Por Roberto Fernández Blanco.-

Intoxicados por más de 80 años de contaminación socialista (y su plagio el justicialismo peronista) necesitamos una catarsis (purga) que nos libere de nuestro desconceptuado civismo. El Estado es el consorcio de ciudadanos, los que generamos la riqueza y pagamos las expensas (Impuestos) para cubrir el Gasto Público. Establecimos un Reglamento de Constitución del Consorcio (Constitución Nacional) para consolidar una comunidad de seres libres en convivencia armónica y respetuosa, de espontánea cooperación productiva y libre intercambio del fruto de los personales logros creativos (artísticos, científicos, espirituales y materiales) y productivos (bienes, servicios y afectos). Para una mayor eficiencia comunitaria creamos tres instituciones subsidiarias (esto es, al exclusivo servicio de los ciudadanos): la Administración (Ejecutivo) de los medios públicos comunitarios que facilitan la convivencia y el proceso productivo, el Consejo de Administración (Legislativo) y el Tribunal Arbitral (Justicia), instituciones en las que la comunidad delega bien acotadas atribuciones, tareas y obligaciones -que no les está permitido rebasar- a los fines de sostener las condiciones operativas que permitan una libre y dinámica generación de riqueza en favor de un creciente “Bienestar del Consorcio de ciudadanos (Bienestar del Estado)”, sin estatizaciones que generan drenajes improductivos y destructivos del erario (dineros públicos) y sin centralización de la economía en manos de funcionarios planificadores creídos omniscientes con la falaz e irrealizable promesa de un “Estado de Bienestar” cuyo conocido final es la pérdida de capacidad productiva y un empobrecimiento generalizado del pueblo.

GASTO PÚBLICO

Es muy torpe intentar solucionar los desbarajustes de un desbordado gasto público, inicuo e ineficiente, quitándole más riqueza al ciudadano productor mediante la multiplicación de impuestos y la emisión de moneda (inflación).

El Administrador de turno (Gobierno), mediante la creciente exacción impositiva, se va convirtiendo en un mayoritario copropietario (hoy del orden del 60%) de los resultados positivos del emprendimiento productivo de cada ciudadano o sociedad de ciudadanos. Por esta pendiente de despojo confiscatorio, de clara explotación por plusvalía impositiva, vamos en camino de caer en manos de un gobierno totalitario con toda la economía centralizada y planificada, manejada por un déspota con la suma del poder, antesala de la inevitable cadena de desabastecimiento, colapso y ruina económica.

“Quien no produce pedirá ser mantenido y quien produce dejará de producir para no ser explotado”. Los ciudadanos del Estado (consorcio de ciudadanos) pasan así de su condición de seres libres a la de servidumbre, quedando convertidos en rehenes sometidos a la voluntad de la administración central.

Asombra que muchos argentinos, supuestamente cultos y pensantes, todavía siguen rígidamente atados al dogma socialista (y a su plagio justicialista peronista) sin que alcancen a percibir que esta enervante dependencia es la causa de nuestra sostenida decadencia, ni alcancen tampoco a ver las evidencias concretas e irrefutables a las que condujo el socialismo en la Rusia de Lenin-Stalin, la Italia de Mussolini, la Alemania del nacional-socialismo de Hitler, la China de Mao, la Cuba de la familia Castrista, la Venezuela de Chávez-Maduro, la Nicaragua de Ortega, etc. Pero para mayor claridad tomemos el más acabado e indiscutible de los ejemplos, el hecho más contundente, la experiencia más reveladora del inherente poder destructivo del socialismo, la de la Alemania de posguerra, donde un mismo pueblo con una misma cultura quedó dividido en dos zonas, la Alemania Occidental y la Alemania Socialista, en la que esta última, tras más de cuarenta años de sofocación y una vez derribado en 1989 el oprobioso muro de Berlín, se extinguió definitivamente, siendo rescatada (para fortuna del pueblo sometido) por la Alemania Occidental merced a su floreciente economía capitalista liberal.

A nosotros, el Soberano pueblo argentino (Autoridad Suprema), nos queda por definir y establecer claramente, en detalle y alcance, que conceptos y montos del Gasto Público estamos dispuestos a cubrir en pos de una convivencia libre, armónica y productiva para delegar su administración en el Gobierno de turno.

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