el concepto Estado con el concepto Gobierno, concepción que nos viene del inherente autoritarismo del socialismo que pregona un comando centralizado y concentrador de todos los poderes, error que permitió que llegáramos a la terrible situación de ser administrados por esta autoritaria asociación mafiosa con la pretensión de perpetuarse alternándose en el poder, manipulando a este pueblo aturdido, sin reflexión, sin reacción y sin rumbo.

Y en este sentido, con la clara visión del Estado como Consorcio de Ciudadanos, jamás permitiríamos que el administrador del consorcio ejecute la malversación de nuestros aportes (impuestos) ni permitiríamos el gasto desmesurado y antojadizo por parte de un mandatario apartándose del alcance de las atribuciones delegadas.

Jamás permitiríamos que se entrometiera en nuestras cuentas bancarias, en nuestros ahorros y/o en el manejo del fruto de nuestro trabajo productivo.

Tampoco permitiríamos que tome créditos endeudándonos según sus antojos y caprichos y menos aún que imponga una moneda bastardeada con emisiones suplementarias, todo esto para cubrir gastos descabellados y actos de corrupción resultantes de una perdularia administración.

Una vez comprendido este enfoque, sin duda alguna y decididamente, sin tropezar con absurdos ideologismos ni quebrantar nuestra armonía social embarcándonos en enfrentamientos internos sin sentido alguno, exigiremos el enjuiciamiento, condena y embargo de todos los funcionarios con administraciones viciadas de corrupción, desde quién preside el ejecutivo nacional (incluidos bajo su responsabilidad sus designados ministros y secretarios que ejecutan sus órdenes), siguiendo con los restantes múltiples focos de corrupción a nivel de provincias, intendencias, asociaciones administradoras vinculadas de diferente tipo, etc.

Abramos los ciudadanos nuestros ojos y nuestras mentes despojándolas de equívocas emociones que impiden ver los detalles del desmadre que generan los déspotas con envase de populistas.

Enseñemos a las nuevas generaciones a no caer en las dependencias, los encantamientos y las hipocresías de arrogados líderes portadores de falsas promesas que llevan a los pueblos a la destrucción de sus capacidades y de sus estructuras productivas sembrando una “tiránica, injusta y generalizada distribución de pobreza” de la que ellos, vilmente, se aseguran quedar excluidos.

Estimulemos a nuestros jóvenes a desarrollar sus potencialidades para preservar sus libertades e independencias.

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