Por Jacinto Chiclana.-

En un periódico de muy importante tirada, Sergio Rubín, un hombre que parece conocer a Francisco desde hace mucho tiempo, decía que el Papa estaría esperando un gesto de acercamiento, un gesto de amistad de parte de nuestro nuevo Presidente.

Repasando ese comentario de tan prestigioso periodista, especializado en las cuestiones relacionadas con la Santa Sede, regresaron a mi memoria una variedad de hechos concretos que enmarcan la relación, primero del Cardenal Bergoglio y luego de SS Francisco, con numerosos representantes del régimen “democrático” que acaba de abandonarnos, esperemos que para siempre.

Resultaría tedioso, además de inútil, enumerar las veces en que el dignísimo e inquieto Cardenal fue ninguneado y vilipendiado por Kirchner primero y por su mujer después.

Cualquiera que aún conserve medianamente apta su capacidad de memoria, recordará seguramente las filosas declaraciones de ambos personajes cuando se referían a Bergoglio.

Una de las maneras de ningunearlo era asistir al Tedeum de las fechas patrias en cualquier lugar del mapa nacional en donde lograran vaciarle de presencia oficial la Catedral Metropolitana.

Una de las pocas autoridades que concurrían, en una suerte de compensación moral, era el entonces Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Estas escaramuzas infantiles de jugar a las escondidas con el molesto, quejoso y liero Cardenal, eran mucho menos importantes que todos los intentos oficialistas de demostrar que Bergoglio, en los años de plomo, era virtualmente un entregador de curitas del tercer mundo, que luego desaparecían sin rastros, colgándole de facto el cartel de cómplice de la dictadura, infiltrado en la estructura eclesiástica con la misión de denunciar y traicionar a quienes fueran sospechados de propalar las teorías de la Doctrina Social de la Iglesia.

Los epítetos irreproducibles de la vieja de boca sucia y alma atormentada de odio y las frases descalificadoras de la señora impañuelada de fino aspecto, aunque similares intenciones, hacían caso omiso a su investidura y frecuentemente, a la par que se trasladaban a los confines del interior acompañando al presidente de turno en el oportuno Tedeum en cualquier lugar, numerosos y numerosas hienas integrantes de sus huestes, y seguidoras de sus desvariadas filosofías, utilizaban la Catedral Metropolitana como gigantesca e imponente letrina, orinando y defecando a escasos metros de la tumba del General San Martín, demostrando que, lejos de ser dignos de ser considerados seres humanos, ni siquiera alcanzan la dimensión de animales salvajes.

Pasado el tiempo, cuando los integrantes de la banda de ladrones con rangos de funcionarios jamás imaginaban que un argentino podría ser elegido Papa, la sorpresa los agarró con la guardia baja y abundaron las operaciones dirigidas a escupirle el asado al Cardenal argentino… por si las moscas.

Se dijo de todo y para todos los gustos.

El gangoso amigo de los iraníes, la vieja sucia, la vieja platinada, la alpargata rosa, el ex asesino, el espía periodista, actores militantes, jueces militantes, testaferros y operadores, apoderados ocultos y socios en comisión, opinadores seriales y voceros militantes y otros variados especímenes de esa fauna fagocitadora de estiércol, salieron a darle como en bolsa a Bergoglio.

No fuera cosa que los planetas se alinearan de forma especial y, por primera vez en la historia de la humanidad, existiera un Papa argentino y peor aún, supuesto enemigo confeso de este populismo hipócrita y corrupto.

Desde “hijo de Puta y asesino…” según nuestra poetisa rioplatense de lamentable longevidad, hasta “facho y delator…” De allí para abajo y a los laterales, todo lo que podamos imaginar se dijo de “nuestro Bergoglio…”

Y el curita molesto y despreciado fue elegido Papa… y tardaron varios días en absorber el gran golpe y, ante el entusiasmo y el fervor de la gente, fueron mutando su discurso y finalmente, como ya parece ser norma en esta casquivana y prostituta sociedad, llena de panqueques voladores, el Papa Francisco pasó de ser “una basura” a ser el nuevo héroe nacional.

Y allí viajó la viuda, toda ella de negras vestiduras, a regalarle boludeces y sacarse fotos de todos los colores con el nuevo símbolo nacional… y el que hasta hacía poco era “una mierda” (pañueluda dixit) pasó a ser “su excelencia reverendísima…” y “ un orgullo nacional…”

Fueron a verlo en grupo, en tropel y en banda los personajes más oscuros de la división gurka más inmoral de la jauría de Atila. Muchas veces aquellos mismos que pronunciaban las frases más soeces que contiene nuestro hermoso y rico idioma.

Todos querían la foto con él.

Y él, generoso, amplio y misericordioso, los recibía.

Le llevaban sus hijos y entenados, muchos de ellos encaramados en la generosa escalera prebendaria del Estado, en una muestra del más rabioso e inmoral nepotismo.

Fueron las veces que quisieron.

Hasta el matón arrabalero y pendenciero que disciplinaba hasta no hace mucho a industriales y empresarios, fue recibido por el amplio y contemporizador Francisco.

Una manga de impresentables de innoble pedigree y espeluznantes currículums, que harían palidecer de envidia al mismísimo Charles Manson, partieron presurosos para Roma.

Y el sumo Pontífice no le hizo asco a nada ni a nadie.

No distinguió siquiera a consuetudinarios corruptos, portadores de numerosas causas judiciales y arenosos domicilios.

A todos les abrió las puertas y les regaló su amplia sonrisa bonachona y amistosa. Y decenas de miles de fotografías recorrieron el mundo, mostrando al bueno de Francisco contemporizando sonriente con nefastos personajes.

¿Y ahora nuestro nuevo Presidente tiene que dar señales de acercamiento a Francisco?

¿Tiene que enviarle algún mensaje subliminal, para hacerle entender que es el Presidente de los argentinos porque recibió el beneplácito esperanzador de más de la mitad del país?

¿Dónde está el Bergoglio generoso y amplio que deambula por lugares comunes con sus Gomicuer legendarios y llenos de grietas?

¿Qué pasó? ¿Es que finalmente tomó partido?

¿Hubiese preferido quizás al felpudo genuflexo?

¿Es mejor estrechar la mano de un dictador como Raúl Castro que saludar a quien ha sido elegido democráticamente?

¿Qué hizo Macri para merecer esto?

¿Quizás porque se casó tres veces?

Con todo lo que me gusta como compositor, ¿hay tiempo para llamarlo a Castaña, pero no a Mauricio?

¿Se le cruzará por la cabeza que no sólo lo ningunea a él, sino también a la gran cantidad de católicos más o menos fervientes que lo votaron?

Parece que esto permanecerá por ahora en la insondable nebulosa de la ignorancia y los misterios del dogma.

Confieso ser poco menos que un hereje. Me cuesta mucho creer en Dios y no confío en la iglesia de los hombres. Mucho menos cuando esa misma iglesia se aparta de la humildad del carpintero y sus máximas jerarquías, salvo honrosas excepciones, viven rodeados del lujo, el boato y los dorados oropeles y bordados de oro, habiendo y reconociendo tanta hambre y miseria en el mundo.

Pero Francisco me colmaba de confianza.

Por fin alguien se desprendía de las obscenas riquezas y se acercaba a la humildad del pastor de almas.

Bueno, ¿qué quiere que le diga? Siento una gran decepción.

Ya sé que no es Dios, es un hombre que se supone lo interpreta mejor que nadie y lo representa.

Ya sé que no es infalible, pero parece que el pastor no mide a sus ovejas con la misma vara.

A algunas, hasta las más incorregibles y deleznables, parece que les perdona todo.

A otras, no se sabe bien por qué, las trata con estudiada indiferencia y les regala su silencio admonitorio.

Y entonces a mí, como buen hereje carente de fe, se me viene abajo como… no, mejor no se lo digo.

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