Por Hernán Andrés Kruse.-

Se vienen las PASO

Las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias están a la vuelta de la esquina. El domingo 12 de septiembre deberemos concurrir a las urnas para elegir a los candidatos a senador nacional y diputado nacional que competirán en noviembre. Como siempre sucede cada vez que hay elecciones los precandidatos y la prensa se encargan de recalcar que se trata de una elección crucial, de un comicio que definirá el futro de los argentinos. Nada más alejado de la realidad. Se trata de una simple elección de candidatos a ocupar relevantes cargos legislativos a nivel nacional. Punto. Nada del otro mundo. Porque al día siguiente la vida continuará como siempre. Los graves problemas que nos aquejan no habrán desaparecido por más que haya triunfado el FdT o Juntos.

De todas maneras no se puede negar que para el gobierno sería mejor obtener una victoria lo más clara posible. Alberto Fernández necesita imperiosamente cantar victoria, aunque sea por un puñado de votos. Si en este momento su debilidad política preocupa, se agravará si el 12 de septiembre a la noche los candidatos de Juntos salen en televisión festejando con champagne. Algún mal pensado seguramente puede suponer que frente a semejante escenario comenzaría a sobrevolar el fantasma de diciembre de 2001. Es cierto que la situación actual se asemeja mucho a la de hace 20 años pero hay una diferencia capital: Alberto Fernández cuenta con el respaldo del peronismo. Si hoy el presidente fuera Mauricio Macri…mejor ni pensarlo.

Los argentinos iremos a votar con un ánimo que no es el mejor. Desde que el presidente anunció la cuarentena estricta el 19 de marzo del año pasado, la situación sanitaria, económica y social no ha dejado de empeorar. La pobreza es escandalosa y el número de fallecidos por la pandemia es pavoroso. Sin embargo, el presidente logró capear el temporal durante un buen tiempo. Sus reiteradas apariciones en televisión, flanqueado por Kicillof y Larreta, le permitieron gozar de un amplio respaldo popular.

Es probable que en ese momento haya cometido el pero pecado político: creérsela. Creyó que prolongando la cuarentena lo máximo posible lograría adquirir un capital político lo suficientemente importante para independizarse de Cristina. Su sueño comenzó a desmoronarse cuando estalló el escándalo del vacunatorio vip. Para colmo, era evidente que el plan de vacunación no cubría las expectativas populares. Mientras tanto, el número de fallecidos no paraba de subir hasta que la prensa anunció que ese número fatídico había superado el umbral de los 100 mil. Era evidente que el presidente había comenzado a perder el control de su gobierno. Hasta que recibió un golpe furibundo a su mentón. Un mes antes de las PASO la prensa publicó una foto donde se ve al presidente celebrando junto a otras personas el cumpleaños de su pareja, Fabiola Yáñez. El hecho tuvo lugar el 14 de abril de 2020, justo en el momento más duro de la cuarentena.

La indignación comenzó a expandirse como reguero de pólvora. El presidente comenzó a parecerse a aquel boxeador que, luego de recibir una trompada que lo deja al borde del precipicio, se aferra a las cuerdas para evitar la derrota. Alberto Fernández no ha logrado recuperarse del impacto que provocó el Olivosgate. Pese a ello, no sería extraño que el gobierno termine alzándose con una victoria que seguramente tendrá mucho de pírrica. Como el país es un distrito único, la elección venidera se definirá en el conurbano bonaerense. Si en ese ámbito el gobierno logra ganar por cuatro o cinco puntos, Alberto Fernández cantará victoria pese a las derrotas que seguramente sufrirá en CABA, Santa Fe, Córdoba, Mendoza, Corrientes y Jujuy.

Lo que nadie discute es el alto nivel de apatía reinante. Resulta por demás evidente que el grueso de la población no está pensando en las PASO sino en temas más terrenales como la inflación y la inseguridad. Sin embargo, lo más probable es que, a pocas horas de ingresar al cuarto oscuro, tomará conciencia de la importancia del voto como arma política para premiar o castigar al gobierno. El 12 de septiembre a la medianoche se verá si el pueblo decidió levantar o bajarle el pulgar a Alberto Fernández.

Cuando la Argentina se dividió para siempre

El 31 de agosto de 1955 no fue un día cualquiera. El entonces presidente Juan Domingo Perón pronunció quizá el discurso más violento de la historia argentina. La frase que quedó registrada para siempre fue la siguiente: “por cada uno de nosotros que caiga, caerán cinco de los de ellos”. Aludía, obviamente, a los gorilas. Fue su respuesta al feroz bombardeo contra la Plaza de Mayo ejecutado por la aviación naval el 16 de junio del mismo año. La violencia finalmente había logrado imponer sus códigos.

Perón hizo ese día un llamamiento a la guerra civil. Para él los gorilas no eran adversarios sino enemigos que debían ser aniquilados. Y para los gorilas, los peronistas eran enemigos que debían tener idéntico fin. Los valores básicos de la democracia liberal-la tolerancia, el pluralismo ideológico, el respeto, etc.-habían dejado de existir. El 16 de septiembre importantes sectores de las fuerzas armadas, con el apoyo de la Iglesia, la prensa antiperonista y las fuerzas políticas enfrentadas con Perón (la UCR, el socialismo, la democracia progresista y el comunismo) derrocaron a Perón, quien huyó a Paraguay donde lo guareció su amigo el general Alfredo Stroessner.

Había comenzado la Revolución Libertadora. El Poder Ejecutivo quedó a cargo del general Eduardo Lonardi quien de inmediato enarboló la bandera de la pacificación. Ni vencedores ni vencidos, fue su lema. Aramburu y Rojas no pensaban lo mismo. Para ellos había vencedores y vencidos. En noviembre desalojaron a Lonardi y asumió como presidente de facto Pedro Eugenio Aramburu conservando Rojas su cargo de vicepresidente. Inmediatamente se puso en marcha un feroz antiperonismo que hubiera contado con la firme adhesión de Robespierre, el emblema de la revolución francesa. Todo lo que oliera a peronismo fue arrasado. Lo que pretendía la revolución libertadora era desperonizar al país a cualquier precio.

El 16 de junio de 1956, un año después del bombardeo de la marina, un grupo de militantes peronistas liderados por el general Valle se rebeló contra el régimen militar. La reacción de Aramburu fue tremenda. Quienes participaron en la asonada, incluido Valle, fueron fusilados. La mecha que se había encendido en junio de 1955 hizo explotar una bomba atómica en junio de 1956. Ese día el odio entre el peronismo y el antiperonismo se instaló para siempre.

Hace 65 años que ese odio impone sus normas. Hace 65 años que los peronistas y los antiperonistas no se pueden ver. Hace 65 años que los peronistas celebran los fracasos de los gobiernos antiperonistas y viceversa. Hace 65 años que la Argentina es un país decadente. Es la lógica consecuencia de nuestra incapacidad para ser una nación de verdad, para convivir respetando nuestras diferencias. Hace 65 años que el peronismo considera al antiperonismo el mal absoluto y viceversa. Eduardo Duhalde aseveró una vez que la Argentina estaba condenada al éxito. Es cierto que la Argentina está condenada, pero al fracaso. Con dos sectores mayoritarios de la sociedad que no se toleran la Argentina como nación civilizada es inviable. Quizá cuando nos percatemos de ello la grieta comenzará a desaparecer lentamente.

El fracaso del antiperonismo

El martes se cumplió el cuadragésimo tercer aniversario del “Cordobazo”, rebelión estudiantil-sindical que socavó los cimientos de la dictadura del general Onganía. El 29 de mayo de 1969 Córdoba fue el escenario de manifestaciones estudiantiles y de los sindicalistas de izquierda liderados por Agustín Tosco y René Salamanca, cuyo objetivo no era otro que poner en evidencia su antagonismo con el régimen militar, especialmente con su ministro de Economía, Adalbert Krieger Vasena, símbolo del establishment. La rebelión fue cruentamente sofocada por las fuerzas armadas pero señaló el comienzo del fin de la denominada “Revolución Argentina”, que surgió a raíz del golpe cívico-militar perpetrado contra el presidente Arturo Illia, símbolo de la honestidad política.

El “Cordobazo” significó, lisa y llanamente, el fracaso del antiperonismo. Luego del derrocamiento de Perón en septiembre de 1955, el problema central que obsesionó a Isaac Francisco Rojas y Pedro Eugenio Aramburu era encontrar la manera de impedir que algo tan “atroz” como el peronismo volviera a repetirse. Aramburu y Rojas consideraban esencial “desperonizar” cuanto antes al país a través de un crudo jacobinismo antiperonista. Todo lo que oliera a “peronismo” fue barrido sin contemplaciones. En junio de 1956 se produjo una sublevación peronista comandada por el general Valle y fue drásticamente sofocada. Los fusilamientos de José León Suárez fueron el símbolo del gorilismo químicamente puro. El antiperonismo creyó que con una draconiana política antiperonista se lograría salvar al país del “monstruo peronista”. Luego de restaurar la Constitución de 1853 y prohibir la participación política del peronismo, la Revolución Libertadora procedió a la reforma constitucional de 1957 y a convocar a elecciones presidenciales para febrero de 1958. Desde el exilio Perón comenzó a manipular la política argentina. Impuso a Frondizi como presidente de los argentinos, para mí uno de los dirigentes políticos más inteligentes de la historia argentina. Intentó modernizar el país pero la feroz antinomia entre antiperonistas y peronistas le impidió gobernar. Su ambigüedad política le granjeó la desconfianza del gorilismo y del peronismo. En marzo de 1962 hubo elecciones a gobernador y la victoria de Andrés Framini en la provincia de Buenos Aires marcó el fin de Frondizi. Framini, un histórico peronista, había participado en representación de la “Unión Popular”, nombre escogido por el peronismo para competir electoralmente. Presionado por las fuerzas armadas, Frondizi anuló los comicios y cuando expiraba marzo, fue derrocado. Lo reemplazó Guido, un títere civil del gorilismo castrense. Impuso nuevamente la proscripción del peronismo y en 1963 se celebraron las elecciones presidenciales, que fueron ganadas por el radical del pueblo Arturo Humberto Illia con el 24% de los votos.

Los tres años de Illia en el poder fueron muy complicados. La Confederación General del Trabajo lo demolió a través de sucesivos planes de lucha que implicaban, fundamentalmente, paros generales y tomas de fábricas. Mientras tanto, don Arturo anulaba los contratos petrolíferos firmados por Frondizi y garantizaba plenamente la libertad de expresión. Sin embargo, no logró evadirse de la antinomia peronismo-antiperonismo instalada en el país en las postrimerías de la segunda presidencia de Perón. Presionado por el poder militar, el sindicalismo vandorista y la prensa del orden conservador que había comenzado a ridiculizarlo por su supuesta lentitud para tomar decisiones, Illia fue echado de la Casa Rosada en 1966. Fue reemplazado por un general que estaba convencido de que el flamante proceso militar debía durar mucho tiempo, que había que dotar al país de una burocracia basada en la excelencia y que había que desterrar para siempre el virus de la demagogia, antesala inevitable del comunismo. La Revolución Argentina proclamaba el elitismo autoritario en lo político y la ortodoxia en lo económico. Las corporaciones aplaudieron a rabiar el comienzo de los “nuevos tiempos”, al igual que el vandorismo, la prensa tradicional y la Iglesia. Pero el peronismo bullía a pesar de su proscripción. La resistencia peronista, fruto de los fusilamientos de 1956, se hizo presente a través del accionar de organizaciones guerrilleras que contaban con el visto bueno de Perón, cuyo objetivo era desestabilizar al régimen militar para obligarlo a convocar a elecciones presidenciales con la participación del peronismo, lo que en la práctica significaba, lisa y llanamente, su regreso al poder.

La política económica del régimen militar, de neto corte neoliberal, y el desconocimiento de los derechos y garantías individuales, legitimaron la rebelión de estudiantes y sindicatos de izquierda el 29 de mayo de 1969 en Córdoba. El “cordobazo” puso en evidencia el agotamiento del gorilismo como proyecto político y económico, como modelo de país. Demostró que el antiperonismo jamás logró resolver el enigma de un movimiento de masas que cambió para siempre la historia argentina, que era impensable el futuro argentino sin la presencia del peronismo; que, en definitiva, era imposible contrarrestar el cariño y la admiración de las masas por Perón.

Conmovidas por los asesinatos de Vandor en 1969 y, fundamentalmente, por el de Aramburu en 1970, las fuerzas armadas removieron a Onganía y colocaron en la Casa Rosada a Roberto Marcelo Levingston. Su presidencia duró lo que un suspiro. A comienzos de 1971 asumió la presidencia de la nación Alejandro Agustín Lanusse, quizá el militar más lúcido de la Revolución Argentina. Lanusse había comprendido perfectamente (seguramente muy a su pesar) el fracaso del antiperonismo. Concluyó que la única salida política viable era acordar con las fuerzas políticas una transición que condujera a las elecciones presidenciales. El último acto del gorilismo dado por la Revolución Argentina fue la decisión de Lanusse de prohibir a Perón presentarse en los comicios de marzo de 1973. Lo único que consiguió fue envalentonar aún más a Perón, quien diabólica y magistralmente movía los hilos políticos desde su exilio en Madrid. Lo que aconteció el 11 de marzo de 1973 no sorprendió a nadie: Héctor Cámpora y Vicente Solano Lima rozaron el 50% de los votos y Ricardo Balbín, sensatamente, decidió no competir en el balotaje. Meses más tarde, Perón resultaba electo presidente por casi el 63% de los votos.

Perón fue derrocado el 16 de septiembre de 1955. Retornó a la presidencia 18 años más tarde. En ese período fracasaron Frondizi, Guido, Illia, Onganía, Levingston y Lanusse. Ninguno de ellos encontró la forma de resolver el problema de cómo gobernar con el peronismo proscripto. Fracasó la política antiperonista de Rojas y Aramburu, en suma. En ese período las masas jamás olvidaron a Perón y ante cada manifestación antiperonista, su amor por el líder aumentaba. El feroz antiperonismo de Rojas y Aramburu fue reemplazado el 11 de marzo de 1973 por el feroz antigorilismo peronista. Ese feroz antigorilismo fue de izquierda al principio (presidencia de Cámpora) y de derechas desde el “alejamiento” de Cámpora hasta el golpe cívico-militar de 1976 (presidencias de Lastiri, Perón e Isabel). El gorilismo reaccionó violentamente contra el peronismo y éste, cuando retornó al poder en 1973, reaccionó violentamente contra el gorilismo, transformando al país en un volcán que entró en erupción el 24 de marzo de 1976.

(*) Artículo publicado en el portal Redacción Popular el 1/6/012.

La mimada del establishment

Elisa Carrió es, qué duda cabe, uno de los cuadros políticos más enérgicos e inteligentes del período posalfonsinista. Nació en la capital chaqueña el 26 de diciembre de 1956. Abogada constitucionalista y docente universitaria, Carrió ingresó en la Fiscalía de Estado con tan sólo 22 años. El por entonces General de Brigada e interventor del Chaco, Antonio Serrano, firmó el decreto que legalizó su contrato. En esa época-el Proceso de Reorganización Nacional-también fue secretaria de la Procuración del Superior Tribunal de Justicia en su provincia natal, con nivel y jerarquía de Juez de Cámara. Obtuvo el cargo el 21 de agosto de 1980 por resolución 522 del Superior Tribunal de Justicia. Pero fue durante el reinado del metafísico de Anillaco donde comenzó su descollante carrera política. Por pedido de su progenitor y por la sugerencia de su “padre político”, Raúl Alfonsín, Elisa Carrió fue convencional constituyente para reformar la Constitución en 1994, a raíz del pacto secreto que celebraron a fines de 1993 Carlos Menem y don Raúl. Feroz enemiga del pacto y del proceso reformista, Carrió se desempeñó como miembro de la Comisión Redactora y la Comisión de Tratados Internacionales. Fue una de las principales impulsoras de la inclusión de los tratados internacionales de derechos humanos en la flamante Constitución y fue coautora de la ley 24.820 que otorga jerarquía constitucional al Tratado de Desaparición de las Personas.

Al año siguiente fue electa diputada nacional por el Chaco y se hizo acreedora en 1996, 1997 y 1998 al Premio Parlamentario a la labor legislativa. Su descollante labor en la cámara de Diputados obtuvo su premio en las urnas, al obtener en 1999 su reelección. En las elecciones presidenciales de ese año acompañó al binomio presidencial aliancista. Con anterioridad as la asunción de De la Rúa, había manifestado sus discrepancias con algunos futuros miembros de su gabinete. Durante su segundo mandato como diputada nacional presidió la Comisión de Asuntos Constitucionales (período 2000-2001). Fue entonces cuando comenzó a despegarse de De la Rúa. Fue una de las más activas denunciantes del supuesto soborno a senadores nacionales justicialistas para que votaran a favor de la ley de reforma laboral, exigida por el FMI para otorgar ayuda financiera a la Argentina, y que le costó al gobierno nacional la renuncia del vicepresidente Álvarez en octubre de 2000. En marzo de 2001 se opuso enérgicamente a la entrega a Domingo Cavallo de superpoderes para que aplique sin oposición alguna las medidas económicas que considerara “pertinentes”. Al mes siguiente, presentó junto al diputado demócrata mendocino Gustavo Gutiérrez un proyecto de resolución que proponía la creación de una comisión Investigadora de ilícitos cometidos en los sectores privado y/o público. En agosto presentó un informe de 1500 páginas, acompañado por una serie de documentos, que involucraba a políticos, banqueros y funcionarios, y que luego entregó a la Justicia. Se enfrentó duramente con el presidente del Banco Central, Pedro Pou, y con el ministro del Interior, Federico Storani. No se privó de presentar un proyecto de resolución tendiente a promover juicio político contra Julio Nazareno, presidente de la corte Suprema y amigo entrañable del metafísico de Anillaco, por mal desempeño en el ejercicio de sus funciones, de acuerdo a lo dispuesto por el artículo 53 de la Constitución. También fue co-autora del Proyecto de nulidad de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, en compañía de Patricia Walsh.

En 2003 fue candidata presidencial de Afirmación para una República Igualitaria (ARI), obteniendo el quinto lugar. En las elecciones legislativas de 2005 se presentó como candidata a diputada nacional por el ARI en Capital Federal. Salió segunda con el 22% de los votos. Fue entonces cuando Carrió dio comienzo a un increíble cambio ideológico-político que la transformó en una mimada del establishment. Luego de las legislativas de 2005, un grupo de disidentes del ARI decidió abandonar a Carrió, disgustados por su derechización. Fue en ese momento cuando comenzó a brillar el joven Adrián Pérez, quien reemplazó a Macaluse en la Jefatura del bloque de diputados. a partir de 2007 Carrió inició una serie de negociaciones tendientes a conformar una confederación de partidos que recibió el nombre de Confederación Coalición Cívica, que proclamó al binomio Carrió-Giustiniani para las elecciones presidenciales de ese año. Carrió obtuvo el 23% de los votos, saliendo segunda detrás de Cristina. Fue su apogeo político. En 2008, y tras largos años de ausencia, regresó al Comité Nacional de la UCR. Luego de arduas negociaciones surgió el Acuerdo Cívico y social, que tuvo una excelente actuación en las elecciones parlamentarias de 2009, donde el kirchnerismo sufrió una dura derrota. Dos años más tarde, Carrió se presentó en las elecciones presidenciales como candidata de la coalición Cívica, obteniendo el último lugar (1,84% de los votos). Luego del duelo, decidió alejarse de la conducción de la coalición cívica, la que fue ocupada por el dirigente rosarino Pablo Javkin (Fuente: Wikipedia, la Enciclopedia Libre).

A Elisa Carrió le faltó aquello por lo que hubiera vendido todo, hasta su alma: ser presidente de la nación. En 2007 pudo serlo, pero la candidatura de Roberto Lavagna se lo impidió. Antes de esos comicios, había descollado en el parlamento transformándose en una fiscal de la nación. Creyéndose la reencarnación de De la Torre, embistió duramente contra el menemismo, al que acusó de ser, lisa y llanamente, una asociación ilícita. En aquel entonces se presentaba como una lúcida y vehemente legisladora progresista, como el símbolo del antimenemismo, como una purificadora de la política. Durante el gobierno de Fernando de la Rúa mantuvo su coherencia ideológica. Se transformó en una férrea opositora del gobierno de la Alianza cuando el presidente se deshizo del Frepaso para tejer un acuerdo con Domingo Cavallo. En 2003 debutó como candidata a presidente de la nación por la fuerza política que había creado. La gran cantidad de candidatos atentó contra sus pretensiones.

Luego de la asunción de Néstor Kirchner comenzó paulatinamente a abandonar el progresismo hasta llegar a transformase en 2007 en el ariete de que se valió el orden conservador para pulverizar al kirchnerismo. Es probable que Elisa Carrió haya llegado al convencimiento de que con Kirchner en el poder, le iba a resultar imposible acceder a la presidencia enarbolando las banderas del progresismo, corriendo a Kirchner por izquierda. En consecuencia, elaboró un relato que sonó a música para el orden conservador. La televisión el abrió las puertas de par en par para que descargara toda su furia contra Néstor Kirchner y el modelo, mientras que Clarín y La nación la elevaron a la categoría de “ultima reserva moral de la Argentina”. La derechización de Carrió alcanzó su apogeo durante el conflicto por la 125. Intentando presentarse como la abanderada de la rebelión gauchesca, llegó a decir en televisión que la gente la paraba por la calle manifestándole su deseo de que el matrimonio Kirchner muriera. Soberbia y petulante, durante la primera presidencia de Cristina destruyó el inmenso capital político que había edificado con paciencia y una voluntad granítica. Armó y deshizo a su antojo las agrupaciones políticas que la catapultaron políticamente. Se enojó y se peleó con socialistas, radicales y con todos aquellos que no aceptaban sumisamente su liderazgo. Jamás deglutió que Cristina la venciera en 2007. Ello explica el irracional antikirchnerismo que desplegó entre 2007 y 2011. Si Cristina hubiese sido destituida, hubiera ido corriendo a la Casa Rosada para ser la primera en ocupar el sillón de Rivadavia. Es probable que haya festejado en la intimidad el deceso de Néstor Kirchner y especulado con el derrumbe espiritual de Cristina. Convencida del fin del kirchnerismo, creyó que en 2011 le había llegado finalmente su hora. Subestimando a Duhalde, Alfonsín y Binner y, fundamentalmente, a Cristina, estaba segura de que su candidatura pulverizaría a sus adversarios opositores y a la enemiga oficialista. Estaba segura de que su discurso violento y acusatorio era suficiente para convencer a los antikirchneristas de que ella era la candidata ideal para la presidencia. Se equivocó groseramente. El electorado opositor buscaba afanosamente un candidato capaz de presentar un plan alternativo al de Cristina, no alguien que sólo insultaba y agraviaba. La paupérrima elección que hizo el año pasado fue un justo castigo.

Elisa Carrió no pasó inadvertida en los últimos veinte años de nuestra historia. Alcanzó el estrellato y cuando estuvo a punto de conquistar la cima, se cayó estrepitosamente. Atrapó a muchos con su oratoria arrolladora y su personalidad volcánica. Mala perdedora, descargó su furia y frustración mancillando el honor de muchas personas. Es probable que muchas de sus acusaciones hayan sido ciertas, pero si no están sostenidas por la contundencia de las pruebas sólo sirven para ganarse un ejército de enemigos. Inteligente y autoritaria, creyó que su sola presencia bastaba para que la fuerza política que encabezaba alcanzara el poder. El establishment la aduló, la cortejó, la halagó hasta el hartazgo. La televisión hizo de ella una megaestrella. Pero Elisa Carrió cometió el peor de los pecados políticos: perder por goleada. Y cuando las derrotas en política son de esa magnitud, inexorablemente se pagan con el cruel descenso al llano, donde reinan el anonimato y la ingratitud.

(*) Artículo publicado en el portal Redacción Popular el 2/6/012

El crimen de la AMIA

En su edición del sábado 2 de junio, “La Capital” brindó un detallado informe sobre la decisión de la Cámara Federal de allanar el camino para que haya un nuevo juicio oral por la masacre de la AMIA. En virtud de lo resuelto por la Sala I de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal, Carlos Telleldín, en su momento juzgado, absuelto y vuelto a investigar por el feroz atentado, deberá ir nuevamente a juicio oral para explicar su vinculación y el de su entorno con el atentado terrorista. Además, los camaristas aseguraron que durante la primera etapa de la investigación el juez Juan José Galeano había sido imparcial. El 2 de septiembre de 2004, narra el Decano de la prensa argentina, los miembros del Tribunal Oral Federal Número 3 decidieron la absolución de todos los acusados por la masacre y fustigaron el accionar de Galeano, de quien señalaron que condujo la investigación no en función de los deseos de justicia de la sociedad sino en función de los oscuros intereses del poder político. Fueron dejados en libertad el actual abogado y por entonces reducidor de autos Carlos Telleldín, y los ex policías bonaerenses Juan José Ribelli, Raúl Ibarra, Anastasio Leal y Mario Bareiro, sospechados de haberse llevado antes del atentado el vehículo utilizado para volar el edificio de la AMIA. Pero a raíz de la apelación de la AMIA y la DAIA, la Corte Suprema decidió dejar en pie las pruebas que apuntaban a la participación de Telleldín en el atentado, obtenidas entre el 18 de julio de 1994 (día de la masacre) y los primeros días de julio de 1996. Fue entonces cuando desde el juzgado y la Side se llevó a cabo un operativo cuyo objetivo era entregar a Telleldín 400 mil dólares si vinculaba a los policías bonaerenses con el atentado. La defensa del implicado salió con los tapones de punta pero el juez de la causa, Rodolfo Canicoba Corral, rechazó el planteo al sostener que era nulo lo vinculado con las evidencias referidas a los ex policías bonaerenses, decisión que fue validada hace unas horas por la Sala I de la Cámara Federal. En consecuencia, lo más probable es que Telleldín y parte de su entorno deban afrontar un nuevo juicio oral.

El 18 de julio de 1994 desapareció la AMIA, una poderosa y prestigiosa institución judía. Nadie podrá olvidar las escenas transmitidas por la televisión. La AMIA había quedado reducida a una gigantesca montaña de escombros, lo que dificultaba sobremanera la tarea de rescate de las víctimas. El humo, los rostros desesperados y el ulular de las sirenas, transformaron el lugar en un escenario dantesco. El gobierno de Carlos Menem quedó en estado de coma durante un tiempo. El saldo del atentado terrorista fue trágico: 85 muertos y centenares de heridos. Inmediatamente se habló de la complicidad del régimen teocrático de Irán y la conexión local, la complicidad de argentinos. Horas después del atentado el embajador iraní visitó a Bernardo Neustadt, quien era en ese entonces el periodista político más relevante del país, y mostró una frialdad monstruosa. A partir de entonces, se inició una investigación que condujo a la cárcel a Telleldín y a los policías mencionados, pero todos ellos recuperaron la libertad. Respecto a Irán, jamás pudo probarse su participación en el hecho. Ahora, con el nuevo juicio oral decidido por la Sala I de la Cámara Federal, es de esperar que finalmente se haga justicia.

¿Por qué la AMIA fue víctima del terrorismo internacional? Hasta ahora, nadie ha logrado dar una respuesta contundente. De ahí que en esta reflexión me atreva a esbozar una hipótesis que circuló por los medios de comunicación pero que hasta ahora no pudo ser corroborada (y probablemente jamás lo sea). Carlos Menem es de origen sirio. Siempre se dijo que el mundo árabe aportó importantes sumas de dinero a su campaña electoral de 1989. Luego de asumir, el metafísico de Anillaco decidió, contrariando los principios fundamentales del justicialismo, alinearse de manera incondicional con Estados Unidos. Guido Di Tella consideró que había llegado el momento de mantener “relaciones carnales” con la principal potencia económica y militar del mundo. Menem se hizo “amigo” de George Bush, quien a partir de entonces lo catapultó a la categoría de 2líder mundial”. La decisión del gobierno menemista de privatizar las empresas estatales tuvo como objetivo convencer a Bush de que el alineamiento iba en serio. En 1990 el tirano de Bagdad, Saddam Hussein, invadió el vecino país de Kuwait y Occidente no lo toleró. Su respuesta fue la “Tormenta del Desierto” que acabó con el ejército de Hussein en poco tiempo. Menem, en una nueva demostración de alineamiento incondicional, envió al golfo Pérsico dos buques de guerra. Al terminar el conflicto, el gobierno menemista se situó al lado de los vencedores. Occidente ya no dudaba del metafísico de Anillaco. Un año después, la embajada de Israel en buenos aires voló por los aires. Murieron 29 personas y hubo centenares de heridos. Hasta ahora no se encontró a los culpables, tanto materiales como intelectuales. Dos años después, desapareció de la faz de la tierra el edificio de la AMIA. Y en marzo de 1995, falleció Menem Junior en un “accidente” mientras volaba un helicóptero en las cercanías de la ciudad de San Nicolás. Con posterioridad a ese luctuoso acontecimiento, muchos de los testigos murieron en “extrañas circunstancias”. La madre de Menem Junior y esposa de Menem, Zulema Yoma, gritó hasta el cansancio que su hijo había sido asesinado por la mafia que rodeaba a Menem.

¿Los atentados a la embajada israelí y la AMIA y la extraña muerte de Menem Junior, fueron cometidos por el mundo árabe en venganza por la decisión de Menem de apoyar a Estados Unidos en su guerra contra Hussein? Es probable que el mundo árabe se haya sentido traicionado por el alineamiento de Menem con Israel, su enemigo mortal. ¿Ello podrá ser probado algún día? Lo dudo. Lo único cierto y concreto es que en julio de 1994 la Argentina sufrió el peor atentado terrorista de su historia y que, hasta hoy, no se han encontrado a todos los culpables, tanto los que lo ejecutaron como los que lo planearon. ¿Hubo complicidad de la policía bonaerense? ¿Hubo complicidad del gobierno nacional? ¿Siempre supo el presidente Menem quiénes fueron los responsables y jamás los denunció para evitar que su hija Zulemita corriera la misma suerte que Menem Junior? ¿Sabrán quiénes fueron los responsables Carlos Corach, Eduardo Menem, Eduardo Bauzá y Alberto Kohan, funcionarios íntimamente ligados al metafísico de Anillaco? ¿Por qué la Justicia demostró tanta impotencia para encontrar a los culpables? ¿Se sabrá, algún día, quiénes decidieron la voladura de la AMIA y por qué y quiénes la ejecutaron?

El ataque contra la AMIA fue un ataque contra el pueblo argentino. Sin embargo, hasta ahora quienes lo perpetraron caminan tranquilamente por las calles del mundo. Menem siguió gobernando hasta 1999 y el pueblo siguió con su rutina, como si nada hubiera pasado. Que yo recuerde, la clase medias alta porteña no caceroleó para protestar contra la alevosa impunidad que rodeó desde el comienzo a este infame asesinato masivo. Todos agachamos la cabeza. ¡Y habían sido asesinados 85 argentinos! al año siguiente casi es borrada del mapa la localidad de Río Tercero, a raíz de un ataque criminal contra Fabricaciones militares con el aparente objetivo de borrar toda huella vinculada con la venta ilegal de armas a Croacia y Ecuador. Y no hubo cacerolazo alguno. Seis años después, De la Rúa y Cavallo decretaron el corralito y ahí sí, los ahorristas blandieron las cacerolas para protestar, con justa razón, por lo que consideraban era un robo legalizado por el Estado. El bolsillo fue más importante que la masacre de casi un centenar de compatriotas…

En julio se cumplirán dieciocho años del crimen, aún impune, de la AMIA. Quiera Dios que algún día tanto las víctimas como sus familiares alcancen aquello que es vital para vivir dignamente: paz en el alma. De la responsabilidad de la política y la justicia, tanto nacional como internacional, dependerá que algún día lo logren.

(*) Artículo publicado en el portal Redacción Popular el 5/6/012

La dramática y fascinante historia argentina

Lo que nos pasó a partir del 25 de mayo de 1810

La etapa pos alvearista

Acosado por un vacío de poder cada vez más profundo Carlos De Alvear decidió pegar un clásico manotazo de ahogado: la invasión a la provincia de Santa Fe. Para ello ordenó al coronel Álvarez Thomas que se hiciera cargo de la misión. Nunca imaginó que al arribar a Fontezuela el militar, apoyado por la oficialidad, se pronunciaría en contra del Director Supremo y a favor del fin de la guerra civil. La sublevación de Álvarez Thomas se extendió como reguero de pólvora por otros cuerpos militares. Presionado por sus allegados Alvear renunció al cargo de Director Supremo pero al mismo tiempo trató de conservar el mando castrense. El 15 de abril de 1815 el Cabildo le ordenó que hiciera entrega del mando militar y asumió el gobierno de la provincia. Alvear intentó una última e irracional maniobra: entrar a la ciudad por la fuerza. Ante el pedido de ayuda del Cabildo el coronel Álvarez Thomas marchó hacia la Capital Federal declarando a Alvear “reo de lesa patria”. Siguiendo el consejo de los pocos amigos que le quedaban Alvear se embarcó en una nave inglesa hacia el exterior.

El primer problema con que se enfrentaron los vencedores fue la elección del sucesor de Alvear. El órgano facultado para hacerlo era la Asamblea. Cómo ésta había sido disuelta el Cabildo porteño decidió constituir un poder provisional. El elegido fue el general José Rondeau, quien ese momento estaba a cargo del ejército del Perú. A raíz de ello fue designado en carácter de Director interino el coronel Álvarez Thomas. Para evitar que se reiterara una experiencia como la alvearista el Cabildo, tan responsable como el coronel del derrocamiento de Alvear, creó una Junta de Observación y dictó un Estatuto Provisional cuya vigencia terminaría con la reunión de un nuevo Congreso General de todas las provincias. Álvarez Thomas fue, desde el comienzo de su gestión, un Director Supremo débil que debió lidiar con un serio problema: cómo congeniar la pluralidad de objetivos de la revolución de abril. Ya en la proclama quedaba en evidencia la colisión entre dos posturas políticas: por un lado, la que enarbolaba las banderas de la unidad del interior y el conflicto con España; por el otro, la que enarbolaba la paz con el caudillo oriental (Artigas) y una Buenas Aires alejada del gobierno central. Álvarez Thomas no ignoraba que la caída de Alvear se debió al accionar del ejército pero también al protagonismo del Cabildo porteño. Ambos actores ocuparon el centro del escenario. Tampoco podía desentenderse de la existencia de varios centros de poder, muchos de ellos rivales entre sí, inmunes al poder central. Ello significa que Álvarez Thomas lejos estaba de poder legitimar su poder a lo largo y ancho del territorio nacional. En lenguaje weberiano, no estaba en condiciones de garantizar el monopolio del uso legítimo de la fuerza. En consecuencia, no había propiamente un gobierno nacional.

Consciente de su débil posición Álvarez Thomas intentó mantener buenas relaciones con Rondeau y San Martín, y sellar con Artigas un acuerdo de paz. Este objetivo naufragó rápidamente porque Artigas era consciente no sólo de su poder sino también del precario equilibrio que sostenía a Álvarez Thomas. Ello explica la decisión del Director Supremo de convocar a un Congreso General en la provincia de Tucumán. De esa forma tranquilizó a varias provincias, temerosas de que el centralismo porteño continuara vigente. Además, logró un mayor apoyo de San Martín porque con dicha convocatoria era más factible su viejo anhelo: la declaración de la independencia. Mientras tanto, emergía en toda su magnitud el grave problema político que ocasionó el Estatuto Provisional sancionado por el Cabildo. Si sus miembros creyeron que iba a tener un amplio apoyo cometieron un grosero error de cálculo, ya que sólo fue reconocido por Salta. El resto de las provincias acusaron al Cabildo de haber tomado una decisión tan importante sin consultarlas (1).

(1) Floria y García Belsunce, Historia de….capítulo 17

Álvarez Thomas y su relación con Artigas

Por su parte, Álvarez Thomas prefirió no dejarse atrapar por semejantes enredos políticos y centró todas sus energías en afianzar sus relaciones con Artigas, quien en ese momento había tomado la decisión de convocar a los pueblos orientales a un Congreso en la localidad de Mercedes. El coronel Blas J. Pico y el presbítero Bruno Rivarola fueron los encargados, en representación del Director Supremo, de hacerle saber a Artigas la intención del gobierno de enhebrar un acuerdo sobre la base de las siguientes propuestas: a) reconocimiento de la independencia de la Banda Oriental, b) unidad de fuerzas contra los españoles, c) reconocimiento de Buenos Aires como gobierno independiente del gobierno central, d) libertad de acción de las provincias de Entre Ríos y Corrientes para elegir el gobierno protector de su preferencia (Álvarez Thomas o Artigas, en suma). Haciendo gala de su personalidad volcánica Artigas les demostró a los enviados del gobierno central lo que significa el ejercicio del poder demorando bastante su recepción. En términos coloquiales, los obligó a padecer una amansadora de aquéllas.

Artigas no aceptó las propuestas de Álvarez Thomas pero ello no implicó el fin de las negociaciones. En efecto, su reacción consistió en efectuar una contrapropuesta que se apoyaba en los siguientes puntos: a) la separación de la Banda Oriental hasta que el Congreso decidiera, y b) el control político de Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe y Córdoba. Artigas le demostró a Álvarez Thomas que “iba por todo”. Álvarez Thomas consideró inaceptables semejantes exigencias y se percató de inmediato que no le quedaba otro camino que el de recuperar el control sobre las provincias situadas al oeste del río Paraná, única forma de garantizar el éxito de la futura reunión del Congreso. Para ello organizó una expedición, bajo el mando de Viamonte, con el objetivo de ocupar Santa Fe, lo que finalmente se produjo el 25 de agosto de 1815 sin tener que lamentar víctimas. El éxito se debió en buena medida a la decisión de Álvarez Thomas de arrestar en un buque de guerra a los enviados artiguistas, temeroso de que tuvieran conocimiento de sus planes. Pero en poco tiempo el escenario s emodificó de manera radical. El 3 de marzo de 1816 el teniente Estanislao López se sublevó contra Viamonte. Al contar con el apoyo de Artigas, logró vencer a Viamonte luego de un mes de acciones bélicas (1).

(1) Floria y García Belsunce, historia de….capítulo 17.

Bibliografía básica

-Germán Bidart Campos, Historia política y constitucional argentina, Ed. Ediar, Bs. As. Tomos I, II y III, 1977.

-Natalio Botana, El orden conservador, Ed. Sudamericana, Bs. As., 1977.

-Natalio Botana y Ezequiel Gallo, De la República posible a la República verdadera” (1880/1910), Biblioteca del Pensamiento Argentino, Tomo III, Ariel, Bs.As., 1997.

-José Carlos Chiaramonte, Ciudades, provincias, Estados: Orígenes de la Nación Argentina (1800/1846), Biblioteca del Pensamiento Argentino, Tomo I, Ariel, Bs. As., 1997.

-Carlos Floria y César García Belsunce, Historia de los argentinos, Ed. Larousse, Buenos Aires, 2004.

-Tulio Halperín Dongui, Vida y muerte de la República verdadera (1910-1930), Biblioteca del Pensamiento Argentino, Tomo IV, Ariel, Bs. As., 1999.

-Tulio Halperín Donghi, Proyecto y construcción de una nación (1846/1880), Biblioteca del Pensamiento Argentino, Tomo II, Ariel, Bs. As., 1995.

-Daniel James (director del tomo 9), Nueva historia argentina, Violencia, proscripción y autoritarismo (1955-1976), Ed. Sudamericana, Bs. As., 2003

-John Lynch y otros autores, Historia de la Argentina, Ed. Crítica, Barcelona, 2001.

-Marcos Novaro, historia de la Argentina contemporánea, edhasa, Buenos aires, 2006

-David Rock, Argentina 1516-1987, Universidad de California, Berkeley, Los Angeles, 1987.

-José Luis Romero, Las ideas políticas en Argentina, FCE., Bs. As., 1956.

-Juan José Sebreli, Crítica de las ideas políticas argentina, Ed. Sudamericana, Bs. As., 2003.

Share