Por Hernán Andrés Kruse.-

El discurso de asunción de Raúl Alfonsín ante la Asamblea Legislativa el 10/12/1983: párrafos salientes

Hace 38 años Raúl Alfonsín pronunciaba de su primer discurso como presidente de la nación ante la Asamblea Legislativa. El día se presentó soleado y caluroso. La Plaza de Mayo estaba colmada por fervorosos simpatizantes alfonsinistas y por ciudadanos independientes que no podían ocultar su emoción. Todos creímos que era el comienzo de un proceso de desarrollo que jamás se detendría. Lamentablemente, ello no sucedió. A pesar de semejante frustración es bueno recordar lo que dijo Alfonsín hace 38 años porque creía con todo fervor en lo que estaba diciendo a todo el país. Algunos de los párrafos más salientes de aquel recordado discurso son, me parece, los siguientes:

1) Vamos a luchar por un Estado independiente. Hemos dicho que esto significa que el Estado no puede subordinarse a poderes extranjeros, no puede subordinarse a los grupos financieros internacionales, pero que tampoco puede subordinarse a los privilegiados locales. La propiedad privada cumple un papel importante en el desarrollo de los pueblos, pero el Estado no puede ser propiedad privada de los sectores económicamente poderosos. Las oligarquías tienden siempre a pensar que los dueños de las empresas o del dinero tienen que ser los dueños del Estado. Ya vimos eso una vez más en los últimos años. Otros, a su vez, piensan que el Estado debe ser el dueño de todas las empresas. Nosotros creemos que el Estado debe ser independiente: ni propiedad de los ricos, ni propietario único de los mecanismos de producción.

2) La creencia en los métodos violentos para tomar el poder y ejercerlo implica que son razonables los puntos de vista de quienes manejan mejor las armas, o de quienes están más armados. Ese concepto fue objetado ya desde 1890, y fue objetado en medio de una revolución. La violencia era el régimen, y esa violencia del régimen no debía ser reemplazada por otra de distinto signo, sino por el sufragio. Históricamente nos opusimos a que una pequeña minoría de la población considerada a sí misma como población combatiente, eligiera al gobierno en reemplazo del pueblo. Por eso luchamos para defender el derecho a elegir el gobierno, pero sólo para defender el derecho del pueblo a elegirlo. Esa distinción rechaza desde siempre a la filosofía de la subversión. Pero debe tenerse en cuenta que la Constitución y las leyes son subvertidas, también, por minorías armadas, que reemplazan la ley por las balas, tanto a través del guerrillerismo, como a través del golpismo. Por eso, señalamos categóricamente que combatimos el método violento de las élites, derechistas o izquierdistas.

3) La democracia aspira a la coexistencia de las diversas clases y actores sociales, de las diversas ideologías y de diferentes concepciones de la vida. Es pluralista, lo que presupone la aceptación de un sistema que deja cierto espacio a cada uno de los factores y hace posible así la renovación de los partidos y la transformación progresiva de la sociedad. El voto es la vía elegida en contra de la posesión monopólica del Estado y del país por parte de los poderes económicos o financieros y también en contra de la posesión monopólica del Estado y del país por un grupo armado, cualquiera sea la excusa con que se apodere de los resortes básicos de una comunidad. El sufragio, por definición, constituye un límite para los sectores privilegiados y, como instrumento de las mayorías, tiende a lograr una mayor justicia distributiva. El sufragio hace posible la resolución pacífica de las controversias en la sociedad y, al proveer de la única legitimidad pensable al Estado, favorece la continuidad de las instituciones republicanas y de las doctrinas en que ellas se asientan.

4) El Estado en que las autoridades constitucionales reciben el país deplorable y, en algunos aspectos, catastrófico, con la economía desarticulada y deformada, con vastos sectores de la población acosados por las más duras manifestaciones del empobrecimiento, con situaciones sociales que reflejan crudamente el impacto de la miseria, con un endeudamiento de insólito volumen y de origen muchas veces inexplicable, que compromete gran parte de los recursos nacionales para un largo futuro, con una inflación desbordada cuyos efectos son una verdadera afrenta para los hombres que producen y trabajan, con un clima de arbitrariedad, atropello e incertidumbre creado por la absurda pretensión de gobernar por el miedo y la prepotencia, con la cultura postergada y perseguida en muchas de sus expresiones, con la educación y la salud relegadas a un segundo plano y consiguientemente convertidas en privilegio de los menos, con una situación internacional agravada por decisiones irresponsables cuyas consecuencias se transfirieron imprudentemente a un futuro y que ahora vienen a depositarse en nuestras manos; con la carga afligente de todos esos males, cuya cuenta precisa y detallada puede ser excusada aquí por ser bien conocida, tendremos que enfrentarnos, a partir de hoy, no sólo a la tarea de corregirlos y eliminarlos para siempre, sino a la de echar los cimientos de la Argentina libre, grande, próspera, fraterna y generosa que queremos. Y lo hacemos, desde luego, juntos y unidos en esa decisión reparadora que todos compartimos.

5) Vamos a vivir en libertad. De eso, no quepa duda. Como tampoco debe caber duda de que esa libertad va a servir para construir, para crear, para producir, para trabajar, para reclamar justicia -toda la justicia, la de las leyes comunes y la de las leyes sociales-, para sostener ideas, para organizarse en defensa de los intereses y los derechos legítimos del pueblo todo y de cada sector en particular. En suma, para vivir mejor; porque, como dijimos muchas veces desde la tribuna política, los argentinos hemos aprendido, a la luz de las trágicas experiencias de los años recientes, que la democracia es un valor aún más alto que el de una mera forma de legitimidad del poder, porque con la democracia no sólo se vota, sino que también se come, se educa y se cura.

6) Nuestra filosofía se basa en ideas distintas: la seguridad del Estado no puede sostenerse sobre la inseguridad de la comunidad nacional. Nosotros privilegiaremos, por lo tanto, la plena vigencia de los derechos humanos y la necesidad de desmantelar el aparato represivo para que solamente las instituciones naturales, modernas y eficientes de la justicia y de los organismos que deben servirla en el marco de la legitimidad se hagan cargo de los complejos problemas de la sociedad moderna, problemas cuya gravedad no se nos escapa. El pasaje a la libertad requiere una creciente comprensión de los ciudadanos sobre la importancia de cada uno de los actos que influyen sobre el conjunto social. Las libertades concretas implican libertades sociales, acceso a la educación, posibilidad de justicia igualitaria, derecho a la salud, resguardo de su intimidad y también, por supuesto, derecho al orden que el gobierno democrático garantizará con los medios que las leyes ponen en sus manos.

7) El país ha vivido frecuentemente en tensiones que finalmente derivaron en la violencia espasmódica del terrorismo subversivo y una represión indiscriminada con su secuencia de muertos y desaparecidos. La lucha entre sectores extremistas, así como el terrorismo de Estado, han dejado profundas heridas en la sociedad argentina. La manera de restañar esas heridas no puede girar en torno a venganzas o resentimientos que serían innobles en sí mismos, cuando no inmorales en muchos casos, en cuanto pudieran comprometer al destino del país en estériles fijaciones sobre el pasado. Pero la democracia tampoco podría edificarse sobre la claudicación, actuando como si aquí no hubiera ocurrido nada.

8) La previsibilidad de la democracia implica elaboración y diálogo. Estamos cargados de ideales y de sueños que vamos a realizar en forma honesta y razonable. Contamos con la amplia y comprensiva disposición al diálogo de la oposición, que está demostrando desde ahora la generosidad y patriotismo con que, a través de la crítica, colaborará en la consolidación del proyecto democrático. Ese espíritu de unidad nacional que hace vibrar a todo el país no excluirá, sin duda, tempestuosos debates y agrios enfrentamientos de coyuntura que nutrirán al estilo republicano triunfante ya en el país. El diálogo, para ser efectivo, será un diálogo real que presupondrá el reconocimiento de que no tenemos toda la verdad, de que muchas veces habremos de equivocarnos y que hemos de cometer errores humanos. ¿Para qué escucharíamos si no estuviéramos dispuestos a rectificar conductas? ¿Para qué rectificaríamos conductas si no pensáramos que ellas pueden ser equivocadas en algunos casos? El país está enfermo de soberbia y no está ausente del recuerdo colectivo la existencia de falsos diálogos, que, aun con la buena fe de muchos protagonistas, no sirvieron para recibir ideas ajenas y modificar las propias. El diálogo no es nunca la sumatoria de diversos monólogos sino que presupone una actitud creadora e imaginativa por parte de cada uno de los interlocutores.

9) Todos los habitantes de esta República podrán saber lo que ocurre, sin que la información vuelva a ser jamás reemplazada por una guerra psicológica que se perpetró contra el pueblo argentino, generando una verdadera muralla de incomunicación entre los gobernantes y los gobernados e impidieron así la realimentación de un circuito que sirve a la gente común, con derecho para juzgar y opinar, pero que también sirve a las mismas autoridades. En la administración de los medios transitoria o definitivamente en manos del Estado, así como en la administración de la agencia oficial de noticias, existirá juego limpio; los instrumentos del Estado no son propiedad privada de los gobernantes ni de un partido, sino de todos los argentinos. A través de esos medios, así, se expresará la natural pluralidad de la república democrática, a través de todos sus matices. Terminó la confusión entre organismos oficiales, o momentáneamente intervenidos por el gobierno y organismos oficialistas. A través de todas las vías en que pueda influir, el gobierno transmitirá la natural diversidad de opiniones de los ciudadanos, sin cesuras ideológicas y sin discriminaciones.

(*) Parlamentario.com

El despertar del radicalismo

La Unión Cívica Radical es una parte inescindible de nuestra historia. Desde su creación en 1890 hasta el presente ha sido un protagonista relevante de los principales acontecimientos que pusieron en vilo al país. Víctima de persecuciones y proscripciones, fue capaz de renacer en numerosas ocasiones cuando muchos lo daban por muerto. El despertar del radicalismo luego de la elección de noviembre no hace más que poner en evidencia su envidiable capacidad de resiliencia. Apelemos a la memoria histórica.

En diciembre de 2001la UCR quedó al borde de la disolución. Este diagnóstico fue corroborado en la pésima elección a presidente que hizo el 27 de abril de 2003 su candidato Leopoldo Moreau, quien cosechó menos del 3% de los votos. Ello no significa que los radicales hubieran desaparecido del escenario electoral sino que no se sintieron representados por Moreau. Así de simple, así de contundente. A partir de entonces el centenario partido entró en un cono de sombras, en una decadencia que amenazó la propia existencia de la fuerza creada por Alem.

Durante las presidencias de Néstor y Cristina Kirchner la cúpula radical adoptó una clara postura opositora, que se agudizó al estallar el conflicto por la resolución 125. Fue tragicómico observar a sus más conspicuos dirigentes coincidir con la Sociedad Rural y Confederaciones Rurales Argentinas en sus ácidas críticas a la presidenta Cristina Kirchner, con las mismas corporaciones que en 1988 insultaron a Raúl Alfonsín en el predio de Palermo. La actitud opositora de la UCR durante ese período culminó con la candidatura presidencial de Ricardo Alfonsín en octubre de 2011, cuya performance fue un poco más decorosa que la de Moreau 8 años antes.

Durante la segunda presidencia de Cristina la UCR acentuó su rol opositor, creyendo que de esa forma lograría recuperar la confianza del voto radical, tradicionalmente antiperonista. Pero lo que no logró en esos años fue catapultar a algún dirigente que fuera capaz de competir seriamente por la presidencia de la nación. Expresado en otros términos: no fue capaz de encolumnarse detrás de un nuevo Raúl Alfonsín. Ello explica su decisión, en la histórica convención del partido celebrada en marzo de 2015 en la ciudad entrerriana de Gualeguaychú, de pasar a formar parte de la alianza Cambiemos, de aliarse con la Coalición Cívica de Carrió y el Pro de Mauricio Macri. Recuerdo que arreciaron las críticas contra esa decisión del radicalismo pero la verdad es que muchas opciones no tenía. O se aliaba con el conservadorismo o presentaba un candidato propio en las presidenciales de 2015, con el riesgo de sacar menos votos que Moreau, lo que hubiera significado un feroz golpe a su capacidad de resiliencia.

Los radicales hicieron primar la lógica política o, si se prefiere, la realpolitik. En las internas de Cambiemos su candidato, Ernesto Sanz, fue barrido por Macri. A partir de entonces se encolumnaron detrás de la candidatura del ex presidente de Boca. Durante su presidencia el hijo de don Franco jamás tuvo en cuenta a la cúpula radical. Era evidente que había aceptado aliarse con la UCR para utilizar su estructura nacional en provecho propio. Una vez sentado en el sillón de Rivadavia condenó al histórico partido a ser un convidado de piedra.

Los radicales se sintieron usados por Macri. Jamás se lo perdonaron pero tuvieron que bancarse semejante humillación porque sabían que, a pesar de ese maltrato, todavía existían políticamente gracias a su decisión de aliarse con el conservadorismo. Luego de la gran victoria de Macri en las elecciones parciales de 2017 los máximos referentes radicales quedaron reducidos a la categoría del clásico “che pibe”. El panorama comenzó a cambiar luego de consumada la derrota de Macri en 2019 y la posterior asunción de Alberto Fernández. La pésima gestión del ex jefe de Gabinete de Néstor Kirchner y la altísima imagen negativa de Macri convenció a la cúpula radical de que había llegado el momento de comenzar a poner al radicalismo de pie.

Ello explica el apoyo del radicalismo bonaerense a la candidatura de Facundo Manes quien, pese a sacar menos votos que Diego Santilli, fue fundamental a la hora de garantizar la victoria de Juntos en el árido territorio bonaerense. El radicalismo salió bastante bien parado luego de la victoria nacional de Juntos en noviembre. Lamentablemente, demostró una vez más que lo que más le atrae de la política es el internismo. En las últimas horas un grupo de diputados radicales que responden a Martín Lousteau, quien responde a su vez al Coti Nosiglia, decidieron formar un bloque propio, desafiando la autoridad de Mario Negri, quien fue derrotado por Luis Juez en Córdoba. Una decisión por demás irresponsable que no hace más que favorecer a un oficialismo que fue vapuleado en las PASO y en noviembre. Como bien expresa Morales Solá con esa decisión la oposición no ha hecho otra cosa que jugar para el kirchnerismo. La kakistocracia en su máximo esplendor.

Todo puede pasar en Argentina, incluso que Cavallo aconseje en materia económica

Como expresa el título de esta reflexión, en nuestro país todo puede pasar, incluso que Cavallo brinde consejos económicos. Entrevistado por Joaquín Morales Solá, el inolvidable Mingo expresó: “Lo que pasó en aquel momento es que el golpe institucional del 20 y 21 de diciembre interrumpió el normal procedimiento de la negociación de la deuda. El peronismo bonaerense y las divisiones en el radicalismo no ayudaron al gobierno de la Alianza”. “Por un capricho del director gerente del FMI, no nos daban la plata. Estábamos a punto de poder concluir con la reestructuración de la deuda. El entonces presidente de la Unión Industrial Argentina, José Ignacio de Mendiguren, decía junto a los suyos que iban a la pesificación para beneficiarse con sus deudas. Este hombre lo que estaba buscando era un desastre para el país”. “Para eso tenían que sacarme del Ministerio de Economía. Nos sacaron a nosotros por el corralito: una limitación a la extracción de dinero pero podían disponer de él. Con esa excusa me sacaron para ir a la pesificación. Así iban a licuar las deudas bajo ley argentina. Cuando de repente se convirtieron en pesos, fueron a sacárselos de encima y llevó a una devaluación de $4”. “La pobreza saltó más del 50% a principios de 2002. De la Rúa tuvo que desenvolverse en las peores condiciones internacionales para la Argentina. Fue una tragedia lo que pasó en 2002 como consecuencia del golpe institucional de 2001”. Sobre el actual gobierno manifestó: “Con este gobierno no hay nada bueno que se pueda hacer en materia económica. Debería haber una liberalización cambiaria. Para que la brecha no sea tan alta, la política monetaria debe ser razonable. Tiene que hacer un manejo razonable. Podrían conseguir que la inflación no supere el 60% pero no que se estabilice la economía”. “Hay que reorganizar la economía con ideas que son la antítesis de este gobierno. Hay que abrirse al mundo, no cerrarse, y negociar con los amigos. Tienen que cambiar la política comercial externa. Debe dejar de intervenir en los mercados.” “Este gobierno debe dejar de hacer daño. Martín Guzmán no tiene el apoyo que necesita. No tiene equipo, nadie lo escucha” (fuente: Perfil, 7/12/021).

Resulta increíble que semejante personaje tenga la osadía de hacer diagnósticos sobre la situación económica y de brindar consejos. Porque no se trata de cualquier economista sino de uno que marcó a fuego a varias generaciones de argentinos. En 1982, en la agonía de la dictadura militar, estatizó desde el Banco Central las deudas en dólares contraídas por los grandes grupos económicos. De esa forma, obligó al pueblo a hacerse cargo de semejante mochila. En 1989 el flamante presidente Carlos Menem lo designó en Cancillería. Un año y medio después, ante los estruendosos fracasos de Roig, Rapanelli y Erman González, lo nombró ministro de Economía para que le encontrara una solución definitiva al flagelo de la inflación. En 1991 presentó con bombos y platillos la convertibilidad, es decir la paridad un peso-un dólar. La inflación logró ser domada pero el precio que pagó el pueblo fue tremendo: una híper desocupación que destrozó el tejido social.

La convertibilidad fue una olla a presión que terminó por estallar en diciembre de 2001. Es cierto que el peronismo nada hizo por ayudar a De la Rúa en aquellas aciagas jornadas, pero también lo es que la causa económica fundamental de la peor crisis institucional de la Argentina contemporánea fue el 1 a 1. Es cierto que hubo una dura pulseada, luego de la caída de De la Rúa, entre dolarizadores y devaluadores que terminó con la victoria de éstos. El presidente Eduardo Duhalde fue un fiel exponente de este grupo, lo que explica, tal como lo señala Cavallo, la pesificación asimétrica de la economía que se tradujo en la licuación de los pasivos de los grandes grupos económicos, tal como aconteció en 1982.

Cavallo culpa a la oposición por la caída de De la Rúa. Pero el corralito no fue una imposición del peronismo y el radicalismo de la provincia de Buenos Aires, sino una idea suya para salvar a los bancos. Fue una confiscación que destruyó a millones de pequeños ahorristas. Fue uno de los grandes protagonistas de un momento aciago para el país. Lo que hizo Duhalde fue blanquear lo que era evidente para todos los argentinos: la convertibilidad había estallado por los aires. Pero lo hizo cuando Cavallo impuso el corralito y no cuando Duhalde impuso la pesificación. El atroz 50% de pobreza en 2002 se debió al colapso provocado por la convertibilidad que Cavallo pudo ejecutar porque contó con el respaldo de Carlos Menem. En definitiva, De la Rúa cayó fundamentalmente por su propia incapacidad para ejercer el poder, por no haber defendido a su vicepresidente, por haber sido un monumento a la desidia y la abulia. Pero ello no significa negar que cuando estaba a punto de caer la cúpula del peronismo se había acuartelado en San Luis, imitando a los tiburones que apenas huelen sangre se lanzan al ataque de su presa.

Marx y el carácter misterioso de la mercancía

Marx culmina su análisis de la mercancía centrando su atención en el secreto que esconde el fetichismo de la mercancía. Cuando se observa una mercancía cualquiera, nadie duda que constituye un objeto evidente y trivial. Pero si se la analiza con mayor detenimiento, emerge claramente su verdadera naturaleza: se trata de un objeto complicado, repleto de “sutilezas metafísicas y de resabios teológicos”. Como valor de uso, la mercancía no tiene nada de misterioso, metafísico, religioso. La mercancía, producto del trabajo humano, sirve para satisfacer alguna necesidad humana. Tan simple como eso. La naturaleza se modifica cuando el hombre interviene para servirse de ella. La madera del árbol se modifica cuando el hombre la transforma en una silla. Pero la silla sigue siendo madera, un objeto como cualquier otro que el hombre usa para satisfacer una necesidad (sentarse para descansar o para leer un libro). La cosa cambia cuando ese objeto físico y vulgar comienza a actuar como mercancía. Cuando ello acontece, la silla “se convierte en un objeto metafísico”.

¿Cuál es el origen místico de la mercancía? He aquí la pregunta fundamental que se formula Marx. ¿Brota de su valor de uso o del contenido de sus determinaciones de valor? La respuesta es negativa. Marx así lo explica. Los trabajos útiles que realiza el hombre difieren entre sí. El trabajo del carpintero no es el mismo al del electricista. Sin embargo, todas las actividades productivas del hombre no son más que funciones del organismo humano, representan un gasto de inteligencia y fuerza física. A su vez, en relación con la magnitud de valor y el factor que la determina -la cantidad de trabajo invertida- “es evidente que la cantidad se distingue incluso mediante los sentidos de la calidad del trabajo”. Por último, cuando los hombres comienzan a trabajar mancomunadamente, su trabajo se socializa. ¿De dónde emerge, entonces, el carácter misterioso, metafísico, religioso, del producto del trabajo en el momento en que comienza a actuar como mercancía? Es precisamente en ese momento cuando surge el carácter misterioso de la mercancía. Dice Marx: “En las mercancías, la igualdad de los trabajos humanos asume la forma material de una objetivación igual de valor de los productos del trabajo, el grado en que se gaste la fuerza humana de trabajo, medido por el tiempo de su duración, reviste la forma de magnitud de valor de los productos del trabajo y, finalmente, las relaciones entre unos y otros productores, relaciones en que se traduce la función social de sus trabajos cobran la forma de una relación social entre los propios productos de su trabajo”.

El carácter misterioso de la mercancía estriba, entonces, en su habilidad para presentar el carácter social del trabajo de los hombres como si fuese una característica material propia de dichos trabajos y como si, por ende, el vínculo social que existe entre los productores y el trabajo social (“el trabajo colectivo de la sociedad”, dice Marx) constituyese una relación social enhebrada por los propios objetos producidos por el trabajo humano y no por los propios productores. He aquí, según Marx, la razón por la cual los productos del trabajo se transforman “en mercancía, en objetos físicamente metafísicos o en objetos sociales”. Los productos del trabajo adquieren vida propia. Es lo que acontece con la sensación luminosa que un objeto provoca en el nervio visual (un encandilamiento, por ejemplo) que daría la sensación de que no fuese una reacción del nervio de la vista “sino la forma material de un objeto situado fuera del ojo” (una lámpara, por ejemplo). En este caso hay realmente un objeto exterior al ojo humano-la lámpara-que proyecta luz (encandilamiento) sobre el ojo (el otro objeto). En el encandilamiento, se da una relación física entre dos objetos físicos (la lámpara y el nervio de la vista). No sucede lo mismo con las mercancías. Según Marx, la relación de valor de los productos del trabajo en que la forma mercancía se materializa y la propia forma mercancía, nada tienen que ver con el carácter físico de la mercancía ni con los vínculos materiales que se derivan de ese carácter. La relación de índole fantasmal que se da entre objetos materiales implica, para los ojos humanos, sólo un vínculo social concreto y específico enhebrado entre los propios hombres. El carácter misterioso que presenta el producto del trabajo tiene origen humano, sentencia Marx. El carácter misterioso de la silla nada tiene que ver con su carácter físico ni con las relaciones sociales que emergen de dicho carácter. En este sentido, el mundo de las mercancías se asemeja al antiguo mundo de las religiones, donde los productos de la mente humana tenían vida propia, siendo capaces reentablar relaciones con los demás productos y con los hombres. Lo mismo sucede con los productos elaborados por el hombre en el mundo de la mercancía. A este fenómeno Marx lo denomina “fetichismo”. El fetichismo no puede ser desvinculado del proceso de creación de los productos elaborados-en forma de mercancía-por el trabajo. En definitiva, “este carácter fetichista del mundo de las mercancías responde, como lo ha puesto ya de manifiesto el análisis anterior, al carácter social genuino y peculiar del trabajo productor de mercancías”.

La adopción por parte de los objetos útiles-el lienzo y la levita, por ejemplo-de la forma de mercancías se debe a que tanto el lienzo como la levita son “productos de trabajos privados independientes los unos de los otros”. El trabajo del tejedor (lienzo) es privado, la igual que el del sastre (levita). Cuando deciden intercambiar sus productos, el lienzo y la levita, el tejedor y el sastre entran en contacto social. De manera pues que sus trabajos privados sólo adquieren carácter social cuando el tejedor y el sastre efectúan el intercambio. Los trabajos privados del tejedor y el sastre forman parte del trabajo colectivo social debido a los vínculos que el cambio establece entre el lienzo y la levita y, por su intermedio, entre el tejedor y el sastre. En consecuencia, ante los ojos del tejedor y el sastre las relaciones que se establecen entre sus trabajos privados aparecen “como relaciones materiales entre personas (el tejedor y el sastre) y relaciones sociales entre cosas (el lienzo y la levita)”. Cuando el tejedor y el sastre cambian entre sí sus productos del trabajo, tanto el lienzo como la levita adquieren “una materialidad de valor socialmente igual e independiente de su múltiple y diversa materialidad física de objetos útiles”.

Para Marx, el producto del trabajo útil-el lienzo y la levita-se desdobla en objeto útil (valor de uso del lienzo y la levita) y materialización de valor. Este desdoblamiento se produce sólo donde el cambio de productos útiles “adquiere la extensión e importancia suficientes para que se produzcan objetos útiles con vistas al cambio, donde, por tanto, el carácter de valor de los objetos se acusa ya en el momento de ser producidos”. Este desdoblamiento es impensable en una isla habitada por un solo individuo. Para que este desdoblamiento tenga vigencia es fundamental la presencia de un buen número de productores dispuestos a intercambiar sus objetos útiles. Cuando comienza el intercambio, los trabajos privados del tejedor y el sastre –“asumen, de hecho, un doble carácter social”. Los trabajos del tejedor y el sastre tienen que satisfacer una específica necesidad concreta y, además, tienen que satisfacer una específica necesidad concreta y, además, tienen que adecuarse al sistema de la división social del trabajo. Pero, por otro lado, únicamente estarán en condiciones de satisfacer las necesidades de sus propios productores en la medida en que tanto el trabajo del tejedor como el del sastre estén en condiciones de ser cambiados por cualquier otro tipo de trabajo privado útil (su equivalente). ¿Cómo se encuentra la igualdad de los trabajos? Sólo hay una manera: hacer abstracción de la desigualdad real de los trabajos privados y útiles, y reducirlos a lo que tienen en común. ¿Y qué es lo que tienen en común? La de implicar “desgaste de fuerza de trabajo humano”. Todos los trabajos privados y útiles son muy diferentes, pero todos son, abstractamente considerados, trabajo humano. tanto el tejedor como el sastre no hacen otra cosa que reflejar, a través de sus cerebros, el doble carácter social de sus trabajos privados “en aquellas formas que revela en la práctica el mercado, el cambio de productos: el carácter socialmente útil de sus trabajos privados, bajo la forma de que el producto del trabajo ha de ser útil, y útil para otros, el carácter social de la igualdad de los distintos trabajos, bajo la forma del carácter de valor común a todos esos objetos materialmente diversos que son los productos del trabajo”.

En definitiva, el tejedor y el sastre no vinculan entre sí el lienzo y la levita como valores porque consideren que se trata de “envolturas simplemente materiales de un trabajo humano igual”. Para Marx, es exactamente a la inversa. En el momento en que el tejedor y el sastre cambian sus productos (el lienzo uy la levita), no hacen más que equipararlos como valores, o lo que es lo mismo, no hacen otra cosa que equiparar entre sí sus trabajos de tejedor y sastre como modalidades de trabajo humano. Sin embargo, el tejedor y el sastre no saben que lo están haciendo, pero lo hacen, enfatiza Marx. El valor transforma al lienzo y la levita (a todos los productos del trabajo, en realidad) “en jeroglíficos sociales”. Los hombres intentan descifrarlos, descubrir el secreto de lo que producen, porque concebir objetos útiles (el lienzo y la levita, en este caso). Lo mismo acontece con el lenguaje. El lienzo y la levita, como todos los productos del trabajo, son valores y no hacen más que expresar materialmente el “trabajo humano invertido en su producción”. Para Marx, se trata de un descubrimiento científico tardío “que hace época en la historia del progreso humano, pero que no disipa ni mucho menos la sombra material que acompaña al carácter social del trabajo”.

(*) Publicado en Redacción Popular el 7/8/012.

Irresponsable y malintencionada comparación

Cada decisión que toma la presidenta de la nación es criticada sin piedad por el antikirchnerismo. Impotente para transformarse definitivamente en una genuina alternativa al gobierno nacional, sus principales espadas, apoyadas por el monopolio mediático, han roto todos los códigos de convivencia política. Desde hace unos días, la decisión de la Justicia de permitir a ciertos reclusos salir transitoriamente de la prisión para intentar su resocialización participando en eventos culturales, mereció la ácida crítica del arco opositor. Pero fue, una vez más, Elisa Carrió quien llevó la crítica al más alto nivel de irresponsabilidad y mala intención. “La pitonisa del Apocalipsis”, como acertadamente la tildara en su momento Ricardo Forster, no dudó en agitar viejos fantasmas vinculados Con una de las etapas más crueles de nuestra historia para echar por tierra con una polémica iniciativa que se adecua con la concepción garantista que enarbola el doctor Eugenio Zaffaroni, el miembro más destacado de la Corte Suprema.

A Elisa Carrió no se le ocurrió nada mejor que comparar esta salida transitoria de presos comunes con la histórica amnistía sancionada por el parlamento apenas comenzó el gobierno de Cámpora y que permitió a numerosos miembros de la guerrilla que estaban purgando severas penas, salir en libertad para acompañar al flamante gobierno del “Tío”. Son tan disímiles los contextos y los actores, que cuesta entender que una dirigente política de la capacidad intelectual de Carrió haya efectuado semejante comparación. Sólo su irresponsabilidad y, lo que es peor, su evidente maña intención explican una afirmación de esa índole.

Los presos que están gozando de salidas transitorias autorizadas por la justicia, lejos están de ser miembros de organizaciones guerrilleras o ideólogos de la lucha armada. Son sólo presos comunes que están purgando una condena por haber cometido algún delito tipificado en el Código Penal. Lo más probable es que la mayoría de ellos posea una mínima educación y provenga de los sectores más carenciados de la sociedad. Que puedan ser utilizados políticamente no sería de extrañar ya que desde hace muchos años los denominados “barras bravas”, por ejemplo, son utilizados por la clase política en beneficio propio. Creo que el gobierno nacional cometería un grave error si se decidiera a utilizar a estos elementos marginales de la sociedad con fines de reclutamiento político. Sinceramente, no creo que la presidenta de la nación tome una decisión tan desatinada. Lo más probable, entonces, es que realmente se esté poniendo en marcha un serio programa de resocialización para rescatar a aquellos que por diversos motivos han vivido desde siempre en el tenebroso mundo de la delincuencia.

El contexto de 1973 nada tiene que ver con el invierno de 2012. Elisa Carrió lo sabe perfectamente. De ahí que su comparación provoque indignación. Cuando se produce la asunción de Cámpora, el país era un volcán. Algunas de las cárceles albergaban a un buen número de miembros de la guerrilla que habían sido encarcelados durante la Revolución Argentina. El definitivo regreso de Perón al país había dejado de ser un sueño inalcanzable. La juventud peronista estaba convencida deque el anciano líder apoyaba fervientemente su proyecto revolucionario y aguardaba con desbordante entusiasmo su aterrizaje final. La amnistía de Cámpora fue una exigencia de la juventud revolucionaria. Si bien hubo algunos presos comunes que aprovecharon el caos para escaparse, la salida de los guerrilleros de las cárceles fue un acontecimiento esencialmente político. Para ellos había llegado la hora de la revancha. No fue casualidad que Ortega Peña hubiera exclamado al jurar que la sangre derramada jamás sería negociada. Estaban convencidos de que la patria socialista era posible, que el marxismo había llegado para quedarse para siempre. Su sueño duró hasta que Perón llegó al país el 20 de junio, día de la bandera. La espantosa matanza de Ezeiza fue el preanuncio de lo que acontecería en el país en el futuro cercano. En julio Perón tomó la decisión final. Obligó a Cámpora a irse de la presidencia y se recostó sobre los hombros de la derecha peronista. La izquierda peronista se sintió traicionada y le declaró la guerra a Perón. A partir de entonces, el país se inundó con la sangre de miles de compatriotas hasta que las fuerzas armadas derrocaron y secuestraron a Isabel el 24 de marzo de 1976.

Esta tenebrosa y lúgubre historia es harto conocida por Carrió. Sabe perfectamente que a partir de la amnistía camporista la derecha y la izquierda del peronismo entraron en guerra. Sabe perfectamente que miles de argentinos perdieron la vida como consecuencia de esa feroz lucha por el control del peronismo. Sabe perfectamente que a partir de marzo de 1973 no hubo un solo día donde no aparecieran cadáveres acribillados a balazos. No puede ignorar que hubo una alianza anticomunista Argentina comandada por un siniestro personaje que sembró de terror el territorio nacional. No puede ignorar que a Perón la guerrilla le tiró el cadáver de Rucci para obligarlo a gobernar en función del modelo de la patria socialista. No puede ignorar los fusilamientos de Ortega Peña y Silvio Frondizi. Por supuesto que Elisa Carrió no ignora todo esto. Lo sabe perfectamente. En consecuencia, es lógico que me pregunte lo siguiente: ¿es tan mala como persona que desee en lo más profundo de su ser una reedición de la tragedia de los setenta? Como creo que la capacidad del hombre para cometer maldades es ilimitada, lo más probable es que la “pitonisa del Apocalipsis” quiera de verdad una reedición de la guerra civil, que nos desangró hace no más de cuarenta años. Ese odio visceral que siente por el matrimonio Kirchner se ha apoderado de su alma. Con tal de ver a Cristina destruida, es probable que rece todos los días para que alguien encienda la mecha que desencadene un incendio apocalíptico. Si para aniquilar a cristina hay que reeditar la tragedia de los setenta, entonces se la reedita. Nunca pensé que Carrió caería tan bajo, tanto espiritual como éticamente. ¿Tan poderosos son sus más bajos instintos que no se da cuenta de la barbaridad que acaba de cometer al comparar la salida transitoria de unos cuantos presos con la amnistía de marzo de 1973? Para colmo, dio a entender que el gobierno nacional estaría dispuesto a valerse de esa “mano de obra” con fines inconfesables.

Desde que asumió Néstor Kirchner en mato de 2003, el gobierno nacional ha pisado algunos callos. Entre sus decisiones más trascendentes figuran los juicios por la verdad histórica, la política de desendeudamiento, la reestatización de las AFJP e YPF, la asignación universal por hijo y la ley de medios audiovisuales. Pero el sistema capitalista se mantiene incólume. Que yo sepa, la propiedad privada sigue intocable. Sin embargo, para el orden conservador el cristinismo terminará por hacer de la Argentina otra cuba. El miedo al comunismo sigue siendo una eficaz herramienta de manipulación de masas y control social. La obscena comparación de Carrió forma parte de la más global estrategia adoptadas por la derecha vernácula para sacarse de encima a Cristina y sus “secuaces” de una vez por todas. Aunque se vea obligada a acudir a las tácticas más hediondas y pestilentes, no dudará en ejecutarlas con la seguridad de que siempre habrá alguien dispuesto a actuar como esbirro.

(*) Artículo publicado en redacción Popular el 8/8/012.

Marx y la sociedad de productores de mercancías

Cuando los productores toman la decisión de efectuar un intercambio de productos, les interesa saber fundamentalmente “en qué proporciones se cambiarán unos productos por otros”. Estas proporciones quedan fijas por la fuerza de la costumbre, como si emergieran de la propia naturaleza de las mercancías. Para Marx, el carácter de valor de las mercancías únicamente se consolida al funcionar como magnitudes de valor. Tales magnitudes cambian de continuo, al margen de la voluntad y el conocimiento de los productores que participan en los cambios. Es necesario que el proceso de producción de las mercancías se desarrolle íntegramente “para que de la propia experiencia nazca la conciencia científica de que los trabajos privados que señalizan independientemente los unos de los otros, aunque guarden entre sí y en todos sus aspectos una relación de mutua interdependencia, como eslabones elementales que son de la división social del trabajo, pueden reducirse constantemente a su grado de proporción social, porque en las proporciones fortuitas y sin cesar oscilantes de cambio de sus productos se impone siempre como ley natural reguladora el tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción, al modo como se impone la ley de gravedad cuando se le cae a uno la casa encima”. El tiempo de trabajo determina la magnitud de valor y he aquí, enfatiza Marx, el secreto oculto que se esconde detrás de los valores relativos de las mercancías, cuyas oscilaciones son aparentes.

Marx analiza a continuación las formas de la vida humana. Opina que su análisis científico ha seguido hasta ahora un camino que se opone a la realidad, ya que comienza con los resultados establecidos previamente por el proceso histórico. Las formas que hacen posible la transformación de los productos en mercancías son “formas naturales de la vida social” mucho antes de que los hombres comenzaran a buscar alguna explicación al contenido de las mismas. Ello explica por qué el resultado de los precios de las mercancías indujo a los hombres a investigar la manera como se determina la magnitud de valor, y por qué el hecho de que las mercancías se expresen en dinero los indujo a establecer su carácter valorativo. Ahora bien, la forma dinero no hace otra cosa que encubrir los vínculos sociales entre los productores privados. Decir que la levita y las botas, por ejemplo, se refieren a la mercancía lienzo como “materialización general de trabajo humano abstracto”, constituye para Marx un absurdo. Sin embargo, cuando los productores de levitas (los sastres) refieren sus mercancías (las levitas) a la mercancía como equivalente general (el lienzo, el oro, la plata o la mercancía que fuere), no hacen otra cosa que referir sus propios trabajos privados al trabajo social colectivo “bajo la misma forma absurda y disparatada”. Las formas a las que alude Marx configuran “las categorías de la economía burguesa”. Se trata de esquemas conceptuales (“formas mentales”, dice Marx) legitimados por la sociedad a través de los cuales “se expresan las condiciones de producción de este régimen social de producción históricamente dado que es la producción de mercancías”. Son formas mentales históricamente dadas, ajustadas a un tiempo social, político y económico determinado: el capitalismo burgués. Por eso es que misticismo del mundo de las mercancías desaparece tan pronto cuando el análisis se desplaza hacia otras formas de producción económica. El carácter misterioso que presenta el producto del trabajo tan pronto reviste forma de mercancía, sólo es posible cuando está vigente la forma burguesa de producción.

En una isla solitaria está Robinson. Por una cuestión de supervivencia, está obligado a ejecutar una serie de trabajos útiles para satisfacer sus necesidades fundamentales. Se dedica con ahínco a fabricar herramientas, construir muebles, domesticar animales, pescar, cazar, etc. Se trata, obviamente, de un buen número de funciones productivas. Sin embargo, Robinson es perfectamente consciente de que no son otra cosa que manifestaciones de trabajo humano (realizadas por el propio Robinson). Al estar solo, se ve obligado a distribuir el tiempo entre sus funciones lo más racionalmente que puede. Meticuloso y detallista, tiene anotados en su inventario los objetos útiles que tiene a su disposición, las diversas operaciones que debe ejecutar y, finalmente, el tiempo de trabajo que demanda, término medio, la fabricación de determinadas cantidades de los productos que necesita para sobrevivir. Las relaciones que existen entre Robinson y los objetos materiales de que dispone son claras y sencillas, conteniendo “todos los factores sustanciales del valor”.

Marx compara el ejemplo de Robinson con la Edad Media europea, a la que califica de tenebrosa. El hombre no es independiente. Vive sojuzgado por los señores de la gleba. Tanto las condiciones sociales de la producción material como las relaciones entre las personas están caracterizadas por esa sumisión. En consecuencia, carece de sentido afirmar que los trabajos y sus productos poseen una realidad fantástica diferente a la realidad. Dice Marx: “Aquí, los trabajos y los productos se incorporan al engranaje social como servicios y prestaciones. Lo que constituye la forma directamente social del trabajo es la forma natural de éste, su carácter concreto, y no su carácter general, como en el régimen de producción de mercancías”. Lo que el vasallo produce es función del tiempo que le demanda su trabajo, teniendo perfectamente en claro que se trata de una porción de su propio esfuerzo dedicado a producir algo en beneficio de su señor. En definitiva, “las relaciones sociales de las personas en sus trabajos se revelan como relaciones personales suyas, sin disfrazarse de relaciones sociales entre las cosas, entre los productos de su trabajo”.

Marx pone ahora como ejemplo el trabajo de una familia campesina. Sus miembros producen todo lo necesario para sobrevivir: trigo, ganado, hilados, lienzo, vestidos, etc. Tales artículos implican para la familia productos de su trabajo privado, pero lejos están de relacionarse como mercancías. Los trabajos que dieron origen a estos productos (la agricultura, la ganadería, el hilar, el tejer, el cortar, etc.) son naturalmente funcionales de la familia en cuyo ámbito está vigente la forma más elemental de división del trabajo. En esto no hay diferencia alguna, remarca Marx, con la producción de mercancías. Las funciones se distribuyen en función de la edad, el sexo y las condiciones naturales del trabajo, las que se modifican al compás del cambio climático. Pero en este ámbito el trabajo (graduado en función del tiempo que insumió en producir el producto) “reviste la forma lógica y natural de un trabajo determinado socialmente”. Ello se debe a que en este régimen familiar las fuerzas individuales, padre, madre e hijos, únicamente trabajan como órganos de la estructura familiar que los cobija (la fuerza colectiva de trabajo de la familias”, según la terminología de Marx).

Por último, Marx imagina una asociación de hombres en libertad que despliegan su fuerza laboral con medios colectivos de producción, constituyendo la sumatoria década fuerza individual de trabajo una importante fuerza de trabajo social. Las normas que guiaron el trabajo de Robinson son las que guían el trabajo de los hombres libres. Antes, las normas poseían un carácter individual; ahora, un carácter social. Los productos que elaboraba Robinson tenían como destino final la satisfacción de sus necesidades. El producto colectivo de la asociación de hombres libres es de índole social, lo que significa que tiene doble destino. Una parte del producto social “vuelve a presar servicio bajo la forma de medios de producción”; la otra parte constituye los medios de vida de los individuos asociados, aquello que será consumido por ellos para seguir viviendo. En consecuencia, surge la cuestión de su distribución, cuyo carácter dependerá fundamentalmente de la naturaleza del cuerpo social de producción y del “nivel histórico de los productores”. En esta asociación el productor participa en el proceso colectivo de producción en función del tiempo de trabajo. A raíz de ello, al trabajo el corresponde representar una doble función. Dice Marx: “Su distribución con arreglo a un plan social servirá para regular la proporción adecuada entre las diversas funciones del trabajo y las distintas necesidades. De otra parte y simultáneamente, el tiempo de trabajo serviría para graduar la parte individual del productor en el trabajo colectivo y, por tanto, en la parte del producto también colectivo destinada al consumo. Como se ve, aquí las relaciones sociales de los hombres con su trabajo y los productos de su trabajo son perfectamente claras y sencillas, tanto en lo tocante a la producción como en lo que se refiere a la distribución”.

Marx vincula la sociedad de productores de mercancías con el cristianismo, tocando una cuestión que más adelante será profundizada por Max Weber: la relación del sistema económico con el factor religioso o espiritual. ¿Por qué el cristianismo es la religión más adecuada para la sociedad de productores de mercancías? Por que en dicha sociedad su “régimen social de producción consiste en comportarse respecto a sus productos como mercancías, es decir, como valores, y en relacionar sus trabajos privados, revestidos de esta forma material, como modalidades del mismo trabajo humano…”. Qué mejor que una religión que hace un culto del hombre abstracto para legitimar espiritualmente a una sociedad de esta índole. Y para afinar su análisis, Marx considera que dentro del cristianismo, es el protestantismo la forma religiosa que mejor se adapta a la sociedad de productores de mercancías. En épocas pretéritas, el hombre desempeñaba un rol secundario en el proceso de transformación del producto en mercancía. Los organismos sociales de aquel entonces eran infinitamente más rudimentarios y sencillos que la sociedad burguesa, y se apoyaban en un sistema de señorío y esclavitud. El escaso desarrollo productivo de esos organismos sociales se veía reflejado en las religiones naturales y populares que pululaban por doquier. El proceso material de producción se desprenderá de su carácter místico cuando sus protagonistas sean hombres libres, capaces de conducir ese proceso de manera racional. Pero para que ello suceda será fundamental que la sociedad cumpla con una serie de requisitos materiales de existencia, requisitos que son el resultado de un largo y penoso proceso evolutivo.

(*) Artículo publicado en Redacción Popular el 10/8/012.

La dramática y fascinante historia argentina. Lo que nos pasó a partir del 25 de mayo de 1810

El plan de campaña del gran militar

El Ejército de los Andes comenzó a movilizarse el 9 de enero de 1817. La ciudad capital-Jujuy- estaba en poder del general realista La Serna. Pero el precio que estaba pagando era muy alto: prácticamente estaba sitiado. San Martín había preparado un plan sumamente complejo. Por un lado, su intención era provocar zozobra a las fuerzas realistas con ataques de escasa relevancia que las obligaría a dispersarse, mientras la columna central de la fuerza patriota afrontaba el cruce de la cordillera desde Mendoza. Mientras tanto las fuerzas de dispersión (no superaban los 820 hombres) amenazaban Coquimbo cruzando el Paso de Guana, Copiapó cruzando el Paso de Come Caballos, Santiago por el paso de Piuquenes, y Talca por el Paso del Planchón. La columna central debía amenazar, una vez ocupada San Felipe, Santiago y Valparaíso. Para el éxito de este ataque era fundamental la coordinación de dos columnas. Una, liderada por Las Heras, estaba compuesta por unos 800 hombres de armas y debía avanzar por el valle de Uspallata portando la artillería. La otra (3000 hombres), conducida por San Martín, cruzaría la cordillera por los valles de Los Patos. San Felipe era el sitio escogido para la unión de ambas columnas.

La empresa era harto complicada. Los pasos estaban a gran altura lo que no hacía más que dificultar el traslado de unos 4000 soldados, 1400 auxiliares, 18 cañones, 9000 mulas y 1500 caballos. A pesar de ello el plan de San Martín funcionó como una aceitada máquina. La coordinación fue notable. Mientras las dos columnas principales derrotaban a los realistas en Chacabuco, Copiapó era ocupada por Dávila, Coquimbo era ocupada por Cabot y Talca era tomada por Freire. Todo funcionó de manera sincronizada, como un reloj suizo. Previsor, San Martín decidió adelantar a la caballada para que se aclimatara. Las tropas poseían un alto nivel de instrucción y adiestramiento. Su disciplina era total. El servicio de espionaje era muy sofisticado para la época, lo que le permitía a San Martín contar con información confiable sobre los movimientos de los realistas.

Mientras tanto, los realistas, comandados por Marcó del Pont, estaban dominados por la incertidumbre ya que desconocían cuándo se produciría el ataque principal de las fuerzas patriotas. Para colmo, el jefe militar realista, al pretender asegurar de manera simultánea varis puntos, no hizo más que dispersar sus tropas, que era que lo que pretendía San Martín. Para colmo, el grado de instrucción de los realistas era mediocre y carecían de disciplina. Marcó del Pont intentó un reagrupamiento de sus tropas en el valle del Aconcagua recién cuando se enteró del avance del ejército sanmartiniano. San Martín había tomado la iniciativa, lo que fue vital para el éxito militar (1).

(1) Floria y García Belsunce, historia de… capítulo 18.

La campaña de Chile. Cancha Rayada y Maipú

Los primeros combates, favorables a los criollos, se dieron en Los Potrerillos y Guardia Vieja. El 8 de febrero de 1817, al mando de Las Heras, ocuparon Santa Rosa. Ese mismo día San Martín arribaba a la localidad de San Felipe luego de derrotar al enemigo en Achupallas y Las Coimas. Dos días más tarde tuvo lugar un combate en Chacabuco. Ahí esperaban al gran militar 3000 realistas comandados por el brigadier Maroto. Los realistas perdieron casi la mitad de sus fuerzas. Mientras tanto, Marcó del Pont fue capturado mientras se dirigía rumbo a Valparaíso. El 14 de mayo San Martín y O´Higgins entraban victoriosos en Santiago. La confianza que Pueyrredón había depositado en San Martín no fue defraudada. El Director Supremo estaba seguro del éxito de la campaña emprendida por el gran militar. Así lo confirma la carta que le envío unos días antes: “Bien puede Vd. decir que no se ha visto un director que tenga igual confianza en un general; debiéndose agregar que tampoco ha habido un general que la merezca más que Vd.” (1)

Pueyrredón le había encomendado expresamente a San Martín que su victoria no significara para Chile una afrenta a su dignidad como país. Debía convencer a los chilenos que su objetivo era liberarlos del yugo español y no conquistarlos. Es por ello que debía invitar al país trasandino a que enviara sus representantes al Congreso de Tucumán para acordar la constitución de un gran estado, y si ello no era posible al menos para tejer una alianza entre ambas naciones. O´Higgins fue designado por San Martín director provisional de Chile quien, en un gesto que lo enaltece, rechazó la propuesta de los chilenos de ser su primer presidente. Pero ello no significó que el gran militar permaneciera pasivo. Lo primero que hizo fue organizar una suerte de filial chilena de la Logia Lautaro para respaldar a O´Higgins. De esa forma el director provisional tendría el apoyo de ambas logias para poner en marcha la segunda parte del plan de liberación: la expedición al Perú.

Sin embargo, Chile aún seguía sufriendo la amenaza española. Concepción y Talcahuano estaban bajo su dominio, y sus tropas, pese a no ser numerosas, estaban protegidas por Talcahuano (era una fortaleza) y comunicadas con Lima a través del mar. Las Heras logró derrotar al enemigo en Curapaligüe y Gavilán, lo que le permitió recuperar Concepción. Mientras tanto, Freire vencía a los realistas en Arauco. De esa forma el dominio español quedaba reducido a Talcahuano. Luego de varias escaramuzas favorables a los criollos Las Heras se preparó para el combate final. El 5 de diciembre tuvo lugar el ataque pero los realistas, al mando de Ordóñez, lograron resistir. En ese momento el gran militar tuvo noticias sobre una expedición realista para fortalecer la posición de Ordóñez. San Martín le ordenó a O´Higgins que se uniera con él en el norte. A comienzos de 1818 hizo su arribo a Talcahuano el general español Osorio quien no tuvo mejor idea que avanzar por tierra rumbo al norte, lo que terminó por facilitar la concentración de las tropas criollas. A raíz de ello Osorio no tuvo más remedio que dirigirse hacia los alrededores de Talca.

La suerte de los realistas parecía echada. Era imposible que 4600 españoles lograran vencer a 7600 criollos. Pero el talento estratégico de Ordóñez pateó el tablero. En la noche del 19 de marzo de 1818 los realistas se abalanzaron sobre los criollos en los campos de Cancha Rayada, provocando una gran confusión en las tropas de San Martín. El resultado fue una derrota lapidaria para el gran militar. Fue entonces cuando quedó en evidencia su granítica personalidad. Sacando fuerzas de flaquezas le encargó a Las Heras el mando de las tropas y se dirigió a la capital chilena para reorganizar el ejército. Tan intensa fue la actividad que desplegó que en poco más de una semana tenía a disposición un ejército dispuesto a defender Santiago. La gran batalla tuvo lugar en los llanos de Maipú el 5 de abril de 1818. El gran militar consiguió una victoria notable que decidió la suerte de Chile.

(1) Citado por Raffo de la Reta, ob. Cit., pág. 357 en Floria y García Belsunce, Historia de… pág. 416.

Bibliografía básica

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-Natalio Botana y Ezequiel Gallo, De la República posible a la República verdadera” (1880/1910), Biblioteca del Pensamiento Argentino, Tomo III, Ariel, Bs.As., 1997.

-José Carlos Chiaramonte, Ciudades, provincias, Estados: Orígenes de la Nación Argentina (1800/1846), Biblioteca del Pensamiento Argentino, Tomo I, Ariel, Bs. As., 1997.

-Carlos Floria y César García Belsunce, Historia de los argentinos, Ed. Larousse, Buenos Aires, 2004.

-Tulio Halperín Dongui, Vida y muerte de la República verdadera (1910-1930), Biblioteca del Pensamiento Argentino, Tomo IV, Ariel, Bs. As., 1999.

-Tulio Halperín Donghi, Proyecto y construcción de una nación (1846/1880), Biblioteca del Pensamiento Argentino, Tomo II, Ariel, Bs. As., 1995.

-Daniel James (director del tomo 9), Nueva historia argentina, Violencia, proscripción y autoritarismo (1955-1976), Ed. Sudamericana, Bs. As., 2003

-John Lynch y otros autores, Historia de la Argentina, Ed. Crítica, Barcelona, 2001.

-Marcos Novaro, historia de la Argentina contemporánea, edhasa, Buenos Aires, 2006

-David Rock, Argentina 1516-1987, Universidad de California, Berkeley, Los Angeles, 1987.

-José Luis Romero, Las ideas políticas en Argentina, FCE., Bs. As., 1956.

-Juan José Sebreli, Crítica de las ideas políticas argentina, Ed. Sudamericana, Bs. As., 2003.

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