Por Paul Battistón.-

La mirada baja y la salida en dirección desierta lo dibujan como el actor de un abandono de poder. El que se fue no era Alberto, eran dos años de ausencia.

¿A quién le puede preocupar la economía si en apariencia se está definiendo en el peronismo nada más ni nada menos que quien portara el sufijo?

La asunción del barredor de ñoquis Massa es la revelación definitiva de que la tragedia argentina es la constante interna del peronismo.

500 testigos para consentir un traspaso de mando de un presidente onírico a un ministro de alto octanaje.

No es sólo un intento desesperado por remontar el declive de cuanta gráfica se haya venido a pique, es el reemplazo del no nacido albertismo por la oportunidad dejada como descuido frente a las narices de Sergio Massa y en el oportuno momento después de un mes de fracaso.

Con el peso de respaldo y la sobreviviente inercia del Frente Renovador Massa dispone de la cualidad para soportar el embate de variables adversas ¿conocimientos de economía? No… el pecho para llevarlas puestas.

Massa en su discurso nos ofrece peronismo pero más ordenado, detallado punto por punto, ideal para seguir tal cual, con ajustes que no ajusten el costo político. Eso sí… con la firmeza de un “si juro” capaz de amedrentar al saliente. Saliente de la gracia de la jefa.

Gracia nuevamente y maquiavélicamente prestada por la conductora ante su desgracia de tener que afrontar las pretensiones de la justicia ilegítima de desoír la absolución de la historia por ella misma dictada.

El poder amontonado en un ministerio y sus satélites pero las cajas siguen filtradas por los jóvenes camporistas, los mismos que defenestraban a Massa tras su más épica traición. Se estima que Massa ha alcanzado una profunda relación con Máximo, justo el punto donde un desaire puede alcanzar el significado de traición.

Los imberbes están nuevamente en la calle del poder, pero en la vereda de los flujos monetarios. Los cánticos resurgidos de un tal Frente Renovador parecen dar cuenta de lo primero sin darse cuenta de lo segundo. Sería de esperar un robo más pronunciado y descarado a modo de reacción inmediata.

Ya no será necesario echarlos de plaza alguna, la interna ya está en marcha sin bandera de largada.

¿Qué se animarán a tirarle a Sergio Massa como advertencia cuando su peronismo les sea insuficiente? Por suerte no llovió y nadie necesitó acercarle un paraguas a Sergio.

Los rostros atentos en el museo del bicentenario demuestran además de ser dignas piezas de museo, el entusiasmo difícil de disimular de estar en el andén de un nuevo tren al cual subirse. Imaginando un nuevo sentido de pertenencia ya no a un Frente si no a un nuevo personalismo brotado de ese superministerio. Aunque el misterio de las circunstancias complicadas los llevan a guardar el cristinismo tirante bajo su sonrisa.

Se especula que todo esto no podría haber ocurrido sin la anuencia de la conductora que ensaya despreocupación ante los alegatos en su contra del partido judicial. Es ella quien finalmente y ante los tiempos adecuados da el visto para el desempoderamiento final de Alberto que permite el acceso de Sergio Massa a sus ilusiones en concordancia con su desempoderamiento legislativo (oportuno por cierto).

Es la dueña del permiso para el circo de solemnidad de naufragio y el aprestamiento de la “new imberbe wave” para el ejercicio del clamor. Una gran coordinación de actos en una gran puesta de escenarios como nunca antes elaboró la gran libretista de nuestros padecimientos.

Share