Por José Luis Milia.-

El miedo ha regresado. La lamentable gestión de Cambiemos ha hecho posible que los peores fantasmas que sobresaltan a los argentinos vuelvan a corporizarse en una fórmula que, si no supiéramos que solo puede prometer revancha, resentimiento e ineptitud para gobernar, merecería un lugar, por cómica, en un programa de cumbia berreta, de esos que suelen pasarse los sábados por la mañana en algunos canales.

No importa que el candidato a presidente -un simple muñeco de torta- se haya expresado con bastante mala leche, hasta no hace mucho tiempo, respecto de la candidata a vicepresidente, que es la dueña del fogón y la que cocinó la torta. Años atrás, el “viejo de la montaña”, el mismo del que, desde hace cuarenta años, cualquier político ha necesitado colgarse de su braguero para sentirse alguien, lo dijo: “mis muchachos parece que se pelean, pero en verdad, se están reproduciendo”; y de esta antigua pelea- antigua de quince días como se usa entre ellos- que en realidad es un fornicio chabacano lo que saldrá será lo que decíamos antes, revancha, resentimiento e ineptitud para gobernar pero sumándole a estas bondades la capacidad de falsía que solo alguien como el muñeco de torta puede aportar.

Una más y van… En mis años de adulto he estado en esta situación bastantes veces. Siempre corrido por el miedo, siempre poniéndole los boletos a caballos mediocres porque en la lista sólo había otros que eran peores. Nunca animándonos a hacer la nuestra, y dejando pasar oportunidades porque, para muchos como yo, sentar un par de diputados en el congreso no era ganar y, era preferible esperar a un militar que diera el sí.

Volvamos entonces al tema del miedo. No me afectan los despropósitos de Macri en economía, aunque se haya perdido mucho; y, aunque duela, que haya levantado la pobreza cuatro puntos desde el número que la recibió (28%). Sólo un ignorante o un bruto incapaz de hacer la O con un tarro puede desconocer que Cristina Fernández dejó un país en la ruina. Macri eligió un camino, para mi equivocado, pero intentó algo. Lo que me afecta de Macri son cosas que tienen que ver con mis convicciones y que son las siguientes: la persecución a los hombres que combatieron la subversión, hoy aún más fuerte que con el kirchnerismo, la insistencia en alentar a aquellos que están con el aborto a que sigan presentando proyectos para legalizar un crimen y la ley de educación sexual integral, de claro sentido LGBT. Por lo tanto, para mí, estos tres puntos se han convertido en un límite infranqueable.

Esto me ha costado interminables discusiones; el miedo no es zonzo y creen que todo voto suma aunque tengamos que rompernos los dientes con nuestra conciencia, pero sé que votar a Macri en primera vuelta es votar a la Lospennato, a la Gonzalez a Lipovetsky y a algunos otros que no recuerdo, todos ellos aborteros, todos ellos buscando la manera más eficiente de destruir el concepto de familia, todos ellos ninguneando a las FF.AA.

El miedo, y yo lo tengo, es un argumento de peso, pero me pregunto, ¿Qué hubiera sido de nuestra civilización si Shimon Bar Jonah y sus compañeros no hubieran vencido su miedo profundo y hubieran esperado un César indulgente para llevar adelante el mensaje de Nuestro Señor Jesucristo?

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