Por Malú Kikuchi.-

Bien, el Presidente Barack Obama visitó Argentina. Desde la visita oficial de Bill Clinton en 1997, ningún presidente estadounidense vino al país. La visita de George W. Bush no cuenta, vino para la IV Cumbre de las Américas en Mar del Plata 2005, de muy triste memoria para los EEUU y un bochorno para Argentina. Desde entonces, la relación entre los dos países se congeló.

Congelamiento fogoneado por Cristina Fernández y sus políticas de acercamiento a Irán, su amistad entrañable con Venezuela, extensiva a todo país populista de la región o fuera de ella. Con el cambio de gobierno y un explícito giro en la política exterior argentina, en 100 días, después de las visitas del primer ministro italiano Renzi y del presidente francés Hollande, llegó Obama.

El presidente de los EEUU, a pesar del rechazo de la izquierda, de las organizaciones de DDHH y de gran mayoría de argentinos que hacen un tema de honor denostando al país del Norte, la visita de Obama fue un éxito para el gobierno y sus esperanzas cifradas en la llegada de capitales que el país necesita desesperadamente. ¿Sucederá? Es una buena pregunta, sin respuesta por ahora.

Los argentinos que detestan a los EEUU, dejando de lado la izquierda que perdió la partida con la desaparición de la URSS y las ONG de DDHH (tuertos), sumidas en su dolor y algunas en sus lucrativos negocios, los argentinos medios que odian, son los que toman Coca Cola, usan tecnologías y zapatillas de marca americanas, todo ello comprado en Miami con US$ esforzadamente atesorados. Incongruencia total.

Barack Obama dio todos los respaldos políticos posibles al gobierno de Macri. La simbología fue perfecta. El encanto y el carisma del presidente estadounidense, incuestionables. Su don para la oratoria, ídem. La concreción de capitales llegando a Argentina, capitales de esos que generan trabajo en blanco digno, está lejos todavía y sigue siendo un deseo a futuro.

En cuanto a las respuestas del presidente Obama sobre la actuación de los EEUU durante el golpe del 24 de marzo de 1976 y a lo largo del llamado Proceso, no fueron “light”, como consta en la acusación de la izquierda y las ONG de DDHH, fueron las respuestas que un presidente puede dar sobre lo hecho por su país, haya sido esto bueno, regular o malo. Dijo lo que podía decir.

Haciendo memoria: el gobierno de los EEUU en 1976 era republicano, el presidente era Richard Nixon y el secretario de estado (ministro de RREE en Argentina) era Henry Kissinger. Apoyaron el golpe, hay que recordar que se estaba en plena guerra fría y que la URSS era un peligro para el mundo libre. También hay que recordar el giro de los EEUU con el presidente demócrata James Carter y la colaboración de Patricia Derian, adalides de los DDHH y cómo lucharon por ellos.

Más memoria: los países que realmente apoyaron al Proceso a lo largo de los siete años que duró, casi ocho (24/3/1976-10/12/1983), fueron la URSS y Cuba, las naciones que habían catequizado, entrenado, subvencionado y armado a los terroristas argentinos. La URSS porque al pedir EEUU (Carter) que no se le vendieran granos, Argentina lo siguió haciendo.

En cuanto a Cuba, madre del terrorismo en el continente, respaldó al Proceso acusado de violar los DDHH en todos los foros internacionales, a raíz de lo cual Argentina no fue sancionada. ¿La razón? Muy simple. Durante el tercer gobierno de Perón, su ministro de economía, José Ber Gelbard, afiliado al comunismo, le prestó a Cuba US$ 600 millones, que el Proceso no reclamó.

Cuba nunca pagó. Hoy, sumados los intereses, la deuda debe andar alrededor de los US$ 2.300 millones.

El presidente Obama dijo lo que pudo, y fue bastante. Criticarlo por eso, es infantil y no tiene sentido. Que las cabezas de las ONG de los DDHH se hayan negado a asistir a la cena de gala en su honor, es incomprensible. Si ha habido un presidente de los EEUU que ha luchado por los DDHH, ése es Obama.

De tanto luchar por los DDHH, a veces pierde la perspectiva. Lo hizo en Buenos Aires. La situación era difícil, resbaladiza. Pero en su visita al parque de la memoria, donde sólo se recuerda a los desaparecidos (palabra horrorosa) por el llamado terrorismo de estado, no están recordados los muertos a manos del terrorismo sin agregados.

El terrorismo de estado es imperdonable, tiene todos los medios y el poder. El terrorismo sin agregados, también es imperdonable, y los muertos de ambos lados les duelen a sus familias de la misma manera. No hay un “dolorómetro”. El terrorismo es abominable, se llame como se llame y diga defender lo que fuere.

Se puede llamar IRA, ETA, Brigadas Rojas, Baaden Meinehof, Hezbollah, ISIS, Al Qaeda o lo que sea. Matan indiscriminadamente, tratando de hacer el mayor daño posible a la mayor cantidad de personas. El mundo civilizado cree que hay que detenerlos. A montoneros y al ERP, ¿no?

El Proceso actuó mal, los “desaparecidos” son una figura monstruosa. Regalar bebés como si fueran chupetines es un cumpleaños infantil, estremece de indignación. Pero los militares del Proceso no aterrizaron en Argentina enviados por la CIA o la KGB de entonces, encarnaron una pésima reacción a un mal previo insoportable.

Hubiera sido reconfortante para los familiares de los muertos por el terrorismo (sin agregados), una pequeña alusión a las víctimas no recordadas en mal llamado parque de la memoria. Es una memoria hemipléjica, una memoria tuerta, que Obama aceptó como algo natural. El muy humanista presidente de los EEUU en su visita a la Argentina, ignoró las otras víctimas.

¡Qué pena! ¡Qué injusto!

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