Por Máximo Luppino.-

Parece ser que, en el arcaico criterio del macrismo, los festejos deben estar sujetos a unas estrictas reglas rígidamente estipuladas. Por ejemplo: No se festeja por “cualquier cosa”, menos aún por las meras ganas de vivir y ser útiles al prójimo. Un “empate”, según los avinagrados cánones amarillos, (como claramente lo manifestaron) no se festeja, tampoco están habilitados moralmente los desbordes tales como risas, carcajadas, algarabía ni vítores por una posible paridad numérica.

Para ser claros y precisos en los sucesos acontecidos, Juntos ganó las elecciones legislativas del 2021. Entonces, ¿por qué había rostros propios de un velorio en su sede central? Es que “compraron lo que vendían” y soñaron con un resultado electoral que sepulte al gobierno de Alberto y Cristina. No sólo no pasó sino que el repunte electoral del Frente de Todos fue de tal magnitud que el peronismo se percibió victorioso y profundamente esperanzado con la gloria en las presidenciales del 2023.

Lo raro en verdad no es que el Frente de Todos festeje. Lo llamativo y desopilante es que Juntos no festejen, ya que ganaron las elecciones. Esto demuestra diferencias espirituales en la apreciación de las vivencias humana.

Cuentan que en Tandil, cuando pequeño, el joven Mauricio cuando su madre lo llevaba al circo miraba atentamente a los equilibristas en las alturas, pero cerraba sus ojos y tapaba sus oídos cuando los payasos desplegaban su comicidad y hacía reír al público, esto en verdad no lo soportaba. Gente feliz, una incomodidad torturante para el párvulo Mauri.

En el bunker de Alberto Fernández el entusiasmo se apreciaba a granel y los sueños de futuras medidas sociales y económicas en favor del pueblo renacieron con juvenil ímpetu. Los “ganadores” estaban tristes, los “perdedores” alegre y felices festejaban. ¡El corazón no sabe mentir! Lo que es se manifiesta por su propio peso de realidad…

De todas maneras, a Larreta, Bullrich, Macri y Vidal -entre otros- les molestó sobremanera la felicidad justicialista. Siempre fue así.

Más aún, cayeron en el desatino de pretender que el peronismo no festeje el retorno del General Juan Domingo Perón a la patria luego de 17 años de exilio. Día que en honor a la lucha social del pueblo y la CGT se destacó la acción militante de los compañeros de doctrina e ideales.

Claro, Juntos ¿Qué va a festejar?, ¿la subida del dólar?, ¿el 4 de junio o el cumpleaños de la reina de Inglaterra? El Pro es un partido político sin historia. O sea, sin pasado para evocar. Esto lo convierte en un núcleo sin futuro cierto.

Pensaron los egresado del Newman en un abrumador triunfo electoral que les permitiera dar “el golpe” anhelado. Macri hablaba de transición y apoderarse de la presidencia de la Cámara de Diputados de la Nación entre otras tropelías.

En verdad, el 17 de noviembre se festejó en doble sentido: por el resultado electoral que mostró a las claras el poder de recuperación del Frente de Todos y la sagrada evocación del retorno de Perón a suelo Argentino.

Sentimos que es muy bueno festejar, ya que “la vida es bella” y se encuentra llena de promesas a concretar en una conciencia colectiva que está en constante expansión. Festejamos por Dios, por argentinos, por peronistas y porque sí, porque las ganas de vivir supera al peso ineludible de morir.

Así es el pueblo todo es un pretexto para sonreír y lanzar una carcajada desprejuiciada al viento del universo. El pueblo es feliz por definición propia. Los otros, los amargos avinagrados necesitan de mucho, quizás de demasiado para sonreír…

¡Pretendieron prohibir festejar, que ilusos enlutados!

El “golpe blando” de Macri-Larreta-Milei y demás no se dio. La gente con su voto cuidó la democracia con sus instituciones.

¿Cómo calificar a las personas que les jode la felicidad de sus semejantes?

¿Qué decirle al que busca afuera lo que tiene en abundancia en su patria?

¡Abrazamos a todos con el amor que tenemos listo para compartir en nuestro peronista corazón! ¡Ven hermano, ven, en el justicialismo serás feliz!

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