Por Jacinto Chiclana.-

Se acabó lo que se daba.

Ce finí…!

Fue.

Terminó,  por fin.

Ya lo sé,  no me lo diga otra vez.

Sé que no va a ser fácil.

Ya sé que no se van a quedar tejiendo calceta, mansamente,  rememorando y añorando tiempos idos, llenos de melancolía y nostalgias,  entregados y resignados a vivir de los recuerdos de cuando hacían de sus trastes y de los nuestros, una bubuzela.

Ya sé que les van a poner la mayor cantidad de palos en la rueda y que van a buscar el pelo púbico retorcido, flotando en la inmaculada blancura de la leche.

También sé que en muy pocos días le van a exigir al nuevo equipo todo lo que nadie le pidió a la sacerdotisa etrusca en estos últimos ocho años de aquelarre.

Tengo alegría, claro.

Pero no estoy ni tan lelo ni tan reblandecido como para no entender que esa misma sacerdotisa no se va a rendir mansamente, para dedicarse a su papel de abuela o a administrar sus inexplicables e incongruentes propiedades.

Permanecerá invernando en pleno verano, unos cuantos días mientras contempla amargada cómo van cayendo los bloques del Glaciar, pero su naturaleza le pedirá salir a morder cuanto antes.

Quizás no por hambre, pero por esa necesidad fisiológica de expulsar parte de la ponzoña,  deberá morder a alguien… y ya nos imaginamos a quién.

Aun menos que ella se resignarán los perros de la jauría rabiosa y cebada, que no se contentarán con aullarle a la luna llena, mientras mascan su frustración por no poder continuar manejando el Estado como si fuera propio.

Ellos, aún más necesitados, porque es muy probable que estos años no les alcanzarán para juntar todas la bellotas que estiman van a necesitar para vivir como reyes en sus feudos o para no laburar nunca más; ni ellos ni sus descendientes de las próximas cuatro generaciones.

Déles un tiempito nomás. Espere que terminen de procesar la bronca que hoy los colma y los obnubila y entonces los verá regresar, a todos y todas, criticando todo, desvalorizándolo todo, subestimando lo bueno, remarcando los errores, exigiendo perfecciones que ellos estuvieron muy lejos de alcanzar si hubiesen tenido alguna vez la intención de alcanzarlas.

Porque no se van a volver buenos de golpe, por puro sortilegio del llamado amplio y generoso que hoy reemplaza a aquel discurso agrio, de barricada, creador de grietas profundas y enfrentamientos sociales inventados para dividir y adocenar.

No los inundará de golpe la bondad y la templanza, porque fueron, son y serán malandras.

De escritorio tal vez, pero malandras al fin.

Porque ésos, los que no están dentro de los que votaron por el cambio, ni tampoco dentro de los que votaron sanamente y por convicción por la continuidad del modelo pero con otro chofer, son pocos, pero son los más ponzoñosos.

Son los que pretendieron instalar el operativo clamor para intentar la reforma de la Constitución Nacional y habilitar la re-re-re indefinida que nos condenaría de por vida a la chatura y la dominación, por parte de un régimen disfrazado de peronismo, con discurso y malas artes de populismo paupérrimo, con habilidades de hábiles punguistas y  escruchantes y almas de verdaderos burgueses, que eligieron la profesión de políticos para lograr los crecimientos personales que no alcanzaban como ilusionistas de cuarta.

Ayúdeme a calcularlos.

¿Cuántos serán?

¿Tres mil con toda la furia?

¿Quiere exagerar? Póngale entonces cinco mil.

Pero, ¿hace falta que yo le diga que esos pocos son más peligrosos que si nos invadieran siete divisiones de Gurkas alucinados y sedientos de sangre?

Son los que durante estos doce años merodearon o se acomodaron al abrigo del Alí Babá de turno. Son los que ponían Cara Número 8 (funcionario preocupado) y mientras cortaban la cinta celeste de la inauguración, se les veía la mano izquierda en posición de recibir la jugosa tajada.

Tajada que, como corresponde en la mafia de cualquier nivel, se repartía con el propio Alí, que los dejaba hacer, porque en definitiva hay que cumplir el dogma: “robá, sí… pero hacé como que hace… y no se olvida ningún vuelto…”

Son los que, escarbe usted en donde escarbe, encontrará los rastros de retornos, sobreprecios, licitaciones truchas, concursos amañados, tráfico de información económica sensible, vaciamientos, desguaces vergonzosos, apretadas a industriales para quedarse con sus empresas a precio vil, acogotamientos continuados, dificultando exportaciones, para luego comprar las empresas codiciadas, créditos blandos al “vamo y vamo”,  supuestos planes de viviendas baratas que terminan saliendo más caras que un chalet en Nordelta, y muchos etcéteras.

Toda una parafernalia de artes con tufos penetrantes a corrupción, que es el verdadero motivo por el cual se arriman al que saben generoso,  porque vive y deja vivir, mientras uno tenga la precaución y la inteligencia de repartir la tarasca.

Ésos son los peligrosos y los que saldrán a morder los garrones de este nuevo equipo, impulsando, como quien no quiere la cosa, a los impresentables que hacen el trabajo sucio, viejas deslenguadas que tienen invertidas las funciones del ano con las de la boca,  zurdos de folletín que organizarán piquetes y molestias y toda suerte de personajes infaltables en este circo alimentado por estos largos años de sainete vacareziano.

Son los que saldrán primero a romperle las piernas al rival, con la mayor mala intención de sacarlo de la cancha,  para siempre en lo posible.

Podría nombrarle a unos cuantos, pero usted ya los conoce bien.

Ex asesinos devenidos en presuntos demócratas, patoteros de arrabal caídos a menos, frustradas señoras con escasez de roce y con la histeria a flor de piel,  concubinas de alternancias varias,  alquiladores al mejor postor de sus voces engoladas, propios e importados… en fin, la conocida y despreciable fauna que habita en los pantanos de la sociedad, vestidos de progres sí… pero que invierten en oro y diamantes.

Ya sé que también están los otros.

Sí, ésos que tienen un forúnculo doloroso y rebosante de pus a cada lado de la raya que divide los cachetes del culo, con sus caras de vinagretas, como las de estos llamados “industriales” que se bancaron doce años de aguantarse todo, mientras pronunciaban sandeces y críticas suaves, pero que hoy salen a decir que “…al discurso de Macri, le faltó sustancia…”, cuando hasta no hace mucho se aguantaban con cara de viejos pedorros las largas peroratas de la pitonisa etrusca, para ver qué migajas podrían recoger.

O ése al que a gatas lo votaron los parientes más cercanos, excepto los cuñados, pero rechaza la convocatoria “por cuestiones de ideología”.

O el periodista importado que nos “prestaron” los hermanos del otro lado del charco, que vio a la figura de Magnetto en el palco de la Rosada…!

¡Mire que es variada la fauna, eh…!

¡Mire que es generoso este país, eh…!

Y estamos nosotros, los esperanzados, los de los zapatos lustrados acusados de golpistas, los de las cacerolas rebeldes que se fueron apagando de pura resignación, los que recontra recogimos el venenoso consejo de la pitonisa de formar un partido si no estábamos conformes. Y alguien recogió el guante y lo formó y nosotros pusimos nuestro futuro esperanzado en aquel que nos decía lo que queríamos escuchar.

Y ahora nos llega la brisa. La que esperamos barra de una buena vez toda la podredumbre que nos invadía y nos haga renacer con esa bocanada de aire fresco vitalizante.

Pero estemos atentos, compañero (con perdón por la palabra).

Atentos a los perros de la jauría que pronto saldrán a morder sin piedad ni mesura.

Puede ser, sí. Quizás estén ocupados explicando cómo consiguieron lo que tienen.

Parece mucho pedir, ¿no?

Pero ¿quién te dice que por ahí no suena… “un tiro pal lao de la justicia”?

 

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