Por Hernán Andrés Kruse.-

El “festejo” del oficialismo y la “desazón” de la oposición

Atrás quedaron las elecciones legislativas. Quienes se aventuraron a pronosticar que se estaba en presencia de un punto de inflexión, se equivocaron. El lunes todo siguió igual para la inmensa mayoría del pueblo, jaqueada por la inflación, la pobreza y la inseguridad. Se trató, por ende, de una elección más que lejos estuvo de mover el amperímetro.

A pesar de ello, el mensaje de las urnas no debe ser ignorado. Lo primero que cabe destacar es que el presentismo fue uno de los más bajos desde la restauración democrática. En efecto, sólo el 71% del electorado se tomó el trabajo de ir al lugar de votación y depositar el voto en la urna. Ese porcentaje no hizo más que condenar a las dos fuerzas políticas más importantes-el FdT y Juntos-a ser la primera y segunda minoría, respectivamente. Vale decir que tanto el oficialismo como la principal oposición representan a sectores bien definidos pero minoritarios de la sociedad.

El pasado 14 de noviembre hubo un claro ganador: Juntos. La principal fuerza opositora fue votada por 9.864.868 compatriotas, es decir por el 42,5% de quienes votaron. Si se efectúa una comparación entre los porcentajes obtenidos por esa fuerza a partir de la elección presidencial de 2019 hasta la elección del domingo, surge claramente el piso electoral de Juntos: 40%. Se trata, qué duda cabe, de un porcentaje que no debe ser subestimado por el oficialismo. Estos porcentajes demuestran que para la elección presidencial de 2023 la oposición tiene asegurado el apoyo de al menos el 40% del electorado. Ello significa que estaría a un paso de obtener la victoria en primera vuelta.

Juntos ganó cómodamente en las provincias más importantes, en cuanto a número de habitantes, del país: Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y Mendoza. En Santa Fe la periodista Carolina Losada venció cómodamente al también periodista Marcelo Lewandowski, mientras que en Córdoba Luis juez ganó por goleada. En la gigantesca provincia de Buenos Aires el candidato de la oposición, Diego Santilli, le ganó ajustadamente a Victoria Tolosa Paz, lo que no hizo más que confirmar la vigencia del aparato del PJ bonaerense. La oposición se anotó, además, importantes triunfos en el sur, debiéndose destacar la victoria en el hogar del kirchnerismo, la provincia de Santa Cruz. Como era de esperar Juntos también ganó con holgura en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, aunque seguramente sus referentes esperaban un resultado más holgado. Tal es así que Patricia Bullrich reconoció que lo ideal hubiera sido ganar por encima del 50% de los votos. ¿Un palo para María Eugenia Vidal? La respuesta se cae de madura.

Lo más llamativo de la elección no fue su resultado sino la reacción del oficialismo. El mismo domingo a la noche el bunker situado en Chacarita fue puro jolgorio y celebración. Quienes estuvieron en el escenario, el presidente incluido, festejaban como si hubieran ganado. Pero los números no mienten: desde que Alberto Fernández juró como presidente el 10 de diciembre de 2019 el FdT perdió nada más y nada menos que cinco millones de votos. ¿Por qué, entonces, festejaron? Es probable que la intención haya sido evitar que la tropa baje los brazos pero creo que fundamentalmente fue enviar un mensaje de unidad y fortaleza tanto a la sociedad como a Juntos, fue gritar a viva voz que el FdT está dispuesto a dar pelea hasta el final, es decir, hasta que se celebren las elecciones presidenciales de 2023. Ello explica, obviamente, la celebración del día de la militancia el pasado 17 de noviembre.

Los grandes perdedores fueron, qué duda cabe, Alberto Fernández y Cristina Kirchner. La celebración del día de la militancia tuvo como objetivo esencial blindar al presidente. Consciente de la extrema debilidad de Alberto, el peronismo ortodoxo decidió hacerle una fuerte demostración de apoyo y, de paso, enviar un claro mensaje tanto a la oposición como a la propia Cristina. La ausencia de la vicepresidente en el búnker del FdT el domingo por la noche demostró hasta qué punto fue sacudida por el mensaje de las urnas. Por primera vez desde la restauración de la democracia el peronismo se quedó sin mayoría propia en el Senado, lo que significa que a partir del 10 de diciembre Cristina se verá obligada a hacer algo que detesta visceralmente: negociar con la oposición.

En términos futbolísticos Juntos estaba seguro de que ganaría por goleada (6 a 0, por ejemplo). El gobierno también estaba seguro de ello. Finalmente, Juntos ganó pero no por la diferencia esperada. Digamos que ganó 3 a 1, lo que implica una diferencia mucho menor a la esperada por ambos contendientes. Ello significa que mientras para Juntos la victoria tuvo un sabor agridulce, para el FdT se trató de una derrota honrosa. Al perder sólo por dos goles de diferencia el FdT le demostró a Juntos que sigue en carrera. Ello explica el “festejo” del oficialismo y la “desazón” de la oposición.

¿Qué sucederá de aquí en más? Lamentablemente, todo parece indicar que el oficialismo tomó la decisión de profundizar la grieta. Las duras palabras de Alberto al encabezar el acto de celebración del día de la militancia lo pusieron en evidencia. El deseo de Sergio Massa de convocar a un gran acuerdo nacional fue sepultado por el propio presidente al afirmar desde el escenario montado en la plaza de Mayo que no estaba dispuesto a dialogar ni con el expresidente Macri ni con el libertario Javier Milei. Su intención de dividir a la oposición es por demás evidente.

Un párrafo aparte merece la afirmación del gobernador chaqueño Jorge Capitanich sobre los medios de comunicación. Consideró que era fundamental regularlos porque la gente finalmente termina pensando lo que los medios proponen. En primer lugar, el gobernador subestima el coeficiente intelectual de los argentinos. Cree que somos ganado, seres incapaces de tener un pensamiento propio, crítico. En segundo lugar, le otorga demasiado poder a los medios de comunicación. Nadie discute su influencia pero conviene recordar que durante su primera presidencia, Cristina fue sometida a una constante campaña de esmerilamiento comandada por el Grupo Clarín que no dio los resultados esperados, ya que en octubre de 2011 fue reelecta con el 54% de los votos. La libertad de prensa es una de las columnas fundamentales de la democracia liberal. Con su afirmación el gobernador chaqueño parece no tener en consideración semejante premisa.

Elecciones legislativas 2012: dura derrota del FdT

El domingo 14 tuvieron lugar las elecciones de medio término. Tal como sucedió en las PASO, el FdT sufrió una dura derrota. Los números no mienten. A nivel nacional, Juntos obtuvo el 42,5% de los votos (9.864.868) y el FdT, el 33,9% (7.863.112). Gran parte del país se tiñó de color amarillo, tal como había sucedido el 12 de septiembre. El gobierno sufrió derrotas estrepitosas en CABA, Santa Fe, Córdoba, Mendoza y Santa Cruz, el histórico bastión del kirchnerismo. El color azul sólo logró imponerse en algunas provincias del norte, históricos dominios del peronismo. La gran sorpresa se dio en la gigantesca provincia de Buenos aires. El gobierno logró remontar gran parte de la diferencia que le había sacado Juntos en las PASO, pero no le resultó suficiente.

Cuando era evidente que el FdT había sufrido una nueva derrota la televisión mostró un mensaje grabado del presidente. Su rostro era la imagen de la desolación. Cuesta entender las razones que lo llevaron a mostrarse de esa forma ante millones de tele-espectadores. Lo notable fue que al poco tiempo Alberto Fernández ingresó al bunker del FdT en Chacarita mostrándose eufórico. El gobierno había tomado la decisión de presentar el repunte bonaerense como una victoria épica del FdT. Quien mejor expuso la estrategia del gobierno fue Victoria Tolosa Paz: “nosotros ganamos a pesar de haber perdido; ellos perdieron a pesar de haber ganado”. Increíble pero real.

Las matemáticas no mienten. La diferencia que le sacó Juntos al FdT a nivel nacional fue de 2 millones de votos. He aquí la cruda realidad. Por primera vez el peronismo unido perdió en la provincia de Buenos Aires, un inexpugnable bastión del movimiento creado por Juan Domingo Perón. Sin embargo, quedó nuevamente en evidencia la capacidad del peronismo bonaerense a la hora de captar votos. Pero esta vez no le alcanzó. Pero no deja de sorprender la amplia diferencia que le sacó a la oposición en La Matanza, justo el lugar donde había sido ultimado a balazos un quiosquero a días del escrutinio.

La derrota del oficialismo se debió a múltiples razones. La cuarentena eterna, el Olivosgate, el vacunatorio vip y fundamentalmente la desastrosa gestión económica, sellaron su suerte en las urnas. Los grandes perdedores fueron, qué duda cabe, Alberto Fernández y Cristina Kirchner. Por primera vez desde 1983 el peronismo perdió el control automático del Senado de la Nación. Ello significa que a partir del próximo 10 de diciembre Cristina se verá obligada a negociar con la oposición para sesionar.

El miércoles el oficialismo rememoró el día del militante peronista. El 17 de noviembre de 1972 Juan Domingo Perón retornó fugazmente al país para crear el Frejuli y bendecir la fórmula presidencial Cámpora-Solano Lima. La militancia peronista puso en juego su gran capacidad de movilización para demostrarle a Alberto Fernández que no está solo, pese a haber cometido el peor de los pecados para el credo peronista: perder. Por la tarde el presidente le habló a la multitud congregada en la Plaza de Mayo. Se mostró eufórico y sumamente intolerante con la oposición, especialmente con el ex presidente Mauricio Macri y el libertario Javier Milei. La promesa de Massa de convocar a la oposición a un gran acuerdo nacional se desmoronó como un castillo de naipes. En consecuencia, de aquí a las presidenciales de 2023 sólo cabe esperar una profundización de la grieta.

El peronismo intentó blindar a Alberto Fernández. Aquí sólo cabe recordar la genial frase de Serrat: “nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”. Lo real y concreto es que la autoridad presidencial se ha desvanecido por completo. De aquel presidente que aparecía en televisión flanqueado por Kicillof y Larreta en los primeros tiempos de la pandemia, no queda nada. La pregunta que todos nos estamos formulando a partir de la debacle del 14 es la siguiente: ¿cómo hará Alberto Fernández para garantizar la gobernabilidad hasta el fin de su mandato? Creo que ni él lo sabe.

La tragedia de Ramos Mejía

El domingo pasado la populosa localidad de Ramos Mejía, situada en el corazón del conurbano, se conmocionó con la alevosa ejecución de un joven quiosquero en horas de la tarde. Uno de sus asaltantes le descerrajó varios disparos que le ocasionaron la muerte. Al día siguiente, miles de indignados vecinos se reunieron en el lugar para reclamar a viva voz por lo sucedido. Fue entonces cuando se produjo un hecho surrealista. Con el objetivo de proteger a la comisaría de la zona, numerosos efectivos policiales formaron cordones a ambos lados del lugar. La numerosa concurrencia, integrada fundamentalmente por hombres y mujeres comunes de todas las edades, intentaron romper el cerco. Hubo empujones, gritos y, lamentablemente, gases lacrimógenos. Más tarde, el ministro de Seguridad bonaerense no tuvo mejor idea que afirmar que la represión policial se debió a que hubo quienes intentaron quemar la comisaría. Con el correr de las horas la tensión social bajó.

Las escenas que captaron las cámaras de televisión pusieron dramáticamente en evidencia la descomposición del tejido social argentino. Por un lado, un nutrido grupo de policías decididos a enfrentar a vecinos dominados por la bronca e indignación. Por el otro, el rostro desencajado de los familiares de la víctima que acusaban a las autoridades nacional y bonaerense por el alevoso crimen. Una vez más, se montó el escenario donde los pobres luchan contra los pobres. Porque seguramente los policías que estuvieron en el lugar deben ganar parecido a lo que ganan quienes se manifestaron. Sin embargo, los uniformados actuaron como si enfrente estuviera el enemigo.

Seguramente con el correr de los días este hecho pasará a ser una mera estadística, tal como lo fue el brutal asesinato del joven arquitecto rosarino días atrás. Hoy nadie se acuerda de él, salvo sus familiares cercanos. Pero el problema de fondo sigue sin solución. Hoy, en la Argentina, está plenamente vigente el estado de naturaleza inmortalizado hace siglos por el eminente filósofo político Thomas Hobbes en su libro “Leviatán”. Hobbes dijo que en ese estado el hombre es el lobo del hombre. Como no hay Estado, no hay alguien que monopolice el uso legítimo de la fuerza, cada hombre hace lo que sea necesario para garantizar su supervivencia y la de su familia. Es el imperio de la jungla. Pues bien, Argentina se ha convertido en una jungla.

Nuestro país ha dejado de tener Estado, en suma. Hoy el gobierno es incapaz de ejercer el monopolio del uso legítimo de la fuerza. En La Matanza, por ejemplo, hay barrios donde la propia policía no se atreve a entrar. Lo mismo sucede con las ambulancias. En esos lugares no hay, pues, Estado. Y si no hay Estado, la selva impone sus códigos. Cada día nos alejamos más de lo que significa ser una sociedad civilizada. Por tal entendemos un ámbito de convivencia social donde sus integrantes respetan las leyes vigentes y quienes las transgreden sufren los castigos consagrados por dichas leyes. Carlos Nino sentenció a comienzos de los noventa que Argentina era un país al margen de la ley. La tragedia de Ramos Mejía no ha hecho más que confirmarlo.

Las formas de gobierno en “El Político” y en “Las Leyes” (primera parte)

Las Leyes

“Las leyes” es la más extensa de las obras de Platón. Fue, probablemente, la última que escribió y aparentemente su muerte impidió que la terminara. Trata la cuestión de las formas de gobierno en el Libro III y los protagonistas son el Ateniense (Platón mismo, según cicerón), Clinias (cretense) y Metilo (lacedemonio).

Luego de analizar el origen de los gobiernos y la causa de las vicisitudes que padecen, Platón toca, a manera de introducción a las formas de gobierno, un tema central de la ciencia política de todos los tiempos: la relación de mando y obediencia o, si se prefiere, el dualismo gobernante=gobernados. “En todo cuerpo político, ¿no es indispensable que unos gobiernen y que otros sean gobernados?” (32). Con esta pregunta Platón demuestra su convencimiento de que toda sociedad debe contar irremediablemente con una élite que detente el poder para desplegar la política gubernamental. Pero también es consciente de que la autoridad del gobernante puede ser legitimada por diferentes formas. “Pero en los Estados grandes o pequeños y lo mismo en las familias, ¿en virtud de qué títulos unos mandan y otros obedecen?” (33). Platón distingue diversos títulos: la cualidad de padre y de madre (los padres tienen por naturaleza imperio sobre sus hijos), la nobleza (los de condición superior tienen derecho a mandar sobre los de condición inferior), la edad (los ancianos tienen derecho a mandar sobre los jóvenes), la esclavitud (los dueños tienen derecho a mandar sobre sus esclavos), la fuerza (el más fuerte tiene derecho a mandar sobre el más débil), la educación (el sabio tiene derecho a mandar sobre el ignorante) y, por último, la suerte (quien resulta favorecido por el azar para ejercer el poder tiene derecho a mandar sobre el resto).

El derecho de mandar reposa sobre diversos y opuestos títulos, lo que da lugar a convulsiones políticas y sociales que el legislador debe controlar para evitar que se repitan en el futuro. La historia ha demostrado que cuando los reyes (34) han ejercido el poder al margen de estos principios, han provocado su propia ruina y la de la propia Grecia. Su decadencia se produjo por haber desconocido la famosa frase de Hesíodo (Las obras y los días, V. 40) “¿Muchas veces la mitad es más que el todo?” Según Hesíodo, al gobernante le conviene quedarse con la mitad cuando la conquista del todo resulta altamente peligrosa. En otros términos: no le conviene al gobernante excederse en el ejercicio del poder, desarrollar un estilo político autocrático y despótico que termina por sofocar al pueblo. Para Platón, “el ansia de excederse”-la ambición ilimitada de poder-no hace más que socavar la legitimidad de los reyes: “Semejante enfermedad probablemente es más común en los reyes, en quienes la molicie engendra el fausto y el orgullo” (35). Son los reyes los primeros en violar las leyes que limitan su autoridad, incapaces de conformarse con lo estipulado por el sistema normativo vigente. Esta flagrante contradicción los condujo a los extravíos y excesos que provocaron su ruina (36).

¿Qué precauciones debería haber tomado el gobernante para evitar caer en desgracia? En base a lo que aconteció en Lacedemonia (esparta), platón elabora el siguiente diagnóstico: “Si en lugar de dar a una cosa lo que le basta, se va mucho más allá; por ejemplo, si a una nave se le dan velas demasiado grandes, al cuerpo demasiado alimento, al alma demasiada autoridad, ¿qué sucederá? Que la nave se irá a pique; el cuerpo caerá enfermo por exceso de gordura; y el alma se abandonará a la injusticia, hija de la licencia” (37). Platón condena todo tipo de excesos. Cuando lo bueno se consume en exceso, el cuerpo resulta severamente dañado. Tal el caso de la obesidad, fruto de la ingesta indiscriminada de alimentos. El apego a la autoridad es algo valioso para la relación entre los hombres. Pero cuando la autoridad se extralimita y quienes obedecen no osan rebelarse, surge la dictadura. El exceso de autoridad es tan dañino como el exceso de obediencia. Y no habrá joven alguno, sentencia Platón, que no teniendo que dar cuenta a nadie de sus actos, esté en condiciones de soportar el peso del gobierno sin que se corrompas su alma y sin que se granjee el odio de sus amigos más cercanos, lo que le provocará su ruina. De esta forma, Platón destaca la importancia del justo medio, el ejercicio equilibrado del poder como condición fundamental para garantizar la supervivencia del sistema político. Y sólo los legisladores de verdad, conocedores de ese equilibrio que hay que guardar en todo, están capacitados para prevenir este problema. Y se basa en la historia para corroborar sus reflexiones.

He aquí como platón narra los hechos (38). Probablemente por voluntad de un dios, Esparta (Lacedemonia) gozó de los beneficios de una autoridad real limitada por dos ramas provenientes de un mismo tronco. En ese contexto, un hombre dotado de una virtud divina (el legislador Licurgo), fue consciente de la excesiva concentración de la autoridad en los reyes. En consecuencia, derivó parte de dicha autoridad a veintiocho ancianos de una sabiduría probada, cuyo poder hacía de contrapeso a la voluntad de los reyes en los asuntos de mayor relevancia. Finalmente, otro hombre relevante (*) decidió el establecimiento de los éforos para limitar aún más a los reyes. “De esta manera”, concluye Platón, “reducido a justos límites y templado en forma conveniente, se conservó y salvó al Estado con la institución real (…) acabamos de asentar que no debe crearse nunca una autoridad demasiado poderosa y que no esté moderada, y lo que nos hace pensar de esta manera es que importa a un Estado ser libre, sabio, unido, y que estos tres grandes fines no deben dejar nunca de estar presentes en el espíritu del legislador” (39).

(32) Platón: “Las leyes o de la legislación”, ed. Porrúa, S.A., México, 1985, pág. 62.

(33) Ibídem, pág. 62.

(34) Platón cita los ejemplos de los reyes de Argos y de Mesina.

(35) Ibídem, pág. 63.

(36) Platón, de haber vivido en nuestros días, hubiera estado en contra de la pretensión de aquellos gobernantes de permanecer indefinidamente en el poder, a pesar de los textos constitucionales que se los impiden.

(37) Ibídem, pág. 63.

(38) Para comprender la narración de Platón conviene tener presente la historia de Esparta, ciudad principal de Laconia o Lacedemonia. Esparta fue una excepción en la evolución política de las restantes ciudades-estados griegas. Los lacedemonios no adoptaron la democracia como forma de gobierno. Por el contrario, se sintieron cómodos con un gobierno férreo, similar a la moderna dictadura. Además, no logró progresar culturalmente. El factor natural jugó un rol gravitante. Al nordeste y el oeste estaba rodeada por un paisaje montañoso y al carecer de puertos, no logró aprovechar los progresos alcanzados en el exterior. A su vez, carecía de una pujante clase media que pudiera convencer a los sectores populares de vivir en un régimen que garantizara la libertad. Sin embargo, fue el militarismo lo que los condujo al autoritarismo político. Conquistaron el Peloponeso oriental luego de luchar durante ocho siglos contra los micenos. Recién en el año 800 a. de C. lograron dominar la Laconia. El militarismo ya formaba parte de su modo de ser como pueblo. Cuando expiraba el siglo VIII a. de C., los espartanos decidieron conquistar Mesenia, una fértil llanura localizada al oeste del Taigeto. Tuvieron éxito. Pero medio siglo más tarde los mesenios se rebelaron y lograron invadir Laconia. Luego de un gran esfuerzo, los espartanos aplastaron la rebelión de los mesenios y no tuvieron piedad. El precio que pagaron los rebeldes fue la servidumbre más absoluta. A partir de entonces, Esparta se conformó con sus posesiones. El feroz militarismo repercutió hondamente en los espartanos. La obsesión por esclavizar a sus enemigos les inoculó un tremendo temor por las rebeliones. Su acentuado conservadorismo y su provincialismo quizás sean consecuencia de esta paranoia. Asustados por todo lo que oliera a innovación, llegaron a prohibir los viajes y el comercio con el exterior. Sin embargo, Esparta no se privó de una Constitución, atribuida al legislador Licurgo. Había dos reyes que representaban a diferentes familias de la clase alta. Su poder era bastante endeble ya que se limitaba a las esferas militar y sacerdotal. El Consejo, compuesto por ambos reyes y veintiocho nobles ancianos, constituía la segunda rama gubernamental y tenía más poder. Inspeccionaba las tareas administrativas, preparaba proyectos que debían ser aprobados por la asamblea y actuaba como una especie de Corte Suprema contemporánea en los juicios criminales. La asamblea, por su parte, aprobaba o rechazaba los proyectos enviados por el Consejo y tenía a su cargo la designación de todos los funcionarios públicos (salvo los reyes). Pese al militarismo espartano, la constitución esbozaba la doctrina de la división de poderes. Pero el verdadero poder residía en una Junta compuesta por cinco hombres llamados éforos. Presidían tanto el Consejo como la Asamblea y tenían a su cargo el control social (vigilaban la enseñanza y la distribución de la sociedad, ejercían la censura y estaban facultados para vetar leyes), además de decidir la suerte de los recién nacidos, de actuar como acusadores ante el Consejo y de llegar a destituir a los propios reyes si lo que indicaban las profecías religiosas era negativo. Lejos de asemejarse a la democracia, Esparta era una oligarquía basada en el poderío económico de sus ciudadanos. Su estructura social contenía tres clases sociales: en primer lugar, estaban los esparciatas, es decir, los descendientes de los conquistadores de la región. Constituían la clase gobernante. Estaban obligados a soportar una durísima educación militar y a sacrificarse sin Esparta lo exigía. Durante cuarenta años (entre los veinte y los sesenta años) estaban obligados a servir por completo al Estado espartano. La vida familiar no era permitida y los hombres estaban obligados a vivir en cuarteles fuertemente vigilados. Respecto a la familia, sólo importaba la procreación de niños fuertes, capaces de resistir el rigor espartano. El orgullo que significaba pertenecer a la clase superior, compensaba con creces todos estos sufrimientos. En segundo término, estaban los periecos. Disfrutaban de bastante libertad y bienestar. Eran considerados los habitantes de los alrededores de la ciudad. Finalmente, estaban los ilotas, sujetos a la más cruel de las servidumbres (ver Edward McNall Burns, “Civilizaciones de Occidente. Su historia y su cultura”, ed. Peuser, Bs. As., 1970, págs. 163/166).

(*) Probablemente el rey Teopompo.

(39) Platón, op.cit., págs. 64/65.

(*) Artículo publicado en Redacción Popular el 22/6/012.

Las formas de gobierno en “El Político” y en “Las Leyes” (segunda parte)

Las Leyes

Platón pasa a continuación a demostrar su afirmación según la cual la democracia plena y absoluta, independiente de todo otro poder, fue la causa de la ruina de Atenas. Cuando el imperio persa amenazó a Grecia con la invasión, los atenienses apoyaban la antigua forma de gobierno, donde los cargos públicos se otorgaban en función del censo dividido en cuatro sectores. En aquel entonces reinaba en Atenas la democracia templada, moderada. En ese ámbito, los atenienses legitimaban el estado de derecho. Tal sumisión a las leyes se vio reforzada por el desafío que implicaba la presencia amenazante del formidable poder bélico de los persas. El miedo a perderlo todo no hizo más que fortalecer los lazos de solidaridad de los atenienses. Unos diez años antes del combate por mar de Salamina, Cató (un enviado de Darío) se acercó a Grecia con una formidable fuerza bélica con la orden de llevarse cautivos a los atenienses y eretrianos. Las fuerzas invasoras no tuvieron inconveniente alguno para capturar a los eretrianos, mientras que Cató lanzó el rumor de que ningún eretriano había logrado escapar. El jefe imperial había lanzado, evidentemente, una feroz campaña de acción psicológica contra los griegos. Y tuvo éxito ya que éstos, especialmente los atenienses, quedaron helados de espanto. Conscientes de la desesperante situación, los atenienses pidieron auxilio, pero sólo los lacedemonios (Esparta) estuvieron dispuestos a tenderle una mano, y no de manera incondicional ya que estaban muy ocupados en su guerra contra los mesenios. En ese momento muere Darío y asume el poder su hijo Jerjes, déspota cruel y despiadado. Todo hacía presagiar el fin de Atenas. Sin embargo, sostiene Platón, “una sola esperanza les quedaba, bien débil y bien incierta a la verdad, y era que, echando una mirada sobre los sucesos precedentes, veían que contra todo lo que era de esperar, ellos habían conseguido la victoria; y apoyados en esta débil esperanza, comprendieron que su único refugio debían encontrarlo en sí mismos y en los dioses” (46). El temor por la presencia cercana del imperio persa y el respeto de las leyes, hicieron posible la supervivencia de Atenas. Si los atenienses no hubiesen estado embriagados de pudor, de se sentimiento que, enfatiza Platón, hace a las almas virtuosas, libres e intrépidas, no hubieran sido capaces de defender con heroísmo sus templos, las tumbas de sus antepasados, sus parientes, sus amigos; su patria, en suma. Si el alma de los atenienses no hubiera estado impregnada de ese pudor, los atenienses, ante la presencia del enemigo, se hubieran dispersado buscando desesperadamente cada uno por sí mismos su supervivencia. La democracia templada garantizó la cohesión de los atenienses en el momento en que estuvo en juego el futuro de Atenas.

Ese respeto ateniense por los antepasados y, fundamentalmente, por las leyes, ha desaparecido, sentencia Platón. Los atenienses han dejado ser “esclavos voluntarios de las leyes”. La democracia templada ha sido reemplazada por la democracia a secas, ilimitada, donde la opinión del vulgo vale lo mismo que la del experto. Platón utiliza el ejemplo de la música para ilustrar el tránsito de una democracia a la otra. Antiguamente, la música estaba dividida en diversas especies y formas particulares. Había una serie de cantos: los himnos (súplicas dirigidas a los dioses), el treno (lamentaciones), los peanes (cantos en honor de Apolo) y el ditirambo (celebración del nacimiento de Baco). Cada canto recibía el nombre de ley y para diferenciarlas de las restantes leyes, se las denominaba “leyes de laúd”. Una vez establecida la melodía, se consideraba inmodificable. Toda manifestación, negativa o positiva, del público (silbidos o aplausos) no implicaban sentencias acerca de la conveniencia o no de reformar las melodías. Esta tarea correspondía a hombres expertos en música quienes, vara en mano y guardando un silencio respetuoso, bastaban para garantizar el orden. De esa forma, narra Platón, “los ciudadanos se dejaban gobernar pacíficamente, y no se atrevían a expresar su juicio por medio de aclamaciones tumultuosas” (47).

Este orden inmaculado fue saboteado por los poetas. Pese a que eran profundos conocedores de la música, conocieron mal la verdadera naturaleza y las genuinas reglas musicales. En consecuencia, se dejaron dominar por un entusiasmo irracional y un desmedido sentimiento del placer. Subvirtieron todas las reglas referidas a la música e inocularon en la sociedad el germen de la nivelación y la grosería. Paulatinamente, desaparecieron “el miramiento y decoro que la multitud había guardado hasta entonces, y se creyó ésta en estado de juzgar por sí misma en materia de música; de donde resultó, que los teatros, mudos hasta entonces, han levantado la voz, como si fueran entendidos para graduar las bellezas musicales, y que el gobierno de Atenas, de aristocrático que era, se haya convertido, para desagracia suya, en teatrocrático” (48). La democracia elitista había sido suplantada por la democracia de masas. La teatrocracia se expandió como un reguero de pólvora y todo el mundo se consideró con el mismo derecho para juzgar sobre todo, independientemente de si estaba preparado o no para hacerlo. El resultado no puede ser más nefasto, sentencia Platón. “Detrás de esta especie de independencia viene la de sustraerse a la autoridad de los magistrados, de donde se pasa al desprecio del poder paterno y a no prestar la debida sumisión a la ancianidad y a sus consejos” (49). La independencia absoluta del hombre conduce necesariamente al quiebre del principio de autoridad, con lo cual se le da la bienvenida a la anomia. El ejercicio desenfrenado de la libertad conduce al desconocimiento de las leyes, las promesas, los juramentos y la autoridad de los dioses. En ese ambiente de libertinaje, al legislador le resulta imposible garantizar el reinado de la libertad, la concordia y la cultura.

A manera de colofón

Platón culmina sus reflexiones enfatizando que el único gobernante que permite al legislador garantizar la vigencia de la libertad, la concordia y la cultura, no es otro que el gobierno mixto. “Hemos dicho, que el legislador debe proponerse tres cosas en la institución de sus leyes, a saber: que la libertad, la concordia y la cultura reinen en el Estado que intenta organizar. ¿No es así? (…) Para probarlo, hemos escogido dos gobiernos, el más despótico y el más libre; hemos indagado lo que uno y otro valen; y habiendo considerado ambos dentro de debidos límites, de autoridad el primero y de libertad el segundo, hemos visto que mientras las cosas han subsistido en esta forma, todo ha marchado perfectamente; y que, por el contrario, tan pronto como la obediencia en un punto y la independencia en otro han ido más delante de lo que podían ir, nada bueno ha resultado ni en uno ni en otro Estado” (50). Persia ha demostrado los desastres que provoca el poder arbitrario de la monarquía. Por su parte, Atenas ha demostrado los desastres que ocasiona el exceso de libertad. Ni tiranía ni libertinaje. El gobierno debe ser moderado, templado, para evitar decaer. Si no es una monarquía, no debe ignorar su principio fundamental, la autoridad, dentro del marco de la ley. Si no es una democracia, no debe ignorar su principio fundamental, la libertad, dentro del marco de la ley. Al final de su vida Platón abogó por un gobierno sometido a la ley, capaz de amalgamar en su seno la autoridad (monarquía) y la libertad (democracia).

(46) Ibídem, págs. 69/70.

(47) Ibídem, pág. 70.

(48) Ibídem, pág. 71.

(49) Ibídem, pág. 71.

(50) Ibídem, págs. 71/72.

(*) Artículo publicado en Redacción Popular el 22/6/012.

Marx y la forma general del valor

Hasta ahora, Marx ha distinguido dos formas de valor: a) la forma simple, concreta o fortuita del valor y B) la forma total o desarrollo del valor. 20 varas de lienzo=1 levita es la forma simple del valor, mientras que 20 varas de lienzo=1 levita, o 10 libras de té, o 40 libras de café, o 2 onzas de otro, etc., es la forma total del valor. En esta forma, el valor del lienzo se expresa a través de innumerables elementos que forman parte del mundo de las mercancías. Es, precisamente, en la forma total del valor donde queda plenamente de manifiesto la genuina naturaleza del valor: “cristalización de trabajo humano indistinto”. En la forma total del valor, el trabajo que crea valor se equipara con todo trabajo humano, independientemente de la forma natural en que se exprese (levitas, té, café, oro, o lo que fuere). En la forma total del valor, el lienzo se relaciona no con una específica mercancía sino con todas las mercancías. “El lienzo adquiere carta de ciudadanía dentro de este mundo”, dice Marx. En la forma simple de valor, que el lienzo y la levita puedan intercambiarse en una específica proporción cuantitativa (20 varas de lienzo por 1 levita), puede implicar algo meramente casual. En la forma total del valor, existe “un fundamento sustancialmente distinto de la manifestación casual y que la preside y determina”. El lienzo siempre vale lo mismo, así se exprese en levitas, té, café u oro. En la forma simple del valor la relación entre dos mercancías es casual. Pues bien, en la forma desarrollada del valor, esa casualidad ha desaparecido. En la forma total del valor, la levita, el té, el café y el oro, son equivalentes del valor del lienzo, materializan el valor del lienzo. La levita, wel té, el café y el oro, constituyen cada uno de ellos formas equivalenciales dadas. Lo mismo acontece, remarca Marx, con las clases de trabajo útil, específico, contenidos en las mercancías materiales: su interés se centra exclusivamente por ser específicas manifestaciones del trabajo humano en general.

Marx detecta ciertos defectos en la forma desarrollada del valor. En primer lugar, al considera siempre incompleta. Las veinte varas de lienzo se expresan en formas equivalenciales cuyo número es infinito. En segundo término, se despliega de manera tal que configura “un mosaico abigarrado de expresiones de valor dispares y distintas” (1 levita, 10 libras de té, 40 libras de café, 2 onzas de oro, etc.). Finalmente, si el valor relativo de toda mercancía se expresa de esta forma, “la forma relativa del valor de cada mercancía se representa por una serie infinita de expresiones de valor distintas de la forma relativa de valor de cualquier otra mercancía”. El valor relativo del lienzo se expresa a través de la levita, de las diez libras de té, de las cuarenta libras de café, de las dos onzas de oro, etc.; según Marx, el valor relativo de la levita, por ejemplo, se expresa a través de una serie infinita de expresiones de valor diferentes. Los defectos detectados por Marx en la forma relativa del valor se trasladan a la forma equivalencial. La forma equivalencial correspondiente a unas mercancía forma parte de una serie infinita de formas equivalenciales. En consecuencia, cada forma equivalencial excluye a las restantes, lo que significa que “sólo existen formas equivalenciales restringidas”. Lo mismo sucede con la clase de trabajo útil contenido en cada forma equivalencial (levita, té, café, etc.). Se trata pura y exclusivamente de una forma especial e incompleta del trabajo humano. Ahora bien, la forma desarrollada del valor consiste en una suma de expresiones simples del valor de una mercancía: 20m varas de lienzo=1 levita, o 10 libras de té, o 40 libras de café, o 2 onzas de oro, etc. Cada una de estas ecuaciones encierra otra ecuación idéntica: 1 levita=20 varas de lienzo, 10 libras de té=20 varas de lienzo, 40 libras de café=20 varas de lienzo, 2 onzas de oro=20 varas de lienzo, etc. si el dueño del lienzo decide cambiarlo por muchas otras mercancías (la levita, el té, el café, el oro, etc.), es lógico que los dueños de estas mercancías decidan cambiarlas por el lienzo. En consecuencia, si se procede a invertir la forma desarrollada del valor, emerge la forma general del valor: 1 levita, 10 libras de té, 40 libras de café, 2 onzas de oro, etc.,=20 varas de lienzo.

Ahora, la levita, el té, el café, el oro, etc., expresan sus valores en una sola mercancía, el lienzo, y de una manera única ya que todas acusan su valor en la misma mercancía. “Su forma de valor es simple y común a todas; es, por tanto, general”. La forma concreta del valor y la forma desarrollada del valor tenían algo en común: expresaban el valor de una mercancía (el lienzo) como algo diferente de su propio valor de uso (su materialidad corpórea de mercancía). En las ecuaciones 1 levita=20 varas de lienzo, 10 libras de té=media tonelada de hierro, etc., el valor de la levita se expresa como un objeto igual al lienzo. de igual forma, el valor del té se expresa como un objeto igual al hierro. Ahora bien, “lo igual al lienzo y lo igual al hierro, expresiones de valor de la levita y el té, respectivamente, son cosas tan distintas entre sí como el lienzo y el hierro mismo”. La forma simple del valor fue útil en la antigüedad, cuando lo producido por el trabajo se transformaba en mercancías a través de intercambios esporádicos y coyunturales. En la forma desarrollada del valor, el valor de una mercancía (la levita) se distingue más radicalmente que su valor de uso ya que la levita aparece como algo igual a sus equivalentes (el lienzo, el hierro, etc.). La levita aparece, remarca Marx, “como algo igual a todas las mercancías, con la sola excepción de la propia levita”. Y agrega: “La forma desarrollada del valor empieza a presentarse en la realidad a partir del momento en que un producto del trabajo (…) se cambia, pero no como algo extraordinario, sino habitualmente, por otras diversas mercancías”. La forma desarrollada del valor empieza a presentarse en la realidad cuando comienza la transición de esa forma a la forma general del valor.

En esta forma nueva, los valores de las mercancías quedan expresados en una sola mercancía (el lienzo). Además de diferenciarse de su propio valor de uso, el valor de cada mercancía se distingue de todo valor de uso en general, lo que le permite expresarse en función de lo que posee en común con todas las mercancías. La forma general del valor relaciona a todas las mercancías consideradas como valores, permite que las mercancías se vinculen como valores recambio. La forma simple de valor y la forma desarrollada del valor expresaban el valor de una específica mercancía (el lienzo). Mientras que en aquélla el valor de una mercancía se expresa en otra mercancía, distinta y concreta (la levita), en ésta el valor de una mercancía se expresa en una serie de mercancías distintas (la levita, el té, el café, el oro, etc.). En ambas formas del valor correspondía a la mercancía como valor relativo (el lienzo) el darse una forma de valor, quedando las otras mercancías reducidas al rol pasivo de equivalentes. En la forma general del valor, éste emerge por decisión colectiva del mundo mercantil. “Una mercancía sólo puede cobrar expresión general de valor si al propio tiempo las demás expresan todas su valor en el mismo equivalente, y cada nueva clase de mercancías que aparece tiene necesariamente que seguir el mismo camino”. En la forma general del valor, la mercancía destacada por las otras mercancías como equivalente reviste el carácter de equivalente general: 1 levita, o 10 libras de té, o 40 libras de café, o 2 onzas de oro, etc.=20 varas de lienzo, siendo el lienzo el equivalente general de las otras mercancías. La forma natural propia del lienzo “es la configuración de valor común a todo este mundo de mercancías (la levita, el té, el café, el oro, etc.), y ello es lo que permite que el lienzo pueda ser directamente cambiado por cualquier otra mercancía”.

Marx expresa, a manera de colofón, lo siguiente: “La forma general del valor, forma que presenta los productos del trabajo como simples cristalizaciones de trabajo humano indistinto, demuestra por su propia estructura que es la expresión social del mundo de las mercancías. Y revela al mismo tiempo que, dentro de este mundo, es el carácter general y humano del trabajo el que forma su carácter específicamente social”.

(*) Artículo publicado en Redacción Popular el 24/7/012.

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