Por Hernán Andrés Kruse.-

Las vacunas, en veremos

El 3 de diciembre el presidente de la nación anunció con bombos y platillos que para fin de año habrán sido vacunados 300 mil argentinos. Lamentablemente, todo parece indicar que ese deseo quedó en eso. La realidad siempre termina imponiendo sus condiciones. A esta altura de diciembre resulta prácticamente imposible que ello vaya a suceder justo cuando la pandemia parece querer recobrar su antiguo ímpetu.

Cuesta creer que un político tan avezado como Alberto Fernández se maneje con tanta improvisación en un tema tan delicado. Hasta hace unos días todo parecía andar sobre rieles pero de golpe, en las últimas horas, el ministro de Salud de la nación confesó que el acuerdo con el laboratorio productor de la vacuna de Pfizer-Biontech pende sobre un hilo y que es muy difícil que se pueda utilizar la vacuna rusa este año. Todo gobierno comete errores. Pero en asuntos tan complejos como el coronavirus conviene manejarse con extrema cautela. Es preferible el silencio antes que una afirmación irresponsable. ¿Por qué Alberto Fernández anunció aquel 3 de diciembre que estaba prácticamente todo listo para el comienzo de la vacunación en gran escala? ¿Qué pasó entre aquella afirmación grandilocuente y el reconocimiento que acaba de hacer el doctor González García? ¿Por qué fracasó el acuerdo con el laboratorio que produce la vacuna de Pfizer-Biontech? El ministro habló de exigencias inaceptables de parte de la empresa. ¿Qué quiso decir? Creo que el pueblo merece saber qué fue lo que realmente pasó con esta vacuna.

A veces pareciera que el gobierno no fuera consciente de que cuando habla de la vacuna alimenta la ilusión de millones de compatriotas y que cuando se ve obligado a desmentir lo afirmado horas antes, provoca un daño terrible a una sociedad que no ve la hora de que la pandemia termine. En un artículo publicado en Clarín el día de la fecha (16/12) el columnista político Van der Kooy considera que se trata de una nueva manifestación de improvisación del gobierno. Es probable que así sea. Sería terrible que se tratara de una negligencia criminal. Pero a tenor del rostro apesadumbrado del ministro González García en la conferencia de prensa de hace unas horas, flanqueado por sus colegas de la CABA y la provincia de Buenos Aires, queda dramáticamente en evidencia el escaso profesionalismo con que se ha venido manejando el gobierno desde que estalló la pandemia.

Alguien puede decir -y tiene todo el derecho a hacerlo-que es fácil criticar sentado cómodamente en la platea. Es una crítica acertada. Efectivamente, no debe ser sencillo estar en el lugar del ministro de Salud de la Nación. No hay que olvidar que el gobierno se está enfrentando-como todos los gobiernos del mundo-con un enemigo nuevo, desconocido, invisible y con una enorme capacidad de daño. El gobierno reaccionó como pudo. Si no lo hizo mejor fue porque, me parece, no pudo. Al principio pareció que había dado en la tecla al imponer una severa cuarentena. Lamentablemente, toda su estrategia se redujo a ella. Muchos expertos criticaron -y continúan haciéndolo- el escaso número de testeos diarios realizados por las autoridades nacionales. Hasta ahora no se saben los motivos que llevaron al gobierno a testear a tan poca gente.

Lo cierto es que hasta julio la cuarentena fue exitosa. La escasa cantidad de contagios y fundamentalmente de muertos le daban la razón al presidente y a su equipo de expertos. Lamentablemente a partir de julio el escenario se modificó radicalmente. Fue entonces cuando el gobierno perdió la iniciativa, empezó a correr detrás de los acontecimientos. Los contagios y las muertes comenzaron a aumentar de manera exponencial mientras el gobierno se parecía al boxeador que se tambalea por el golpe de su adversario. Da toda la sensación que al presidente y a su equipo de expertos lo sorprendió ese crecimiento vertiginoso. Fracasada la cuarentena al gobierno sólo le quedó una bala: la vacuna. Y, por lo que se ha visto hasta ahora, no ha sido capaz de dar en el blanco.

Hoy nadie sabe cuándo comenzará la vacunación tan esperada. Da toda la sensación que el presidente tampoco lo sabe. Es por ello que lo mejor que puede hacer es mantener la boca cerrada. Es preferible no decir nada antes que crear falsas expectativas. Pero el gobierno está tan desesperado por dar buenas noticias que da estos tremendos pasos en falso. Y se sabe desde siempre que la desesperación es una pésima consejera.

Un mazazo proveniente de Moscú

En la mañana del jueves 17 Vladimir Putin afirmó que se vacunará contra el Covid-19 “apenas sea posible”. Con esa expresión el hombre fuerte de Rusia reconoció que la vacuna Sputnik V no está del todo apta para ser inyectada a los pacientes de riesgo, es decir a las personas con más de sesenta años. “Yo atiendo a las recomendaciones de nuestros especialistas, y por eso por ahora no eme he puesto la vacuna, pero lo haré sin falta cuando sea posible”, manifestó sin anestesia. Expresó que la vacuna puede ser empleada para aquellas personas de 18 a 60 años. Es por ello que para personas como él, que próximamente cumplirá 68 años, no ha llegado aún el momento para vacunarse. Para empeorar el panorama ruso escasean algunos insumos necesarios para fabricar la vacuna, lo que está ocasionando una demora en el proceso de producción. Lo que también llama la atención es que ya en agosto el gobierno ruso había advertido a los mayores de 60 años no aplicarse la vacuna, como así también a las embarazadas y a las madres en período de lactancia. Al mes siguiente revistas científicas prestigiosas, como The Lancet, advirtieron que pocas personas habían sido vacunadas y fuera del mayor grupo de riesgo según la edad (Fuente: Infobae, Vladimir Putin dijo que aún no se aplicó la vacuna rusa Sputnik V porque no se recomienda para mayores de 60 años”, 17/12/020).

Sorprendido por las declaraciones de Putin el gobierno decidió tomar el toro por las astas. Fuentes gubernamentales dijeron que “no vamos a enviar el avión de Aerolíneas Argentinas como estaba planificado, ni vamos a hacer ningún tipo de esfuerzo por traer las 300 mil vacunas, y estamos analizando la cláusula de revisión frente a la posibilidad de que no se apruebe el uso de la vacuna para mayores de 60 años”. Daniel Gollán, ministro de salud bonaerense, no ocultó su malestar por la “absoluta distorsión en la traducción” de las palabras del presidente ruso. Según el funcionario “Putin dijo que él, que tiene 67 años, no se había aplicado la vacuna por ahora porque los protocolos son hasta 60 años. El 30 de diciembre terminaría el estudio en los mayores de 60 años”. Aseguró que “la vacuna Sputnik V es muy segura. Ni bien se publiquen los resultados en mayores de 60 años será autorizada. Estamos convencidos de que la Sputnik V será aprobada de emergencia, porque es muy buena” (Fuente: Infobae, Silvia Mercado: “El gobierno postergó el vuelo a Moscú hasta que la vacuna sea aprobada para mayores de 60 años”, 17/12/020).

Cuando todo parecía indicar que el arribo de la vacuna rusa quedaba en veremos fuentes gubernamentales acaban de confirmar que el 24 un avión de Aerolíneas Argentina traerá en un vuelo sin escalas 600 mil dosis para vacunar a 300 mil compatriotas. El gobierno, qué duda cabe, está totalmente desorientado. Se maneja con una improvisación asombrosa. Cuesta creer que Alberto Fernández no se hubiera informado de la advertencia lanzada por el gobierno ruso en agosto sobre la inconveniencia de vacunar a los mayores de 60 años. Pareciera como que el gobierno se moviera a tontas y a locas, dando manotazos de ahogado propios de un estado de desesperación. Un día afirma A, al siguiente niega A y afirma B, y así sucesivamente en una cadena de contradicciones que no hacen más que enloquecer a la sociedad. No sorprendería que dentro de unas horas fuentes gubernamentales salgan a desmentir la información del avión de Aerolíneas Argentinas que traerá 600 mil dosis en Nochebuena.

Lo real y concreto es que Alberto Fernández necesita desesperadamente dar una buena noticia a los argentinos en vísperas de la Nochebuena. Consciente del fracaso de la cuarentena necesita contar con la vacuna que le permita presentarse ante el pueblo como el gran salvador. Lo que resulta difícil de entender es por qué Alberto Fernández lanza una afirmación que ilusiona a los argentinos-“a fin de año vacunaremos a 300 mil compatriotas” -que rápidamente es pulverizada por la realidad. En este sentido debiera aprender de Putin cuyas declaraciones son de una contundencia ejemplar. Dijo para que todo el mundo entienda que la vacuna elaborada en su país no puede ser por ahora aplicada a los mayores de 60 años. Es una afirmación tan contundente que admite una sola lectura. Es por ello que cuesta entender al ministro Gollán intentando explicar lo que no necesita explicación. Evidentemente las palabras de Putin fueron un mazazo para el gobierno. Esa es la única explicación válida, la que todos entendemos y la que aumenta nuestra zozobra y nuestro desasosiego.

Un artículo que despeja varias dudas

Alberto Fernández sabía que no iba a poder vacunarse, pero apostó al marketing político (*)

Román Lejtman

“Alberto Fernández recibe en su celular, su despacho en la Casa Rosada y su oficina en la quinta de Olivos decenas de informes técnicos -públicos y secretos- que describen la evolución científica de las vacunas contra el COVID-19 que se investigan y producen alrededor de mundo. El Presidente devora esos estudios académicos y después toma decisiones políticas para enfrentar una pandemia que ya cambió la historia del siglo XXI. El 10 de diciembre pasado, a un año de gestión, Alberto Fernández anunció que se había firmado el acuerdo con Rusia para la provisión de 10.300.000 dosis de la vacuna Sputnik V. “Para sacarles la duda a todos, cuando la vacuna esté aquí, el primero que se va a dar la vacuna soy yo”, dijo el presidente para desalentar las versiones contra la creación del Kremlin. Fue un movimiento de marketing político sin respaldo científico. Alberto Fernández no tenía un sólo documento remitido desde Moscú que le permitiera tomar ese riesgo sanitario sin eventuales daños a su salud personal.

Seis días más tarde de esa improvisada apuesta mediática, Vladimir Putin en su conferencia anual y la delegación oficial que recorre los laboratorios rusos, confirmaron que la vacuna Sputnik V no se puede aplicar aún a los mayores de 60 años. El Presidente tiene 61 años. Cecilia Nicolini, consejera presidencial, y Carla Vizzotti, secretaria de Salud, encabezan la delegación oficial que está en Moscú para negociar el embarque a la Argentina de las primeras 300.000 dosis de Sputnik V. Nicolini y Vizzotti no se sorprendieron cuando Putin aclaró que no se había aplicado la vacuna: tienen la misma información que maneja el el jefe de Estado. Esa información clave, actualizada por las múltiples reuniones que Nicolini y Vizzotti protagonizaron en Moscú, ya voló desde Rusia a Olivos para consumo propio de Alberto Fernández.

Los datos aportados recién por el Kremlin a la delegación argentina en Rusia se pueden sintetizar de la siguiente manera:

  1. “Sputnik V fue aprobada para grupos con edades que van de 18 a 60 años”. 2. “Hay una investigación especial en curso que se enfoca en mayores de 60 años”. 3. “El laboratorio Gamaleya y el Ministerio de Salud están liderando esa investigación especial con pruebas con 100 voluntarios que son mayores de 60 años. Y se muestran buenos resultados preliminares”. 4. “Hay expectativas de completar esta investigación antes que concluya 2020 y sobre la base de sus conclusiones se podría autorizar la aplicación de la vacuna a los mayores de 60 años”. 5. “En este momento, la actual campaña de vacunación en Rusia está limitada a los grupos entre 18 y 60 años”. 6. “El estudio sobre los mayores de 60 años está yendo bien. Y el Ministerio de Salud de Rusia decidirá si se aplica la vacuna a este grupo en la tercera semana de diciembre”.

Con la información que llegó desde Moscú, el Gobierno ya tiene decidido que no aplicará la vacuna Sputnik V a los mayores de 60 años. Recién cuando sea autorizada por las autoridades rusas, el ANMAT y el Ministerio de Salud, Alberto Fernández utilizará la vacuna diseñada en el laboratorio Gamaleya. Ahora se trata de una carrera contra el tiempo. El Presidente privilegiaba a los trabajadores esenciales para aplicar la Sputnik V y a continuación desplegar un plan masivo de vacunación para todos los grupos de riesgo. Si las dosis rusas no se pueden usar con los mayores de 60 años hasta la aprobación del Ministerio de Salud de Rusia, ese programa sanitario ya está en problemas antes de haberse iniciado.

Alberto Fernández depende de Putin. Hasta marzo no tendrá otra vacuna que la Sputnik V”.

(*) Infobae, 17/12/020

El lanzamiento de campaña del FdT

El Estadio Único de La Plata fue el escenario escogido por la plana mayor del FdT para lanzar la campaña electoral rumbo a las legislativas del próximo año. Compartieron el escenario Axel Kicillof y Verónica Magario, gobernador y vice de la provincia de Buenos Aires, Sergio Massa, presidente de la Cámara de Diputados de la nación, Máximo Kirchner, jefe del bloque de diputados nacionales del FdT, Alberto Fernández, presidente de la nación, y la máxima referente de ese espacio político Cristina Kirchner, vicepresidente de la nación. Fue la primera gran demostración de fuerza del oficialismo luego de un año marcado a fuego por el coronavirus.

Luego del acto Cristina se valió de las redes sociales para difundir lo más relevante de sus palabras (*):

«Creo que los dos desafíos más grandes que vamos a tener en este año que empieza, además de un formidable plan de vacunación, es repensar todo el sistema de salud en la República Argentina.

Después de la pandemia macrista vino el coronavirus. Y tuvimos que salir corriendo literalmente a armar hospitales, a inaugurar los que habían sido suspendidos aun faltando un 5% o un 7% cuando finalizamos nuestro gobierno.

Nuestro país debe ser en toda Latinoamérica el que más recursos humanos, tecnológicos e inversiones tenga en materia de salud. Lo que pasa es que lo tenemos dividido en tres sistemas, el público, el privado y el de las obras sociales. Vamos a tener que repensar un sistema de salud integrado.

Tenemos que repensar no solamente el sistema sanitario, sino un diseño de país que olvide esa concentración tan injusta e ineficiente económicamente.

El otro desafío que vamos a tener, obviamente, va a ser la economía. Sergio decía que la economía va a crecer en el 2021. Pero ojo: yo no quiero que ese crecimiento se lo queden 3 o 4 vivos nada más.

Y para esto me parece que hay que alinear salarios y jubilaciones, precios -sobre todo los de los alimentos- y tarifas.

Argentina es el lugar donde mueren todas las teorías económicas. Acá la actividad económica la mueve la demanda. Y a la demanda no hay otra manera de hacerla que a través de salarios, jubilaciones, y con precios de alimentos accesibles.

No estoy diciendo nada que no se pueda hacer. Con 12 años y medio en la República Argentina lo hicimos. Y por eso, además de por la unidad, volvimos.

Axel debe ser el primer ministro de Economía de la Argentina que gana una elección tan importante como la provincia de Buenos Aires. Todos los que lo intentaron fracasaron. ¿Saben por qué? Porque hay una memoria de la sociedad.

Hubo una unidad que fue fundamental, pero si hubiésemos estado todos juntos, y la gente hubiera vivido mal los 12 años y medio que estuvimos, tampoco nos hubieran votado.

Es necesario que pongamos mucho esfuerzo el año que viene para que los precios de los alimentos, los salarios, las tarifas vuelvan a alinearse en un círculo virtuoso que permita aumentar la demanda y la actividad económica.

Cuando no nos pueden parar ni en el Senado ni en la Cámara de Diputados, se van a los juzgados. Porque ojo, que nadie se engañe: el famoso lawfare no es solamente para estigmatizar a los dirigentes populares, es para disciplinar a los políticos, para que nadie se anime a hacer lo que tiene que hacer.

Les digo a todos y a todas: todos aquellos que tengan miedo, o que no se animan, por favor, hay otras ocupaciones además de ser ministros, ministras, legisladores, legisladoras. Vayan a buscar otro laburo. Necesitamos gente que los sillones que ocupe como ministro, ministra, legislador o legisladora, sea para representar los intereses del pueblo.»

(*) Página/12, 19/11/020

Las palabras de la vicepresidente no dejan lugar a duda alguna: ella es, en los hechos, quien maneja las riendas del poder. Una vez más hay que recurrir al gran Joan Manuel Serrat: “nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”. Y la verdad es que desde que Alberto Fernández aceptó la propuesta de Cristina en mayo del año pasado, la institución presidencial ha quedado reducida a una cáscara vacía. Lamentablemente, Alberto Fernández perdió gran parte de su orgullo, de su dignidad. Porque en aras de la unidad de la coalición gobernante aceptó con mansedumbre el rol de lacayo de la reina. Es por ello que jamás romperá con su jefa. Su propia personalidad se lo impide.

A pesar de su sumisión Cristina sigue enojada con Alberto. La razón es simple y contundente: hasta ahora, a su juicio, no hizo todo lo que tenía que hacer para domesticar definitivamente a una justicia que detesta. Ello explica la furia del párrafo final, destinado fundamentalmente a Losardo, ministra de Justicia. Cristina la odia y no ve la hora de que abandone el gobierno. Pero Losardo es una de las más leales lugartenientes del presidente lo que la convierte, al menos hasta ahora, en una figura irremplazable.

Luego del encendido discurso de la vicepresidente le tocó el cierre del acto al presidente de la nación. Resaltó que “estar separados es un error. Estamos aquí porque hace más de un año decidimos estar juntos. Y un año después estamos tan juntos como siempre. Me acuerdo muy bien del 10 de diciembre en el que tuvimos que asumir”. “Tengo una imagen de Cristina, frente a la plaza, en la que me dijo: “Presidente, no preste atención a lo que escriban en los diarios o digan en los medios, mire los ojos de su pueblo y háblele al corazón de cada argentino y argentina”. Yo hice lo que me mandaste. Fue el mejor consejo que me diste. Porque, como todos dijeron, efectivamente vivimos lo que nadie esperaba que nos toque vivir. No estaba en los planes de nadie” (fuente: Infobae, 19/12/020).

A confesión de parte, relevo de prueba. “Yo hice lo que me mandaste”, afirmó el presidente. Reconoció públicamente que no se avergüenza de ser un felpudo de la vicepresidente. Realmente es un digno competidor de otro ilustre sirviente, el doctor Héctor J. Cámpora. Confieso que me equivoqué con Albert Fernández. Al escuchar con suma atención su discurso inaugural el 10 de diciembre de 2019 creí que estábamos en presencia de un presidente que, sin tener la envergadura de un Arturo Frondizi o un Raúl Alfonsín, sabría estar a la altura de las circunstancias. Un año después mi decepción, como la de muchísimos argentinos, es gigantesca.

El aporte de Hans Kelsen

La definición del derecho (última parte)

La categoría lógica del deber ser resulta insuficiente para captar la diferencia específica del derecho, para identificar aquellas cualidades propias del derecho. Los sistemas morales positivos son, al igual que el derecho, sistemas normativos y las reglas que sirven como instrumentos para su descripción poseen la misma estructura lógica. En efecto, tanto la regla de derecho como la regla moral suponen la existencia de una consecuencia que se vincula con una condición a través de una imputación. De ahí la necesidad de bucear en otro ámbito para localizar la distinción entre el derecho y la moral. Ella se detecta en el contenido de esas reglas. “En una regla de derecho la consecuencia imputada a la condición es un acto coactivo que consiste en la privación, forzada si es necesario, de bienes tales como la vida, la libertad o cualquier otro valor, tenga o no contenido económico” (“Teoría pura del derecho”, Eudeba, Buenos Aires, pág. 56). La sanción hace, por ende, a la esencia del derecho como orden normativo. En todo derecho estatal vigente las normas jurídicas se cumplen a través de una pena o de una ejecución forzada. El orden jurídico reacciona de esa manera frente al desafío que implica una violación del orden jurídico vigente, de las conductas consideradas ilícitas o contrarias a derecho. He aquí una gran diferencia entre el orden moral y el orden jurídico. En el primero las normas no prescriben sanción legal alguna. Si alguien viola una norma moral sufrirá el repudio de sus congéneres pero jamás sufrirá una privación forzada de su libertad, por ejemplo. En cambio, el orden religioso otorgas a la sanción un rol tan relevante como el que le otorga el orden jurídico. En la antigüedad, la enfermedad, la muerte o la derrota militar eran consideradas castigos o sanciones infligidos por los pecados cometidos. En este orden las sanciones tienen su origen, pues, más allá del mundo real. Son de carácter trascendente. En el mundo jurídico las sanciones son bien terrenales, “son actos de seres humanos prescritos por normas que han sido creadas por los hombres” (pág. 57). Forman parte de la organización social. El derecho emerge como un sistema de normas que impone a los miembros de la sociedad determinadas conductas, cuya violación resulta severamente sancionada.

Para Kelsen el derecho es, a su vez, una técnica social. En efecto, el derecho es un método que induce a los hombres a actuar de una manera determinada, tal como lo estipulan las normas jurídicas vigentes. El autor de las mismas parte del supuesto de que los hombres actuarán conforme a derecho porque no querrán saber nada con sufrir en carne propia los efectos de la sanción. El autor parte, pues, del supuesto de que los hombres obedecen a las normas vigentes por miedo al castigo y no por estar convencidos de que es su obligación acatar lo estipulado por el orden jurídico vigente. En virtud de ello, cabe recalcar que las normas jurídicas se aplican únicamente a los comportamientos humanos responsables. “únicamente el hombre dotado de razón y voluntad puede ser inducido por la representación de una norma a actuar de acuerdo con ésta” (pág. 58).

Concebido el derecho como una técnica social destinada a garantizar la obediencia de los hombres al orden normativo vigente, queda por dilucidar en qué medida logra tal objetivo. Emerge la cuestión de las razones de los hombres a acatar lo dispuesto por las normas jurídicas vigentes. ¿Por qué el hombre actúa conforme a derecho? Kelsen reconoce que es difícil suponer que siempre lo hace atemorizado por sufrir alguna sanción si infringe la ley. También puede obedecer por razones religiosas o morales, por temor a ser excluido por los demás o porque hay en él ausencia de toda tendencia a comportarse ilegalmente. En definitiva, “la técnica específica del derecho, que consiste en hacer seguir un acto de coacción visto como un mal a una conducta humana considerada como socialmente nociva, puede ser utilizada con miras a alcanzar no importa qué fin social, ya que el derecho no es un fin sino un medio. Desde este punto de vista, el derecho es una técnica de coacción social estrechamente ligada a un orden social que ella tiene por finalidad mantener” (págs. 58/59).

Finalmente, el derecho se diferencia de otros órdenes normativos-como la moral-porque está facultado para vincular a determinados actos humanos la consecuencia de una sanción. En otros términos: el derecho está facultado para hacerle saber a los hombres que la violación de las normas jurídicas no es gratuita. Al definir Kelsen al derecho como un orden coactivo fleta la idea de que su función primordial consiste en la reglamentación del empleo de la fuerza en las relaciones humanas. El derecho implica la organización de la fuerza ya que establece bajo qué condiciones y cómo todo miembro de la sociedad puede hacer uso de la fuerza en relación con los demás. Ello significa que la fuerza únicamente debe ser utilizada por específicos individuos autorizados a ese efecto. En consecuencia, todo acto de coacción no encuadrado jurídicamente es ilegal, ingresa en el ámbito de lo ilícito. Quienes están autorizados jurídicamente autorizados para ejecutar actos coactivos-los jueces, por ejemplo-“actúan en calidad de órganos de la comunidad constituida por este orden” (pág. 59). El derecho tiene, pues, como función primordial, a diferencia de la moral y la religión, garantizar el establecimiento de un monopolio de la fuerza que proteja los intereses y derechos de las diversas comunidades jurídicas instaladas en el ámbito social.

(*) Publicado en el portal rosarino Ser y Sociedad el 16/8/011

El fin de la convertibilidad

El 20 de diciembre de 2001 tuvo lugar el dramático final de la presidencia de Fernando de la Rúa. Ese día el centro porteño se transformó en una zona de guerra. Carros hidrantes, policía montada e infantería se toparon con manifestantes entrenados para el combate. La locura había impuesto sus códigos. El resultado no podía ser más desgarrador: cerca de una treintena de argentinos fueron asesinados, no solo en la CABA sino en otras ciudades del país. Sólo y apesadumbrado Fernando de la Rúa presentó su renuncia cuando el sol se escondía. Atrás quedaron dos años que los argentinos difícilmente olvidaremos. Fue la explosión final del modelo de convertibilidad impuesto sin anestesia por Carlos Menem a comienzos de 1991. Fue la hecatombe que le permitió al kirchnerismo llegar al poder en 2003.

¿Por qué la Argentina implosionó en diciembre de 2001? Para responder a esta pregunta hay que remontarse a 1997 cuando los máximos referentes de la oposición decidieron crear una alianza para derrotar al menemismo en las elecciones parciales de ese año y, si ello ocurría, llegar a la Rosada en 1999. Referentes de la talla de Raúl Alfonsín, De la Rúa, Terragno, Chacho Alvarez y Graciela Fernández Meijide, entre otros, coincidieron en que la única manera de destronar a Menem era uniéndose. Las elecciones de 1997 y 1999 les dieron la razón. El 10 de diciembre de 1999 asumió como presidente de la nación Fernando de la Rúa, un conspicuo representante del radicalismo ortodoxo. Como vicepresidente asumió Carlos Chacho Alvarez, un peronista de izquierda que abandonó el barco menemista luego de que el metafísico de Anillaco indultara a Videla y compañía.

En materia económica la Alianza garantizó la continuidad de la convertibilidad. No fue ninguna sorpresa ya que desde su génesis sus referentes aseguraron que, de llegar al gobierno, mantendrían el 1 a 1 a rajatabla. En consecuencia, no sorprendió a nadie que la primera medida tomada por el ministro de Economía José Luis Machinea fuera un feroz ajuste que sacudió el bolsillo de millones de argentinos. En ese momento el presidente sólo tenía en mente convencer al FMI y al BM que era un presidente confiable, que jamás patearía el tablero. Nadie que ocupara puestos relevantes en esos organismos dudaba de la ortodoxia de De la Rúa pero dudaban de su capacidad para lidiar con un peronismo que nunca soportó estar en la oposición. El FMI y el BM no dudaban de las intenciones del presidente pero sí de su capacidad como gobernante.

En poco tiempo quedó demostrado que no estaba capacitado para ejercer la más alta magistratura del país. Todo comenzó con un artículo de Morales Solá publicado por La Nación a mediados de junio de 2000. En su columna dominical el renombrado columnista político denunció que habían existido coimas para garantizar la aprobación en el Senado de la ley de flexibilización laboral exigida por el FMI y el BM. Su fuente no era otra que Antonio Cafiero, quien en ese momento era senador. Al poco tiempo don Antonio confirmó la primicia de Morales Solá. A partir de entonces Chaco Alvarez, quien durante la campaña electoral había enarbolado la bandera de la ética política, encabezó una cruzada contra los privilegios anidados desde tiempos inmemoriales en la Cámara Alta. Ese desafío no fue perdonado por los senadores, especialmente por los senadores peronistas involucrados en el escándalo. El problema fue que tampoco fue perdonado por el propio De la Rúa. Colocado en una situación límite el presidente optó por preservar sus vínculos con los senadores. Abandonado por el presidente Alvarez renunció a la vicepresidencia a comienzos de octubre de ese año.

Ese dramático hecho quebró a la Alianza. Para ser más preciso: la Alianza como tal había dejado de existir. A partir de entonces gobernó en el país el delarruísmo puro y duro. En marzo de 2001 el presidente no tuvo más remedio que despedir a Machinea, desgastado por el fracaso del blindaje. Luego del efímero y traumático paso de López Murphy por el ministerio de Economía, arribó a ese edificio Domingo Felipe Cavallo en calidad de súper ministro, casi como un primer ministro encubierto. Su objetivo era conseguir a como diera lugar el déficit O para ganarse la confianza del FMI y el BM. Todos sus esfuerzos fueron en vano. La crisis, a esa altura inocultable, era económica y política. El gobierno recibió el golpe de gracia en las elecciones de octubre. La dura derrota sufrida, de la que De la Rúa no se hizo cargo, envalentonó al peronismo que, al igual que un tiburón blanco, comenzó a oler sangre.

Temeroso de que la crisis devorara al sistema bancario Cavallo impuso, a partir del 1 de diciembre, el famoso corralito que en la práctica significó la confiscación de los ahorros de miles y miles de argentinos. Esa medida provocó la furia de los damnificados quienes, cacerola en manos, salieron a la calle el 19 de diciembre para exigir el fin del gobierno. Al día siguiente, el presidente abandonó la Rosada en helicóptero. Atrás había quedado la peor crisis institucional de la Argentina contemporánea.

El 1 de enero de 2002 asumió como presidente Eduardo Duhalde fruto de su pacto con Raúl Alfonsín. Lo primero que hizo fue blanquear a través de la pesificación de la economía lo que todos sabíamos: que la convertibilidad había estallado. Luego intentó por todos los medios a su alcance reconstruir la autoridad presidencial y granjearse la confianza del FMI y el BM. No alcanzó ninguno de tales objetivos. En marzo de ese año arribó al país Anooph Singh, el enviado del FMI, quien actuó como los antiguos virreyes del Virreinato del Río de la Plata. Fue tal su protagonismo que el parlamento se sometió a su voluntad. En junio Duhalde recibió un durísimo golpe del que jamás se recuperó. En la estación Avellaneda efectivos de la bonaerense ejecutaron a dos piqueteros. A partir de entonces al presidente sólo le quedó una opción: convocar a elecciones presidenciales cuanto antes.

Entre el fatídico junio y el 27 de abril de 2003, fecha en que tuvieron lugar los comicios, Duhalde sólo tuvo en mente una cosa: evitar a como diera lugar el retorno de Carlos Menem. Lo logró transformando la interna peronista en la elección presidencial propiamente dicha. Al obligar a Menem a competir con Saá y Néstor Kirchner, evitó que el riojano obtuviera una amplia victoria en la primera vuelta. Consciente de que en el balotaje Kirchner le ganaría por goleada Menem decidió no presentarse. La estrategia de Duhalde había sido exitosa.

El 25 de mayo de 2003 Néstor Kirchner asumió como presidente la nación. Había comenzado una nueva etapa en el país: la post convertibilidad. Había comenzado, también, la era kirchnerista.

La fascinante y dramática historia argentina

La Asamblea del año XIII. Hacia un gobierno unipersonal

La Asamblea comenzó a sesionar el 31 de enero de 1813. Como tantas veces sucedió a lo largo de nuestra dramática y fascinante historia, la ilusión que había despertado fue gigantesca. Tuvo como objetivos centrales la consolidación de la emancipación y el establecimiento de una constitución. Ayudó al clima optimista los logros que se estaban obteniendo en el terreno militar. El 3 de febrero San Martín y sus granaderos batieron a los realistas en la localidad santafesina de San Lorenzo, a orillas del Paraná. El 20 Belgrano obligó en Salta al general Tristán a rendirse en plena batalla. Mientras tanto, los propios oficiales del ejército sitiador de Montevideo expulsaban de sus filas a Sarratea siendo sustituido por Rondeau. Este hecho hizo posible la incorporación a dicho ejército de las tropas comandadas por Artigas.

En este contexto la asamblea tomó decisiones muy importantes: a) la eliminación de toda referencia a Fernando VII; b) la acuñación de una moneda nacional; c) el establecimiento del escudo e himno patrios; d) la supresión de los mayorazgos y títulos de nobleza; e) la abolición de la Inquisición y las torturas judiciales; y f) el establecimiento de la libertad de vientres para las esclavas. Quedaba plenamente en evidencia la filosofía liberal y humanista que la inspiraba. Lamentablemente sus metas esenciales quedaron en promesas. No se dictó una constitución definitiva ni fue declarada la independencia. ¿Por qué? Es probable que el Segundo Triunvirato no estuviera preparado para acometer semejantes tareas. No bien se hicieron cargo del gobierno los triunviros comenzaron a pelearse entre sí. Se produjo una grieta entre Paso y los triunviros restantes. Los enconos personales y el espíritu faccioso, fogoneado por el inteligente y ambicioso Carlos de Alvear, se apoderaron también de la Logia Lautaro, la institución que San Martín había creado precisamente para garantizar un proceso de toma de decisiones acorde con la relevancia del momento histórico que se estaba viviendo. Alvear logró imponer su lógica: la Logia se dividió y la propia Asamblea, envenenada por el espíritu de facción, terminó siendo funcional a las ambiciones de Alvear.

El plan de Alvear estaba dando sus frutos. Todos los planetas se estaban alineando en su favor. La suma del poder público estaba al alcance de su mano. En el plano militar, 1813 se le presentaba muy favorable. Belgrano tenía la esperanza de avanzar sobre Lima (Alto Perú) y promover una insurrección para demoler al ejército realista. Sus planes volaron por los aires al ser derrotado en Vilcapugio el 1 de octubre y en Ayohuma el 14 de noviembre. Esta última derrota, un desastre, en realidad, enfrió el espíritu independentista de la Asamblea y el gobierno, que inmediatamente le solicitó a Sarratea que convenciera al gobierno inglés para que hiciera de mediador entre las provincias del Río de la Plata y el imperio español. En el plano militar Belgrano fue reemplazado por San Martín en el comando de las alicaídas tropas. Quien más festejó este nombramiento fue Carlos de Alvear ya que sin la presencia del gran militar, con quien mantenía diferencias políticas, la Logia quedaría en sus manos.

Gervasio Antonio de Posadas, el primer dictador. La sombra de Carlos de Alvear

La influencia de Alvear quedó plenamente de manifiesto en el proceso político que derivó en la designación de Antonio de Posadas como nuevo jefe de gobierno. La precaria situación militar convenció a la dirigencia política de concentrar el ejercicio del poder en una sola persona. El 22 de enero de 1814 asumió, pues, como Director Supremo el primer dictador de nuestra dramática y fascinante historia.

¿Qué sucedía en el frente externo? En el norte San Martín, escoltado por Belgrano, consolidaba su posición. Mientras tanto, Sarratea no hacía otra cosa que boicotear el proceso emancipatorio al entrevistarse con lord Strangford proponiéndole lisa y llanamente la reconciliación con España. “Aquí no ha pasado nada”, era su lema. ¿Por qué Sarratea actuó de esa manera? ¿Era consciente de que estaba traicionando los ideales de Mayo? Una vez más quedó en evidencia que el miedo es una fuerza espiritual demoledora capaz de derribar una montaña como el Everest. En efecto, la derrota del ejército en el norte y, fundamentalmente, una Montevideo reforzada militarmente, hizo cundir el pánico en un sector del gobierno criollo. Si los españoles triunfaban, lo que, según la mirada de este sector, era altamente probable, seguramente harían tronar el escarmiento. En otros términos: tuvieron miedo de que los fusilaran. Resulta, por ende, entendible la pretensión del gobierno de rogarle a Gran Bretaña para que intercediera ante España. Los criollos querían que España respetara su autonomía dentro de la órbita de dominio de aquélla, lo que a todas luces era algo absolutamente contradictorio. Pero al final primó el realismo político. El gobierno llegó a la conclusión de que sólo demostrando fortaleza, fundamentalmente en lo militar, lograría obtener algún rédito de la mediación. Aplicaron aquella famosa frase atribuida al histórico dirigente gremial Augusto Timoteo “Lobo” Vandor: primero pegar, luego negociar. Es por ello que se decidió hacer lo imposible por terminar de una vez por todas con el dominio español sobre Montevideo. Este objetivo fue bendecido por quienes todavía seguían creyendo en el ideal independentista. España logró lo que aparentaba ser un imposible: unir al gobierno criollo.

La situación de la Banda Oriental era harto delicada. En enero de 1814 Artigas, opuesto al gobierno central, tomó la decisión de abandonar el sitio de Montevideo. El vacío dejado por el caudillo fue cubierto por una escuadrilla naval al mando de Guillermo Brown que, luego del triunfo obtenido en Martín García, restableció el bloqueo sobre el puerto de Montevideo. Era evidente, salvo que se produjera un milagro-la llegada de una fuerza militar española para restablecer el orden-que el destino de la Banda Oriental estaba sellado. En ese contexto Alvear pensó que era el momento oportuno para lucirse en el terreno militar. Para ello era fundamental que Posadas lo nombrara jefe del ejército sitiador de Montevideo. Posadas era consciente de que no podía negarle semejante favor a quien lo había puesto en semejante cargo. En política, los favores exigen las retribuciones correspondientes. Para retribuirle a Alvear semejante favor no tuvo más remedio que ascender a Rondeau a la cúspide de la jerarquía militar y enviarlo al norte en reemplazo nada más y nada menos que de San Martín. Se vio obligado, pues, a pedir su relevo y lo justificó alegando la precaria salud del gran militar (hace años que una úlcera venía deteriorando su salud). Luego designó a Alvear jefe del ejército sitiador de Montevideo. Era el trampolín que necesitaba para arribar a lo más alto: el cargo de Director Supremo. Con 26 años Carlos de Alvear asumió el mando el 17 de mayo de 1814 justo cuando la fuerza naval de Brown pulverizaba a la escuadrilla española. El momento no podía ser más oportuno para ese joven de ambiciones sin límites. Un mes después un agobiado Vigodet capitulaba. Según lo estipulado en la capitulación Montevideo fue entregada-como si fuera un botín de guerra-a Buenos Aires, siempre y cuando el gobierno criollo reconociera la autoridad de Fernando VII, que acababa de reasumir en España. Rápido de reflejos Carlos de Alvear, tomándose atribuciones que le correspondían a Posadas, aceptó la cláusula. Y luego de entregada la plaza el 22 de junio, consideró que, dado que Vigodet no había ratificado la capitulación, Montevideo se había rendido de manera incondicional. Ya actuaba como Director Supremo.

Las noticias que llegaban de España ennegrecieron el clima de fiesta provocado por el triunfo de Montevideo. El colapso del imperio napoleónico y el fin del cautiverio del monarca Fernando VII habían modificado radicalmente el escenario internacional. Libre del yugo francés España recuperaba su libertad de acción respecto a sus colonias. El Río de la Plata podía caer otra vez en sus manos. El gobierno nacional aguardaba la llegada de una poderosa flota española, que consideraba inminente. La tensión e incertidumbre reinantes podían cortarse con una tijera. Estaba en juego el futuro del proceso revolucionario iniciado el 25 de mayo de 1810. A su vez, Lord Strangford se esmeraba, desde Río de Janeiro, de ejecutar una guerra de acción psicológica sobre los criollos con el objetivo de que bajaran los brazos. En Buenos Aires se produjo un quiebre en la opinión pública o, si se prefiere, una grieta. En esta vereda estaban aquellos que no dudaban en arriesgarlo todo con tal de mantener incólume el espíritu independentista. En la vereda de enfrente estaban aquellos que consideraban que ante el cariz que estaban tomando los acontecimientos lo sensato era negociar con España la vida de todos los criollos. No es difícil imaginar lo difícil que debe haber sido para Posadas el haberse tenido que enfrentar a semejante disyuntiva. Desde Londres Sarratea comenzó a hacer campaña por Fernando VII mientras que la Asamblea consideró que lo más aconsejable era adecuarse al nuevo escenario internacional. Los seguidores de Alvear y genuinos patriotas como Moldes apoyaron esta tesitura. Finalmente la Asamblea autorizó a Posadas a entablar negociaciones con la Corte española y cuando expiraba 1814 Manuel Belgrano y Bernardino Rivadavia viajaron a España en calidad de representantes de la Asamblea.

Mientras tanto la influencia de Artigas se extendía por las provincias de Corrientes, Entre Ríos y Santa fe enarbolando la bandera de la república y la federación. El caudillo oriental se había transformado en un serio problema para Posadas. En Chile los revolucionarios eran aniquilados por los realistas y sus jefes hallaron refugio en nuestro territorio. Las tropas criollas se oponían tenazmente a ser conducidas por Alvear. Lo que seguramente no alcanzaron a percibir fue que el Director Supremo, demostrando una hábil cintura política, consideraba que una victoria en el norte liderada por Alvear era beneficiosa tanto para profundizar el proceso independentista como para negociar en una posición de fuerza con España. Lo cierto es que Alvear no estaba en condiciones de hacerse cargo de las tropas conducidas hasta hace poco por Rondeau. Y ello por una simple y contundente razón: carecía de autoridad para ejercer ese cargo. No debe haber sido fácil para alguien tan ambicioso y orgulloso reconocerlo. Pero como dice el refrán “no hay mal que por bien no venga” ese hecho le permitió a Alvear obtener en poco tiempo el premio que tanto anhelaba. Cansado de tantos infortunios y de la presión de la Logia, en los primeros días de enero de 1815 Posadas renunció al cargo. El sucesor fue Alvear. Fue la manera elegida por Posadas para retribuirle numerosos favores. Así concluían los cinco años transcurridos a partir del 25 de mayo de 1810. “Si se vuelve la mirada”, concluyen Floria y García Belsunce, “sobre lo ocurrido entre mayo de 1810 y enero de 1815 se ve que la revolución había pasado por una sucesión de crisis políticas a través de las cuales se había delineado una clara aspiración de independencia, que a último momento flaqueó como consecuencia de la situación internacional y del agotamiento de los dirigentes. En el trasfondo de este proceso se advierte la ausencia de hombres con experiencia en la cosa pública, y de personalidades de alto vuelo político, de verdaderos estadistas, capaces de definir un rumbo político definido para la resolución y de concentrarlo a través de un programa de gobierno coherente” (1). Este párrafo se adecua perfectamente a la Argentina de julio de 2020. (1) Floria y García Belsunce, Historia de…, pág. 356.

Bibliografía básica

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