Por Hernán Andrés Kruse.-

En su edición del domingo 13 de noviembre, Página 12 publicó un artículo del filósofo y crítico cultural esloveno Slavoj Zizek titulado “El peligro de la pseudoactividad”, publicado en la semana previa a las elecciones de Estados Unidos y en el que abrió un debate al afirmar que a la izquierda le convenía una victoria de Trump y no de Hillary. Zizek comienza su aguda reflexión haciendo mención de la novela de Saramago “Ensayo sobre la lucidez”, en la que cuenta la historia de extraños acontecimientos que tuvieron lugar en una ciudad capital no identificada de un país democrático también sin identificar. En la mañana del día en el que se celebran elecciones la lluvia es torrencial lo que provoca una merma considerable del número de votantes. Sin embargo, a media tarde el clima experimenta una mejoría lo que produce un considerable aumento de las personas que se dirigen a los centros de votación. Sin embargo, al efectuarse el recuento el gobierno advirtió que más del 70 por ciento de la población de la capital no había elegido a ningún candidato. El gobierno decidió convocar nuevamente a la población para que vote dentro de una semana con la esperanza de achicar todo lo posible el porcentaje del voto en blanco. Grande fue su sorpresa al advertir que el voto en blanco, lejos de disminuir, había crecido. ¿Se estaba en presencia de una conspiración tendiente a provocar el derrocamiento del gobierno y en una de esas la destrucción de la democracia? Si ello es efectivamente así cabe preguntarse cómo fue posible no descubrir la identidad de sus líderes y la manera en que hicieron posible que miles y miles de ciudadanos los obedecieran sin que las autoridades se hubieran percatado de ello. ¿Cuál es, entonces, la lección de este experimento? Así responde Zizek: “el peligro hoy no es la pasividad sino la pseudo actividad, la necesidad de estar “activo”, de “participar” para poder enmascarar la vacuidad de lo que sucede. La gente interviene todo el tiempo, “hace algo”, los académicos participan en debates sin sentido, etc. Lo verdaderamente difícil es dar un paso atrás, retirarse. Aquellos en el poder a menudo prefieren una participación crítica, un diálogo de silencios-sólo para comprometernos en un “diálogo”-para asegurarse que nuestra amenazadora pasividad está quebrada. La abstención de los votantes es por lo tanto un verdadero acto político: nos confronta forzadamente con la vacuidad de las democracias de hoy”.

¿Cómo enlaza Zizek esta reflexión a una semana del duelo entre Clinton y Trump? Escribe: “Así, exactamente, es cómo los ciudadanos deben actuar cuando se enfrentan con la elección entre Clinton y Trump. Cuando a Stalin se le preguntó a finales de la década de 1920 qué desviación es peor, la de la derecha o la de la izquierda, replicó: “¡ambas son peores”! ¿No es lo mismo con la elección que los votantes estadounidenses están enfrentando en las presidenciales de 2016? Trump es, obviamente, “peor”, ya que promete un giro de derecha y promulga una decadencia de la moralidad pública. Sin embargo, por lo menos promete un cambio mientras que Hillary es “peor”, puesto que hace que el no cambiar nada parezca deseable. En tal elección, no debemos perder los nervios y escoger el “peor” que significa cambio, incluso si es un cambio peligroso, ya que abre el espacio para un cambio diferente, más auténtico. El punto no es, por tanto, votar por Trump-no sólo no se debe votar por tal escoria, ni siquiera se debe participar en esas elecciones-. El punto es abordar fríamente la pregunta: ¿cuál es la victoria más adecuada para el destino del proyecto emancipatorio radical, el de Clinton o el de Trump?”. Para Zizek, entonces, si bien ambos candidatos son espantosos por lo menos el espantoso Trump garantiza un cambio a diferencia de la horrorosa Hillary que promete el mantenimiento de un statu quo asqueroso.

Zizek se pregunta si, tal como lo dijo hace poco el presidente Obama, puede considerarse grande a un país que permite que alguien como Trump esté a punto de ser su nuevo presidente. Expresa: “Los peligros de una presidencia de Trump son obvios: no sólo promete nominar jueces conservadores a la Corte Suprema, no sólo movilizó a los más oscuros círculos de supremacía blanca y coquetea abiertamente con el racismo anti-inmigrante; no sólo se burla de las reglas básicas de la decencia y simboliza la desintegración de los estándares éticos básicos; mientras aboga por la miseria de la gente común, promueve efectivamente una agenda neoliberal brutal que incluye beneficios fiscales para los ricos, más desregulaciones, etc. Trump es un vulgar oportunista, pero sigue siendo un espécimen humano. Lo que Trump definitivamente no es, es un exitoso capitalista productivo e innovador: apenas si destaca por entrar en bancarrota y luego hacer que los contribuyentes cubran sus deudas”. Sin embargo, fue elegido presidente por casi 60 millones de estadounidenses. Los liberales sostienen que si gana Trump se produciría un resurgimiento de la izquierda de verdad. Zizek cita el caso de Hitler a manera de contraargumento. El gran error que cometieron los izquierdistas alemanes de entonces fue creer que ellos eran los únicos capaces de derrotar a Hitler. Cabe preguntarse si el fenómeno “Trump” puede ser equiparado con el fenómeno “Hitler”. Lo que hay que preguntarse es si Trump es lo suficientemente peligroso que amerite la conformación de un gran frente compuesto por conservadores decentes, libertarios, progresistas liberales tradicionales y los restos de la izquierda radical. Según Frederic Jameson el ascenso meteórico de Trump no significa que Estados Unidos esté al borde de caer en las garras del fascismo. Zizek coincide con ese argumento. Así lo explica: “Primero, el temor de que una victoria de Trump convierta a Estados Unidos en un estado fascista es una exageración ridícula. Estados Unidos tiene una textura tan rica de divergentes instituciones cívicas y políticas que su directo “Gleichshaltung” no puede ser promulgado. ¿De dónde proviene entonces ese temor?” Para el filósofo esloveno ese temor intenta conformar una única oposición a Trump para de esa manera enervar las reales y profundas diferencias que existen entre los seguidores izquierdistas de Sanders y Hillary, quien indudablemente es la candidata preferida del establishment y de antiguos guerreros de la guerra fría como Paul Wolfowitz y Saudi Arabia. En segundo término, señala el autor, Trump se valió de la misma bronca que empleó Sanders para entusiasmar a sus seguidores. Ello explica la propensión de los partidarios de Trump a considerarlo un anti-establishment. Siempre hay que tener presente, enfatiza el filósofo esloveno, que la rabia popular siempre puede ser re-dirigida, lo que significa que un día la rabia popular puede tener como destinatario a Pedro y al día siguiente a Gonzalo.

Allá por 1937 el gran George Orwell escribió: “Todos estamos en contra de las distinciones de clase, pero muy pocas personas en serio quieren abolirlas. Así llegamos a la importante conclusión de que cada opinión revolucionaria saca parte de su fuerza de una convicción secreta de que nada puede cambiarse”. Al analizar esta reflexión Zizek considera que quienes defienden posturas radicales “invocan la necesidad de un cambio revolucionario como una especie de símbolo supersticioso que debe lograr lo contrario, es decir EVITAR que el único cambio que realmente importa, el cambio en los que nos gobiernan, se produzca”. En Estados Unidos gobierna, parafraseando a Macri, el “círculo rojo” compuesto por los miembros de las élites de las finanzas y de otros ámbitos que se la pasan negociando sobre la manera de distribuir los puestos clave de la administración. El filósofo esloveno pone como ejemplo el gobierno de Bill Clinton. Para tener una idea correcta de cómo funciona el mecanismo del poder basta con leer el contenido de los correros electrónicos de John Podestá o Hillary Clinton, The Goldman Sachs Speeches. En caso de ganar Hillary cantaría victoria un status quo que defiende una situación que inexorablemente “se desliza hacia la ecología, la economía, la humanidad y otras catástrofes”.

Ahora bien, ¿cuál de los dos candidatos ayudaría más a la izquierda a organizarse y expandirse? Si bien una victoria de Trump implicaría un grave peligro, tanto para Estados Unidos como para el resto de los países, las fuerzas de izquierda sólo se movilizarán (si continúa la inercia del status quo vigente) si la catástrofe es inminente. El autor está convencido que no habrá ninguna movilización de la izquierda. Lo cierto es que ni Clinton ni Trump están dispuestos a defender los derechos de los sectores oprimidos, así que la única y legítima elección es la abstención. Lo increíble es que muchos votantes pobres creen que Trump los representa. ¿Cómo puede representarlos un candidato que hizo su fortuna a través de especulaciones que condenaron a la miseria a millones de norteamericanos? “Al igual que los caminos de Dios, los caminos de la ideología son misteriosos”, exclama Zizek. La pregunta central es cómo fue posible que alguien como Donald Trump se haya convertido en el portavoz de tantos ciudadanos decentes y trabajadores. Lo único que hizo fue arruinar el Partido republicano al enfrentar al establishment del partido y a los fundamentalistas cristianos. La base de apoyo con que cuenta Trump es la bronca de aquellos que no soportan más al establishment, de aquellos que son considerados “blancos basura” por los liberales, de aquellos que, precisamente, deberían ser ganados para la causa de la izquierda. Según Zizek los norteamericanos no deberían votar por Hillary debido al temor que les provoca la presencia de Trump. Aunque todo parece indicar que Trump no ganará (cómo se equivocó el autor) su victoria hubiera dado lugar a un escenario político nuevo con posibilidades concretas de expansión de la izquierda radical. Después del 20 de enero se verá si esa izquierda radical realmente se expande. Aquí Zizek cita a Mao: “Hay desorden bajo el cielo, por lo que la situación es excelente”. Habrá desorden ahora luego de la victoria de Trump (las protestas anti Trump, por ejemplo) pero resulta ampliamente improbable que la izquierda radical pueda florecer en territorio norteamericano.

El autor culmina su reflexión refiriéndose a un interesante aspecto del duelo Trump-Hillary: la diferencia sexual. Basándose en Alain Badiou el autor sostiene que “vivimos en una época extraordinaria en la que no existe una tradición donde podamos basar nuestra identidad, ningún marco de vida significativa que nos permita vivir una vida más allá de la reproducción hedonista”. Está emergiendo una nueva civilización (Zizek habla de un “Nuevo Trastorno del Mundo) que afecta fundamentalmente a los jóvenes que deben decidir si dedicarse de lleno al goce sexual, las drogas y el alcohol, o al estudio, hacer una carrera lucrativa para ganar dinero dentro del capitalismo existente. Frente a esta disyuntiva la única alternativa que se les presenta “es una retirada violenta hacia alguna tradición artificialmente resucitada”. Para Badiou estamos presenciando una versión “decadente y reactiva” de aquel fenómeno que Marx anunció: el alejamiento del Estado. El Estado no es más que un aparato que regula el “egoísmo del mercado sin autoridad simbólica”, que carece de la noción de comunidad que abarca a todos los ciudadanos. Hoy el Estado está desintegrado éticamente. Con este diagnóstico Zizek cierra su artículo de la siguiente manera: “Esta desintegración de una sustancia ética compartida afecta de manera diferente a los dos sexos: los hombres gradualmente se convierten en adolescentes perpetuos sin un claro paso de iniciación que promulgaría su entrada en la madurez” (…) “En contraste con los hombres, las mujeres son hoy más y más precozmente maduras, tratadas como pequeños adultos, y se espera que controlen sus vidas, que planifiquen su carrera” (…) “En esta nueva versión de la diferencia sexual, los hombres son adolescentes lúdicos, forajidos, mientras las mujeres son maduras, serias, legales y punitivas. La ideología gobernante no espera hoy que las mujeres sean subordinadas, se espera-se solicita-que sean juezas, administradoras, ministras, CEOs, maestras, incluso policías y soldados” (…) “Así surge una nueva figura del Uno: un agente frío, competitivo de poder, seductor y manipulador, que atestigua la paradoja de que “en las condiciones del capitalismo las mujeres pueden funcionar mejor que los hombres” (Badiou). Esto, por supuesto, de ninguna manera convierte a las mujeres en sospechosas como agentes del capitalismo: simplemente señala que el capitalismo contemporáneo inventó su propia imagen ideal de la mujer”.

En definitiva, Donald Trump es, dentro de este esquema conceptual, el eterno adolescente, el inmaduro incapaz de independizarse de sus padres, el “hedonista imprudente propenso a los estallidos irracionales que dañan sus posibilidades”. Por su parte, Hillary Clinton es el emblema del nuevo UNO femenino, una feroz y brillante manipuladora que se presenta en público como la protectora de los oprimidos y desposeídos. Aquí entra en escena Rodrigo Duterte, el presidente de Filipinas que llegó al extremo de compararse con Hitler. Este troglodita “defiende la decadencia del imperio de la ley, la transformación del poder estatal en una regla extralegal que gobierna su salvaje justicia; como tal, hace lo que todavía no está permitido hacer abiertamente en nuestros países occidentales “civilizados”. Si condensamos los tres en uno, obtendremos una imagen ideal del político hoy: Hillary-Duterte-Trump”. Que Dios ampare a la humanidad.

La sorpresiva victoria de Donald Trump puede significar a nivel mundial el fin de una etapa histórica y el comienzo de otra de impredecibles consecuencias. El arribo del magnate a la Casa Blanca puede provocar la demolición de profundos paradigmas arraigados desde la caída del Muro de Berlín y la implosión de la Unión Soviética. Resulta indudable que se está en presencia de una nueva etapa que traerá aparejados profundos desafíos frente a los cuales el mundo deberá hacer frente sin el paraguas protector de Estados Unidos. De ahí la trascendencia de la persona que se hará cargo de la Secretaría de Estado, el cargo político más relevante después del de presidente. Por ahora no hay pistas sobre quién será el Ministro de Relaciones Exteriores pero cuando Trump haga la designación correspondiente la opinión pública tendrá mayores certezas sobre cuál será la dirección que imprimirá el magnate a la política exterior de Estados Unidos. En plena campaña el candidato republicano había hecho mención a la posibilidad de eliminar el apoyo norteamericano a la OTAN, en especial si sus socios europeos no cumplen con sus compromisos de manutención económica de la alianza militar. Ese solo hecho podría provocar un tsunami político a escala planetaria de impredecibles consecuencias en muy poco tiempo. Al respecto, la canciller de Alemania, Ángela Merkl, aseguró que su gobierno colaboraría con el presidente norteamericano electo, aunque aclarando que el vínculo entre ambos gobiernos debía sustentarse “en los valores compartidos” históricamente por ambos colosos. Sin embargo ya surgieron voces europeas alertando sobre una eventual retirada de Estados Unidos de Europa. Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, aseguró luego del triunfo de Trump que “siempre fue obvio que los Estados Unidos no iban a proteger este continente eternamente”. Por su parte, Guy Verhofstadt, ex primer ministro belga y presidente de la alianza de Liberales y Demócratas de Europa, aseguró que “la integridad territorial de Europa está en riesgo” ya que “por primera vez desde 1941 la seguridad de Europa no estará bajo el paraguas de los Estados Unidos” (…) “Europa no debe esperar para construir una Unión de Defensa Europea para desarrollar su propia estrategia de seguridad”. ¿Cómo será, a partir del 20 de enero, la relación de Trump con Putin? Al conocer los resultados de los comicios, Putin dijo a la televisión estatal que “Rusia está lista para restablecer las relaciones bilaterales con los Estados Unidos”. En cuanto a la relación con el gigante asiático, aparecen en el futuro algunos nubarrones ya que en su “contrato con el votante” (incluye las promesas de campaña) Trump se compromete a denunciar a China por manipular el mercado cambiario en perjuicio de la economía de Estados Unidos. El presidente Xi Jinping saludó a Trump por la victoria y expresó que ambos países “sostienen una responsabilidad especial” y que espera el desarrollo de un vínculo “estable de largo plazo” y la resolución de “las disputas de acuerdo al principio de no confrontación” (fuente: “Repliegue en Europa y tensión con China”, Página 12, 13/11/016).

Share