Por Armando Ribas.-

Voy tratar un tema que parece estar de moda en el Instituto Acton, y voy a insistir en que cuando hablo de la Iglesia Católica no hablo de religión sino de política. La creencia es un derecho indubitable reconocido inicialmente por el liberalismo como un fundamento de la libertad. Así privó la influencia al respecto de John Locke que en su A Letter Concering Toleration escribió: “Nadie puede ir al cielo con una religión en la que no crea”. Y recordemos que la falta de libertad religiosa existía en Inglaterra y por ello los Pilgrims emigraron a Estados Unidos.

Entonces comenzando con La Doctrina Social de la Iglesia, se pretende a través de ella un intento político universal de la Iglesia católica, que a mi juicio inicial constituye una aparente violación de un principio fundamental del cristianismo expresado por Jesucristo: “Dar al Cesar lo que es del César y a Dios lo que es de Dios; Mi reino no es de este mundo. Esa preposición de Jesucristo es un principio fundamental del liberalismo. Pensamiento iniciado por John Locke que representó el inicio de la libertad por primera vez en la historia.

Los primeros pasos de la Iglesia Católica constituyeron la violación de la libertad y así comenzó con la Inquisición. La historia muestra claramente que cuando es Dios el que gobierna el que se le opone es un hereje y hay que quemarlo. Como se recordará en esos tiempos el que decía que la tierra le daba la vuelta al sol lo quemaban. Esta situación trascendía a la Iglesia Católica y por ello en Inglaterra existía The Court of the High Comission que cumplía bajo la dirección del rey la misma función que la Inquisición.

A la Inquisición siguió en la Iglesia el llamado ultramontanismo que fuera terminado con la llegada del papa León XIII que en 1891 escribió la encíclica Rerum Novarum que a mi juicio determinó el inicio de la libertad en la Iglesia. En ella León XIII dice:

“En la sociedad civil no pueden ser todos iguales, los altos y los bajos. Afánanse en verdad por ello los socialistas; pero vano es ese afán y contra la naturaleza misma de las cosas. Porque ha puesto en los hombres la naturaleza misma grandísima y muchísimas desigualdades. No son iguales los talentos de todos, ni igual el ingenio, ni la salud ni la fuerza; y la necesaria desigualdad de estas cosas sigue espontáneamente la desigualdad de la fortuna. La cual es por cierto conveniente a la utilidad, así de los particulares como de la comunidad. De toso lo cual se ve que aquel dictamen de los socialistas, a saber que toda propiedad debe ser común, debe absolutamente rechazarse porque daña a los mismos que se trata de socorrer”.

En las anteriores palabras está reconocido por León XIII el pensamiento de Locke, el derecho del hombre a la búsqueda de la felicidad, Adam Smith: “La mano invisible” Y de Hume la naturaleza humana, la libertad y el derecho de propiedad.

Pero llegó el Concordato de Letrán que fue el pacto de Pío XI con Mussolini, Diría que de ese acuerdo desapareció de la Iglesia el pensamiento liberal y llegó el fascismo tal como a mi juicio es reconocido en la Quadragesimo Anno: En ella Pío XI después de hacer un análisis y una interpretación compleja del pensamiento de León XIII escribió: “El Estado el cual libre de todo partidismo debería estar erigido en soberano y supremo árbitro de las ambiciones y concupiscencias de los hombres”. Así mismo dijo que la riqueza la había dado Dios por tanto había que distribuirla por el bien común. En la primera de estas aseveraciones resaltó el pensamiento de Hegel: “El estado es la divina idea tal como se manifiesta sobre la tierra”. Y en la segunda llegó Rousseau: “No importa como esta adquisición es hecha, el derecho individual sobre su propia tierra está siempre subordinado al derecho de la comunidad. Y el absolutismo del Estado: “Así como la naturaleza le da a cada hombre poder absoluto sobre las partes de su cuerpo, el pacto social da al cuerpo político poder absoluto sobre sus miembros” –Soberanía. De aquí llegó también Robespierre.

Como podemos ver en estas ideas está engendrado el totalitarismo como racionalización del despotismo, y por supuesto de allí surgió el fascismo. Como había expuesto Nolte, el fascismo surgió del socialismo y así llegaron Mussolini y Hitler, que no olvidemos eran populares. No hay dudas de que el fascismo fue el acuerdo intelectual de Mussolini con Lenin, criminal nato de la Rusia comunista, que escribió en La Nueva Política Económica: “Los capitalistas están operando entre nosotros. Ellos están operando como ladrones, tienen ganancias. Pero ellos saben cómo hacer las cosas”

Y en esa línea llegó Perón a la Argentina apoyado por la Iglesia, que tal como señala Sebreli en su brillante libro “Crítica de las Ideas Políticas Argentinas, en las elecciones de 1943 el Nuncio Apostólico emitió declaración en la cual decía que ningún católico podía votar por alguien que estuviera a favor de la separación del estado de la Iglesia.

En 1967 la Iglesia entro en el populismo con la encíclica Populorum Progressio del Papa Pablo VI donde escribió: “El desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico. Para ser auténtico debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo hombre. Dios ha destinado la tierra y todo lo que en ella se contiene, para uso de todos los hombres y de todos los pueblos, de modo que los bienes creados deben llegar a todos en forma justa, según la regla de la justicia inseparable de la caridad”. O sea, a mi juicio, Rousseau está presente. Y es decir, el bien común que reconoció Ayn Rand: “La noción tribal del bien común ha servido como la justificación de la mayoría de todos los sistemas sociales y de todas las tiranías en la historia”.

Esa tendencia de la Iglesia se revertió en 1991 con la llegada de Juan Pablo II y su encíclica “Centesimus Anno”. En la misma evadió de nuevo al mundo socialista y fascista y volvió a León XIII y lo citó: “Para solucionar este mal (la injusta distribución de la riqueza junto con la miseria de los proletarios) los socialistas istigan a las pobres al odio contra los ricos y tratan de acabar con la propiedad privada estimando mejor que, en su lugar todos los bienes sean comunes… pero esta teoría es tan inadecuada para resolver la cuestión, que incluso llega a perjudicar a las propias clases obreras”.

Pero lamentablemente esa recuperación de León XIII a mi juicio se perdió de vista en la siguiente conclusión de Juan Pablo II publicada en su encíclica Veritatis Splendor, donde escribió: “Compete siempre y en todo lugar a la Iglesia proclamar los principios morales, incluso los referentes al orden social, así como dar su juicio sobre cualquiera asuntos humanos, en la medida que lo exijan los derechos fundamentales de la persona humana o la salvación de las almas”. Creo que aquí se le está dando a Dios lo que es del César.

Todo parece indicar que ha llegado Perón al Vaticano con la figura del Papa Francisco que en toda sus prescripciones nuevamente viola el principio de dar al Cesar lo que es del Cesar. Y lamentablemente en sus sucesivas críticas al sistema político, desafortunadamente llamado por Marx capitalismo y que fuera determinante de la creación del mundo en que vivimos y que como lo define William Bernstein comenzara hace tan solo unos doscientos años. O sea que León XIII sigue olvidado y Francisco visita a los castro. Quienes han sido los criminales mayores que ha sufrido el continente.

Y para terminar esta batalla ideológica contra la Izquierda voy a hacer dos citas relevantes ante la problemática actual del mundo en la supuesta lucha por la igualdad y consecuentemente el aumento del gasto público que implica la violación del derecho de propiedad y consecuentemente la caída en la tasa de crecimiento económico.

“Luche por la igualdad hasta que me percaté que en la lucha por la igualdad se pierde la libertad y después no hay igualdad entre los no libres (Karl Popper).

“El egoísmo bien entendido de los ciudadanos es solo un vicio para el egoísmo de los gobiernos que personifican a los estados… Hasta aquí el peor enemigo de la riqueza del país es la riqueza del fisco” (Juan Bautista Alberdi).

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