Por Hernán Andrés Kruse.-

El secuestro de Aramburu

Si hay una fecha que marca el principio del fin del antiperonismo gobernante mientras Perón estaba en el exilio fue el 29 de mayo de 1970. Ese día la cúpula de la organización peronista terrorista Montoneros secuestró al teniente general Pedro Eugenio Aramburu, emblema de la revolución libertadora. Días más tarde Aramburu fue ejecutado. El hecho conmocionó al régimen militar y al presidente de facto, teniente general Juan Carlos Onganía. A partir de entonces nada sería lo mismo para el presidente de facto. En realidad, nada sería lo mismo para el país.

El criminal acto fue el bautismo de fuego de unos jóvenes de clase acomodada que estaban convencidos de la violencia revolucionaria como método para imponer el socialismo nacional. Arrostito, Firmenich, Abal Medina, Ramus y otros más creían en el poder de las armas para instaurar el paraíso socialista. Creían que el verdadero peronismo sólo podía ser revolucionario. Para los montoneros personajes como Augusto Vandor, por ejemplo, eran personajes que atentaban contra el proyecto de liberación.

Desde Madrid, Perón apoyó fervientemente el accionar de los montoneros. Para el astuto y pragmático creador del peronismo era fundamental minar la legitimidad del antiperonismo gobernante. Para ello nada mejor que sembrar el país con la semilla del caos y la violencia. Tal táctica tenía como objetivo obligar al régimen militar a convocar a elecciones presidenciales, que fue a la larga lo que sucedió.

Lo que se conoce de este luctuoso hecho es que ese 29 de mayo de 1970 la cúpula montonera secuestró sin inconvenientes al general Aramburu y días más tarde lo ejecutó sin piedad. De esa forma, siempre se dijo, los montoneros vengaron al general Valle y quienes lo acompañaron en la contrarrevolución de 1956. Pero hay otro relato que sostiene que fue el propio Onganía el que habría dado el visto bueno a este aberrante hecho porque no veía con buenos ojos las ambiciones políticas de Aramburu (quería ser presidente de jure). Lo que siempre me llamó la atención fue lo fácil que les resultó a los montoneros secuestrar a Aramburu. Escribe Marcelo Larraquy en su libro “Primavera Sangrienta”:

“El 29 de mayo de 1970, poco antes de las nueve de la mañana, el general Pedro Eugenio Aramburu estaba en su dormitorio cuando Emilio Maza y Fernando Abal Medina ingresaron el Peugeot 504 blanco en el garage de Montevideo 1037, estacionado hacia la calle. Le prometieron al empleado que saldrían en pocos minutos. Cuatro miembros de Montoneros merodeaban la vereda de enfrente, con distintas coberturas, para controlar los movimientos de calle. Carlos Gustavo Ramus estaba al volante de una camioneta pickup IKA-Renault; Mario Firmenich, con uniforme de policía, autorizaba su detención momentánea; Carlos Maguid, vestido de sacerdote, estaba próximo al ingreso del Colegio Champagnat, de la orden de los Hermanos Maristas, justo enfrente del edificio donde vivía Aramburu. Norma Arrostito, con una peluca rubia, caminaba por la vereda. Todos estaban armados.

“En esa época era muy meticuloso. Era reconocido por eso. Estaba el operativo en los planos y lo analizaba durante dos horas. Y a mí me quedó la sensación de que era complicado. Éramos una orga que no tenía experiencia en este tipo de cosas. Salió bien, pero en la previa me parecía complicado. Yo estudiaba abogacía y tenía un kiosco en Córdoba Capital. Todavía era distribuidor de chicles Bazooka, caramelos Stani. Vivía en Villa Allende. Mi viejo era abogado del foro local. Éramos todos legales. Había llegado unos días antes a Buenos Aires. Vine con Cristina [Liprandi], que no participó. El Gordo [Emilio Maza] ya estaba acá. Hay cosas que la historia hace de casualidad. El 29 de mayo, Día del Ejército. Yo creo que no se pensó la fecha. Por ahí, el Gordo y Fernando [Abal Medina] la pensaron. Llegamos en un Peugeot, Capuano [Martínez] al volante, yo al lado, Fernando y Maza. Estacionamos en el garage, vamos los tres al edificio, se queda Capuano. A Mario, a Maguid y a Arrostito no los vi porque era un operativo compartimentado. Fernando y el Gordo estaban vestidos de militares, yo de civil con pelo cortito y un sobretodo que todavía tengo. Teníamos muy buena formación para actuar como militares. Yo voy al séptimo piso. El Gordo y Fernando, al octavo”. (Ignacio Vélez Carreras).

Maza y Abal Medina tocaron el timbre del departamento “A” del octavo piso, y Sara Herrera de Aramburu les abrió la puerta. Pidieron hablar con el general. Ella les cedió el paso y los invitó a sentarse en el sillón. Les ofreció café y se fue. El general se vistió con la misma ropa del día anterior y demoró unos minutos en presentarse en el living. Después de una breve conversación, los visitantes le pidieron que descendieran con ellos.

“Bajamos los cuatro, todos juntos en el ascensor. Él estaba convencido de que iba a una asonada. Y ahí caminamos, subimos al Peugeot. Soy el único que está vivo de ese viaje: en la ida, hasta detrás de la Facultad de Derecho, donde estaba la camioneta, una Jeep Gladiator, y se hizo el transbordo”. ( Ignacio Vélez Carreras)

El general Aramburu partió con sus captores hacia la estancia La Celma, propiedad de la familia Ramus, en Timote, a 428 kilómetros de Buenos Aires. Al mediodía, las radios anunciaron su secuestro.

“Yo había dejado una Renoleta estacionada cerca de los bosques de Palermo. Y nos quedamos en Buenos Aires viendo algunos detalles operativos; dejar los fierros, ese tipo de cosas. Y después, camino a Córdoba, pasamos por Rosario y dejamos en dos o tres baños los comunicados del secuestro de Aramburu, con lo cual dispersábamos la búsqueda. Llegamos a Córdoba bien”. ( Ignacio Vélez Carreras).

Cuando llegaron a La Celma, Aramburu fue alojado en el dormitorio principal y comenzaron a interrogarlo. Por la tarde se conoció el primer comunicado con la firma de Montoneros en el que advirtieron que no negociarían su libertad y lo someterían a un “juicio revolucionario”. Le apuntaron su responsabilidad en la matanza de veintisiete civiles y militares en 1956, la represión, la proscripción, la profanación y desaparición del cuerpo de Evita, y anticiparon que lo matarían y que entregarían sus restos cuando fuesen devueltos los de Evita. En el último de los cuatro comunicados, Montoneros anunció que lo habían matado.

Hasta entonces no existía información pública de Montoneros.

La Calera. “[El Operativo Aramburu] tiene su complemento en el segundo [La Calera]. Aquí se trata de dar continuidad al primero; se trataba de un hecho netamente militar y que tenía como objetivo una incuestionable demostración de fuerza y de acción bélica que expresara la seriedad militar y borrara la imagen de [acción] aislada y de grupo comando que podía quedar del primero. Poderío que se probaba incluso territorialmente [al tomarse una población]; secundariamente, la recuperación de dinero y armas, y por el hecho casual de que una huelga obrera importante coincidiera con la fecha programada”. (“Documento verde” – Este documento fue elaborado en la cárcel por presos políticos montoneros. En él se criticó la prevalencia del militarismo de la organización guerrillera. Fue la primera disidencia interna. La conducción luego expulsó a los que adhirieron a él. Empezó a circular a mediados de 1972).

La toma de La Calera sorprendió a la provincia. Quinientos policías, apoyados por la Gendarmería y el Ejército, rastrillaron las calles de la Capital y barrios aledaños para “desbaratar la célula montonera”. Para el gobernador de Córdoba, eran miembros de familias tradicionales; para el jefe de la Policía provincial, “inadaptados”.

“Subsiste todavía en Córdoba la impresión causada por el operativo extremista en la población de La Calera, que estuvo tomada con sus 10.000 habitantes por espacio de 20 minutos. Se calcula que unos 15 jóvenes en 5 automóviles, profusión de armas y aparatos intercomunicadores actuaron en el hecho. La policía ha detenido a 6 personas, ya identificadas, entre ellas un matrimonio; habría 6 personas más bajo arresto y otra docena demorada en averiguación de los hechos. Por los panfletos y el material secuestrado en los allanamientos posteriores, se estableció que actuaron unidos elementos de ideología extremista. Todos los detenidos son estudiantes, pertenecen a conocidas familias y ostentan un expectable nivel de educación. En la requisa de una casa se habría comprobado que allí se disfrazó un coche Torino como patrullero policial. En la vivienda del matrimonio detenido se halló un verdadero arsenal. Otro de los presos llevaba 15 granadas de mano, 4 pistolas-ametralladora, 40 revólveres y pistolas, un radiorreceptor y 2 uniformes”. (La Voz del Interior, Córdoba, 2 de julio de 1970).

Luego de la operación de La Calera, una veintena de militantes de Lealtad y Lucha emprendió la fuga. Uno de ellos era Luis Rodeiro.

“Después de La Calera saltaron todos los nombres. Nos llevaron a Santa Fe. Estuve una semana, la infraestructura era mínima, después fuimos a vivir a una casa de estudiantes vinculada al peronismo, en Chaco. Ya seríamos cinco o seis, todos con documentos falsos. Nos fuimos desparramando. Yo fui a una casa en Corrientes, no podía salir a la calle, me traían la comida a la pieza. Y después me mandaron a Buenos Aires. Me recibió el Negro [José] Sabino Navarro y me guardó en una casa en San Telmo, que era del grupo Descamisados. El líder en ese momento era el cura [Eliseo] Morales.

Montoneros casi no tenía estructura. Sabino y Abal Medina habían asaltado un banco en Ramos Mejía para juntar algo de plata. Yo me enteré después. Entonces, Sabino me llevó a una reunión en una casa donde vivían Abal Medina, Norma Arrostito. Abal me explicó sobre la posibilidad de fortalecer la cosa en Salta, había algo incipiente. En esos tratos, Firmenich no existía. Hicimos otra cita, con un riesgo innecesario, en un bar por ahí cerca, en San Telmo. Habrá sido en la segunda quincena de agosto. Fernando tenía puesto un bigotito rubio, y él era lampiño. Tenía un gran dominio de sí mismo, se movía con mucha seguridad. Me acuerdo de que salimos del bar y los kioscos estaban atiborrados de papeles con su cara, y Abal pasaba y los miraba con total tranquilidad. En el bar se estableció que la próxima cita sería el 7 de septiembre. Yo tenía que ir a la estación William Morris. Seguí encerrado en la casa, sin ninguna tarea para desarrollar. Sólo debía esperar esa fecha. En la reunión se definiría mi viaje a Salta, me iban a dar el cuadro de situación, los contactos. Tomé el tren en Retiro. En la estación me esperaba Sabino y de ahí fuimos a la pizzería. Cuando llegamos ya estaba Fernando sentado, solo. Era una reunión de tres personas. Abal, el Negro Sabino y yo. Había poca gente. Ya era de noche. Afuera, en el auto que había traído a Abal Medina, de custodia, estaba Gustavo Ramus. Y también el auto que había traído a Sabino. Pero yo, cuando entré en la pizzería, no los vi. Empezamos a conversar sobre mi partida a Salta.

Les dije que si viajaba tenía que tener un arma, porque no tenía. Y después, no sé cuánto tiempo habrá pasado, llegó un patrullero y entraron cuatro policías y pidieron documentos. Fue un hecho totalmente azaroso. Ni Abal Medina había llegado perseguido a la pizzería, como se dijo, ni el dueño del bar lo reconoció. Mi hipótesis es que llamó a la policía porque creyó que íbamos a asaltar una farmacia que estaba en la esquina. Si hubiera avisado que estaba Abal Medina, habrían venido cien canas. Cuando pidieron documentos, Sabino Navarro y Abal mostraron credenciales de la Policía Federal. Y se fueron. A mí ni me lo pidieron. El conflicto se armó afuera. Yo no lo vi. Supuestamente, los policías fueron hacia el auto de Ramus, que estaba lleno de armas, y él, que los había visto entrar en el bar y no sabía qué estaba pasando adentro, reaccionó y se produjo el tiroteo. Un tiroteo total. El Negro Sabino saltó por la ventana, y Fernando fue hacia la puerta para salir de la pizzería y empezó a disparar. Lo tengo borroso. Uno vive eso experimentalmente, pero no recuerdo los detalles. Yo estaba sin armas, traté de protegerme. El Negro salió con bastante suerte, porque subió a un techo y apareció a la vuelta de la manzana, y lo levantaron sus compañeros con el auto. Eran su custodia. No sé quiénes eran. Después, yo intenté salir y vi a Abal tirado en el suelo, en la puerta de la pizzería. Y ahí me detuvieron”. (Luis Rodeiro)” (fuente: Perfil, 7/11/017).

Cuesta creer que alguien de la importancia política del general Aramburu haya sido capturado de esa manera. ¿Y la custodia? ¿Y los servicios de inteligencia? ¿Por qué la esposa de Aramburu confió en esos jóvenes que le dijeron que querían estar con su esposo? Lo real y concreto es que el secuestro y posterior asesinato de Aramburu significó el principio del fin de la dictadura militar. Meses más tarde Onganía fue sustituido por el general Roberto Marcelo Levingston quien intentó recuperar el espíritu del jacobinismo antiperonista. Fue demasiado tarde. Levingston fue sustituido por el general Alejandro Agustín Lanusse quien comprendió que la única salida era la convocatoria a elecciones presidenciales. La estrategia de Perón había dado resultado. El 25 de mayo de 1973 asumía como presidente Héctor Cámpora. Comenzaba otra historia. En realidad, comenzaba otra etapa trágica de la Argentina contemporánea.

Alberto y la radicalización de la política exterior

En marzo de este año el gobierno argentino decidió retirarse del Grupo de Lima, claramente alineado con la república imperial. Esta semana tomó otra drástica decisión: retirar su apoyo a la demanda que el bloque interpuso contra el gobierno venezolano ante la Corte Penal Internacional. La embajada argentina en Holanda envió a la sede del organismo en La Haya una carta que expresa lo siguiente: “El gobierno de la República Argentina se retira de dicha remisión como así también de toda presentación realizada en ese marco, incluyendo la Nota OI 48/2019 del 30 de septiembre de 2019 vinculada a un informe elaborado por el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Argentina” (fuente: Infobae, 26/5/021).

Hace unas horas, la Argentina, junto con otros cuatro países latinoamericanos (Bolivia, Cuba, México y Venezuela), votó a favor de la creación de una comisión internacional para investigar las presuntas violaciones de los derechos humanos antes y durante el reciente conflicto entre Israel y Hamas. Cabe destacar que ninguno condenó expresamente a la organización terrorista asentada en Gaza.

La historia de las relaciones internacionales ha demostrado que el principio fundamental que las rige es el interés de cada estado. En consecuencia, otros valores, cuya importancia nadie desconoce, quedan relegados a un plano subalterno, como la moral y la ideología. Cuando estalló en 1980 la cruenta guerra entre Irak e Irán, Ronald Reagan, por entonces presidente de la república imperial, no dudó en apoyar al dictador Saddam Hussein para impedir el avance de Irán sobre el golfo Pérsico. El 18 de agosto de 2002 el influyente The New York times publicó el siguiente artículo:

Así votaron los países la resolución del Consejo de Derechos Humanos de la ONU

“La Administración de Ronald Reagan proporcionó a Irak ayuda militar secreta en un momento en que el espionaje estadounidense sabía que el régimen de Sadam Husein utilizaba armas químicas en sus enfrentamientos decisivos en la guerra con Irán, según altos oficiales militares estadounidenses con conocimiento directo de la operación. El uso de gases tóxicos en esa guerra es citado continuamente por el presidente George W. Bush para justificar un ‘cambio de régimen’ en Irak. El programa secreto de ayuda a Irak fue llevado a cabo mientras los principales asesores de Reagan -entre ellos el secretario de Estado, George Shultz, el secretario de Defensa, Frank Carlucci, y el entonces consejero de Seguridad Nacional, Colin Powell- condenaban públicamente a Irak por usar armas químicas, especialmente después de que el régimen de Bagdad atacase a los kurdos en Halabaja, en marzo de 1988. Durante la guerra Irán-Irak, EE UU decidió que era necesario derrotar a Irán para impedir que el país se hiciera con el control del golfo Pérsico, la zona productora de crudo más importante del mundo. Se sabe desde hace tiempo que EE UU proporcionó a Irak información estratégica, como fotos de satélite, para ayudar a los iraquíes a controlar los movimientos de las fuerzas iraníes, pero el alcance del programa de ayuda militar a Irak, tal y como lo describen ex oficiales de la Agencia de Espionaje de Defensa, era desconocido hasta ahora. El secretario de Estado, Colin Powell, a través de un portavoz, afirmó que la descripción del programa hecha por esos oficiales es ‘completamente errónea’, pero se negó a dar su propia versión de los hechos. Su adjunto, Richard L. Armitage, alto cargo de Defensa en los años ochenta, utilizó un exabrupto, también a través de un portavoz, para negar que EE UU diese su visto bueno al uso de armas químicas.

La Agencia de Espionaje de Defensa no quiso hacer comentarios, igual que el teniente general retirado Leonard Perroots, que supervisó el programa como responsable del organismo. El entonces secretario de Defensa, Frank Carlucci, declaró: ‘Lo que se proporcionó a Irak fue ‘información de carácter general, no información operativa’. ‘Desconozco que hubiese participación estadounidense en la preparación de batallas u ofensivas’, dijo, y ‘dudo mucho que eso ocurriera’. Después, añadió: ‘Yo estaba de acuerdo con que Irak no debía perder la guerra, pero no supe con antelación que iba a usar armas químicas’. Aunque altos cargos de la Administración de Reagan condenaron públicamente el uso de gas mostaza, gas sarín y otros agentes tóxicos por parte iraquí, los oficiales militares sostienen que el entonces presidente, su vicepresidente, George Bush padre, y sus asesores de seguridad nunca retiraron su apoyo al programa secreto, mediante el cual más de 60 oficiales de la Agencia de Espionaje de Defensa proporcionaron a Irak información detallada sobre despliegues iraníes, planes tácticos de batalla, planes para bombardeos aéreos y previsiones de daños. Los iraquíes no reconocieron que estaban usando armas químicas, pero su utilización se hizo evidente en la fase final de la guerra”.

En esa época Hussein era un aliado de los Estados Unidos en la zona caliente del Golfo Pérsico. La guerra finalizó en 1988 y dos años más tarde el dictador iraquí invadió Kuwait. A partir de entonces se transformó en el enemigo público número 1 de la república imperial. El sucesor de Reagan, George Bush, ordenó la operación militar conocida como “Tormenta del desierto” que arrasó con la Guardia Republicana, la fuerza de élite de Hussein. Este ejemplo, entre tantos otros, demuestra que el interés o, si se prefiere, la cuestión de estado, es el principio vertebrador de las relaciones internacionales.

El kirchnerismo, por el contrario, desconoce ese principio. En su concepción prima la ideología como eje de las relaciones internacionales. Apenas asumió Néstor Kirchner se alió a Hugo Chávez, el militar mesiánico que había sido elegido presidente de Venezuela luego de la debacle del tradicional sistema de partidos venezolano. Pasaron los años y el vínculo entre el kirchnerismo y el chavismo se mantuvo incólume. Esa “amistad” continuó luego del fallecimiento de Chávez. Ello explica el constante apoyo al régimen dictatorial de Maduro. La razón fundamental de esta relación no es otra, me parece, que el factor ideológico. Néstor y Cristina siempre sintonizaron con el mensaje de Chávez, fuertemente antiestadounidense. Esa tradición continúa con Alberto Fernández y su canciller Felipe Solá, pese a no pertenecer al kirchnerismo.

Esta alianza con el kirchnerismo explica en buena medida la decisión del gobierno argentino de sentir simpatía por el grupo terrorista Hamas, un histórico enemigo de Israel. Una vez más, primó el factor ideológico. El problema es si esta radicalización de la política exterior de Alberto no repercutirá negativamente en las negociaciones con el FMI y el club de París, instituciones financieras que responden a gobiernos que están en las antípodas ideológicas del chavismo y de Hamas. Es el precio que el presidente aparentemente está dispuesto a correr por haber sido “leal” a la política exterior de Néstor y Cristina Kirchner.

A propósito de la negociación de la deuda con el FMI y el Club de París

En las últimas horas políticos, periodistas e intelectuales cercanos al gobierno nacional publicaron un documento en el que recomiendan al presidente de la nación postergar el pago de los intereses de la deuda externa con el FMI y el club de París mientras dura la pandemia.

Los párrafos más salientes del texto son, a mi entender, los siguientes:

1-“Una pandemia, de la magnitud como la del Covid 19, que hoy sufre la humanidad, exige que todos los esfuerzos se destinen a contrarrestar sus enormes daños económicos y sociales, y su superación, garantizando la atención médica de los enfermos y la vacunación. En plena pandemia, los desequilibrios y las desigualdades en el mundo se han profundizado, ya que los poderosos y quienes especulan con la crisis incrementan sus riquezas mientras, sobre las mayorías, recae el costo más alto de esta conmoción mundial que deriva en más pobreza, más desempleo, más marginalidad, más hambre. También se posterga la atención de la salud y la imprescindible y urgente vacunación universal”.

2-“En Argentina, la pandemia del Covid-19 no da respiro y amenaza con detener la recuperación económica en curso. Los contagios y las muertes se han espiralizado. La economía ya se encontraba en una crisis de envergadura después del gobierno de Mauricio Macri y, con la pandemia, se ha profundizado aún más la emergencia económica y social. Nuestro país se encuentra en una situación de “estado de necesidad” que le impide afrontar los compromisos de deuda contraídos, especialmente con el Fondo monetario Internacional y otros organismos, bajo riesgo de afectar intereses superiores que el Estado debe proteger, en un contexto de pandemia: la vulnerabilidad social, la salud, el trabajo, la educación y la vivienda del conjunto de la población. “Estimamos imprescindible que los recursos públicos y las divisas disponibles del país, se destinen prioritariamente al cuidado de la vida y la salud de nuestro pueblo y a paliar el impacto social de la crisis”.

3-“Con esa idea central es que proponemos: impulsar la suspensión de los pagos por capital e intereses con el FMI y el Club de París, mientras se extienda la emergencia sanitaria; reprogramar los vencimientos con todos los organismos financieros internacionales con plazos acordes a las verdaderas posibilidades de pago del país (…); apoyar la querella criminal iniciada por el gobierno nacional contra los funcionarios actuantes del anterior gobierno en la obtención del préstamo stand-by con el FMI; investigar el destino de los fondos de dicho préstamo para identificar as los responsables de la fuga de capitales, puesta en evidencia por la investigación del Banco Central de la República Argentina” (fuente: Infobae, 26/5/021).

El texto refleja el sentir y el pensar del kirchnerismo duro y puro en esta trascendental cuestión. Su lectura hace recordar la decisión del entonces presidente Néstor Kirchner de pagar la deuda al FMI en 2005, cuya repercusión trascendió, obviamente, los límites de nuestro país. Nadie duda de la complejidad de la situación actual de la Argentina que viene siendo sacudida sin piedad por el coronavirus desde hace varias semanas. Pero también hay que ser realistas. El mundo financiero internacional se apoya en reglas muy estrictas, por más inmorales que nos resulten. Una de ellas es la siguiente: Estado que debe, Estado que está obligado a pagar. En este sentido, la Argentina ha dado sobradas pruebas de incumplimiento de esa norma fundamental. Ello explica la desconfianza que los organismos multilaterales le tienen al país.

No creo que el presidente, en su intimidad, apoye este texto. Hasta ahora, toda su estrategia apunta a hacer honor a la palabra empeñada. Ello explica los constantes viajes del ministro Guzmán a Europa y Estados Unidos. Pero en pocos meses habrá elecciones legislativas. Para el gobierno es una prueba crucial que determinará su futuro político. Estos comicios me hacen acordar a los comicios parciales de octubre de 2001 que terminaron por eyectar a De la Rúa de la Casa Rosada. El FdT necesita imperiosamente ganar, aunque sea por un voto. En consecuencia, nada más impopular en estos momentos que hacer frente a los vencimientos de deuda de este año. Lo que señala el documento responde a la más pura lógica política: para el gobierno es vital postergar esos pagos para después de las elecciones porque si lo hace antes, su suerte estará echada.

El mensaje de los políticos, periodistas e intelectuales K es clarísimo: “mirá Alberto, si querés ganar esta elección, no le pagués ahora al FMI y al Club de París. La gente se va a enojar aún más de lo que está y no dudará en hacer tronar el escarmiento cuando ingrese al cuarto oscuro. Pagále más adelante. Lo único que importa es ganar las elecciones, aunque no saquemos la cantidad de votos de hace dos años. Porque si perdemos, lo más probable es que el FdT estalle en mil pedazos”.

¿Es mucho pedir?

Este lunes Carlos Bianco, jefe de Gabinete de Axel Kicillof, culpó a la oposición y a los medios hegemónicos de ser los responsables de la feroz segunda ola de coronavirus que está azotando al país desde hace unas semanas. Confieso que aún no salgo de mi asombro pese a haber leído varias veces la noticia. Para este importante funcionario la derecha y los medios que le sirven de basamento ideológico tienen la aviesa intención de propagar el virus para pulverizar al gobierno nacional. Vale decir que quien no está identificado con el gobierno al 100% está a favor del coronavirus.

Desde hace tiempo que el oficialismo tomó la decisión de radicalizarse para afrontar de la mejor manera posible el duro examen de las urnas. Pero jamás imaginé que esa radicalización alcanzara semejante grado de obscenidad. Porque hay que ser obsceno para dividir a la sociedad en defensores de la vida y cruzados del coronavirus. Para Bianco, entonces, cada vez que el ministerio de Salud de la nación anuncia el número diario de contagios y muertes estos cruzados festejan con champagne. Una verdadera locura.

Lo real y concreto es que todos estamos angustiados, azorados, atemorizados. La incertidumbre nos domina. En estos momentos nadie sabe con exactitud qué va a pasar en el país en las próximas cuarenta y ocho horas. Hace unos minutos el ministerio de Salud de la nación informó que en las últimas 24 horas (miércoles 26) el número de contagios ascendió, en números redondos, a 35.800 y el de muertos a 520. El número total de fallecidos por el Covid-19 asciende a 75.600. Ello significa que probablemente la semana que viene dicho número ascienda a 80.000. Y en cuestión de semanas, a 100.000.

Hoy la positividad fue del 32%. Si los testeos ascendieran, como lo vienen aconsejando varios expertos, a 500 mil, hoy el número de contagios ascendería a 160.000. Es probable que ese sea el número real de infectados este miércoles 26. Desconozco por qué el gobierno nacional jamás se dignó a testar como corresponde. También ignoro por qué el presidente de la nación anunció con bombos y platillos hacia fines del año pasado un impresionante plan de vacunación que hasta este momento brilla por su ausencia. Ojalá algún día el presidente le hable a la sociedad y brinde las explicaciones pertinentes. Después de todo el pueblo tiene el derecho de saber de qué se trata, tal como lo exigieron a viva voz los ciudadanos reunidos en derredor del Cabildo en las históricas jornadas de mayo de 1810.

Aunque Alberto Fernández se niegue a aceptarlo, él es el gran responsable del incontenible avance del coronavirus en la Argentina. Esta afirmación no implica de ninguna manera hacer apología de la desestabilización institucional. Es el resultado de poner en práctica el sentido común. Si nunca se testeó lo suficiente y las vacunas arriban al país en cuentagotas es porque desde la cima del poder reinan la incapacidad y la confusión. La lógica consecuencia es un aumento inmanejable de los contagios y las muertes.

Hace unas horas el ex senador y candidato presidencial Miguel Angel Pichetto, por quien siento una muy escasa simpatía, dijo en el programa que conduce Romina Manguel algo muy cierto: “estamos viviendo momentos oscuros”. Lo más probable es que en las próximas semanas el ministerio de Salud de la nación se vea obligado a informar a diario un elevado número de contagios y muertos por el coronavirus. En consecuencia, si primara un mínimo de patriotismo la clase política debería archivar sus miserias morales-aunque sea por un tiempo- para ponerse al frente de una situación cuyos efectos sobre la salud física y psíquica de la sociedad son por ahora impredecibles. ¿Es mucho pedir?

Emblemas de la Revolución de Mayo: Manuel Belgrano y Mariano Moreno

Hoy, martes 25 de mayo de 2021, se cumple un nuevo aniversario de la Revolución de Mayo, gesta que dio comienzo al proceso revolucionario que culminó el 9 de julio de 1816, día en que los patriotas reunidos en Tucumán declararon solemnemente la independencia de las Provincias Unidas del río de la Plata.

Hablar de la Revolución de Mayo es hablar de aquellos patriotas que la hicieron posible, de aquellos héroes que arriesgaron todo, incluso su vida, para liberarnos del yugo español. Hablar de la Revolución de Mayo es hablar, entre tantos otros, de Manuel Belgrano y Mariano Moreno.

Al homenajearlos se homenajea al proceso revolucionario que tuvo lugar hoy hace exactamente 211 años. Y una buena forma de hacerlo es recordar su pensamiento. Porque siempre es bueno tener presente que Belgrano y Moreno fueron, además de dos hombres de acción, notables intelectuales.

Dijo Belgrano

Sobre la patria

«Mucho me falta para ser un verdadero padre de la patria, me contentaría con ser un buen hijo de ella», Tucumán, 10 de octubre de 1816.

«Nadie es más acreedor al título de ciudadano que el que sacrifica sus comodidades y expone su vida en defensa de la Patria».

«No busco glorias sino la unión de los americanos y la prosperidad de la patria», Salta, 1 de marzo de 1813.

«Soldados de la Patria: En este punto hemos tenido la gloria de vestir la escarapela nacional que ha designado nuestro Excmo. Gobierno: en aquél, la batería de la Independencia, nuestras armas aumentarán las suyas; juremos vencer a nuestros enemigos interiores y exteriores y la América del Sud será el templo de la Independencia, de la unión y de la libertad. En fe de que así lo juráis, decid conmigo ¡Viva la Patria!», Rosario, 27 de febrero de 1812.

«Soldados, hijos dignos de la Patria, camaradas míos: Dos años ha que por primera vez resonó en estas regiones el eco de la libertad, y él continúa propagándose hasta por las cavernas más recónditas de los Andes […] el 25 de Mayo será para siempre memorable en los anales de nuestra historia, y vosotros tendréis un motivo más de recordarlo, cuando en él por primera vez, veis la Bandera Nacional en mis manos, que ya os distingue de las demás Naciones del Globo», Jujuy, 25 de mayo de 1812.

Sobre la libertad

«La vida es nada si la libertad se pierde», Buenos Aires, 19 de enero de 1812.

«Jamás puedo mirar por glorias la efusión de sangre de mis hermanos», Salta, 20 de febrero de 1813.

«Como en la época de 1789 me hallaba en España y la revolución de la Francia hiciese también la variación de ideas y particularmente en los hombres de letras con quienes trataba, se apoderaron de mí las ideas de libertad, igualdad, seguridad, propiedad, y sólo veía tiranos en los que se oponían a que el hombre, fuese donde fuese, no disfrutase de unos derechos que Dios y la naturaleza le habían concedido», Autobiografía, primera parte.

«El camino seguro de la libertad es la lucha por la libertad social».

«Las banderas de nuestros enemigos son las que hasta ahora hemos usado […] ¡Abajo, Excelentísimo Señor, esas señales exteriores que para nada nos han servido y con las que parece que aún no hemos roto las cadenas de la esclavitud!», Rosario, 27 de febrero de 1812.

«Ni nuestras fuerzas, ni nuestras disposiciones, eran de conquistar, sino de auxiliar la revolución, y al mismo tiempo tratar de inducir a que la siguieran aquellos que vivían en cadenas, y que ni aún idea tenían de libertad», Autobiografía, segunda parte. Sobre su expedición a Paraguay.

Sobre la educación

«Fundar escuelas es sembrar en las almas».

«No me olvido de lo útil que sería el establecimiento de escuelas de hilazas de lana, para, igualmente desterrar la ociosidad y remediar la indigencia de la juventud de ambos sexos…», Memoria Consular, 15 de julio de 1796.

«(…) Esos miserables ranchos donde se ven multitud de criaturas, que llegan a la edad de la pubertad, sin haberse ejercitado en otra cosa que la ociosidad, deben ser atendidos hasta el último punto. Uno de los principales medios que se deben adoptar a este fin son las escuelas gratuitas, a donde puedan los infelices mandar sus hijos, sin tener que pagar cosa alguna por su instrucción; allí se les podrán dictar buenas máximas, e inspirarles amor al trabajo, pues en un pueblo donde reine la ociosidad, decae el comercio y toma su lugar la miseria», Memoria Consular, 1796.

«Sin educación, en balde es cansarse, nunca seremos más que lo que desgraciadamente somos», Tucumán, octubre de 1816.

«Un pueblo culto nunca puede ser esclavizado».

«Venid que de gracia se os da el néctar agradable y el licor divino de la sabiduría», 10 de julio de 1813.

«La enseñanza es la primera obligación para prevenir la miseria y la ociosidad», 17 de marzo de 1810.

«¡Cómo se quiere que los hombres tengan amor al trabajo, que las costumbres sean arregladas, que haya copia de ciudadanos honrados, que las virtudes ahuyenten los vicios, que los gobiernos reciban el fruto de sus cuidados, si no hay enseñanza y la ignorancia va pasando de generación en generación con mayores y más grandes aumentos!», 24 de marzo de 1810.

«Inspirar a sus alumnos amor al orden, respeto a la religión, moderación y dulzura en el trato, sentimientos de honor, amor a la virtud y a las ciencias, despego del interés, desprecio a todo lo que diga a profusión y lujo en el comer, vestir y demás necesidades de la vida, y un espíritu nacional, que les haga preferir el bien público al privado, y estimar en más la calidad de americano que la de extranjero», Artículo 18 del Reglamento de las escuelas de Tarija, Jujuy, Santiago del Estero y Tucumán, 1813.

Sobre el deber del funcionario público

«El modo de contener los delitos y fomentar las virtudes es castigar al delincuente y proteger al inocente», Salta, 5 de marzo de 1813.

«Ni la virtud ni los talentos tienen precio, ni pueden compensarse con dinero sin degradarlos», Jujuy, 31 de marzo de 1813.

«Renuncio a mi sueldo de vocal de la Primera Junta de Gobierno porque mis principios así me lo exigen», Buenos Aires, 15 de noviembre de 1811.

«La familia podrá exigir a las autoridades públicas el respeto a los derechos, que salvando a la familia, salven a la misma sociedad», 28 de abril de 1810.

«Era preciso corresponder a la confianza del pueblo, y me contraje al desempeño de esta obligación, asegurando, como aseguro, a la faz del universo, que todas mis ideas cambiaron y ni una sola concedía a un objeto particular, por más que me interesase: el bien público estaba a todos instantes ante mi vista», Autobiografía, primera parte.

(Sobre la labor del Consulado) «Mi ánimo se abatió, y conocí que nada se haría en favor de las provincias por unos hombres que por sus intereses particulares posponían el del común; sin embargo, ya que por las obligaciones de mi empleo podía hablar y escribir sobre tan útiles materias; me propuse al menos echar las semillas que algún día fuesen capaces de dar frutos, ya porque algunos estimulados del mismo espíritu se dedicasen a su cultivo, ya porque el orden mismo de las cosas las hiciese germinar», Autobiografía, primera parte.

Sobre la economía y el comercio

«Nuestros patriotas están revestidos de pasiones, y en particular, la de la venganza; es preciso contenerla y pedir a Dios que la destierre, porque de no, esto es de nunca acabar y jamás veremos la tranquilidad».

«Este país, que al parecer no reflexiona ni tiene conocimientos económicos, será sin comercio un país desgraciado, esterilizada su feracidad y holgando su industria».

«La ciencia del comercio no se reduce a comprar por diez y vender por veinte; sus principios son más dignos, y la extensión que comprenden (…)». Memoria Consular del 15 de julio de 1796.

«Existiendo el contrabando y con él el infernal monopolio, se reducirán las riquezas a unas cuantas manos que arrancan el jugo de la patria y la reducen a la miseria», Memoria Consular del 16 de junio de 1809.

«Todas las Naciones cultas se esmeran en que sus materias primeras no salgan de sus estados a manufacturarse, y todo su empeño es conseguir, no solo el darles nueva forma, sino aun atraer las del Extranjero para ejecutar lo mismo, y después vendérselas (…)». Memoria Consular del 14 de junio de 1802.

«Toda nación que deja hacer por otra la navegación, que podría emprender ella misma, disminuye sus fuerzas reales en favor de sus rivales».

Sobre la prensa

«La libertad de prensa es tan justa dicha facultad, como lo es la de pensar y de hablar, y es tan injusto oprimirla, como lo sería en tener atados los entendimientos, las lenguas, las manos o los pies a todos los ciudadanos».

«La libertad de prensa es necesaria para la instrucción pública, para el mejor gobierno de la Nación, y para su libertad civil, es decir, para evitar la tiranía de cualquier gobierno que se establezca (…)».

«Sin esta libertad no pensemos haber conseguido ningún bien, después de tanta sangre vertida y tantos trabajos».

Fuentes: Instituto Nacional Belgraniano/III Congreso Nacional Belgraniano, Belgrano Siglo XXI/Autobiografía Manuel Belgrano.

Dijo Mariano Moreno

Sobre la libertad de escribir

Si el hombre no hubiera sido constantemente combatido por las preocupaciones y los errores, y si un millón de causas que se han sucedido sin cesar, no hubiesen grabado en él una multitud de conocimientos y de absurdos, no veríamos, en lugar de aquella celeste y majestuosa simplicidad que el autor de la naturaleza le imprimió, el deforme contraste de la pasión que cree que razona cuando el entendimiento está en delirio. Consúltese la historia de todos los tiempos, y no se hallará en ella otra cosa más que desórdenes de la razón, y preocupaciones vergonzosas. ¡Qué de monstruosos errores no han adoptado las naciones como axiomas infalibles, cuando se han dejado arrastrar del torrente de una preocupación sin examen, y de una costumbre siempre ciega, partidaria de las más erróneas máximas, si ha tenido por garantes la sanción de los tiempos, y el abrigo de la opinión común! En todo tiempo ha sido el hombre el juguete y el ludibrio de los que han tenido interés en burlarse de su sencilla simplicidad. Horroroso cuadro, que ha hecho dudar a los filósofos, si había nacido sólo para ser la presa del error y la mentira, o si por una inversión de sus preciosas facultades se hallaba inevitablemente sujeto a la degradación en que el embrutecimiento entra a ocupar el lugar del raciocinio.

¡Levante el dedo el pueblo que no tenga que llorar hasta ahora un cúmulo de adoptados errores, y preocupaciones ciegas, que viven con el resto de sus individuos; y que exentas de la decrepitud de aquéllos, no se satisfacen con acompañar al hombre hasta el sepulcro, sino que retroceden también hasta las generaciones nacientes para causar en ellas igual cúmulo de males!

En vista de esto, pues, ¿no sería la obra más acepta a la humanidad, porque la pondría a cubierto de la opresora esclavitud de sus preocupaciones, el dar ensanche y libertad a los escritores públicos para que las atacasen a viva fuerza, y sin compasión alguna? Así debería ser seguramente; pero la triste experiencia de los crueles padecimientos que han sufrido cuantos han intentado combatirlas, nos arguye la casi imposibilidad de ejecutarlo. Sócrates, Platón, Diágoras, Anaxágoras, Virgilio, Galileo, Descartes, y otra porción de sabios que intentaron hacer de algún modo la felicidad de sus compatriotas, iniciándolos en las luces y conocimientos útiles y descubriendo sus errores, fueron víctimas del furor con que se persigue la verdad.

¿Será posible que se haya de desterrar del universo, un bien que haría sus mayores delicias si se alentase y se supiese proteger? ¿Por qué no le ha de ser permitido al hombre el combatir las preocupaciones populares que tanto influyen, no sólo en la tranquilidad, sino también en la felicidad de su existencia miserable? ¿Por qué se le ha de poner una mordaza al héroe que intenta combatirlas, y se ha de poner un entredicho formidable al pensamiento, encadenándole de un modo que se equivoque con la desdichada suerte que arrastra el esclavo entre sus cadenas opresoras?

Desengañémonos al fin que los pueblos yacerán en el embrutecimiento más vergonzoso, si no se da una absoluta franquicia y libertad para hablar en todo asunto que no se oponga en modo alguno a las verdades santas de nuestra augusta religión, y a las determinaciones del gobierno, siempre dignas de nuestro mayor respeto. Los pueblos correrán de error en error, y de preocupación en preocupación, y harán la desdicha de su existencia presente y sucesiva. No se adelantarán las artes, ni los conocimientos útiles, porque no teniendo libertad el pensamiento, se seguirán respetando los absurdos que han consagrado nuestros padres, y han autorizado el tiempo y la costumbre.

Seamos, una vez, menos partidarios de nuestras envejecidas opiniones; tengamos menos amor propio; dése acceso a la verdad y a la introducción de las luces y de la ilustración: no se reprima la inocente libertad de pensar en asuntos del interés universal; no creamos que con ella se atacará jamás impunemente al mérito y la virtud, porque hablando por sí mismos en su favor y teniendo siempre por árbitro imparcial al pueblo, se reducirán a polvo los escritos de los que, indignamente, osasen atacarles. La verdad, como la virtud, tienen en sí mismas su más incontestable apología; a fuerza de discutirlas y ventilarlas aparecen en todo su esplendor y brillo: si se oponen restricciones al discurso, vegetará el espíritu como la materia; y el error, la mentira, la preocupación, el fanatismo y el embrutecimiento, harán la divisa de los pueblos, y causarán para siempre su abatimiento, su ruina y su miseria.

Publicado en la «Gaceta de Buenos Aires», del 21 de junio de 1810

La sensatez del doctor Roberto Debbag

Infobae acaba de publicar una interesante entrevista al doctor Roberto Debbag sobre la tragedia sanitaria que nos asuela desde hace más de un año. Dijo el reconocido epidemiólogo: “Las restricciones realmente se imponían por la ineficacia del manejo de las tres grandes patas para combatir la pandemia, que son la comunicación, tercetos y vacunas. Estas tres aristas no produjeron el impacto adecuado porque no se implementaron en forma adecuada. Entonces, la cuarta es la restricción”. “No tengo dudas que si las vacunas hubieran llegado tal como estaban prometidas, o inclusive con una vacunación hasta fines de marzo y entrado abril no estaríamos viviendo un confinamiento ni registrándose los actuales índices de mortalidad diaria”. “En el primer semestre del año pasado, en virtud del poco conocimiento y la disponibilidad de herramientas que había para contener al virus, la cuarentena era lo que se imponía. Ahora, en este momento, se imponen políticas de rastreo, localización de personas, aislamiento, comunicación que genere credibilidad y acceso las vacunas”. “Creo que los días de confinamiento van a depender de que se tome conciencia de la importancia del testeo, la buena comunicación y la llegada de cada vez más vacunas y su administración en forma rápida”. “Siento dolor y frustración. Dentro de 11 días vamos a tener el impacto de las actuales medidas, y las cifras van a ser iguales o peores. Lo que tenemos por delante son restricciones y esperar que el huracán sea lo menos devastador posible” (fuente: Infobae, 24/5/021).

Bienvenido este diagnóstico del doctor Debbag. Por fin un experto que habla de manera directa, clara y honesta. Ya se sabe que el que avisa no es traidor: lo más probable es que dentro de 11 días los resultados de este nuevo confinamiento sean muy malos. ¿Qué hará, entonces, el gobierno? Seguramente doblará la apuesta continuando con la única estrategia que conoce: obligar a la población a encerrarse en sus hogares. Si toma semejante decisión no hará más que reconocer el absoluto fracaso de su política sanitaria, de la estrategia elegida para hacer frente al coronavirus.

Ante semejante panorama surgen naturalmente varias preguntas. ¿Por qué el gobierno nacional, a través de su ministerio de Salud, no testeó lo suficiente? Esta herramienta de combate frente al Covid-19 ha sido recomendada por los especialistas desde que comenzó la pandemia en marzo de 2020. Hasta ahora el gobierno no ha brindado una explicación satisfactoria. Porque todos nos damos cuenta de que a mayor cantidad de testeos se tiene un panorama más amplio de la magnitud de los contagios y los fallecimientos. La semana pasada el doctor Claudio Zin dijo algo estremecedor pero que debería ser informado a la población: siendo el nivel de positividad de aproximadamente el 37%, si se testearan por día a 500 mil personas, el número de contagios ascendería a 150 mil. ¡150.000! Imagine el lector el antiguo estadio Maracaná colmado de espectadores. Es altamente probable, entonces, que el número de contagios a nivel nacional supere largamente los 3.5 millones según lo informa el Ministerio de Salud.

¿Qué pasó con las vacunas? A fines de 2020 el presidente de la nación prometió a la población que para mediados de 2021 estarían vacunados varios millones de compatriotas. En pocos días comenzará junio y el número de vacunados (tanto los que recibieron una dosis como los que recibieron las dos dosis) es mínimo en comparación con lo prometido. Lo de la empresa farmacológica estadounidense Pfizer sigue siendo para todos nosotros un misterio insondable. ¿Qué fue lo que realmente pasó? Patricia Bullrich acaba de denunciar al ex ministro Ginés González García de haber pedido un “retorno” y hace un rato Pfizer la desmintió. Lo real y concreto es que las vacunas no llegaron. En realidad sí lo hicieron pero en mínimas cantidades y ello gracias a los buenos oficios del presidente Putin.

Mientras tanto, el número de contagiados y fallecidos no para de crecer. Este domingo el ministerio de salud informó que hubo, en números redondos, 25 mil nuevos contagios y 380 nuevos muertos. En pocos minutos sabremos los números de hoy-lunes 24-y no creo que haya ninguna sorpresa: serán iguales o peores que los de hace 24 horas.

Del menemismo al cristinismo

Carlos Menem asumió como presidente de la nación en julio de 1989. Debió hacerlo en diciembre pero el caos social y la hiperinflación obligaron a Raúl Alfonsín a entregar anticipadamente el poder. En aquel invierno la hiperinflación rozaba el 200% mensual y los mercados y supermercados se habían transformado en un preciado botín de guerra. Durante la campaña electoral el caudillo riojano había prometido el salariazo y la revolución productiva mientras invitaba al pueblo a seguirlo porque no lo iba a defraudar.

Apenas asumió como presidente de todos los argentinos Carlos Menem puso en evidencia que no le iba a temblar el pulso para imponer drásticos cambios en la economía. Tejió una sorprendente alianza con el grupo Bunge y Born, y procedió a ejecutar un audaz plan de privatizaciones y un proceso de achicamiento del Estado inéditos en la historia. De manera paralela, aumentó el número de los miembros de la Corte Suprema, enhebró con los Estados Unidos una inquebrantable relación y perdonó a los máximos responsables del terrorismo de Estado.

Leal ejecutor de las órdenes del Consenso de Washington, Menem permitió que entre 1989 y 1003 todo lo que oliera a Estado quedara en manos privadas, algunas nacionales y otras internacionales. El histórico monopolio estatal, acusado de ineficiente y corrupto por los ideólogos del neoliberalismo, fue sustituido por un monopolio privado que se movió a su antojo. Mientras tanto, se puso en ejecución un feroz achicamiento del aparato estatal que dejó en la calle a miles y miles de trabajadores ante la mirada indiferente de un pueblo que estaba harto de la inflación y de las empresas estatales.

Sin embargo, la hiperinflación se resistía a desaparecer. Disuelta la alianza con Bunge y Born a fines de 1989, Carlos Menem designó como ministro de Economía a su amigo Antonio Erman González. Incapaz de solucionar el problema inflacionario, lo eyectó del ministerio para nombrar en su reemplazo a Domingo Felipe Cavallo, quizás el más mesiánico de los ministros de Economía de la historia de nuestro país. Con el apoyo de Menem en 1991 puso en marcha la convertibilidad en virtud de la cual cada peso argentino tuvo el respaldo del dólar. A partir de entonces y hasta el fin de su segunda presidencia el pueblo supo lo que era vivir sin estar obsesionado por la inflación. Pero el precio que pagó fue altísimo: la hiperdesocupación había entrado en escena para quedarse por varios años.

Durante la década de los noventa el poder económico concentrado vivió una fiesta inolvidable. La Argentina se había transformado en un gigantesco mercado donde todo se cotizaba en la Bolsa de Valores, incluso los valores morales. Los negociados se multiplicaron ante la mirada cómplice de los tres poderes del estado. El poder económico se había transformado en el poder real. Sus dueños habían pasado a ser los dueños del país. La clase política había quedado reducida a la triste categoría de empleada de los flamantes patrones. La economía ejercía el mando y la política se limitaba a obedecer. El paradigma neoliberal quedaba al descubierto, mostrando exultante su verdadero rostro.

Fernando de la Rúa se limitó a continuar gobernando en función de los dogmas sagrados del “mercado”. Pero en 1999 la situación externa e interna se había complicado demasiado. La recesión económica amenazaba con transformarse en depresión y en la esfera internacional el poder económico concentrado dudaba de la capacidad de De la Rúa para domesticar al peronismo opositor. Su primer ministro de Economía. José Luis Machinea, fracasó por completo. Pese a contar con una inestimable ayuda foránea, en marzo de 2001 renunció cuando se había desatado una severa crisis política en un gobierno que aún no había superado el drama institucional de la renuncia del vicepresidente Álvarez en octubre del año anterior. Su sucesor, Ricardo López Murphy, duró lo que un suspiro y el ministerio de Economía nuevamente fue ocupado por Domingo Felipe Cavallo.

A esa altura la alianza era un recuerdo y De la Rúa se había convencido de que la presencia de Cavallo en el gobierno era la única salida posible. No tuvo mejor idea que podar las jubilaciones y pensiones, y los sueldos de los trabajadores del estado para achicar el gasto público. El fracaso de esta impopular medida y la creciente desconfianza del FMI, el BM y el gobierno republicano de los Estados Unidos, ejercieron una fuerte presión sobre un gobierno aislado y desconcertado. La derrota electoral de octubre agravó la situación y en diciembre todo estalló por los aires. La puesta en ejecución del “corralito” y el caos social que se extendió por varias provincias obligaron a De la Rúa a escapar en helicóptero desde el techo de la Casa Rosada. Fue el 20 de diciembre de 2001, uno de los días más trágicos de la historia contemporánea de la Argentina.

Entre el 20 de diciembre y el 1 de enero de 2002 hubo cinco presidentes. La crisis política, económica, social e institucional era monstruosa. Eduardo Duhalde se hizo cargo del gobierno el 1 de enero de aquel año y ejerció el poder como pudo hasta mayo de 2003. La gobernabilidad había estallado por los aires y los partidarios de la devaluación habían prevalecido sobre los partidarios de la dolarización. La inflación creció vertiginosamente, la igual que la pobreza y la indigencia. Mientras tanto, los políticos no podían caminar libremente por las calles y el pueblo enarbolaba el ya histórico canto de guerra “¡que se vayan todos, que no quede ni uno solo!”

Néstor Kirchner asumió en un momento dramático de nuestra historia. El paradigma neoliberal había perdido legitimidad, al igual que sus ideólogos y sus ejecutores. El patagónico fue consciente de que tenía delante de él la oportunidad histórica de ejercer el poder en función de otro paradigma. Y obró en consecuencia. Su obsesión fue devolverle a la política el lugar que siempre le correspondió. Con su férrea voluntad se produjo un increíble renacer de la política y, paralelamente, un lento pero inexorable retroceso de la economía del centro de la escena.

Con Kirchner en el poder quienes se habían acostumbrado a lidiar con presidentes dóciles, se llevaron una sorpresa mayúscula. Descubrieron que ahora había un presidente dispuesto a no dejarse presionar, a no permitir que le marquen la cancha, a no tolerar ser tratado como un subalterno. Descubrieron que había en el país otro paradigma. Ello explica el odio que le profesaron. Les resultaba inconcebible que en la Rosada hubiera un presidente que imponía las reglas de juego. Pero la gota que rebalsó el vaso fue la decisión del patagónico de imponer a su esposa como su sucesora, seguro de que ganaría cómodamente en las elecciones presidenciales de octubre de 2007. El peronismo aceptó mansamente el hecho consumado mientras que la dispersa oposición no hizo más que favorecer la victoria en primera vuelta de Cristina.

Con Cristina en la Rosada la continuidad del nuevo paradigma estuvo garantizada. Pero los nostálgicos del paradigma neoliberal juraron hacerle la vida imposible. La resolución 125 fue tan sólo el pretexto para organizar un movimiento destituyente que algún día se sabrá por qué no tuvo éxito. A partir del ya histórico voto no positivo del vicepresidente Cobos, la presidenta experimentó en carne propia la furia del orden conservador. Pero no se amilanó. Con el apoyo indestructible de su esposo salió adelante como pudo. Hasta que llegó el fatídico 27 de octubre de 2010. El fallecimiento de Néstor Kirchner marcó no sólo un punto de inflexión en la vida de la presidenta sino también en la del nuevo paradigma. En semejante situación límite Cristina tenía delante de ella una dramática disyuntiva: o bajar los brazos y terminar su mandato maniatada por el poder económico concentrado o doblar la apuesta y apostar por la profundización del modelo instaurado en mayo de 2003. Afortunadamente, eligió la última opción.

La aplastante victoria que obtuvo el pasado 23 de octubre confirmó que el pueblo aprobó esa decisión trascendente. El 54% del electorado que participó en los comicios decidió extenderle un voto de confianza por los próximos cuatro años como premio por su coraje y firmeza de principios. Fue la victoria personal de una presidente que jamás bajó los brazos y de un paradigma que llegó en 2003 y que se quedará mientras haya dirigentes que, como Cristina, estén convencidos de que la única manera de ejercer el poder con dignidad es no arrodillándose delante de los poderosos.

Carta de lectores publicada en el Informador Público el 4/11/011.

La hipocresía de no soportar a Cristina

Cristina Kirchner es un cuadro político que despierta odios furiosamente intensos. Cada gesto suyo, cada decisión que adopta, cada palabra que pronuncia, es ferozmente ridiculizada por quienes no toleran que esté en el poder. Desde que accedió a la presidencia el 10 de diciembre de 2007 no hubo día en que no recibiera ataques cuyo objetivo no es otro que poner en evidencia la imposible que les resulta digerir que el país esté en manos de esta dirigente de primera línea.

Hay sectores de la sociedad que no soportan más la presencia de Cristina en la Casa Rosada. Las elecciones del 23 de octubre fueron la gota que rebalsó el vaso. No conciben que después de todos los ataques que sufrió la presidenta durante sus primeros cuatro años, tanto políticos como personales, haya sido reelecta con el 54% de los votos. ¡Cómo es posible, braman, que el kirchnerismo continúe en el poder! ¡Será posible, se preguntan dominados por la ira, que “Cretina” haya ganado por goleada! Esos sectores no toleran que el modelo social, económico, político y cultural instaurado en mayo de 2003 haya calado tan hondo en la mente y el corazón de millones de compatriotas. De ahí su desesperación e impotencia.

La acusan sin piedad de ser una aprendiz de tirana, de querer perpetuarse en el poder, de ser una nueva rica que no hace más que ostentar obscenamente su riqueza, de ser una frívola y mentirosa, de emitir mensajes por izquierda y gobernar por derecha, de haber llegado al poder exclusivamente por el clientelismo y las dádivas; en fin, la acusan de todo eso y mucho más. No recuerdo que un presidente haya sufrido tantas calumnias y que, sin embargo, se haya mantenido inmutable, sin esbozar la más mínima reacción, soportando estoicamente unos embates plagados de cobardía y mala intención.

Considero que se comete una gran injusticia con la presidenta de la nación. Es cierto que comete errores (como cualquier mortal), que hay ministros que no debieran estar donde están, que la sombra de la corrupción amenaza con tapar la luminosidad de su gestión. Pero resulta increíble que para algunos Cristina sea la peor presidenta que tuvimos. La historia demuestra que ello es mentira. Recordemos lo que nos pasó a partir de la década del setenta.

El 1 de julio de 1974 muere Perón. Asume la vicepresidenta, María Estela Martínez, su esposa. Gobernó el país hasta el 24 de marzo de 1976, cuando fue derrocada por el golpe cívico-militar encabezado por Videla y Massera. Su presidencia fue espantosa. La violencia impuso sus códigos y López Rega manejaba los hilos del poder. Los cadáveres se amontonaban a derecha e izquierda y el miedo se apoderó de todos nosotros. El desesperado intento de Isabel por adelantar los comicios presidenciales fracasó por completo. El golpe era inevitable.

La dictadura cívico-militar asoló al país entre 1976 y 1983. Fue el período más negro de nuestra historia. El terrorismo de estado hizo desaparecer a una generación de argentinos, mientras que Martínez de Hoz fue un gerente del poder económico financiero concentrado. En 1982 Galtieri, acosado por la crisis económica y la crisis de legitimidad del régimen, recuperó por la fuerza las Islas Malvinas provocando la violenta reacción inglesa. El 14 de junio nuestras fuerzas armadas se rindieron ante la imposibilidad de luchar en igualdad de condiciones contra las tropas británicas. A partir de entonces la dictadura cívico-militar no tuvo más remedio que aceptar la nueva realidad: el retorno a la democracia era inevitable.

El 10 de diciembre de 1983 asumió como presidente Raúl Alfonsín. Su presidencia fue muy complicada. Soportó varias rebeliones militares y la economía no funcionó como correspondía. Sus últimos meses fueron terribles. En enero de 1989 se produjo el artero ataque al regimiento militar de La Tablada y la hiperinflación se ensañó con nosotros. A partir de marzo los precios no pudieron ser controlados y el gobierno de Alfonsín se desbarrancó. Acosado por la debacle económica negoció con Carlos Menem la entrega anticipada del poder.

El riojano asumió en julio. La hiperinflación estaba cerca del 200% mensual. ¡Sí, 200% mensual! Hasta febrero de 19912 no supo cómo controlarla. Hasta que convocó al ministerio de Economía a su canciller, Domingo Felipe Cavallo. La convertibilidad hizo posible el control de la inflación, pero no el del desempleo. En 1995, cuando Menem fue reelecto, la desocupación rondaba el 20%. Mientras tanto, sufrimos los ataques a la embajada de Israel, la Amia y la demolición de Río Tercero. Su feroz pelea con Duhalde hizo fracasar su reelección en 1999. Jamás se lo perdonó.

En diciembre de 1999 asumió Fernando de la rúa. El radicalismo había hecho una alianza con el Frepaso para acceder al poder. Lamentablemente, todo estalló por los aires dos años más tarde. En octubre de 2000 renunció el vicepresidente y en marzo del año siguiente hizo su retorno triunfal al poder Domingo Felipe Cavallo. No tuvo mejor idea que ajustar las jubilaciones, las pensiones y los sueldos estatales para achicar el déficit público. En octubre el peronismo barrió al gobierno en las urnas y en diciembre se vino la hecatombe.

Eduardo Duhalde asumió como presidente interino el 1 de enero de 2002 con la obligación de terminar el mandato de De la Rúa. No lo logró. 2002 fue el año más traumático de la historia de la Argentina contemporánea. Todos lo recordamos. Acosado por los crímenes de dos dirigentes piqueteros no tuvo más remedio que adelantar los comicios presidenciales para abril de 2003. La pobreza era pavorosa y ningún argentino creía en nada.

El kirchnerismo es fruto de esa tragedia. En realidad, Néstor Kirchner fue un presidente por descarte. No era el delfín soñado por Duhalde. Pero como Reutemann se negó a ser presidente no tuvo más remedio que acudir al patagónico para evitar que Menem retornara al poder. Kirchner asumió con escasa legitimidad de origen. La no participación del riojano en el balotaje fue la causa. En consecuencia, no tuvo más remedio que luchar denodadamente para transformarse en un presidente con poder, condición fundamental para ejercer la presidencia en la Argentina. Sus cuatro años de gobierno respondieron a esa exigencia fundamental.

Cristina Kirchner surge en el firmamento político argentino por propia decisión de su esposo. ¡Quién iba a osar cuestionar a Kirchner su decisión de imponer a su esposa como candidata natural del justicialismo en 2007? Nadie, obviamente. Cristina ganó esa elección con los votos de Néstor Kirchner. Fueron votos prestados. Durante su primera presidencia Cristina debió ejercer el poder acosada por las corporaciones y a la sombra de su esposo. El 27 de octubre del año pasado el panorama se modificó dramáticamente. Ese día el país se conmovió con la muerte del patagónico y a partir d entonces Cristina gobernó por sí misma. Los votos que obtuvo en octubre pasado le corresponden en soledad. Fueron sus votos. Su legitimidad de origen es, ahora, incuestionable.

Esta más que breve reseña de lo que nos pasó a partir de la muerte de Perón en 1974 pone en evidencia, me parece, que el período de Cristina lejos está de ser el más traumático, el más nefasto, de nuestra historia. Resultan, por ende, muy hipócritas los juicios de aquéllos que no la soportan más, que quieren que se vaya cuanto antes de la Rosada. ¿Es el período de Cristina lo peor que nos pasó en la historia? ¿La presidente es peor que Isabel, Videla, Menem y De la Rúa? ¿Hubo con Cristina la espiral de violencia que sepultó a Isabel y manchó de sangre a Videla? ¿Hubo con Cristina la espiral hiperinflacionaria que devoró a Alfonsín? ¿Hubo con Cristina el hiperdesempleo que en la época de Menem condenó a la muerte civil a millones de trabajadores? ¿Hubo con Cristina el corralito que angustió a millones de ahorristas en la etapa de De la Rúa?

Las respuestas a tales interrogantes se resumen en una negativa rotunda. Ahí está nuestra historia reciente como mudo e inflexible testigo.

Carta de lectores publicada en El informador Público el 20/11/011

“La hipocresía de no soportar a Cristina”. Respuesta

Sr. Kruse, no sé si fue usted quien tituló a su carta de lectores como “La hipocresía de no soportar a Cristina”. De ser así, quiero informarle que ha errado el término, ya que según la Real Academia Española, la palabra hipocresía significa: “Fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan”. Nadie de los que aquí escriben fingen sentimientos cuando dicen que estos ocho años-ocho años, pues la señora no es ajena a los desmanes que su marido perpetró-han sido de un desgobierno total al que solo le han dado continuidad una situación económica floreciente basada en la soja, un desguace político afirmado en una desunión de los argentinos como no se ha visto otra igual y en haber prostituido a la justicia de la manera más infame.

No he leído en el Informador Público a muchos, casi le diría que nadie, que hablaran de la pasión de la señora por Louis Vuitton, Christian Louboutin o Hermés, pero sí he leído a muchos preocupados por un país que creciendo a tasas chinas aún ve cómo ocho chicos por día se mueren de hambre antes de cumplir cuatro años, como se destrata al jubilado que aportó durante toda su vida y al que se le niega un 82% que a hoy, con la inflación ignorada por la señora, no es otra cosa que una siniestra broma.

Podríamos seguir hablando de tantas cosas que la señora apaña, corrupción, venganzas varias, mentiras que se repiten con el interés de convertirlas en verdad que daría, este tema, para más de una carta. Por supuesto que son mentiras a las cuales usted se hace eco como cuando dice: “El terrorismo de estado hizo desaparecer a una generación de argentinos”. Seamos serios, en un país que en ese entonces tenía 25 millones de habitantes los 6279 muertos y desaparecidos de la guerrilla-no hablo de mis muertos a los cuales la señora y su banda se empeñan en ignorar-no alcanzaban al 0,025% del total, así que su exageración sólo sirve para contársela a europeos cándidos o a gente de su mismo palo para conseguir desaforados gritones para manifestarse en cualquier juicio a militares. Esto no significa que yo no sea crítico del “proceso”, un proceso donde la estupidez primó sobre la eficacia y donde la pretensión de “salvadores de la patria” de algunos impidió algo que la Argentina se viene debiendo desde hace más de 150 años, una guerra civil. Si el incauto de Videla se hubiera encerrado en los cuarteles hasta que los civiles que no comulgábamos con el terrorismo hubiésemos debido empuñar las armas para sobrevivir otro sería el país que tendríamos.

Sí es cierto lo que usted dice que no se puede criticar a la señora sin hacer lo mismo con los antecesores presidenciales que hemos soportado desde los setenta. Y yo, le diría, para ser más exacto, desde 1945 con, quizás, un par de excepciones importantes a esta regla absurda de ineptos “gloriosos”, pero ahí deberíamos ver quiénes son los que le dieron-y aún le dan-de comer al chancho, quienes son los que cargan con las culpas de toda esta sinrazón que es la Argentina de los últimos 65 años. Porque ¿qué destino sino trágico tiene la Argentina que hace que cualquier desquiciado-con y sin uniforme-y al cual en un país en serio sólo se le confiaría una pegatina en extramuros y de madrugada o sólo descolgar un cuadro, puede acceder sin mayores trabas al sillón de Rivadavia? La respuesta es: nosotros, porque somos nosotros los que cada día, al repetir internamente y con orgullo esa frase “alpargatas sí, libros no”, hemos posibilitado esa serie de presidentes que supimos conseguir.

Que los predecesores hayan sido malos no significa que la señora sea buena. Es, nada más y nada menos, que otra desquiciada inculta y embrutecida por las lisonjas que los perdularios que temen perder negocios-y negocios significa desde la concesión de una zona petrolífera hasta un plan trabajar-le hacen llegar creyendo que ella per se puede levantar el precio de la soja que sigue cayendo y que terminará llevándosela puesta.

Atentamente, José Luis Milla

Carta de lectores publicada en el Informador Público el 28/11/011

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