Por Paul Battistón.-

¿Un gran yerro o una gran distracción? Sin vacaciones cuotificadas, una gran clase media estafada, un verdadero viernes negro para la industria del turismo y todo esto dejando aún de lado el postre del sobreseimiento de la “conductora”.

Lunes post trauma y seguimos hablando de este encierro cubano light, con la tormenta a día de por medio.

A unos días de una campaña web que trató de poner a Macri (ahhh, pero Macri…) en el tapete como salvador de la maléfica banca privada a costilla de los argentinos. Una punzante idea demonizante que intentó hacer arqueología de la bronca modelo 2001, cuando la gente destruía fachadas bancarias. Queda la duda si el escaso efecto de la misma dio pie para atreverse a arriesgarse con lo contrario o todo fue una casualidad de superposición producto de escarbar capas tectónicas de fracasos.

La brecha cambiaria y el vacío del Banco Central vuelve a conducir hacia el mismo camino (desde un punto de partida distinto) que alguna vez arrasó con la banca privada cuando ésta no era de magnitud frente a la estatal. En aquella oportunidad, en plena evolución de liberación del mercado financiero superando controles que evitaban la expansión de las actividades bancarias, todo se vio repentinamente desbordado cuando ese pequeño aspecto llamado confianza se ausentó en un público con pocas expectativas positivas. El B.I.R. fue el mascarón de proa del naufragio.

Hoy miércoles los bancos deben poner a disposición del BCRA sus dólares, algo así como si los fabricantes de zapatos debieran poner su stock de caucho para suelas a disposición de los fabricantes de neumáticos.

Obtener dinero vendiendo dinero es el caldo de cultivo para ser el estigma de cualquier ideología colectivista; es el ideal del relato populista y sus teorías buitrescas.

Tras un período no mezquino de relativa calma financiera, un repentino derrumbe de alguna fachada podría mellar la confianza aletargada en la suma de desconfianzas.

Omicron, cepo a las cuotas, sobreseimiento y el tragicómico África por Asia parecen ser una pared para que no se vea la tormenta pero siguen cortando el pan dulce sin quitarle el papel y alguien puede desesperar.

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