Por Máximo Luppino.-

Politizar nuestros conceptos sobre personas, hechos y circunstancias de la vida cotidiana significa negarnos a considerar la realidad. Esto es darle la espalda a la verdad. Cuando politizamos un suceso nos colocamos las anteojeras de nuestra pertenencia política por delante de la autenticidad. Es una blasfemia para la equidad intelectual. Sin equidad no puede nacer ningún análisis justo ni correcto. Es un despropósito del pensamiento que siempre debe ser genuino y auténtico.

Un ejemplo de nefasta politización manifiesta son las posturas y comentarios que se exteriorizan sobre el lamentable episodio que sufrió el jubilado Jorge Ríos quien ultimó a un malviviente luego de ser violentado en su propio domicilio por tres delincuentes o más.

La defensa propia es un derecho inalienable que las personas tenemos en protección de la integridad de familiares, personas inocentes y nuestra propia vida, inclusive de nuestra propiedad. El caso concreto del jubilado Ríos sufre la politización extrema e inadecuada, como sucedió con el caso Chocobar y tantos otros que son “juzgados” por los prejuicios sociales, desconociendo las circunstancias concretas de los hechos en sí.

Consideremos que la falta primera reside en el que delinque, en el que ingresa a una propiedad por la fuerza violentando el domicilio de las personas. Sitio que por su dimensión familiar e íntima posee ribetes de “lugar sagrado” para sus residentes. La primera víctima fue Jorge Ríos, quien luego de una vida de trabajo continuaba en su herrería ganándose la vida con su trabajo fecundo. Quien a los 71 años fue atacado por jóvenes delincuentes que lo golpearon brutalmente.

Claro que estamos de acuerdo con que se esclarezcan con justicia los hechos. Pero no con que cierta “justicia” pretenda que las familias argentinas tengan preparado en su mesa un delicioso refrigerio por si los “señores usurpadores” deciden ultrajar a nuestros seres queridos y, mientras proceden a ultimarnos, les da sed o hambre.

Pertenecer a un partido político y comulgar con una doctrina determinada no debe jamás “obligarnos” a desconocer razones y verdades que pueden alojarse en hemisferios ideológicos diferentes al nuestro. Mucho menos a descalificar y menospreciar los criterios esgrimidos por individuos seguidores de ideologías distintas a las nuestras.

En el distrito de San Miguel, el programa “Ojos en alerta” de participación ciudadana es una herramienta que funciona para limitar a la delincuencia en su accionar. El sistema de alerta es aceptado por los vecinos más allá de sus simpatías políticas. Lo correcto debe ser honrado provenga del lugar ideológico que sea.

Las doctrinas son criterios con los cuales comulgamos para interpretar y afrontar los desafíos de la existencia, pero jamás deben ser limitantes para aceptar la realidad del prójimo. Creemos en las doctrinas y dogmas siempre y cuando nos formen en valores éticos de servicio al semejante y bondad. Rechazamos los fanatismos que esclavizan nuestra creatividad. Entre el negro y el blanco reina el arco iris de la diversidad motivadora. Sin respeto al pensamiento ajeno no habrá democracia efectiva.

Continuemos aprendiendo. Realicemos el ejercicio de colocarnos en el lugar del otro. De esta manera, comprenderemos mucho más y seguro la tolerancia inteligente aflorará en nuestra conducta.

Abracemos determinadamente nuestra pertenencia política manteniendo la libertad de diferenciarnos en aquello que por propio criterio no deseamos abalar o compartir.

Aceptar verdades esgrimidas por otros nos fortalece y promueve nuestra libertad creativa de propio criterio.

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