Por Elena Valero Narváez.-

Hoy el presidente Macri tiene otro frente abierto y por su poder, peligroso, para mantener la estabilidad política e institucional. El clan Moyano está en carne viva porque la Justicia le ha puesto el ojo y la relación con el Gobierno está en su peor momento. También la situación del gobierno no es la mejor para dar una batalla de la cual también saldrá herido. El sindicato de camioneros, como antaño fue la Unión Ferroviaria pueden para al país de la noche a la mañana.

En la Argentina desde el gobierno de Perón, los políticos en general, promovieron el corporativismo sin pensar que los aniquilaba. Este supone reemplazar a los partidos políticos como instrumento para articular las demandas de la sociedad global. Por eso menoscaba al sistema de partidos que en una sociedad democrática es el supremo intérprete y plasmador de las demandas sociales.

El corporativismo exige la dictadura como forma de conciliación forzada en el enfrentamiento de los intereses de los grupos. Es lo contrario del sistema de partidos, el cual incluye todas las demandas, no solo las económicas moderando, además, los conflictos y al propio Estado. Implica un mercado del voto, paralelo a un mercado económico.

En Argentina aún no hay mediación típica de lo político, de modo que la presión sectorial se ejerce directamente sobre el poder y logra más éxito allí donde responda a grupos muy bien organizados como los sindicatos o los empresarios.

El estatismo crea otro problema como concepción identificada con “lo nacional”. Fue adquiriendo vigencia combatiendo la actividad privada, un foco de poder de incertidumbre en la vida social .Fue así que otros poderes como el de los sindicatos intentan eliminar su espontaneidad esencial manifestada en la vigencia de un mercado para acrecentar su propio interés en el poder y sobre todo en el Estado.

Además en una sociedad donde el Estado posee grandes empresas y distorsiona con su política al mercado, el sector privado se halla totalmente dependiente del gobierno y es estructuralmente débil. Así es como el sector empresarial se ve obligado a una conducta corporativista.

Al virus del estatismo le cuesta en nuestro país encontrar el antídoto que es la libertad de elegir sin combatir ciertos controles y actividades del Estado. Estos controles deben ser lo más generales posibles, de modo que abarque a todos y no solamente a ciertos sectores como aún sucede. De esta manera se crean entidades privilegiadas por el poder político y no por su actividad social en el mercado.

La política de Perón repitió notas esenciales del fascismo. La quiebra de los lazos Estado-Sindicatos, médula de la política peronista, creó un espacio de autonomía creciente, tanto para la dirigencia como para la masa. Hoy, perdido el liderazgo de Perón, los sindicatos disputan a los partidos el liderazgo. Han arrebatado varias de sus funciones. Esto es difícil de cambiar.

Es importante recordar que por el decreto Nº 23.852 de octubre de 1945 que forma parte de una ley de 1947 que convalidó los decretos sobre temas laborales del gobierno de facto, se institucionalizó el sindicalismo argentino definitivamente, estableciendo el sindicato único, cuyo antecedente es la ley Rocco de 1926, sancionada en Italia. Los reales efectos de esta ley es que dio un sesgo corporativista al gremialismo nacional. En el punto seis, avalando lo anteriormente dicho, se prevé la acción del sindicato como organización política.

Preocupa la debilidad actual del gobierno de Macri para encarar una reforma laboral que incluya la democratización del sindicalismo. El camino indispensable para que ello ocurra es mantener el rumbo que nos lleve a una democracia perdurable y cada vez mejor, donde se cree y afiance el sistema de partidos. Creo que este Gobierno, más allá de sus errores en materia económica, va por ese camino, aunque, sin duda, le será difícil.

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