Por Hernán Andrés Kruse.-

El gobierno de Mauricio Macri es calamitoso por donde se lo mire. Hay inflación y hay recesión. Las pymes se desmoronan como castillos de naipes. Los comercios tienen serias dificultades para seguir funcionando, al igual que las fábricas. La inmensa mayoría de los argentinos no llega a fin de mes, lo que los obliga a endeudarse. Los comedores no dan abasto. La justicia es una entelequia. Comodoro Py se ha transformado en una fuerza de choque al servicio del macrismo. La ciudadanía está a merced de una tenebrosa camarilla integrada por jueces, fiscales, periodistas, policías, legisladores y servicios que funciona al margen de la ley. Los jueces díscolos molestan sobremanera al Poder Ejecutivo. No tolera que no se rindan, que actúen con independencia y decoro. La política energética es desastrosa. Por primera vez en la historia sufrimos un gigantesco apagón que abarcó todo el territorio nacional. El modelo de ajuste implementado por el gobierno condena a la mitad de la población a la más obscena exclusión social. Sin embargo el presidente se mantiene imperturbable. Cree que el país va por el camino correcto, el único, enfatiza, capaz de sacarnos del subdesarrollo. Hoy la Argentina no es independiente. Su economía está en manos del Fondo Monetario Internacional. Tal como ocurrió en su momento con Carlos Menem, Mauricio Macri es el niño mimado del poder político internacional. En las últimas horas los presidentes más poderosos del mundo lo halagaron impúdicamente en Japón luego de la confirmación del acuerdo Mercosur-Unión Europea, acuerdo que hace recordar al famoso tratado Roca-Runciman de la década del treinta del siglo pasado.

Así está hoy la Argentina. Postrada y humillada. Triste y abatida. Sin embargo, todas las encuestas que se publican son coincidentes: a pesar de todo Macri conserva una respetable intención de voto. Hoy, pese a perder en las PASO y en la primera vuelta, estaría en condiciones de forzar el ballotage, un escenario que podría terminar de resultarle favorable. ¿Cómo es posible que el presidente siga siendo un candidato competitivo? ¿Cómo es posible que un importante sector de la sociedad esté dispuesto a seguir soportando un gobierno que sólo conoce una sola palabra: ajuste? ¿Somos, acaso, un pueblo sadomasoquista? Porque en esto hay una coincidencia generalizada: Macri fracasó como presidente. Sin embargo, puede resultar reelecto en noviembre.

¿Qué nos está pasando a los argentinos? A esta altura de los acontecimientos no cabe ninguna duda que aquellos que están dispuestos a elegir nuevamente a su verdugo han sido manipulados por los poderosos medios de comunicación que están a favor del gobierno. Estos medios son expertos en el arte de taladrar mentes y conciencias. Y son millones los argentinos que aceptan sin chistar todo lo que esos medios les introduce en su cabeza. Para quienes están dispuestos a votar nuevamente a Macri todo lo que “informan” TN y Clarín, por ejemplo, es palabra santa, es un dogma revelado. “Un dogma”, dice José Ingenieros, “es a la vez, una verdad infalible y un precepto inviolable… El dogma debe ser acatado tal como lo ha definido, de conformidad con la inspiración divina, una autoridad cuya competencia es indiscutida; su palabra expresa la verdad absoluta y debe ser objeto de fe inmutable, puesto que la divinidad no se engaña nunca ni puede engañar… Quien dice dogma, pretende invariabilidad, imperfectibilidad, imposibilidad de crítica y de reflexión… El dogma no deja al creyente la menor libertad, ninguna iniciativa”.

Ingenieros alude obviamente al dogma teológico pero la manera como lo trata ayuda para intentar comprender al votante macrista. Sentado frente al televisor cree que Cristina se robó por los menos dos PBI, que ordenó el asesinato de Alberto Nisman, que los jóvenes de La Cámpora son la reencarnación de los montoneros de la década del setenta, que si retorna a la Rosada terminaremos como Venezuela. Sentado frente al televisor cree que, como sentenció Jorge Lanata, todos los K son unos reverendos hijos de puta. Cree en todas y cada una de las denuncias de Elisa Carrió y Margarita Stolbizer. Lo de Carrió es digno de análisis. Creo que si un buen día Carrió dice que Cristina forma parte de un complot mundial para matar al presidente Trump, el votante macrista se lo creerá. El anticristinismo está imbuido de un feroz dogmatismo que hace añicos la independencia de criterio y el pensamiento crítico. Para el votante macrista Cristina es el mismísimo diablo. Y punto. No hay nada que discutir. No hay nada que poner en discusión. ¿Por qué? Porque lo dice TN.

Share