Por Jacinto Chiclana.-

Días pasados, en un nuevo ejercicio de catarsis gratuita, con engañosas pretensiones de pócima eficaz para la sanación espiritual y emocional, ¿y por qué no?, también física, expuse mis dolorosas lucubraciones, desatadas en tropel por las últimas maldades de las huestes del “vamos por todo”, que muy a su pesar, dejan el escenario principal y pasarán a ser sólo utileros de relleno, inquilinos desalojados por vencimiento del contrato, condenados al olvido a partir del próximo jueves.

Lo hice como siempre, sin medir consecuencias, furioso, quizás de manera pasional y atropellada, porque desde hace doce años que me taladran la cabeza diciéndome por todos los medios posibles, que este ha sido el período más democrático, fundacional y ejemplarizador de la historia argentina. Porque, si bien era de esperar reacciones extemporáneas y ataques llenos de histeria destructiva, los acontecimientos de los últimos días han colmado todas las expectativas y los límites, aun los mas exagerados.

Pero es tanto lo que está en juego en este maravilloso cambio, que “los pequeños detalles” de forma, se me pasaron por alto, con un entusiasmo adolescente excitante y rejuvenecedor.

Un evidente erudito en el arte de escribir, que el día que leyó mi escrito estaba aburrido y desganado, dando rienda al maestro ciruela que todos llevamos dentro, salió presuroso a desmenuzar casi molécula por molécula mi comentario y a darme algunas nociones sobre como se debe escribir cuando uno piensa lo que piensa y se lo quiere expresar a otros.

Allí fue donde me dijo que lo mío pecaba de auto-referencial, equivocadamente personal, egoístamente plasmado en primera persona y por lo tanto poco menos que inservible para el resto de los lectores, que recorriendo este medio tan abierto, es cierto que deben soportar los escritos afiebrados de gente que cree que esto de escribir es para cualquiera.

Es decir, sus reflexiones que denotaban algún doctorado en literatura, quisieron bajar mi inexistente auto estima de “escritor”, de un cachetazo y sin escalas.

Sin embargo, colmado de aquel entusiasmo juvenil del que hablara al principio, hasta me resultó risueño que me catalogara como “un personaje de ficción” por llamarme “Jacinto Chiclana”, sobre todo después de firmar su análisis literario como “Fred Mercury”. (¿O será que me han surgido idoneidades como médium y fue el mismísimo vocalista de Queen el que desde el más allá se comunicaba conmigo?)

Debo decir que me calaron tan profundo sus consejos sobre como debo expresar mis sentimientos cuando lo hago por escrito, que preocupado y asumiendo mi brutalidad natural, intenté comunicarme con la señora del pañuelo, nuestra supuesta “madre putativa”, para que me hiciera un lugar en alguno de sus famosos y cotizados talleres literarios en los que el idioma castellano alcanza el clímax absoluto.

Hasta ahora no me han contestado, pero no pierdo las esperanzas de poder abrevar de esa fuente inagotable de enseñanza magistral del castizo, que haría morir de envidia hasta el mismísimo Don Miguel, mas popularmente conocido como el Manco de Lepanto, (no confundir con el Manco de la Lancha, porque el primero además de escribir una de las obras mas bellas de la historia de la literatura, era recaudador de la corona y el segundo, solo se arrodillaba y obedecía a la corona… y así le fue).

Pero mientras espero contestación sobre mi eventual ingreso a tan dignísima academia del idioma, de las bellas letras y musicales prosas, además de pedirle a un amigo que dice que lo conoce a Arturo Pérez Reverte, para que me recomiende ante la señora del pañuelo, no puedo evitar esta compulsión enfermiza de decir nuevamente lo que siento.

(Paciencia, Don Fred, ya puliré mi estilo. Mientras tanto sigo así, en bruto nomás).

Por eso, desoyendo el consejo bienintencionado del colega, he vuelto a reincidir y un poco por capricho y otro poco por prescripción de mi ex analista, (pobre, cuando le dije hace cuatro años que ya no podía seguir pagándole los trescientos mangos de cada sesión, se me puso triste) que me insistió en que debo expresar todo lo que me atribula, (vomitarlo, expulsarlo fuera de mi porque fermenta y corroe el cuerpo y el espíritu, cuaja como leche agria, produce úlceras sangrantes, bolos fecales, divertículos, pólipos de dudosa evolución, estreñimiento incapacitante y otras temidas calamidades, y por ahí también un falso síndrome de hidrocele crónica), quiero simplemente decir que me tiene recontra repodrido la arquitecta egipcia, inaugurando boludeces, hablando, hablando y hablando, agitando la sin hueso hasta el último día.

Ahora, como si fuera poco la sarta de mentiras que nos venimos tragando desde hace una docena de años, nos dicen que el presidente electo; ese que parece más bueno que el té de manzanilla, ese mismo al que mirábamos expectantes para ver cuando y cual sería su reacción ante el manoseo prepotente en los asuntos de los atributos del mando, él que calló prudentemente cuando querían mojarle la oreja, armándole la agenda del día 10 y enfrentarlo a la barbarie militante de las bandas del tío… ¡la llamó para gritarle y tratarla irrespetuosamente! Excusa más que pueril para que se cumpla lo que cualquier persona con dos dedos de frente ya sabía: que la arquitecta egipcia no se tragaría el enorme sapo cururú de entregarle ni la banda ni el bastón.

Esa burda mentira, contrasta con las amenazas al orfebre para que les entregue su obra, ni tampoco con el intento de secuestrar la banda presidencial por parte de un falso enviado del jefe de protocolo.

¿Se da cuenta que ya ni siquiera disimulan?

Cuan grande sería mi alegría (perdón Fred), nuestra alegría, si el supuesto gritón insolente, sabiendo con los bueyes con los que ara, hubiese tenido la precaución de grabar su conversación con la señora y así desenmascararla de una vez por todas, aunque a esta altura de la cosa, ya ni falta hace.

Esto estaba más cantado que la Cumparsita, ya que hablamos de antigüedades.

Se venía preparando desde aquel fatídico domingo 22 en el que se plasmó en los hechos el hartazgo de una sociedad repodrida y harta de ser dividida, adocenada y subestimada por los que proclamaron conceptos democráticos a granel mientras practicaron todos los “ismos” posibles, sobre todo el bandolerismo económico.

Ya bastante tenemos que bancarnos los serios destrozos que están dejando estos inquilinos que se creyeron dueños a perpetuidad, como para creer esta nueva mentira que pretende confundir los modales de un escrupuloso Macri, con los desplantes patoteros de Moreno o las bolufrases arrabaleras del piloso piloto de pruebas de los fetuchini a la putanesca.

Lo cierto es que pasado mañana, el oficial de justicia, el Presidente de la Corte Suprema, (me gustaría más Fayt como símbolo y reconocimiento de fortaleza y templanza) materializará el desalojo compulsivo de estos locatarios con vocación de ocupas.

Y es cierto que tendremos que empeñarnos a arreglar todo lo que rompieron, pero este “departamento” que nos dejaron semidestruido, además de su valor monetario, es el legado de nuestros padres fundadores y por eso merece que pongamos todo nuestro empeño, frunciendo los cachetes hasta sentir dolor y nos pongamos todos de acuerdo para volver a ponerlo en valor.

Y cuando tenga noticias sobre mi ingreso a la academia del buen romance de doña putativa les aviso, para que luego de algún tiempito comparen el estilo de mi prosa.

¡Feliz jueves para todos!

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