Por Norberto Zingoni.-

Es tan pobre la discusión política en la Argentina luego del devastador huracán K que el discurso del presidente el próximo 1° de marzo se ha transformado poco menos que en una apuesta: ¿lo dirá? ¿no lo dirá? Se abren las apuestas. Y lo que no se discute o se discute muy poco es por qué debería hablarse de la herencia K.

La memoria histórica es fundamental para encarar cualquier empresa humana, social o política. Memoria y aprendizaje van de la mano. La facultad de acumulación de experiencias (la memoria histórica) y su consecuencia inmediata, el aprendizaje, son según Ortega y Gasset rasgos esenciales del ser humano. El hombre aprovecha la experiencia de siglos. No empieza su vida todos los días, y así como el individuo aprovecha la experiencia anterior también los pueblos procesan su aprendizaje. Es un rasgo de la inteligencia social: la capacidad de no cometer siempre los mismos errores, de acumular experiencias y de repetir lo que fue bien o evitar lo que fracasó.

¿Cómo van a evitar los (dicen) ideólogos gubernamentales de la “amnesia” Marcos Peña y Durán Barba el no repetir los errores del pasado? ¿No hablando de ellos? ¿Apostando a la amnesia colectiva?

En los procesos de cambio, la memoria y las tradiciones históricas juegan un papel fundamental, bien como referencias positivas evocando acontecimientos gloriosos, o instituciones que funcionaron bien en el pasado, o bien como referencias negativas evocando hechos vergonzosos, fantasmas de destrucción, o instituciones que fracasaron estrepitosamente y que indican que deben evitarse.

La tentación del autoritarismo, la atracción fatal de la clase dirigente argentina hacia la concentración de poder absoluto, la falta de consenso -contracara de la acumulación de poder-, el recaer en la inflación o en la pobreza endémica, el engaño a sus votantes, etc., son fenómenos que vuelven. Como una especie de mito de Sísifo criollo, vuelven y vuelven, y cuando creíamos que superábamos una de nuestras habituales crisis, ¡zas!, volvemos al punto de partida.

El presidente Macri tiene la obligación constitucional y patriótica de hablar de la herencia recibida. Un país no es un cine continuado que la película empieza cuando uno llega. Conjeturo que en la postura de algunos funcionarios macristas sobrevuela el viejo error de tantos presidentes argentinos: considerarse fundacionales. Ya del “hombre nuevo” tenemos sobredosis. Lo alegaban tanto Firmenich como López Rega.

Por último: este no es momento para asesores. Por más capaces que sean. Lamentablemente (no soy partidario de los poderes personales) pero es el momento exacto en que el presidente Macri tiene que transformarse en líder. Y conducir al país hacia otro destino que nos saque de esta irremisible decadencia. Lo primero: afinar el oído para escuchar los rumores profundos de su pueblo.

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