Por Cosme Beccar Varela.-

Quienes queremos una Patria en la que reine la Justicia, gobernada por personas de bien que estén dedicadas al servicio del bien común, inteligentes, honestas y laboriosas, respetuosas de los derechos individuales, que defiendan los principios la moral cristiana en la cual coincide la inmensa mayoría de los argentinos, es decir, personas que sean lo contrario de quienes hoy nos tiranizan como una «dirigencia» corrupta e inepta que monopoliza todos los cargos públicos, desde Macri para abajo, nosotros, digo, estamos desolados. No hay señal alguna de que ese modesto ideal se realice y, en cambio, vemos cómo un odio feroz e inextinguible se extiende sobre el país como una gangrena y no hay nada ni nadie que lo enfrente con coraje y decisión.

Es imposible leer los diarios, incluyendo a «La Nación» que pasa por ser moderada y «de centro», sin sentir indignación y congoja. Hoy aparece una noticia titulada: «El gobierno evalúa objetar la prisión domiciliaria de Etchecolatz» (23/8/2016, pag. 8). «Estamos revisando el caso Etchecolatz y analizando toda la situación para ver qué se puede hacer», dijo a «La Nación» el secretario de derechos humanos, Claudio Avruj». Es decir, quiere impedir que se cumpla la prisión domiciliaria que le otorgó el viernes pasado el Tribunal Oral Federal Nro. 1 de La Plata pero que, sin embargo, no se ha cumplido porque un juez de 1ra. Instancia, Ernesto Kreplak «lo investiga en otra causa». No dice la noticia que el Juez Kreplak necesite retener en la cárcel al Comisario General para realizar esas investigaciones que se refieren a hechos ocurridos hace más de 40 años o sea que no corresponde que se dicte la prisión preventiva.

Es obvio que la decisión de Kreplak no tiene otro objetivo que mortificar al Comisario General Etchecolataz, de 87 apos de edad, en violación directa de la ley. En efecto, la ley 24.660, reformada por la ley 26.472 dice en su art. 32: «Prisión domiciliaria. El Juez de ejecución, o juez competente, podrá disponer el cumplimiento de la pena impuesta en detención domiciliaria:

  1. d) Al interno mayor de setenta (70) años…»

Según la doctrina de penalistas nada sospechosos de ser amigos de los secuestrados políticos, como el ex-Juez Zafffaroni, cuando la ley dice que el juez «podrá disponer la prisión domiciliaria», se debe entender que DEBE otorgarla, salvo que exista una poderosa razón para no hacerlo, la cual deberá expresar.

Por otra parte, la misma ley en su artículo 9º dispone: — «La ejecución de la pena estará exenta de tratos crueles, inhumanos o degradantes. Quien ordene, realice o tolere tales excesos se hará pasible de las sanciones previstas en el Código Penal, sin perjuicio de otras que le pudieren corresponder.»

El «juez » Kreplak debería ser investigado acerca de su aparente violación de este artículo noveno de la ley 24.660 ya que el estado psíquico físico del Comisario General Etechecolatz es grave y está empeorando día a día. Pero no he sabido que ni Macri, ni su ministro de justicia ni el Consejo de la Magistratura hayan movido un dedo para acusarlo. Entretanto, su sádica decisión de mantener tras las rejas al Comisario General Etchecolatz prevalece.

Según la noticia ya citada, la decisión del Tribunal Oral Federal N° 1 «encendió las luces de alarma de organismos de derechos humanos, que ayer volvieron a movilizarse frente a los tribunales de La Plata» para impedir que esa resolución se cumpla. El Juez Kreplak, obviamente participa del odio de esos activistas y abusó de su poder para hacer imposible el cumplimiento de la ley 24.660.

La diputada Myriam Bregman, del «frente de izquierda» rechazó también el otorgamiento de la prisión domiciliaria aludido porque es un intento de «volver a la teoría de los dos demonios y que eso inevitablemente va a conducir a la impunidad» (loc. cit.). Para esta arpía «impunidad» quiere decir cumplir con la ley 24.660 y «castigo» (el que ella quiere) significa dejar que todos los secuestrados políticos mueran en la cárcel en la que están ilícitamente encerrados por jueces prevaricadores.

Menciono estos dos hechos que cita «La Nación» porque son la prueba notoria de que en todo este asunto hay un trasfondo de odio brutal, salvaje, rabioso, contra quienes reprimieron el terrorismo en los años 70 y su negativa a aceptar de que ese terrorismo implica su convalidación.

Esa parcialidad es la otra cara del odio a las FFAA y a las de Seguridad de aquellos tiempos y no hay ningún signo de que acepten ni remotamente la «concordia» que piden mis amigos los Abogados de la Justicia y la Concordia. La izquierda quiere que las resoluciones nulas de nulidad absoluta que mantiene en la cárcel a los que reprimieron el terrorismo se conviertan de facto en sendas condenas a muerte, a sabiendas de que habiendo sido abolida en el país, sólo mediante presiones, insultos, amenazas y difamaciones por la prensa, pueden conseguirla dejándolos morir lentamente. Y a eso se dedican con una vigilancia, una tenacidad y un activismo interminables movidos por su odio insaciable.

Mientras tanto, ¿qué hacen quienes deberían oponerse a ese odio con un rechazo al menos igual en intensidad y muy superior en legalidad, razón y caridad cristiana? Nada. Es evidente que a los militares y policías retirados (60.000 los primeros y los segundos no lo sé, pero deben ser varios miles) y que a las personas de bien ese odio desenfrenado de los marxistas (que ya mató a 370 de los encarcelados y se empeña en conseguir la muerte de los casi 2.000 restantes) les repugna.

Es más evidente aún que las FFAA activas, compuestas por oficiales que juraron defender la Constitución tienen todavía suficiente influencia como para exigir a Macri que se desprenda del jacobino Avruj e inicie el juicio político de los jueces que vienen del kirchnerismo, culpables de prevaricato, pues constituyen un peligro gravísimo para todos los argentinos de bien ya que poseen el terrible poder de mandar a la cárcel a quien quieran, sin que las víctimas tengan posibilidad alguna de defensa ante los jueces prevaricadores de primera y segunda instancia y de la propia Corte Suprema.

Es decir, el odio activo de una ínfima minoría (pues eso es apena la izquierda solidaria con el terrorismo), sin haber mostrado por ahora armas de fuego ni arrojado bombas, como solía hacerlo en los años 70, aterroriza a hombres muchos más numerosos y con suficientes medios para actuar en defensa de los condenados a muerte. Esto es especialmente repudiable en lo que respecta al Presidente de la Nación, Sr. Macri, y a los Jefes de las FFAA.

Para no mencionar el silencio cómplice de los Pastores de la Iglesia Católica, aterrador por la impasibilidad con que desafían el mandato divino de cuidar a los desvalidos. ¡Quién más desvalido que esos secuestrados políticos, como Etchecolatz, de 87 años, muriendo tras las rejas! ¡Y dicen que estamos en el «año de la misericordia»! ¿No tienen temor de Dios esos prelados? ¿No se acuerdan del mandato de Nuestro Señor Jesucristo de apacentar a sus ovejas!

Con total impavidez leyeron en la misa del 17 de Agosto el capítulo 34 de la profecía de Exequiel que reprende a los Pastores: «¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿Acaso no son los rebaños los que deben ser apacentados por los pastores?… Mis rebaños han sido entregados al robo y mis ovejas a ser devoradas de todas las fieras del campo por falta de pastor… Yo mismo pediré cuenta de mi grey a los pastores y acabaré con ellos…» (Cap. 34. vers. 2,8,10)

Ruego a la Virgen de Luján, Patrona de la Argentina, que interceda para que esta situación cambie antes de que sea tarde.

Share