Por Hernán Andrés Kruse.-

En pocas horas culmina un 2021 sumamente complicado, traumático y, para millones de compatriotas, dramático. En este año que está a punto de pasar a la historia la economía empeoró, al igual que la salud a raíz del avance incontenible del Covid-19. La clase política continuó con su inveterada costumbre de burlarse de nosotros. Ahí están los casos de una diputada nacional de Juntos que se fue de viaje con sus hijos a Disney mientras sus colegas debatían en el recinto la cuestión de los bienes personales y de un conocido diputado provincial justicialista santafesino que mientras la legislatura dejaba sin presupuesto al gobernador Omar Perotti, disfrutaba junto con su novia las bellezas de una isla paradisíaca. Ahí está el dólar blue que cerró 2021 a 208$, luego de alcanzar los 210$. Ahí está la negociación con el FMI, cada día más complicada. Creo que finalmente los hechos terminarán dándole la razón al profesor Juan Carlos De Pablo, quien desde hace meses viene afirmando que ni al gobierno ni al Fondo les interesa acordar. Ahí está la inseguridad, cada día más violenta e irracional. Ahí está el presidente de la nación, incapaz de ejercer el poder como un verdadero estadista. Ahí está la vicepresidenta de la nación, incapaz de tolerar la derrota sufrida por el oficialismo en las elecciones de noviembre. Ahí está la oposición, que no se cansa de hacer papelones desde que obtuvo un resonante triunfo en las elecciones de medio término. Ahí está Mauricio Macri, incapaz de reconocer al menos uno de los innumerables errores que cometió cuando ejerció la presidencia de la nación. Ahí estamos nosotros que, como pueblo, todavía no hemos aprendido a vivir en democracia, a entender la esencia de este régimen político que, como sentenció el gran Winston Churchill, es muy imperfecto pero es el mejor comparado con los demás.

Frente a tan sombrío panorama nada mejor, me parece, que releer a aquellos patriotas que fueron verdaderos demócratas, que dejaron para la posteridad libros imperecederos cuya lectura es vital para comprender por qué hemos demostrado una incapacidad supina para edificar una democracia liberal sólida y estable, permanentemente vulnerada y fornicada por los gobiernos que hemos venido soportando desde hace muchísimo tiempo. Uno de esos patriotas es Esteban Echeverría, máximo ideólogo de la Generación de 1837 y autor de las célebres Palabras Simbólicas, columna vertebral del también célebre Dogma Socialista. Rememoremos algunos párrafos de este escrito sublime, cuya actualidad no deja de impresionar.

Escribió Echeverría:

1-“La voluntad de un pueblo o de una mayoría no puede establecer un derecho atentatorio del derecho individual porque no hay sobre la tierra autoridad alguna absoluta, porque ninguna es órgano infalible de la justicia suprema, y porque más arriba de las leyes humanas está la ley de la conciencia y de la razón. Ninguna autoridad legítima impera sino en nombre del derecho, de la justicia y de la verdad. A la voluntad nacional, verdadera conciencia pública, toca interpretar y decidir soberanamente sobre lo justo, lo verdadero y lo obligatorio: he aquí el dominio de la ley positiva. Pero más allá de esa ley, y en otra esfera más alta, existen los derechos del hombre, que siendo la base y la condición esencial desorden social se sobreponen a ella y la dominan. Ninguna mayoría, ningún partido o asamblea, tiene derecho para establecer una ley que atasque las leyes naturales y los principios conservadores de la sociedad, y que ponga a merced del capricho de un hombre la seguridad, la libertad y la vida de todos. El pueblo que comete este atentado es insensato, o al menos estúpido, porque usa de un derecho que no le pertenece, porque vende lo que no es suyo, la libertad de los demás; porque se vende a sí mismo no pudiendo hacerlo, y se constituye en esclavo, siendo libre por la ley de Dios y de su naturaleza”.

2-“No hay igualdad donde la clase rica se sobrepone y tiene más fueros que las otras. Donde cierta clase monopoliza los destinos públicos. Donde el influjo y el poder paraliza para los unos la acción de la ley y para los otros la robustece. Donde sólo los partidos, no la nación, son soberanos. Donde las contribuciones no están igualmente repartidas y en proporción a los bienes e industria de cada uno. Donde la clase pobre sufre sola las cargas sociales más penosas, como la milicia, etc. Donde el último satélite del poder puede impunemente violar la seguridad y la libertad del ciudadano. Donde las recompensas y empleos no se dan al mérito probado por hechos. Donde cada empleado es un mandarín, ante quien debe inclinar la cabeza el ciudadano. Donde los empleados son agentes serviles del poder, no asalariados y dependientes de la nación. Donde los partidos otorgan a su antojo títulos y recompensas. Donde no tiene merecimientos el talento y la probidad, sino la estupidez rastrera y la adulación”.

3-“No hay libertad donde el hombre no puede cambiar de lugar a su antojo. Donde no le es permitido disponer del fruto de su industria y de su trabajo. Donde tiene que hacer al poder el sacrificio de su tiempo y de sus bienes. Donde puede ser vejado e insultado por los sicarios de un poder arbitrario. Donde sin haber violado la ley, sin juicio previo, ni forma de proceso alguno, puede ser encarcelado o privado del uso de sus facultades físicas o intelectuales. Donde se le coarta el derecho de publicar de palabra o por escrito sus opiniones. Donde se le imponen una religión y un culto distintos del que su conciencia juzga verdadero. Donde se le puede arbitrariamente turbar en sus hogares, arrancarle del seno de su familia y desterrarle fuera de su patria. Donde su seguridad, su vida y sus bienes están a merced del capricho de un mandatario. Donde se le obliga a tomar las armas sin necesidad absoluta y sin que el interés general lo exija. Donde se le ponen trabas y condiciones en el ejercicio de una industria cualquiera, como la imprenta etc.”

Emociona leer estos pensamientos de Echeverría. Con un lenguaje claro y simple, destaca lo esencial de la democracia liberal, de un régimen político que enarbola como valor supremo la dignidad de cada miembro de la asociación. Con un lenguaje claro y simple, afirma que “la democracia no es el despotismo absoluto de las masas ni de las mayorías”, sino que “es el régimen de la razón”. Para aplaudir de pie.

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