Por Elena Valero Narváez.-

Los que adherimos a la filosofía político-social liberal, somos devotos del Estado mínimo, indisolublemente ligado al poder limitado. Aceptamos al Estado monopolizador del uso de la fuerza, como garante del orden social, imprescindible en una sociedad de alta complejidad como la actual. Pero, pretendemos que se limiten sus funciones –como lo señaló John Locke en 1714– a la protección de la vida, la libertad y la propiedad.

Éste es el ideal liberal. De ahí a los hechos hay una considerable distancia en nuestro país. Y en gran medida se puede comprender por la necesidad que tiene el político de lograr la adhesión de mayoría, de negociar, hacer concesiones y alianzas con partidos que piensan distinto.

No es fácil gobernar, por eso, en reiteradas ocasiones,, se debe comprender que se aparten un poco del rumbo, aunque sin hacerlo de los principios y garantías constitucionales. Quien no entiende que la política es el arte de lo posible, pretende por lo general, que su partido no se separe, ni un ápice, de un sistema de ideas filosóficas con lo cual lo congelan y relegan ya que la realidad es como es y no como uno quisiera que fuese.

El gobierno del presidente Macri está luchando con la cosmovisión estatista de la mayoría de la sociedad, la cual reclama la intervención y dirección del Estado. Esto hace que, por un lado, tenga un discurso más cercano a las ideas liberales y por el otro se paralicen las acciones tendientes a lograr un cambio de rumbo definido sólo, en los discursos.

¿Cuál es el resultado? Un progreso demasiado gradual en su cometido de bajar la inflación, un mal que no permite vivir mejor a la mayoría de los argentinos quienes viven asediados por el constante aumento de los precios.

El Gobierno sigue emitiendo en exceso por causa de un presupuesto desequilibrado provocado por sus excesivos gastos. Éstos ni siquiera pueden ser solventados por la gravosa carga impositiva. En resumen, como ya lo hemos experimentado en el pasado, la inflación no permite estimular la economía y desequilibra la producción y el empleo.

La solución es decidirse a reducir rápidamente los gastos estatales innecesarios, en vez de seguir recurriendo a incrementar las tasas impositivas.

Gasto público, déficit fiscal y emisión monetaria, ésa es la cuestión.

Por otro lado tenemos el problema de la deuda. El Gobierno se está endeudando peligrosamente para financiar al Estado. Existe el peligro de que los acreedores no quieran seguir prestando, el gobierno no pueda seguir emitiendo y los contribuyentes no puedan seguir pagando más impuestos Como no se ha generado la confianza suficiente, poco es lo que se invierte. También es escasa la afluencia de capitales extranjeros y exigua la inversión de capitales argentinos. Si ingresaran, con fluidez, las empresas comenzarían a invertir porque bajaría, considerablemente, la tasa de interés. El gobierno podría tener asegurada la reactivación económica y por ende reducir la deuda externa.

Para lograrlo, además de la aumentar la confianza, el Gobierno debe sentar las bases de una economía libre con una estructura sólida sobre la cual asentar el progreso del país, realizando los profundos cambios que requiere y explicando las consecuencias positivas, para la calidad de vida, que tendrán en el corto y largo plazo.

Las medidas aisladas que se adoptan son insuficientes y, lo que es peor, desconectadas entre sí, incitando a la confusión de los inversores, quienes se mantienen expectantes a la espera de un plan global sustentable que les permita pensar que habrá condiciones para invertir por muchos años.

El presidente debiera exigir a su equipo, apresurar el paso, para terminar con el déficit y la intervención indebida sobre los mercados y con ello con su consecuencia, la emisión de moneda, liquidando, de este modo, un problema que ha impedido por décadas, reactivar importantes sectores de la economía: la inflación.

Se necesitaría, también, lograr un acuerdo con las principales fuerzas del país para que apoyen el plan para lograrlo, al menos, por dos años. Eso le daría al Gobierno, tranquilidad para ejecutarlo. No es tarea fácil pero es importante intentarlo para de una vez por todas, nuestro país restablezca una sana economía tanto en el plano local como en el internacional.

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