Por Carlos Pissolito.-

Lo hemos dicho siempre y lo repetimos: la buena literatura explica mejor una realidad compleja que varias ciencias juntas.

Y cuando se trata de una tragedia, tenemos a un reconocido especialista en ellas. Se trata de William Shakespeare, quien a cinco siglos de la muerte, se erige como uno de los dos los mejores literatos que el mundo occidental ha conocido. El otro es Cervantes, con quien guarda extrañas sincronicidades.

Volviendo al inglés, tenemos entre sus obras una que nos viene como anillo al dedo a la hora de analizar a nuestra Argentina de hoy.

«Tito Andrónico» es su tragedia más violenta. Lleva el nombre de un gran general romano, quien regresa victorioso a Roma tras una larga guerra contra los bárbaros del norte, en la cual ha perdido a varios de sus hijos.

Tito, para celebrar la ceremonia en honor a la victoria, hace un sacrificio humano con un enemigo prisionero. Para ello elige al hijo mayor de Tamora, reina de los bárbaros.

La trama sigue cuando Tamora se convierta en la nueva emperatriz de Roma al casarse con Saturnino, el nuevo y débil emperador de Roma.

Aprovechándose de su nueva situación, Tamora engaña a Saturnino para infligirle toda serie de desgracias.

Por ejemplo, sus hijos violan a la hija de Tito. A quien le corten sus manos y lengua para que no pueda decir quién la violó.

Lucio, hijo de Tito, emprende una revuelta contra el emperador. Por su parte, Tito captura a los hijos de Tamora y los cocina como el plato principal de la cena que supuestamente debe marcar la reconciliación de los participantes.

Advertida Tamora de los verdaderos ingredientes es asesinada por Tito, quien, también mata a su hija para evitarle la deshonra de seguir viviendo sin manos ni lengua.

En la reyerta, también perecen Tito y el emperador. Finalmente, Lucio es coronado emperador, trayendo a la paz y el orden a Roma.

¿Demasiado sangriento? Tal vez, pero veamos que no son pocas las enseñanzas que nos deja; a saber:

1° La venganza: no cabe duda que las recíproca sed de venganza es el motor principal de la trama. Primero de Tito por la muerte de sus hijos en la guerra y luego de Tamora por el sacrifico del suyo en manos de Tito. Y así sucesivamente en una larga cadena de agravios y represalias.

Pues, que otra cosa puede pensarse de los excesos en la represión del terrorismo cometidos por los militares y los posteriores incurridos por los sucesivos gobiernos democráticos -especialmente durante el de los Kirchner- por vengar y compensar esos excesos con sanciones jurídicas y políticas contra los militares.

2° La violencia: Es el lógico que la violencia sea el lenguaje de la venganza. La que va adquiriendo formas ritualizadas que les permite a sus protagonistas banalizar sus respectivas responsabilidades. Desde quien torturan para obtener información y evitar futuros atentados hasta los que secuestran y matan en nombre de sus ideales.

3° La Ruptura del orden político: la ruptura del orden constituido es lo que ambos bandos tienen en común. Ya sea porque unos lo quieren seguro y estable, o porque los otros, lo vislumbran nuevo y revolucionario. Pero, ambos coinciden que el orden constitucional vigente no sirve y que puede ser alterado sin consecuencia alguna.

4° Civilización y barbarie: termina siendo, finalmente, el tema central de la obra. Roma siendo la cuna de la civilización, sin embargo, ha generado líderes como Tito que no se detienen ante los crímenes de guerra para defenderla. Por su parte, los bárbaros bien pueden mimetizarse y meterse bajo las alas de un emperador débil para vengarse de las legiones que los derrotaran.

Nos faltaría rematar la historia con el rol desempeñado por Lucio, el hijo de Tito. Uno que todavía no se vislumbra en el desarrollo de la pesadilla argentina. Una de la que no logramos despertarnos. Pues, como lo sostuviera el genial Calderón:

“¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.”

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