Por José Luis Milia.-

Nada es gratis en este mundo salvo los sueños, pero aun estos, cuando no se cumplen o son traicionados, se terminan pagando con un desconsuelo tan abrumador que su peso tiene el exacto peso de los treinta denarios con que se vendió al Señor.

Nada hace diferente a este 25 de mayo de los anteriores, salvo que se siguen sumando hombres dignos al cielo de los héroes, hombres a los que ni siquiera se les ha dado la posibilidad de una muerte decorosa y se los mata entre gasas y antibióticos cuando ya nada se puede hacer o, mejor dicho, cuando se hizo todo lo posible para llegar a esto.

Esta es también una forma de hacer la guerra. La más infame, la peor, esa para la que los derechos humanos no corren porque utiliza la humillación como arma. No en vano los musulmanes mataban al caballero cristiano vencido a soga y no a espada pues era ésta una manera de duplicar el dolor de la derrota. Hoy, quienes manejan esa yihad atea- los derrotados por las armas en los setenta- utilizan la misma arma, la humillación y han aprendido a utilizar los intersticios de la justicia, la cobardía de los políticos, y el “no te metas” de los argentinos para culminar la faena.

No, no me digan “¡Feliz día de la Patria!”, será feliz para aquellos que el valor de patria es tasable en el área corrupta de un mercado como otrora lo fue para aquellos que “distribuyendo riqueza” llenaron de pobres la Argentina, no lo es para mi ni para muchos a los que la Patria nos duele.

Esto que nos sucede puede ser malo o bueno. De nosotros depende. No somos los únicos a los que esto nos ha pasado en la historia reciente del mundo. Cuando me siento abatido por lo que nos sucede pongo mis ojos en una fecha, 17 de septiembre de 1939 y en un lugar: Polonia. Ese día, la maldad del mundo encarnada en el nazismo y el comunismo soviético arrasó un país que había creado su identidad a partir de la Fe en Nuestro Señor y la creencia profunda de que no habían nacido para esclavos; sin embargo con sus soldados masacrados por la máquina militar nazi, sus oficiales, sacerdotes, profesores e intelectuales ejecutados en Katyn y Siberia por los comisarios políticos de Stalin bien se podría haber supuesto que desaparecería para siempre como nación. No fue así, la esperanza y la fe en sus valores les permitió superar los seis años de dominación nazi y los siguientes cuarenta y cuatro años de tiranía soviética.

No es importante que hoy el 25 de mayo no sea un día feliz ni tampoco el próximo 9 de julio; algún día lo serán, pero para que lo sean, debemos ser conscientes que no depende de otros que de nosotros, depende de que sepamos, al igual que los polacos que:

“Nos unen las raíces del pasado
La hermandad de los pueblos y el calvario
De aquella Libertad que conquistamos….
La Fe en Nuestro Señor, crucificado,
Por las hordas herejes de los bárbaros…” (*)
Y esa será nuestra fuerza.

¡VIVA LA PATRIA!

* “Carta a un soldado argentino”. Poema de Enrique Vidal Molina. Abril de 1982.

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