Por Jorge Luis Vitale.-

Organizado por el Servicio de Pastoral Universitaria (SPU) de Buenos Aires, dirigido por el presbítero Guillermo Marcó, más de doscientas personas participaron, martes 6 de marzo, de una conferencia sobre la despenalización del aborto.

El encuentro se realizó en la sede de la Pastoral Universitaria, ubicada en Riobamba 1228, del barrio porteño de Recoleta. Estuvieron presentes el director de Frente Joven, Leandro Flocco, y otros miembros de la organización, junto con la doctora Catalina Gerace, de la Asociación Argentina de Obstetricia.

La doctora Gerace recordó que la fecundación se produce en la unión del espermatozoide y del óvulo y advirtió que para cuando se pretende programar el aborto, “el corazón ya está latiendo”. Asimismo testimonió sobre las consecuencias psíquicas y físicas pos aborto en la mujer. Por su parte, los representantes de Frente Joven detallaron y explicaron el proyecto de ley que se debatirá en el Congreso de la Nación y refutaron “mitos” que circulan en el discurso a favor de la despenalización de esta práctica.

Además, animaron a aunar los esfuerzos en la defensa de la mujer y del niño. Informaron que numerosas organizaciones a favor de la vida están trabajando juntas con el nombre “Unidad provida” e invitaron a ingresar a la plataforma www.unidadprovida.org para conocer más sobre cómo ayudar.

Finalmente, destacaron la importancia de trabajar unidos y con perseverancia en cada instancia en la que se trate este proyecto.

Dos situaciones graves que merecen atención y nuestra escucha

“Nuestra comunicación tiene que ser siempre, sea con quien sea, desde el más profundo respeto por la persona que está enfrente”, recordó el presbítero Marcó al concluir la conferencia. “Ninguna mujer llega a abortar alegremente. Llega en una situación dramática y, por lo tanto, también esa mujer y quienes la defienden se merecen nuestra comprensión. Nosotros tenemos que aportar que hay alguien más que se merece nuestro respeto y que justamente es el más débil porque no tiene voz”, aseveró.

“Son dos situaciones graves que las dos merecen atención y nuestra escucha. Ojalá encontremos entre todos un camino para ayudar a las mujeres y para que los hombres también tomen conciencia”, porque “como decía sor Juana Inés de la Cruz: ‘Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis’”. “Muchas veces, el aborto es consecuencia de un hombre que presiona para que una mujer que no quiere hacerlo termine haciéndolo”, apuntó.

“Ojalá podamos llevar este debate desde el amor y el respeto unos por los otros”, deseó el sacerdote. Protección para la embarazada en riesgo y su hijo.

En la conferencia también se recordó que, con la firma de 18 diputados, se presentó en la Cámara Baja del Congreso un contraproyecto que se opone al aborto y que propone que se garanticen los derechos “a vivir de la persona concebida”, de la madre “a una asignación especial en caso de violación” y a que “no se discrimine a su hijo por sus orígenes genéticos o biológicos”.

Este proyecto es promovido por la Red Federal de Familias.

Que los diputados sepan qué desean sus votantes.

En declaraciones a AICA, el presbítero Marcó resaltó que “si solo nos mandamos cosas entre nosotros estaríamos convenciendo a los convencidos”. “El problema es argumentar frente a los diputados que están indecisos cuál es la posición de sus votantes. Se trata de eso y de no permanecer indiferentes frente a un tema así, siempre con respeto y sin descalificar al otro. Hay que estar a la altura de las circunstancias e informarse para saber sostener lo que uno piensa”, expresó.

La ciencia ha demostrado en forma fehaciente que la vida humana comienza con la fecundación, es decir, con la fusión de un óvulo y un espermatozoide. A partir de ese momento se está en presencia de un nuevo ser, que se irá desarrollando de manera coordinada, continua y gradual. En el embrión, la construcción es autónoma y guiada por un programa definido por el propio genoma desde el primer momento de la aparición de ese individuo. La finalidad de ese programa es alcanzar el desarrollo del individuo adulto.

Se ha demostrado que este programa autónomo establece los ejes del desarrollo embrionario que comienzan a definirse en las horas siguientes a la fusión de los gametos. También, que a las 24 horas de vida se produce la primera división celular y cada una de las dos células activa en forma diferencial ciertos genes que determinan un destino diferente para ellas: de una derivarán los precursores del embrión y de la otra, los de la placenta. Las sucesivas divisiones celulares que se producen durante el viaje del embrión por la trompa van acompañadas de progresiva diferenciación celular, de expresión de distintos genes propios del embrión y de un «diálogo químico» con la madre que permite preparar la implantación del embrión en el útero (proceso que comienza alrededor del día 7 y se completa el día 14).

Todos estos conocimientos científicos refutan la idea de que el embrión en sus primeras etapas es un cúmulo de células no diferenciado hasta la formación del disco embrionario, en el día 14. Es muy importante tener en cuenta que todas las etapas del proceso de desarrollo del embrión tienen un valor similar y propio, y que una etapa posibilita que se produzca la siguiente.

En el debate actual se presenta un proyecto de aborto hasta las 14 semanas de gestación, segundo trimestre del embarazo. Para entonces, el feto ya tiene formados todos sus órganos. Solo queda que maduren: pulmones, sistema nervioso central y riñones, que ya han comenzado a producir su líquido amniótico. La placenta está organizada y presenta una estructura similar a la del tercer trimestre. Por otra parte, se pueden distinguir los rasgos faciales, por lo que los fetos de 14 semanas no son todos iguales, lo que queda demostrado en las ecografías 4D.

No se puede desconocer que muchas veces se genera un conflicto de intereses entre la madre, sus deseos, circunstancias, posibilidades, «derechos», etc., y el niño por nacer, quien no pidió vivir ni tiene posibilidad de defender su derecho a vivir. El aborto provocado tiene dos víctimas: el niño que muere y la madre. Esta muchas veces transita circunstancias adversas de distinto orden (socioeconómicas, afectivas, médicas, familiares) que le hacen muy difícil afrontar el embarazo; otras veces no puede aceptar lo que se oponga a sus deseos o a sus proyectos.

Es fundamental multiplicar e implementar medidas concretas que ayuden a las madres a sobrellevar la situación que transitan y a buscar soluciones que respeten a ambos protagonistas: el hijo y la madre. El recurso del aborto significa siempre un fracaso tanto para ella como para sus convivientes, la sociedad y el Estado.

Suele presentarse la eliminación de un hijo como un hecho sin mayores consecuencias y se propone que se tomen decisiones tan fundamentales e irreversibles sin mediar información verdadera y completa que les permita a las mujeres y sus parejas realizar una reflexión profunda para evaluar distintas alternativas de solución.

Rara vez se comentan las consecuencias psicológicas del aborto para la gran mayoría de las mujeres y están poco difundidas las investigaciones y trabajos científicos sobre el tema. Es notable el interés que se despierta cuando se abre un espacio para dar a conocer los distintos programas existentes para la sanación de las consecuencias del aborto. Esta respuesta no sólo es de las mujeres que han transitado la experiencia, sino también de los varones y de todos aquellos que de alguna manera han sido partícipes del hecho. En la Argentina, desde hace varios años se multiplican los programas de sanación de las heridas del aborto y también los agentes dispuestos a realizar el acompañamiento para alcanzar esta sanación.

El espacio que se acaba de abrir en la sociedad da la oportunidad de escuchar distintas voces; reflexionar sobre distintos argumentos; ser creativos en la búsqueda de soluciones con el objetivo claro, y principal de promover toda vida humana, desde su inicio hasta su muerte natural». El quiebre de las bases de la convivencia»

En estas relaciones humanas, que hemos recreado imaginando un escenario de aborto libre, encontramos muchas formas de vulnerabilidad. Estas relaciones pueden ser conflictivas en varios sentidos, pero hay algunos límites fundamentales sobre los que se asienta la convivencia. El primero y más básico es el del respeto a la vida y el no matar. Ahora bien, cuando una sociedad legaliza al aborto libre hasta la semana 14 introduce un profundo cambio en las bases de la convivencia. Se quiebra un límite: la vida pierde su valor absoluto. Y cuando la vida se convierte en algo disponible, que se puede quitar en ciertas etapas o por ciertas causales, se generan las condiciones jurídicas que colocan a los vulnerables a merced de la decisión de los más poderosos.

Cuando el descarte de vidas se convierte en un derecho, en una posibilidad más dentro del menú de actitudes hacia los demás, las presiones se incrementan sobre personas que reposaban sobre el presupuesto de esa inviolabilidad. Aumentan las presiones sobre la madre embarazada vulnerable en su trabajo o en su familia, pues el infranqueable límite de la inviolabilidad de la vida ya no existe. Así, quienes encontraban en la protección de la vida un límite para no verse forzados a hacer cosas que no querían, ya no cuentan más con esa barrera y deben tener mayor valentía para afrontar las consecuencias de seguir adelante con un embarazo que socialmente (o laboralmente) es desalentado.

El profesor Richard Stith graficaba esta situación así: “Tu opción, tu problema”. El aborto libre amplía el menú de opciones y oportunidades para evitar que una vida no deseada venga al mundo. Y esa ponderación de lo “no deseado” no sólo lo hará la madre. Todos ahora incorporan esa opción de “abortar a tiempo” como una salida posible a situaciones en que la vida no es bienvenida. Y si ello ocurre antes de nacer, ¿por qué no va a ocurrir luego del nacimiento, o en la vejez, o en las enfermedades muy costosas, o en las depresiones profundas, o en la discapacidad?

Por otra parte, en el caso de las personas con discapacidad, su eliminación “a tiempo” se vuelve progresivamente una obligación jurídica. Ello no ocurre porque se dicten leyes que así lo dispongan, sino porque se comienza a considerar un “daño” nacer con una malformación si los padres tuvieron tiempo hasta la semana 14 (o incluso más allá) para detectar cualquier discapacidad y descartar al concebido. También el médico se ve presionado por el eventual miedo a un juicio de mala praxis porque los padres le demandarán que les ofrezcan “en tiempo” los estudios prenatales que permitan hacer esos controles de calidad. Y también el seguro de salud estará interesado en detectar “a tiempo” a los que presentan discapacidades, pues será mucho más barato eliminarlo prenatalmente, que asumir los costos de su atención de por vida.

Así, el aborto libre termina siendo funcional a una concepción de tecnocrática de la sociedad, pues configura las condiciones jurídicas que relativizan el valor de la vida y la colocan como un bien disponible, que puede ser sometido a controles de calidad, y que puede y debe ser descartado si no reúne los estándares “normales” de utilidad. Esta mentalidad, que busca la optimización funcional de todas las relaciones para que sean maximizadoras de consumo y circulación de bienes, también pretende que la persona humana se vuelva parte de esa racionalidad tecnocrática, valorando a la persona por su utilidad.

La concepción de una nueva vida humana es un acontecimiento que revoluciona a la sociedad. Para ingresar a la vida no hay que ser aceptado por una mayoría o reunir ciertas condiciones. El otro es alguien que me interpela y me llama a reconocerle todos sus derechos y su dignidad. Pero si durante un tiempo hay posibilidad de descartar al que está por nacer entonces un dramático mecanismo de exclusión y selección se pone en camino. Habrá vidas dignas de ser vividas y otras que no.

Podemos hacer las cosas distintas. Podemos pensar en salvar las dos vidas. Podemos pensar en incluir a las personas con discapacidad. Podemos pensar en apoyar a la mujer en conflicto con su embarazo. Podemos prevenir nuevas formas de presión y violencia contra la mujer. Optemos por la vida.

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