Por Alfredo Nobre Leite.-

Es lamentable que Armando Ribas, en su artículo «El terrorismo es la cruzada islámica» («La Prensa», 24/7), haga un comentario inapropiado sobre la Iglesia, diciendo: «Y ese fue el mundo cristiano por siglos durante la Inquisición (…), como por ejemplo pensar que la Tierra le daba vuelta al Sol… Recordemos al respecto a Galileo Galilei». Su surgimiento se debe a las herejías de albigenses, cátaros y valenses, en el siglo XII en el sur de Francia y norte de Italia, el emperador Federico II aprovechó para deshacerse de algunos enemigos políticos acusándoles de ser miembros de esas sectas herejes, es decir practicar la brujería. Las quejas llegaron al Sumo Pontífice Gregorio IX, que decidió intervenir y designó un teólogo, intentando evitar su uso político. En el siglo XIII nació este calumniado tribunal. La Iglesia intervino con esa nueva instancia jurídica que tenía por misión principal convertir al acusado y protegerlo del tribunal civil. Sus penas eran todas de naturaleza espiritual, y como tribunal eclesiástico tenía prohibido derramar sangre. La Inquisición creó el abogado defensor, siendo el primer tribunal que exigió se demostrara fehacientemente la culpabilidad del reo, lo que salvó la vida de miles de supuestos «brujos» que en países protestantes durante el siglo XVII serían ejecutados por millares, no aceptó ninguna causa en virtud de un solo testimonio, exigía al menos tres antes de ponerse en movimiento, e inició la investigación previa de los testigos para evitar venganzas y calumnias. En suma, fue el origen de la moderna doctrina que cree inocente al acusado hasta que se demuestre lo contrario.

Con respecto a Galileo, que creía que las mareas se debían a la rotación de la Tierra y se apropió de los descubrimientos de Copérnico. «La Iglesia no condena, no ha condenado, ni condenará jamás la doctrina de Copérnico (el heliocentrismo) como herética» (Sumo Pontífice Urbano VIII). Y lo que llevó a Galileo a proceso fue su libro «Diálogo» publicado en 1632. En ese momento El Papa aludido Urbano VIII, amigo de las artes y de las ciencias, se rodeó de «copérnicos». El mismo día de su elección, el Papa le preguntó a Galileo si pensaba venir pronto a Roma, pues eran amigos desde hacía tiempo… En 1611, siendo Cardenal (Mateo Barberini) no había dejado de recibir a Galileo, su amigo y compatriota florentino… El 24 de diciembre de 1629, Galileo anunció a sus amigos de Roma que su «Diálogo» estaba ya terminado. Era el libro que le iba a crear problemas. ¿Cuál era la tesis de este libro? Quería demostrar la teoría de Copérnico con un argumento personal: la existencia de las mareas. Sostenía, que la Tierra al dar vueltas agita el mar, y no la atracción de los océanos por la Luna. Lo había explicado ya San Beba el Venerable, nacido en el 672. Galileo en su libro se burlaba de Urbano VIII, mediante el personaje Simplicio que sostenía las mismas ideas del Papa. Quiso publicar su libro el 30 de mayo de 1630, pero Urbano VIII aprobó el proyecto, mas que su tesis fue tratada como una hipótesis. Los enemigos de Galileo que andaban despiertos…, pidieron su comparecencia ante el Santo Oficio, acusándole por ocho motivos… Galileo compareció ante la Inquisición cuatro veces entre 12 de abril al 31 de junio de 1633. No se le pedía a Galileo que renegase, sino que admitiera haber desobedecido Papa. Ese juramento de desobediencia lo hizo solo: fue lo que declaró y firmó en el proceso. Su «abjuración» fue personal. La sentencia del Santo Oficio ni siquiera fue publicada: lo absolvía inmediatamente de sus pasadas faltas; prohibía su libro y lo condenaba a una «penitencia saludable», que consistía en decir unos salmos todas las semanas.

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