Por Luis Alejandro Rizzi.-

Salvo el Dr. Raúl Ricardo Alfonsín, los últimos presidentes desde 1975 fueron procesados, algunos de ellos condenados.

Admitamos la presunción de inocencia, pero también admitamos que no es normal en la historia de una república que los ex presidentes deban enfrentar procesos de naturaleza penal, ya sea por hechos de corrupción o por otro tipo de delitos, como es el caso de Cristina.

Llama la atención que los procesos comiencen o se activen luego de finalizados los mandatos, este hecho demuestra que la calidad institucional está en un muy bajo nivel, ya que nos hace sospechar con serios fundamentos que durante la vigencia de los mandatos, los mandatarios ejercen un cierto control sobre uno de los poderes de la nación, aunque en verdad durante el mandato de los Kirchner, el dominio se ejerció también sobre el Poder Legislativo.

Con cierto nivel de hipocresía ahora nos preocupa más que los procesos terminen con condenas “ejemplares” que con sentencias justas, las que obviamente pueden ser absolutorias.

El periodismo en general y algunos políticos, con relación a los “k”, están imponiendo como tema de agenda diaria que Cristina debe terminar presa.

Jorge Lanata terminaba su columna de los sábados de “Clarín” escribiendo: “Hace falta que sintamos que vivir aquí vale la pena, que también lo vale trabajar más y ser mejores, y que eso tendrá una recompensa justa. Quiero decir: empezar a ser menos cínicos. Sólo la justicia podría devolvernos eso. Por eso Cristina tiene que ir presa.”

Se equivoca de medio a medio Jorge Lanata para recuperar la creencia y el respeto a ciertos valores, necesitamos, entre otras cosas, jueces probos y sentencias justas, pero no que Cristina deba ir presa o condenada.

Lo de Lanata suena más a un pedido de venganza. Quizás la fortaleza e imparcialidad institucional se demuestre si Cristina fuera absuelta, consecuencia de un juicio justo.

Los “k” han manipulado el funcionamiento judicial, y los sobreseimientos obtenidos en diversos juicios por enriquecimiento ilícito o sobreseimientos hoy revocados en causas como la de “Skanska”, no parecen haber sido “juicios justos” y las sentencias deberían ser revisadas a la luz de la doctrina de la “cosa juzgada írrita”. Probablemente se llegué a los mismos resultados o no, la diferencia será que podremos decir que “se hizo justicia”.

De todos modos estos antecedentes no se pueden invocar para decir que para recuperar la fe en que es mejor hacer las cosas bien, Cristina debería ir presa.

Señor Lanata, decir eso además, es de mal gusto.

En su historia, como en el juego de la oca, deberá retroceder unos casilleros…y eso será para bien de todos y mal de ninguno…

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