Por Jorge Enrique Yunes.-

Gildo Insfrán capitanea la Provincia de Formosa hace 25 años. Con este solo dato es suficiente para considerar como dictatorial a su gobierno.

Esto es así, porque el ejercicio de la democracia y el status jurídico e institucional de cualquier República exige la alternancia política, como garantía del respeto a los derechos constitucionales de sus ciudadanos.

Nada de esto ocurre en el territorio formoseño, transformado en un virtual feudo peronista.

La dirigencia política vive presa de sus propias ideologías, a tal punto que no alcanza a visibilizar la diferencia objetiva entre lo bueno y lo malo. Lo justo e injusto. Lo legal y lo ilegítimo.

Tampoco tiene la suficiente madurez política como para aceptar, lógicamente, si la anterior administración concretó actos de gobierno que objetivamente beneficiaron a la Nación, como por ejemplo, vetar el ingreso al país de ciudadanos extranjeros con antecedentes penales.

Lo estúpido, es estúpido siempre, más allá de la vereda ideológica en la que me pare, y derogar por decreto ese filtro impuesto a la delincuencia internacional lo es también.

Tampoco se puede entender el franco apoyo del Presidente hacia Gildo Insfrán, al que considera «uno de los mejores gobernadores peronistas», a tenor de los sucesos habidos en Formosa, con repercusión internacional, por el manifiesto avasallamiento de las libertades individuales.

En otro tenor, esta administración tiene un enorme problema de Seguridad Pública. No sabe o no quiere resolver la inseguridad creciente y angustiante en el país. Y no lo hace, por incapacidad manifiesta o bien por resultar víctima del caprichoso y ridículo cepo ideológico del que hacíamos referencia.

De cualquier modo, tanto la Administración Nacional como la de la Provincia de Formosa, están orillando la ilegitimidad de ejercicio, tema central en cualquier análisis político de que se trate.

Señores Gildo y Alberto, si continúan dándoles la espalda a los legítimos requerimientos de sus ciudadanos, de algún modo ellos encontrarán la solución, pacífica o no, para enmendar tanta sordera institucional.

«Seamos esclavos de la ley para que podamos ser libres»- CICERÓN.

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