Por Alberto Buela.-

Comparto con mi amigo Pacual Albanese que el peronismo ofrece hoy cuatro posiciones: la del PJ integrado por kirchneristas vergonzantes (Scioli, Espinoza, Gioja); el remanente del kirchnerismo (la Cámpora, los ex ministros y secretarios de Estado); el peronismo renovador (Massa, de la Sota, Urtubey) y el sindicalismo (Azopardo, Azul y Blanca, Oficialista).

Si analizamos un poco más en detalle el contenido de estos cuatro grupos vemos que el PJ es una cáscara vacía de todo contenido doctrinario. Allí, lo que hemos denominado “la monserga peroniana” funciona a la perfección. Frases hechas y consignas altisonantes es el contenido de un discurso que no mueve una sola voluntad de transformación. Con un presidente del PJ que como gobernador logró el milagro de transformar al pueblo de Jachal en el más cancerígeno de la Argentina por la contaminación de las aguas de su río. Con un vicepresidente que como gobernador de Buenos Aires dejó una provincia riquísima en bancarrota y con un secretario del PJ cuyo municipio es el refugio actual del remanente kirchnerismo. Con semejante dirigencia no se puede esperar nada bueno, ni para el peronismo ni para el pueblo argentino.

El segundo grupo, el del kirchnerismo, seguirá teniendo una existencia larvada hasta tanto y en cuanto haya dinero para la militancia pagada. Su contenido ideológico, un progresismo internacionalista lleno de lugares comunes (aborto, indigenismo, derechos humanos selectivos, discurso antiimperialista, matrimonio gay, ecologismo tipo Green Pace, ongenismo, contra la caza, consumo de marihuana, cristianismo a la carta, e tutti quanti) poco y nada tiene que ver con la doctrina peronista.

El tercer grupo el de los renovadores, que grosso modo podemos definir como un libero socialismo, tiene no tanto en su dirigentes principales, pero si en sus cuadros medios, algunos hombres de marcada y genuina formación peronista. El asunto es si estos dirigentes pueden teñir al conjunto del grupo. O si pueden incidir hacia arriba y lograr que algunas decisiones se tomen en orden a llevar a la práctica política algunas de las ideas que sostiene la doctrina peronista.

Por último nos encontramos con el cuarto grupo, el del sindicalismo peronista donde no existe ninguna preocupación ideológica sino solo pragmática: la reivindicación salarial ¡que no es poco! Y si existe alguna preocupación ideológica la intentan solucionar vinculando al peronismo a la doctrina social de la Iglesia y al Papa Francisco. Con lo cual comenten dos errores: primero que el peronismo como doctrina política tiene identidad propia y no se funda en la doctrina social de la Iglesia y segundo, que al Papa no se lo puede reducir al peronismo.

De todas maneras, y más allá de las veleidades intelectuales de algunos de sus dirigentes, el sindicalismo peronista posee una treintena de muy buenos y capacitados dirigentes, que conectados entre sí, más allá de las centrales a que pertenezcan, pueden llegar a marcar los lineamientos de un futuro peronismo, mucho más genuino del vivido en estos últimos treinta años de restauración democrática.

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