Por José M. García Rozado.-

¿Cómo se forman las democracias y qué las mata? En su libro «Los partidos conservadores y el nacimiento de la democracia», reseñado por The Atlantic, Daniel Ziblatt -profesor de Harvard- plantea que la democracia ha sobrevivido en Europa en aquellos países en que las elites lograron formar partidos políticos conservadores fuertes para competir electoralmente. Estos pudieron más tarde frenar el ascenso de sus propios elementos radicales, a diferencia de aquellos países donde no los hubo. Esta enseñanza se puede trasladar a nuestro país sin dudas a equivocarnos. El diputado Ricardo Alfonsín volvió a mostrarse molesto con la cúpula de la UCR un partido centenario hoy inserto -por el armado de listas- en el frente Cambiemos y casi desaparecido, y dijo que debe «dejar de actuar como convidado de piedra».La Unión Cívica Radical cumple 126 años. ¿Quién anda peor, la UCR o el Partido Justicialista? ¿El sistema bipartidista está definitivamente roto: el PJ partido en 4 o 5 pedazos, y la UCR sin capacidad de conseguir que el PRO la tenga en cuenta en el armado de listas de la alianza Cambiemos? Puede más Elisa Carrió (una ex UCR), que todas las boinas blancas que quedan, comenzando por Ernesto Sanz, la gran frustración de casi todos.

En el principio fue Unión Cívica, a secas, dirigido por Bartolomé Mitre y Leandro Nicéforo Alem, quienes ejecutaron la Revolución de 1893, una doble insurrección cívico-militar. La broma peronista consiste en que aquel comienzo podría explicar el romance entre el diario La Nación y Ernesto Sanz. El enojo del radicalismo más ortodoxo consiste en afirmar: «¿Y quién dice que Sanz sigue siendo radical?» Lo cierto es que la Unión Cívica Radical cumple 126 años: fue fundado el 26/06/1891 por Alem. Fue la consecuencia lógica de una sucesión de acontecimientos previos: El 01/09/1889 ocurrió el gran mitin juvenil en el Jardín Florida de Ciudad de Buenos Aires, para constituir la Unión Cívica de la Juventud, opositora a Miguel Juárez Celman y el Partido Autonomista Nacional. El 13/04/1890, la Unión Cívica de la Juventud organizó un acto en el Frontón Buenos Aires, donde se fundó la Unión Cívica, con Alem como presidente, quien desplegó «la bandera de los desposeídos ante la oligarquía».

El 26/07/1890, la Unión Cívica ejecutó la llamada Revolución del Parque o Revolución del ’90. Dirigida por Hipólito Yrigoyen, sobrino de Alem, y Aristóbulo del Valle, fue derrotada el 25/08/1890 pero provocó la caída de Juárez Celman y su reemplazo por el vicepresidente Carlos Pellegrini, luego de entre 150 y 330 muertos y más de 1.000 heridos. La doble Revolución de 1893: la que comenzó en San Luis el 28/07/1893; y la que comenzó en Corrientes el 14/08/1893, que se extendió hasta el 01/10/1893, cuando el ejército recuperó la ciudad de Rosario y apresó a Alem. En el interín ocurrió la división entre «los rojos» -radicales que apoyaban a Alem-, y «los líricos» -radicales que apoyaban a Yrigoyen-. Estos radicales del siglo 21 han perdido el fervor de aquellos radicales del siglo 19. El radicalismo no nació en el poder, tal como sí sucedió con el justicialismo/peronismo, sin que nació en la oposición y eso requiere de mucha convicción y espíritu de sacrificio, también conocido como ‘militancia’. De todas maneras, la UCR se las arregló para alcanzar el poder resucitando con Raúl Alfonsín, en 1983; aliándose con Carlos Álvarez y su Frente PAIS Solidario (FrePaSo), un acu erdo insostenible (en especial llevando consigo a grandes traidores como Leopoldo Moreau); y en 2015, integrando la alianza “Cambiemos”, donde se encuentra en minoría ante el PRO y el ARI-Coalición Cívica, un acuerdo que también se presenta insostenible en el mediano plazo, aunque el PRO parece más preparado que la UCR para “el día después”. ¡Pero mejor volver atrás!

En el inicio, los radicales nacieron de la gran traición de Bartolomé Mitre. En verdad, Mitre nunca se tomó en serio a los cívicos y sólo los utilizó como un trampolín para intentar forzar a Julio Argentino Roca a negociar. Mitre no tenía partido pero Roca contaba con el Partido Autonomista, que era dominante. Cuando la Unión Cívica decidió un binomio presidencial (Mitre/Hipólito Yrigoyen), se “desayunó” el 16/04/1891 que Mitre había alcanzado con Roca un acuerdo de «unidad nacional». Para Roca, era tan adversario Roque Sáenz Peña, líder del Partido Modernista, como Bartolomé Mitre, candidato de la Unión Cívica. A Mitre le ofreció la candidatura presidencial por el Partido Autonomista, a cambio de la unidad. Pero la mayoría de la Unión Cívica rechazó el acuerdo. Los seguidores de Alem formaron lo que sería la Unión Cívica Anticuerdista, luego rebautizada Radical, y los seguidores de Mitre formaron la efímera Unión Cívica Nacional. Roca convenció a Mitre que, entonces, ambos debían mostrarse prescindentes, y le dijo al padre de Roque Sáenz Peña, Luis Sáenz Peña, que fuese el candidato oficialista a la Presidencia. Roque Sáenz Peña renunció a su candidatura para no enfrentar al padre. Roca era terrible. También convenció a Carlos Pellegrini de arrestar a Alem y los principales dirigentes radicales, acusándolos de haber planificado una sangrienta revolución. Ganaron con boleta única, Luis Sáenz Peña y José Evaristo de Uriburu, elegidos por unanimidad del Colegio Electoral.

Pero era evidente que así todo iba hacia una nueva revolución radical, es lo que Roca no quería/no podía ver. Alem quedó a la cabeza de los Anticuerdistas junto a Aristóbulo del Valle hasta 1896, cuando ambos murieron. En tanto, Yrigoyen, quien no compartia el espíritu conciliador que su tío pero “leía” mejor los acontecimientos, decidió disolver el Comité Radical de la Provincia de Buenos Aires, que estuvo inactivo hasta 7 años después (Julio Roca fue otra vez Presidente entre 12/10/1898-12/10/1904). En 1903, reunió a todos y el 26/07/1904, en el 14to. aniversario de la Revolución de 1990, constituyó el Comité Nacional. El 03/02/1905, la Unión Cívica Radical lideró otra vez una Revolución de 1905, un levantamiento que acabó quedándose sin armamento demasiado rápido, aunque Córdoba y Mendoza, resistieron hasta el 08/02/1905. Tal como ya era costumbre, los radicales eran derrotados pero otra vez, lograban provocar cambios institucionales. Se puede decir que la UCR es el impulsor del sufragio universal, secreto y obligatorio. Hacia ahí apuntaba. Luego de la derrota de 1905, la UCR volvió a quedar desorganizada, hasta el 31/12/1909 cuando el Comité Nacional volvió a reunirse y decidieron no participar de las elecciones hasta que no se implementara un voto limpio.

El Partido Autonomista nominó a Roque Sáenz Peña como candidato, quien no estaba al tanto de que la UCR padecía de escasez de recursos. La acción psicológica para manipular a Sáenz Peña fue un dato relevante. Luego de una reunión privada con Yrigoyen, con quien tenía una amistad que acumulaba tiempo, Peña envió al Congreso un proyecto de ley estableciendo el voto secreto y obligatorio para todos los ciudadanos varones, la Ley Sáenz Peña, como se le conoció desde entonces, fue sancionada en 1912. El 31//03/1912, la Unión Cívica Radical terminó con su abstención electoral y ganó las elecciones para gobernador de Santa Fe, con Manuel Menchaca como candidato ganador, y 1 semana después ganó las elecciones parlamentarias en la Ciudad de Buenos Aires, Jujuy, La Rioja, Salta y Córdoba capital. ¡Estos radicales del siglo 21 no pueden ni mirar a aquellos de inicios del siglo 19 o de inicios del 20!

El diputado Ricardo Alfonsín volvió a mostrarse molesto con la cúpula de la UCR por el armado de listas dentro del frente Cambiemos y criticó que los radicales que no tuvieron un mayor peso en la toma de decisiones. «La UCR debe ponerse los pantalones largos, dejar de actuar como un convidado de piedra», disparó Alfonsín en declaraciones a FM La Patriada. Y explicó: «No estoy para nada de acuerdo con los procedimientos utilizados para resolver la cuestión de la selección de los candidatos en las listas. Yo te diría que ha habido una suerte de delegación de atribuciones propias por parte de la Unión Cívica Radical, de cesión de soberanía». Para el diputado, «los candidatos de cada uno de los partidos que integran Cambiemos deben elegirse dentro de los propios partidos, no el que tiene una relación hegemónica hacia adentro de Cambiemos». «Sin embargo, la UCR consintió que se actuara de esta manera», agregó. Alfonsín también le apuntó a Ernesto Sanz, a quien calificó como «ministro sin cartera» dentro del equipo más cercano al presidente Mauricio Macri, y lo acusó de actuar «casi como un representando del PRO en la UCR».

«Estoy bastante disconforme con mi partido, sobre todo con el hecho de que no pretende, o no quiere, influir en las decisiones», siguió el dirigente. Y remató: «Me gustaría que el partido se haga cargo de las diferencias y deje de tener miedo a la opinión pública, a quienes la administran y haga lo que deben hacer». «Reclamar la conformación de un espacio donde pueda ser escuchado antes de que se tomen las decisiones. Si se hubiese hecho desde un principio, seguramente que muchísimos de los errores que está pagando la sociedad no hubiesen ocurrido», fustigó. Asimismo, Alfonsín habló de la «preocupación» que existe en algunos dirigentes de Cambiemos ante la posibilidad de que Cristina Fernández se imponga en las elecciones. «Puede sonar exagerado, pero lo cierto es que si no quieren que gane Cristina, es necesario una cosa: el Gobierno debe empezar a hacer las cosas bien. Si no las hace bien, no va a ganar el Gobierno». Y concluyó: «Para que hagan las cosas bien hay que tomar decisiones correctas, para tomar decisiones correctas, la UCR debe ponerse los pantalones largos, dejar de actuar como un convidado de piedra, y decirle al gobierno las cosas que a nuestro juicio está haciendo mal. Nada de esto ha hecho la UCR, olvidándose de su razón de ser».

El libro «Los partidos conservadores y el nacimiento de la democracia» de Daniel Ziblatt -profesor de la Universidad de Harvard-, es de una actualidad urgente y mucho más en nuestro país donde los partidos fuertes (UCR y PJ) hoy se encuentran en estado de desunión/desaparición, ya que aborda la pregunta: ¿Por qué fracasan las democracias?, acuciante en estos tiempos de retroceso democrático en varios rincones del mundo y avance de los populismos. «En el despertar del Brexit y la elección estadounidense de noviembre, con muchos ciudadanos y académicos preocupados por el destino del orden liberal, un profesor de gobernanza de Harvard está ofreciendo un argumento novedoso sobre cómo ese orden surgió en un primer lugar», explica Daniel J. Solomon en una reseña del libro publicada en Harvard Magazine. Ziblatt relaciona el éxito de la transición democrática en los países europeos en los siglos 19 y 20, con la formación de partidos políticos conservadores fuertes que representaran a las elites. Los países en los que se pudieron formar partidos convervadores fuertes -históricamente los defensores del poder, la riqueza y el privilegio-, fueron luego más exitosos en frenar más adelante el ascenso de sus propios elementos radicales. No así los países en los que no se pudieron formar. «Donde las facciones conservadoras desarrollaron partidos que podían ganar en las urnas, las elites de los viejos regímenes toleraron la extensión de los derechos electorales y la expansión de la competencia política. Donde esto fue difícil o imposible, frustraron el cambio político, provocando que las transiciones democráticas colapsaran en la forma de regímenes de extrema derecha o fascistas», explica Solomon.

«¿Qué diferencia a aquellos países en los que la democracia llega en paz y es aceptada para siempre por todos, de aquellos en los que es violentamente enfrentada y permanentemente desafiada? Esa pregunta ya no se siente como una de tiempos pasados -escribió David Frum en el semanario The Atlantic-. Se siente como nuestra pregunta también. Basado principalmente en un estudio sobre Europa occidental en los siglos 19 y 20, Daniel Ziblatt ofrece convincentemente una respuesta sorprendente y perturbadora: la variable más crucial en la predicción del éxito de una transición democrática es la auto-confianza de las elites incumbentes. Si sienten que les será posible competir bajo las condiciones democráticas, aceptarán la democracia. Si no lo sienten, no la aceptarán.» Frum explica que en un país, los pobres siempre son más que los ricos (mayoría sobre minoría). La democracia tiene la caracterísitca de permitir que la mayoría corradel poder a la minoría -un prospecto profundamente amenazante para la minoría-. Si la minoría posee riqueza y poder, pueden responder a este prospecto resistiéndose a la democracia antes de que llegue -o saboteandola después-.

Casos de estudio: Gran Bretaña y Alemania. Ziblatt centra su investigación en dos países: Gran Bretaña y Alemania, y luego aplica sus conclusiones a toda Europa occidental. En Gran Bretaña, a diferencia de Alemania, fue posible la formación de partidos políticos conservadores fuertes. Los conservadores británicos consiguieron construir una organización partidaria robusta que atrajo los votos de personas de clases media y baja atraídos por valores nacionalistas y religiosos. También fue esto posible en Suecia, Noruega, Dinamarca, Bélgica y Holanda. En esos países, «una vez que la democracia había sido extendida, nunca más fue seriamente cuestionada por las elites, aún cuando les cobraban impuestos altísimos», explica Frum. «Pero definitivamente esta no es la historia del resto de Europa, más específicamente de Alemania. Tampoco es la de Italia, España, Portugal, Grecia y otros. Ni la de América Latina y el mundo árabe», explica Frum. En el caso alemán, refleja Solomon, tras la unificación del país en 1870, todos los hombres tenían la posibilidad del sufragio, pero eso importaba poco. El Partido Conservador Alemán, la voz del semi-autoritario káiser, se aferraba al poder a través de un esquema elaborado de manipulación electoral y sistemas de votacion diferenciado que otorgaba demasiado valor a la voz de las elites. Eso permitió a los conservadores manejar el país hasta la Primera Guerra Mundial sin mucho mandato popular. Su «poder en el Reichstag contrastaba con su impotencia organizacional», explica Solomon.

«Construir un partido político que gane votos es un trabajo duro, que otorga muy pocas garantías de éxitos futuros -explica Frum-. Las elites incumbentes pre-democracia, precisamente porque eran incumbentes, eligieron otras opciones que parecían más fáciles de ejecutar y aparentemente más probables de tener éxito, que competir democráticamente: a. Construir instituciones específicas para proteger sus intereses; b. La manipulación electoral y la corrupción y c. La represión directa.» La Alemania imperial recurrió a los tres, explica Frum. «Las elites de la Alemania imperial controlaban el Estado sin la necesidad de ganar elecciones -y eso les enseñó a no confiar en toda la empresa electoral. Debido a que no necesitaban ganar elecciones, no construyeron partidos fuertes. Y la ausencia de partidos fuertes, controlados por políticos que buscaban ganar el máximo número de votos, dejó a la derecha alemana de antes de 1914 y después de 1918, expuesta a ‘grupos de interés externos’ que ‘rápidamente y fácilmente se llevaron puestos los partidos débiles e institucionalmente porosos», explica Frum.

«Mientras que los políticos pragmáticos al frente del Partido Conservador británico podían contener a los activistas motivados ideológicamente, los Conservadores alemanes sucumbieron a ellos. Los exitosos Conservadores británicos podían mirar a los gobiernos laboristas como desagradables pero en última instancia, intervalos temporarios. Los Conservadores de la Alemania imperial experimentaron la pérdida de control del Estado tras 1918 como una catástrofe irrecuperable con la que no se podían reconciliar.» Lo que explican Solomon, Frum y Ziblatt para los partidos conservadores de Inglaterra y Alemania, puede facil y totalmente aplicarse a los partidos argentinos históricos del siglo XX; la UCR y el PJ que cimentaron la democracia alternativa en la Argentina del siglo pasado hoy se hallan a punto de extinción y por lo tanto de desaparición. Aquello que Perón decía se está cumpliendo el siglo XXI nos encontrará “unidos o dominados”.

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