Por Hernán Andrés Kruse.-

¿Qué nos pasa a los argentinos que soportamos sin inmutarnos una campaña electoral signada por la chatura intelectual, la falta de respeto y el menosprecio por nuestra inteligencia? A menos de tres semanas que para que tengan lugar las PASO los principales dirigentes políticos del país, el presidente Macri y la ex presidente Cristina Kirchner polemizan en torno a “pindongas” y “cuchuflito”. En su afán por poner en evidencia la imposibilidad de millones de argentinos de adquirir en el supermercado mercaderías de primer nivel, Cristina expresó que hoy, a raíz de la malaria económica reinante, proliferan en las góndolas marcas como “pindongas” y “cuchuflito”. Como era de esperar, el monopolio mediático alineado con el oficialismo salió a retrucarle con los tapones de punta. Aprovechando su aparente repunte en las encuestas Macri le respondió a la ex presidente durante su visita por algunas localidades santafesinas: “los productores de marcas como “cuchuflito” están muy orgullosos de su trabajo.

Una vez más quedó en evidencia la tendencia de Macri y Cristina a subestimar nuestro coeficiente intelectual. Actúan como si no nos diéramos cuenta de lo que está pasando, como si no fuéramos conscientes de los graves problemas que nos agobian a diario. Actúan con una liviandad lesiva de nuestra dignidad como pueblo. Creen que somos unos ignorantes, que nuestra credulidad es ilimitada. ¿Estará en lo cierto Jaime Durán Barba cuando afirma que el electorado argentino es fácilmente manipulable? Los hechos parecieran darle la razón.

¿Somos tan tontos los argentinos como para soportar semejante falta de respeto? A veces pareciera que sí. Si no, no se explica que los dos dirigentes políticos con mayor imagen negativa continúen dominando el centro del ring, continúen siendo las figuras centrales de la política argentina. ¿Por qué les seguimos creyendo? ¿Por qué seguimos confiando en sus promesas? ¿Será cierto que somos un país adolescente, inmaduro, caprichoso? Lo cierto es que Macri y Cristina nos tratan como si fuésemos unos adolescentes inmaduros. En cada presentación de su libro “Sinceramente” la ex presidente pone en evidencia sus notables dotes actorales. Quien no la conociera quedaría encandilado con su amabilidad, su ternura y su humildad. Cuesta creer que esa misma mujer tuviera en sus manos el destino del país durante ocho años. Se dirige a nosotros como si fuera la gran madrina de la Argentina, nuestro ángel protector, como si no hubiera tenido nada que ver con lo que hoy estamos padeciendo.

Macri también es un buen actor, aunque menos talentoso que Cristina. Nos quiere hacer creer que desde que se sentó en el Sillón de Rivadavia no ha hecho más que gobernar pensando en todos los argentinos y que si hoy las cosas no marchan como él lo hubiera deseado, fue porque se desataron tormentas que afectaron la buena marcha de su gobierno. Como la economía se vio afectada no por decisiones equivocadas sino por factores naturales, él nunca tuvo nada que ver con la devaluación, la inflación, la pobreza y el desempleo. A lo único que atinó fue a reconocer públicamente que la inflación era un problema mucho más serio de lo que creía y a pedirle al pueblo más tiempo, más paciencia, más tolerancia. “Sé que muchos argentinos la están pasando mal”, expresó en más de una oportunidad, “pero créanme que este esfuerzo vale la pena porque el futuro se nos presenta venturoso”. Para el presidente para ser feliz primero hay que sufrir. Claro que siempre obvió algo fundamental: que los que sufren son siempre los mismos (los trabajadores).

Cristina y Macri son tan hábiles que han conseguido que la inmensa mayoría de los argentinos y argentinas en condiciones de votar (por lo menos un 80 u 85%) consideren que, a pesar de todo, son los únicos en condiciones de conducir el timón de ese gran buque que es la Argentina. Lo lamentable es que no se trata de un convencimiento genuino sino de un apoyo motivado por el espanto que le provoca el otro (u otra). En efecto, el grueso de quienes votarán a Macri lo harán espantados por un eventual retorno de Cristina. Y la mayoría de quienes piensan apoyar a Cristina en el cuarto oscuro lo harán espantados por una eventual continuidad de Macri en el poder.

El 10 de diciembre Macri seguirá siendo presidente o lo sustituirá Alberto Fernández. Muchos argentinos festejarán a rabiar y muchos otros entrarán en desesperación. Muchos creerán que por fin la Argentina ingresó al paraíso y muchos otros creerán que se abrieron las puertas del infierno. Muchos festejarán como si hubiera ganado Boca y otros llorarán como si hubiera perdido River. Lamentablemente (ojalá me equivoque) los problemas que nos agobian, lejos de comenzar a solucionarse con posterioridad a esa fecha, se agravarán por una simple y contundente razón: porque quienes se presentan como los grandes salvadores de la Patria son los máximos responsables de su decadencia.

Share