Por Hernán Andrés Kruse.-

Hace veinte años estallaban el gobierno aliancista y la convertibilidad

Estamos en diciembre de 2021. Hace veinte años el país se estremecía con la caída del gobierno de De la Rúa y el estallido social provocado por el fin de la convertibilidad. Desde hace unos días varios analistas políticos de diferentes medios comenzaron a escribir sobre esta tragedia que enlutó a todos los argentinos, especialmente a los familiares de quienes fueron ejecutados a sangre fría el fatídico 20 de diciembre. Es bueno recordar lo que nos pasó en diciembre de 2001 para que nunca más repitamos una experiencia tan traumática. Lamentablemente, pareciera que hay quienes, desde las sombras, pretenden que se repite la tragedia de hace veinte años, como el infame que hizo circular un rumor en WhatsApp sobre la posibilidad de un nuevo corralito.

A continuación paso a transcribir un artículo titulado “La herencia de un megalómano” que Redacción Popular tuvo la gentileza de publicarme el 5/8/012.

La herencia de un megalómano

Anoche, en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, la presidenta de la nación aseguró que con el pago de los casi 2.200 millones de dólares del Boden 2012 que pone fin al corralito, se da por finalizado un hecho que no es para festejar sino para reflexionar. En otros términos: Cristina le dio el golpe de gracia a la letal, herencia de un megalómano al que acudió un desesperado De la Rúa para que lo ayudara a salir del atolladero en que se había metido.

Me estoy refiriendo, obviamente, a Domingo Felipe Cavallo. El binomio De la Rúa-Álvarez había triunfado cómodamente en las elecciones presidenciales de 1999. La gran mayoría del pueblo estaba harta del estilo de gobierno de Carlos Menem, pero no de la convertibilidad. En consecuencia, la Alianza juró durante la campaña electoral que si llegaba al poder respetaría la creación de Domingo Felipe Cavallo. De la Rúa nunca supo qué hacer como presidente de todos los argentinos. De la mano de José Luis Machinea, su primer ministro de Economía, impuso de entrada un feroz impuestazo que destrozó los bolsillos de los sectores medios. Obsesionado por convencer al poder económico transnacional de que era confiable, se comprometió a sancionar la ley de reforma laboral, un engendro que no hacía más que legalizar la esclavitud laboral. Luego de la sanción, sobrevino el terremoto político. En un artículo publicado en La Nación, Morales Solá denunció que el gobierno aliancista habría pagado coimas a algunos senadores peronistas para que votaran positivamente la imposición del FMI. Quien con más ahínco se refirió al tema fue Antonio Cafiero, veterano líder peronista y por entonces senador nacional. A partir de entonces, la relación entre De la rúa y su vicepresidente comenzó a crujir. Álvarez estaba convencido de que si este escándalo no se aclaraba, el gobierno de la Alianza, que había prometido purificar la política, estallaría por los aires. Su cruzada chocó contra la pasividad del presidente. De la Rúa no movió un pelo para esclarecer la denuncia fogoneada por Cafiero. Fue evidente que había privilegiado sus vínculos con el Senado Nacional, visualizado por muchos argentinos como un aguantadero.

En octubre de 2000, Álvarez presentó su renuncia al cargo de vicepresidente de la nación. De la Rúa respiró aliviado. Sin embargo, las turbulencias económicas empeoraban. Incapaz de dar en la tecla, Machinea se alejó de Economía. Era marzo de 2001. De la Rúa designó en su lugar a Ricardo López Murphy, un economista ortodoxo que propuso para salir de la crisis un severo recorte a la educación pública. Duró en el cargo lo que un suspiro. Fue inmediatamente reemplazado por domingo Felipe Cavallo, quien a partir de entonces se transformó, superpoderes mediante, en un primer ministro encubierto. De la rúa había jugado la última carta que consideraba ganadora. Del éxito de Cavallo dependía el futuro de su gobierno. A esa altura, la fuga de capitales era incontrolable y desde el exterior sólo se emitían señales de desconfianza. Acorralado por el déficit de las cuentas públicas, Cavallo decidió recortar en un 13% las jubilaciones y los sueldos de los empleados públicos. En octubre, las elecciones parciales fueron lapidarias para el oficialismo. De la Rúa sufrió una dura derrota a manos del peronismo. Sin embargo, el presidente actuaba como si no pasara nada. Daba la sensación de que no era consciente de la realidad. Temeroso de que colapsara el sistema bancario, Cavallo impuso el corralito, una palabra que alude a los bebés pero que en este caso sirvió para encubrir una lisa y llana confiscación de los ahorros de millones de argentinos. Prometió que duraría únicamente tres meses. Mintió descaradamente. Lo único cierto fue que sólo se podían retirar pequeñas cantidades de dinero por semana. Los ahorristas se desesperaron. Dominados por la ira, arremetieron contra los bancos, transformados a partir de entonces en fortalezas militares.

Todo estalló por los aires el 19 y 20 de diciembre. Varios supermercados del conurbano bonaerense comenzaron a ser saqueados, en una evidente operación política destinada a tumbar a la Alianza. De la Rúa no tuvo mejor idea que imponer el estado de sitio. La reacción de los sectores perjudicados por el corralito fue inmediata. Miles y miles de personas inundaron las principales arterias de la Capital Federal, haciendo sonar las cacerolas. Cuando se acercaba la medianoche de ese traumático 10 de diciembre, la plaza de Mayo estaba cubierta de ahorristas encolerizados. Para colmo, la residencia de Olivos fue rodeada por caceroleros y Cavallo se atrincheró en su departamento. En la madrugada del jueves 20, De la rúa decidió el relevo de Cavallo creyendo que de esa forma se tranquilizarían las aguas. La bronca continuó. Lamentablemente, los ahorristas que habían protestado espontáneamente fueron paulatinamente reemplazados en la calle por manifestantes profesionales que se trenzaron con las fuerzas del orden. El 20 de diciembre la Plaza de Mayo se transformó en Beirut. Las Madres fueron salvajemente golpeadas por la caballería mientras el humo y el fuego daban forma a un escenario fantasmagórico y tenebroso. Hasta que llegaron las muertes. En todo el país unos treinta argentinos fueron asesinados por los nostálgicos de los Falcon Verde. Bonasso cuenta detalladamente lo que pasó en esa trágica jornada. Habla, lisa y llanamente, de ejecuciones públicas. Insólitamente, De la Rúa invitó al peronismo a conformar un gobierno de unidad nacional. En ese momento, los más importantes jerarcas del peronismo estaban en San Luis evaluando los pasos a seguir. Los peronistas, que son muchas cosas menos el ser estúpidos, respondieron negativamente a la “invitación” de De la rúa, quien ene se momento sólo escuchaba a su hijo, Antonio. Ante el cariz que estaban tomando los acontecimientos, los ministros aliancistas comenzaron a abandonar el barco. Un abatido De la Rúa escribió su propia renuncia y se retiró de la Casa Rosada en helicóptero. El sol se estaba escondiendo, el calor era sofocante y en la plaza sólo había fuego, humo y desolación. Había concluido dramáticamente el primer gobierno de coalición de la historia argentina.

El 19 y 20 de diciembre no sólo estalló un gobierno. Estalló, fundamentalmente, la convertibilidad impuesta por el metafísico de Anillaco y Domingo Felipe Cavallo a comienzos de 1991. La política del ajuste perpetuo explotó, destruyendo el presente y el futuro de miles de argentinos. Para Menem la convertibilidad fue como un bálsamo ya que le permitió detentar el poder durante una década. El precio que pagó el pueblo fue enorme: un desempleo feroz que causó la muerte civil a un sinnúmero de trabajadores. Pero eso a Menem y Cavallo los tenía sin cuidado. Ellos sólo querían congraciarse con el poder financiero transnacional, ser parte del fabuloso negocio que implicaba el neoliberalismo. María Seoane habla en uno de sus libros del saqueo de la Argentina. Efectivamente, las privatizaciones no fueron otra cosa que un increíble robo perpetrado desde el poder en beneficio del propio poder y de las bandas que se adueñaron de las empresas estatales. Menem y Cavallo fueron cómplices y beneficiarios directos del “robo para la corona”. De la rúa se limitó a continuar el saqueo de la Argentina. Utilizó a Álvarez para llegar a la presidencia y se desprendió de esa presencia molesta y perturbadora cuando lo consideró conveniente. A partir del aterrizaje de Cavallo en Economía en marzo de 2001, De la Rúa perfeccionó el modelo menemista. En ese dramático año el saqueo del país se profundizó hasta las últimas consecuencias. Se habían robado todo, pero faltaba la frutilla del postre: los ahorros de los sectores medios. El golpe de gracia lo dio Duhalde con el corralón. “Quien depositó dólares recibirá dólares”, había prometido en la Asamblea Legislativa de finales de 2001. Quienes depositaron dólares recibieron pesos devaluados.

Con esta decisión, la presidenta de la nación demostró su intención de terminar de pagar “el dinero que debían haberle devuelto los bancos a los ciudadanos y ciudadanas argentinos”, que quedaron prisioneros del corralito durante la crisis de 2001 y 2002. En buena hora. El corralito y el corralón fueron los robos más abyectos cometidos por el poder político en toda nuestra historia. Porque los damnificados fueron los pequeños ahorristas, siempre en la indefensión e intemperie. Antes de que De la Rúa y Cavallo tomaran la decisión de la confiscación, los influyentes de siempre habían retirado sus depósitos de los bancos. Alguien les dio la información privilegiada. El resto de los ahorristas fue el blanco elegido para escribir el último capítulo del saqueo de la Argentina. Como siempre aconteció en nuestro país, no hubo misericordia con los más débiles.

La última carta de Cristina Kirchner

El fin de semana pasado la vicepresidenta de la nación publicó una nueva carta titulada “De silencios y las curiosidades. De leyes y responsabilidades”. Sus párrafos más destacados son los siguientes:

1) “El 11 de noviembre del 2020 el Poder Ejecutivo Nacional envió al Senado de la Nación el Proyecto de Ley de Fortalecimiento de la Sostenibilidad de la Deuda Pública. Excelente iniciativa que tuvo como objetivo principal evitar que pudiera repetirse en la historia argentina una experiencia similar a la del gobierno de Mauricio Macri, que nos endeudó en apenas un instante de forma extraordinaria, exorbitante e insostenible sin pasar por el Congreso de la Nación. Permítanme reproducir textualmente el artículo 2 de aquel proyecto: “Dispónese que todo el programa de financiamiento y operación de crédito público realizados con el Fondo Monetario Internacional (FMI), así como también cualquier ampliación de los montos de esos programas u operaciones, requerirá de una ley del Honorable Congreso de la Nación que lo apruebe expresamente.” 19 días después de ingresada aquella propuesta, que contaba con apenas 5 artículos, el Senado de la Nación la aprobó con 65 votos favorables y una abstención. La Cámara de Diputados no se quedó atrás. Con fecha 11 de febrero del 2021, la convirtió en ley -bajo el número 27.612- con 233 votos afirmativos, 2 votos negativos y 2 abstenciones. Como se podrá observar, surge a simple vista que la totalidad de las fuerzas políticas de ambas coaliciones asumió la responsabilidad de decidir si se aprueba o no, lo que el Poder Ejecutivo negocie y acuerde con el FMI. Todo ello sin perjuicio de que es el titular del Poder Ejecutivo quien lleva adelante las negociaciones en ejercicio de su responsabilidad constitucional en esta materia”.

2) “Vale la pena aquí parafrasear y corregir el título al que hiciéramos mención al comienzo de este texto: la lapicera no la tiene Cristina… siempre la tuvo, la tiene y la tendrá el Presidente de la Nación. Y no lo digo yo, lo dice la Constitución Nacional. Que a nadie lo engañen sobre quién decide las políticas en la Argentina”.

3) “Creo que el kirchnerismo (y permítanme utilizar el “ismo” para de algún modo homenajear la formidable gestión de quien fuera mi compañero de vida e identificar un proceso político del peronismo) tiene un atributo histórico que es el de haber pagado las deudas que generaron otros gobiernos. Basta recordar una vez más la cancelación de la deuda con el FMI llevada a cabo por Néstor Kirchner, así como también la reestructuración de deuda llevada a cabo en 2005 y en 2010 con acreedores privados, con la quita más grande de capital e intereses de la que se tenga memoria. He sido legisladora nacional desde el año 1995 hasta el año 2007, cuando fui electa por primera vez como Presidenta de la República Argentina. Me tocó vivir como ciudadana, al igual que todos los argentinos y argentinas, momentos muy difíciles y como Senadora y Diputada nacional tener que votar en situaciones de gravedad institucional sin precedentes. Y siempre voté de acuerdo a mis ideas y convicciones, lo que no pocas veces me deparó algún que otro inconveniente. Hoy, como marca la Constitución y la ley 27.612, no es Cristina… son los y las 257 diputados y diputadas y 72 senadores y senadoras quienes tienen la responsabilidad legal, política e histórica de aprobar o no cómo se va a pagar y bajo qué condiciones la deuda más grande con el FMI de todo el mundo y de toda la historia”.

La vicepresidenta dejó bien en claro que la lapicera está en manos de Alberto Fernández, lo que significa que es él quien tiene el poder. Los hechos desmienten esta afirmación. Desde aquel recordado discurso en el Estadio Cubierto de la Ciudad de La Plata, cuando Cristina se refirió a los funcionarios que no funcionaban, el presidente se vio desbordado por la personalidad de su vicepresidenta. De haber tenido la lapicera, una funcionaria leal como Marcela Losardo no se hubiera visto obligada a renunciar a su cargo de ministra de Justicia. De haber tenido la lapicera, jamás la vicepresidenta hubiera podido presionar al presidente para modificar el gabinete inmediatamente después de las PASO. Alberto Fernández tuvo una oportunidad histórica para ser un verdadero presidente pero la desaprovechó. Fue cuando las encuestas le sonreían en los primeros meses de la cuarentena. Por razones que sólo él conoce, no tuvo el coraje para independizarse de su poderosa mentora.

El núcleo de la carta lo constituye la negociación con el Fondo Monetario Internacional. Destaca el hecho de que el kirchnerismo siempre se encargó de pagar las deudas generadas por otros gobiernos. Es absolutamente cierto. Ahora bien ¿es justo que el pueblo haya sido siempre obligado a pagar deudas que no contrajo? Porque quienes contrajeron las deudas a las que se refiere Cristina no fueron los argentinos sino unos presidentes irresponsables e ineptos, por decirlo con extrema suavidad. Jamás entenderé por qué no existe un sistema normativo que obligue a los presidentes que se endeudaron a pagarlas con su propio patrimonio. ¿Por qué el trabajador de La Matanza, por ejemplo, está obligado a pagar una deuda contraída por quien está sentado en el Sillón de Rivadavia? ¿Por qué las futuras generaciones deberán hacerse cargo de la deuda contraída por Mauricio Macri? ¿Por qué el pueblo está obligado a hacerse cargo de las barbaridades cometidas por el poder? Los maquiavélicos dirán que así es el mundo de la Realpolitik. Y tienen toda la razón del mundo.

En su carta Cristina da por hecha la decisión del gobierno de acordar con el FMI. El próximo sábado viajarán a Washington funcionarios del equipo económico y del Banco central para cerrar la negociación. En consecuencia, lo más probable es que dentro de unos días el gobierno que se autoproclama “nacional y popular” atentará contra la calidad de vida del pueblo. Porque si hay un hecho que la historia se ha encargado de poner siempre en evidencia es que cada acuerdo con el FMI significó un golpe durísimo a la clase trabajadora, a los millones de argentinos que a duras penas sobreviven ¿Por qué ahora sería diferente?

Memorables trogloditas argentinos

Según el diccionario enciclopédico Planeta, “troglodita” tiene diversos significados: “1. Que habita en cavernas. 2. Se dice del hombre bárbaro y cruel. 3. Muy comedor”. Si nos atenemos exclusivamente al segundo sentido de la palabra, es fácil darse cuenta de que la historia argentina cobijó y apadrinó a un sinnúmero de trogloditas que destrozaron al país. ¿Quiénes fueron los trogloditas más ilustres? La lista es larguísima. Por una cuestión de espacio, mi punto de partida será la década del setenta del siglo pasado. De ahí hasta el presente, hubo trogloditas memorables.

José López Rega

¡Cómo olvidar al tristemente célebre Ministro de Bienestar Social de Cámpora, Lastiri, Perón e Isabel! El “brujo” expandió por todo el territorio argentino sus códigos de sangre y violencia. Jefe de la temible Alianza anticomunista Argentina (AAA), sus víctimas se cuentan por miles. Hoy, 31 de julio de 2012, se conmemora un nuevo aniversario del asesinato de Rodolfo Ortega Peña, un abogado y militante de izquierda que llegó a ocupar una banca en la Cámara de Diputados de la nación a partir de marzo de 1973. López Rega hizo lo que hizo porque el poder se lo permitió. Su violencia asesina enlutó al pueblo argentino y siempre contó con el respaldo de Perón hasta su muerte y de Isabel hasta que se enfrentó en 1975 con Lorenzo Miguel. El ministerio de Bienestar social se había transformado en un poderoso arsenal desde donde partían las armas para ser utilizadas por los pesados de la derecha peronista. Este troglodita plantó en el país las semillas del terrorismo de estado.

Jorge Rafael Videla

Mucho más circunspecto y educado que el “brujo”, pero no menos letal. Ascendió a la cúspide del ejército en agosto de 1975. Su imagen de “militar apolítico” no era cuestionada por nadie. El 24 de marzo de 1976 formó parte de la Junta Militar que se hizo cargo del gobierno luego de derrocar y secuestrar a Isabel. Junto con Emilio Eduardo Massera, diagramaron y pusieron en ejecución un terrorismo de estado que provocó la desaparición de miles de personas, nacionales y extranjeros. En aquella histórica conferencia de prensa donde habló de los desaparecidos como una incógnita, puso en evidencia su cinismo y crueldad extremos. Parecido a un monaguillo, fue el símbolo del mal absoluto.

José Alfredo Martínez de Hoz

Puso en marcha un plan económico que destrozó a la industria nacional y condenó a miles de trabajadores a la pobreza. Además, inoculó en la mente y el espíritu de millones de argentinos el virus de la especulación financiera. Transformó al país en una gigantesca timba, donde unos cuantos vivos se alzaron con inmensas fortunas mientras el pueblo se acostumbraba a los centros clandestinos de detención y 2los vuelos de la muerte”. Fino y atildado, fue un clásico representante de la más rancia oligarquía vernácula.

Leopoldo Fortunato Galtieri

Fue el tercer presidente de la dictadura militar. Acorralado por una gravísima situación social, económica y política, tomó la decisión de recuperar las Islas Malvinas por la vía militar. Creyó que Margaret Thatcher se cruzaría de brazos y que Ronald Reagan se mantendría neutral. El gobierno conservador británico envió al Atlántico sur una poderosa flota mientras Alexander Haig, Secretario de estado de Reagan, hacía lo imposible por evitar la guerra. No hubo caso. Creyéndose la reencarnación de Perón, Galtieri se asomó varias veces por el histórico balcón para saludar a la enfervorizada multitud que cubría la Plaza de Mayo. “Si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla”, dijo con tono amenazante. El 14 de junio de 1982 las tropas argentinas se rindieron y Galtieri se fue del gobierno. Unos setecientos soldados argentinos murieron en combate, mientras que el resto retornó al país de manera vergonzante.

El metafísico de Anillaco

Carlos Menem vapuleó a Eduardo Angeloz y asumió el poder en julio de 1989. Hizo lo contrario a lo que había prometido durante la campaña electoral. Años después reconoció que si hubiera dicho durante la campaña lo que realmente iba a hacer si llegaba a la presidencia, nadie lo hubiera votado. Aplicó sin anestesia una economía popular de mercado que condenó a millones de compatriotas a una cruel muerte civil. Frívolo y carismático, aplicó con maestría el arte de dividir para reinar. A los gremialistas los hizo socios del desguace del estado y se juntó con María julia Alsogaray para congraciarse con el establishment. Se hizo “amigo” de Bush padre y Bill Clinton, poniendo en práctica una estrategia de política exterior que humilló al país. Astuto y pragmático, logró domesticar a la inflación. En 1993 logró acordar con Alfonsín la reforma de la constitución para continuar en el poder en 1995. Durante su segunda presidencia no hizo otra cosa que pensar en su re-reelección. Se olvidó de tomar aquellas medidas que hubiesen sido fundamentales para contrarrestar los efectos de una recesión que con el tiempo se transformó en depresión. Dejó un país transformado en un inmenso mercado persa donde todo se compraba y se vendía.

Domingo Felipe Cavallo

El menemismo fue posible en buena medida gracias a la presencia de Cavallo en el ministerio de Economía. A comienzos de 1991 Carlos Menem se mostraba impotente para contener la hiperinflación. Acorralado y desesperado, despidió del ministerio de Economía a su amigo de toda la vida, Antonio Erman González, y nombró en su lugar a quien por entonces era su canciller, Domingo Cavallo. Con el apoyo político del riojano, Cavallo impuso la ficción del 1 a 1, o sea, la convertibilidad. Durante varios años nos olvidamos de la inflación pero el precio que pagamos fue altísimo: un desempleo récord. Pero a Cavallo poco le importaba. Sólo tenía en mente ajustar, ajustar y ajustar. el FMI, agradecido. Símbolo del neoliberalismo, en lo económico destruyó el aparato productivo del país y en lo cultural arrasó con la ética del trabajo.

Fernando de la Rúa

Este impresentable fue presidente entre 1999 y 2001. Lento e irresoluto cuesta entender cómo llegó a la presidencia de la nación. Durante décadas fue mimado por los porteños. Siempre ganó cada vez que se presentó a una elección en el díscolo distrito porteño. Supo cultivar la imagen del dirigente pulcro y atildado, que sería capaz de ejercer el poder resguardando la convertibilidad pero tirando a la basura la frivolidad y la obscena corrupción de Carlos Menem. Luego de empujar por la ventana a Chacho Álvarez, se rodeó de su familia y de Cavallo para seguir gobernando hasta 2003. Se tuvo que ir en helicóptero en la aciaga jornada del 20 de diciembre de 2001. El corralito fue su macabra herencia.

Hugo Biolcati

Este energúmeno pronunció un feroz discurso durante la apertura de la tradicional muestra agropecuaria de Palermo. No es tan relevante como sus “ilustres” antecesores, pero si algún día llegara a ocupar algún cargo relevante en un gobierno de derecha, Martínez de Hoz y Cavallo podrían llegar a parecer “socialistas” en comparación con el tambero. Biolcati representa lo más retrógrado y elitista de la sociedad argentina, lo más antidemocrático de una sociedad poco proclive a valorar la democracia como filosofía de vida.

Conclusión

Los nombrados lejos están de agotar la lista de los más ilustres trogloditas de la historia argentina. Pero constituyen un fiel reflejo de lo que piensan y sienten, política y económicamente, importantes sectores del pueblo. Porque, conviene tenerlo siempre presente, ninguno de estos esperpentos nació de un repollo.

(*) Artículo publicado en Redacción Popular el 3/8/012

Marx y la transición de la forma general de valor a la forma dinero

Antes de analizar de qué forma reproduce la transición de la forma general del valor a la forma dinero, Marx desmenuza la relación entre el desarrollo de la forma relativa del valor y el desarrollo de la forma equivalencial. El desarrollo de la forma relativa del valor va acompañado por el desarrollo de la forma equivalencial. Conviene, no obstante, tener perfectamente en claro que el desarrollo de la forma equivalencial es el fruto y la manera en que se expresa el desarrollo de la forma relativa del valor. En forma simple, concreta o fortuita del valor 20 varas de lienzo=1 levita, el valor de las 20 varas de lienzo convierten a la levita en equivalente individual suyo. En la forma total o desarrollada del valor 20 varas de lienzo=1 levita o 10 libras de té o 40 libras de café o 1 quarter de trigo o 2 onzas de oro o media tonelada de hierro, etc., el valor del lienzo imprime a la levita, al té, al café, al trigo, al oro, al hierro, etc., la forma de diferentes equivalentes específicos, concretos. En la forma general del valor 1 levita, 10 libras de té, 40 libras de café, 1 quarter de trigo, 2 onzas de oro, media tonelada de hierro, etc.= 20 varas de lienzo, una sola mercancía, el lienzo, reviste forma de equivalente general, lo que significa que todas las mercancías convierten a una mercancía “en material de su forma única y general de valor”.

Ahora bien, mientras se desarrolla la forma general de valor se desarrolla al mismo tiempo la antítesis entre la forma relativa del valor y la forma equivalencial. Esta antítesis ya está contenida en la forma simple de valor 20 varas de lienzo=1 levita, pero sin que aún se haya materializado. Esta ecuación puede leerse de izquierda a derecha o de derecha a izquierda. Si se lee de izquierda a derecha, el lienzo ocupa el lugar de la forma relativa de valor y la levita, el de la forma equivalencial. Si se lee de derecha a izquierda, la levita ocupa el lugar de la forma relativa del valor y el lienzo, el de la forma equivalencial. Por el momento, remarca Marx, resulta complicado fijar los dos polos antitéticos. En la forma total o desarrollada del valor-20 varas de lienzo=1 levita o 10 libras de te o 40 libras de café o 1 quarter de trigo o 2 onzas de oro o media tonelada de hierro, etc.-únicamente el lienzo está en condiciones de desarrollar íntegramente su valor relativo, lo que significa que sólo el lienzo posee en sí mismo “la forma relativa de valor desarrollada”, ya que las restantes mercancías son equivalentes de aquél. Si se llegaran a invertir los términos de la expresión de valor, es decir, si en lugar de leer la ecuación de izquierda a derecha se la leyera de derecha a izquierda o, como dice Marx, hacía atrás, la expresión de valor dejaría de ser la forma total o desarrollada del valor para pasar a ser la forma general del valor.

La forma general del valor-1 levita, 10 libras de té, 40 libras de café, 1 quarter de trigo, 2 onzas de oro, media tonelada de hierro, etc.=20 varas de lienzo-“imprime al mundo de las mercancías la forma relativa general-social del valor, ya que todas las mercancías que lo componen, excepción hecha de una sola (el lienzo), quedan al margen de la forma de equivalente general”. En la forma general del valor únicamente el lienzo puede ser permutado por todas las otras mercancías. Como ello no acontece con las restantes mercancías, sólo el lienzo “presenta forma directamente social”. Además, el lienzo (el equivalente general) se halla excluido “de la forma relativa única y por tanto general del valor del mundo de las mercancías”. El lienzo, por ende, no puede compartir la forma relativa general del valor. Si ello aconteciera, el lienzo se vería obligado a hacer de equivalente para sí mismo-20 varas de lienzo=20 varas de lienzo-ecuación (Marx la denomina perogrullada) que no expresa ni valor ni magnitud de valor. A manera de colofón, Marx expresa lo siguiente: “el equivalente general (el lienzo) no participa de la forma relativa del valor de las demás mercancías (la levita, el té, el café, etc.), sino que su valor se expresa de un modo relativo en la serie infinita de todas las demás mercancías materiales”. En consecuencia, la forma relativa desarrollada del valor-20 varas de lienzo=1 levita o 10 libras de te o 40 libras de café o 1 quarter de trigo o 2 onzas de oro o media tonelada de hierro, etc.-“se presenta aquí como forma relativa específica del valor de la mercancía que hace funciones de equivalente (el lienzo)”.

Veamos ahora cómo se produce, según Marx, la transición de la forma general del valor a la forma dinero. La forma de equivalente general tiene una característica: su abstracción. Ello significa que cualquier mercancía puede ser un día el equivalente de las restantes mercancías. Una mercancía ejerce el rol de equivalente general siempre y cuando las demás mercancías la elijan como equivalente. Mientras no surja una mercancía específica y determinada como equivalente definitivo de las demás mercancías, “no adquiere firmeza objetiva ni vigencia general dentro de la sociedad la forma única y relativa de valor del mundo de las mercancías”. Hay una clase específica de mercancía que finalmente se convierte en mercancía-dinero, comienza a funcionar como tal. La forma de equivalente se incorpora socialmente a la forma natural de esa clase específica de mercancía. A partir de entonces, la mercancía-dinero ejerce un monopolio social dentro del ámbito donde se mueven las mercancías: el de desempeñar el rol de equivalente general. Antes, cualquier mercancía podía ejercer ese rol de manera circunstancial. Ahora, hay una mercancía que lo ejerce definitivamente: la mercancía-dinero. Este lugar de privilegio fue conquistado históricamente por el oro. al ocupar el oro el lugar del lienzo como equivalente general, queda configurada la forma dinero: 20 varas de lienzo, 1 levita, 10 libras de té, 40 libras de café, 1 quarter de trigo, media tonelada de hierro, etc.=2 onzas de oro. La transición de la forma simple de valor ala forma desarrollada de valor y la transición de ésta a la forma general del valor, implican cambios sustanciales. No sucede lo mismo con la transición de la forma general del valor a la forma dinero. La única diferencia existente es que en la forma dinero el rol de equivalente general es ejercido por el oro. Ha sido finalmente la costumbre de la fuerza social que impuso a la forma natural específica de la mercancía oro como el equivalente general. Que el oro se enfrente ahora con las mercancías en función de dinero es posible porque antes se les enfrentó en función de mercancía. Al igual que el resto de las mercancías, el oro funcionó al principio como equivalente aislado, concreto. Más adelante, comenzó a adquirir la función de equivalente general. Al monopolizar esta función “en la expresión de valor del mundo de las mercancías”, el oro pasa a ser mercancía dinero y es en ese momento cuando la forma dinero se diferencia de la forma general del valor, “o lo que es lo mismo, cuando la forma general del valor se convierte en la forma dinero”.

(*) Artículo publicado en Redacción Popular el 2/8/012.

La dramática y fascinante historia argentina

Lo que nos pasó a partir del 25 de mayo de 1810

Las tensiones contra el Directorio

Al arribar a Buenos Aires procedente de Tucumán el Director Supremo se encontró con una capital dividida, con poca predisposición a colaborar con el gobierno central y atemorizada por la amenaza lusitana. En Córdoba tuvo lugar una rebelión comandada por Pérez Bulnes, artiguista confeso. El Congreso, en contra del criterio de Pueyrredón, envió tropas logrando poner las cosas en su lugar: Funes, partidario del gobierno nacional, asumió como gobernador. También hubo una sublevación en Santiago del Estero pero fue rápidamente sofocada por el rápido accionar de Belgrano y Bustos. Su hábil cintura política no exenta de firmeza le permitió a Pueyrredón afianzar su gobierno cuando expiraba 1816. Con excepción del litoral, el resto del país reconocía su autoridad. Pero se trataba de una calma que podía resquebrajarse en cualquier momento. La paz pendía de un hilo.

En Buenos Aires la situación era harto complicada. El hartazgo de la población tenía su explicación: Pueyrredón se había valido de su bolsillo (impuestos, empréstitos forzosos, etc.) para financiar la campaña de San Martín a Chile. Y ya se sabe que el bolsillo es la víscera más sensible del hombre. También había malestar en el ámbito castrense ya que, por un lado, el coronel Soler había recibido la orden de responder a San Martín y, por el otro, el coronel Dorrego había pagado caro su personalidad rebelde (fue desterrado a los Estados Unidos). En 1817 se produjo una sublevación cívico-militar pero fue sofocada sin hesitar. Sus líderes militares (French y Pagola) y civiles (Agrelo, Chiclana, Manuel Moreno y Pazos Kanki) fueron desterrados. Por lo menos no fueron fusilados, lo que implicaba un cambio copernicano respecto a la manera como la Junta de 1810 resolvía estas cuestiones. Mientras tanto, el caudillo trasandino José Miguel Carrera pasó por Buenos Aires para seguir camino rumbo a su país natal. En ese momento San Martín y O´Higgins (enemistado con Carrera) cruzaban la cordillera en busca de los realistas. Era evidente que la presencia de Carreras en Buenos Aires no hacía más que enrarecer el ambiente. Pueyrredón actuó con estricta lógica política: impidió el viaje de Carreras a Chile granjeándose su enemistad. Con el apoyo del poder lusitano y ahora refugiado en Montevideo, el resentido Carreras decidió conspirar contra Pueyrredón.

A pesar de estas turbulencias Pueyrredón puso todas sus energías en gobernar. Hasta ese momento el andamiaje institucional español se mantenía intacto. Las diversas normas sancionadas por los sucesivos gobiernos posteriores al 25 de mayo de 1810 se habían limitado a reglar la organización del Poder Ejecutivo, proclamar la independencia de la justicia, modificar superficialmente el sistema impositivo, organizar las secretarias estatales, reorganizar las fuerzas armadas y regular sobre aduana y comercio exterior. Con el apoyo de Obligado y Gazcón, el Director Supremo tomó relevantes decisiones: a) determinación de la deuda pública, b) armonización de los créditos, c) creación de la Caja Nacional de Fondos, y d) dictado del reglamento de aduanas. Con la ayuda de Terrada y Guido, también tomo decisiones de relevancia en el ámbito militar como la organización el estado mayor permanente y del tribunal militar. En materia educativa merecen destacarse a) la reapertura del antiguo colegio San Carlos, b) la elevación a Academia de la Escuela de Matemáticas, y c) el proyecto de ley de creación de la Universidad de Buenos Aires. En aquella época podían ser leídos varios periódicos: a) La Crónica Argentina (contraria a Pueyrredón), b) El Censor (partidario del Director Supremo), y c) El Observador Americano y El Independiente (moderados) (1).

(1) Floria y García Belsunce, historia de…, capítulo 17.

El apoyo de Pueyrredón a San Martín: “Va el mundo. Va el demonio. Va la carne”

En octubre de 1815 José de San Martín, por entonces coronel mayor, contaba con 2800 hombre muy bien entrenados para invadir Chile y atacar a los realistas. En plenas sesiones del Congreso de Tucumán consideraba que con 1600 hombres más estaría en condiciones de ejecutar sus planes en el verano de 1817. Consciente de lo riesgosa de la empresa propuso a Balcarce, al Congreso y a Pueyrredón un plan que consistía, básicamente, en amenazar a los realistas con una invasión para obligarlos a dispersar sus fuerzas. De esa manera las fuerzas patriotas podrían abalanzarse sobre ellas y aniquilarlas. Logrado ese objetivo estarían dadas las condiciones de invadir Perú por el mar y no por el áspero Alto Perú. La frutilla del postre sería una alianza entre Chile y las Provincias Unidas.

Pueyrredón aprobó con entusiasmo el plan de San Martín. Al poco tiempo se dirigió a Córdoba para entrevistarse con el gran militar para formalizar el apoyo del gobierno central. A partir de ese momento la prioridad de Pueyrredón fue consolidar la unión nacional para permitir a San Martín el cumplimiento de su campaña emancipadora. Lo esencial era que el gran militar fuera provisto de la mayor cantidad de recursos posibles. Pero para ello era vital que el Director Supremo no se viera obligado a malgastar parte de dichos recursos en sofocar rebeliones internas.

Lo primero que hizo San Martín fue hacer de Mendoza un cuartel de grandes dimensiones para formar a los soldados, fabricar armas, coser uniformes, reunir caballadas, instruir oficiales y recopilar información sobre el enemigo. Mientras tanto San Martín le exigía a Pueyrredón el envío de aras, dinero y abastecimiento para sus soldados. No dejaba nada librado al azar. El 2 de septiembre de 1816 el Director Supremo le envió a San Martín una histórica carta en la que le confiesa que su gobierno ya no estaba en condiciones de seguir apoyándolo acorde con sus exigencias: “A más de las cuatrocientas frazadas remitidas de Córdoba, van ahora quinientos ponchos, únicos que he podido encontrar; están con repetición libradas órdenes a Córdoba para que se compren las que faltan al completo, librando su costo contra estas Cajas. Está dada la orden más terminante al gobernador intendente para que haga regresar todos los arreos de mulas de esa ciudad y la de San Juan; cuidaré su cumplimiento. Está dada la orden para que se remitan a usted mil arrobas de charqui, que me pide para mediados de diciembre: se hará. Van oficios de reconocimiento a los cabildos de esa y demás ciudades de Cuyo. Van los despachos de los oficiales. Van todos los vestuarios pedidos y muchas más camisas. Si por casualidad faltasen de Córdoba en remitir las frazadas toque usted el arbitrio de un donativo de frazadas, ponchos o mantas viejas de ese vecindario y el de San Juan; no hay casa que no pueda desprenderse sin perjuicio de una manta vieja; es menester pordiosear cuando no hay otro remedio. Van cuatrocientos recados. Van hoy por el correo en un cajoncito los dos únicos clarines que se han encontrado. En enero de este año se remitieron a usted 1389 arrobas de charqui. Van los doscientos sables de repuesto que me pidió. Van doscientas tiendas de campaña o pabellones, y no hay más. Va el mundo. Va el demonio. Va la carne. Y no sé cómo me irá con las trampas en que quedo para pagarlo todo, a bien en quebrando, cancelo cuentas con todos y me voy yo también para que usted me dé algo del charqui que le mando y no me vuelva a pedir más, si no quiere recibir la noticia de que he amanecido ahorcado en un tirante de la fortaleza” (1).

Esta carta es un verdadero documento histórico. Refleja la personalidad de Pueyrredón, su firme convencimiento en el triunfo del general San Martín. Además, es un canto a la honestidad. No le esconde nada. Reconoce que no puede ayudarlo más, que dio todo de sí para proveerle de todo lo necesario para las campañas militares que se avecinaban. San Martín supo reconocer el esfuerzo y la convicción de Pueyrredón. No es difícil suponer cómo estaban los soldados en lo anímico. Seguramente muy preocupados pero eran conscientes de que no estaban solos, que tenían delante suyo a un San Martín en el campo de batalla y a un Juan Martín de Pueyrredón en el gobierno central. Cuánta diferencia con los soldados de Malvinas quienes tuvieron delante suyo a un Mario Benjamín Menéndez que nunca entró en combate y a un Leopoldo Fortunato Galtieri sentado cómodamente en el sillón de Rivadavia degustando un buen whisky.

(1)Citado por Raffo de la Reta, ob. Cit., pág. 352, en Floria y García Belsunce, Historia de…, pág. 412.

Bibliografía básica

-Germán Bidart Campos, Historia política y constitucional argentina, Ed. Ediar, Bs. As. Tomos I, II y III, 1977.

-Natalio Botana, El orden conservador, Ed. Sudamericana, Bs. As., 1977.

-Natalio Botana y Ezequiel Gallo, De la República posible a la República verdadera” (1880/1910), Biblioteca del Pensamiento Argentino, Tomo III, Ariel, Bs.As., 1997.

-José Carlos Chiaramonte, Ciudades, provincias, Estados: Orígenes de la Nación Argentina (1800/1846), Biblioteca del Pensamiento Argentino, Tomo I, Ariel, Bs. As., 1997.

-Carlos Floria y César García Belsunce, Historia de los argentinos, Ed. Larousse, Buenos Aires, 2004.

-Tulio Halperín Dongui, Vida y muerte de la República verdadera (1910-1930), Biblioteca del Pensamiento Argentino, Tomo IV, Ariel, Bs. As., 1999.

-Tulio Halperín Donghi, Proyecto y construcción de una nación (1846/1880), Biblioteca del Pensamiento Argentino, Tomo II, Ariel, Bs. As., 1995.

-Daniel James (director del tomo 9), Nueva historia argentina, Violencia, proscripción y autoritarismo (1955-1976), Ed. Sudamericana, Bs. As., 2003

-John Lynch y otros autores, Historia de la Argentina, Ed. Crítica, Barcelona, 2001.

-Marcos Novaro, historia de la Argentina contemporánea, edhasa, Buenos Aires, 2006

-David Rock, Argentina 1516-1987, Universidad de California, Berkeley, Los Angeles, 1987.

-José Luis Romero, Las ideas políticas en Argentina, FCE., Bs. As., 1956.

-Juan José Sebreli, Crítica de las ideas políticas argentina, Ed. Sudamericana, Bs. As., 2003.

Share