Por Giuliano Iezzi.-

“No construirás tu casa sobre arena sino sobre roca”, así reza la milenaria sabiduría. Sin embargo, los argentinos estamos empeñados en hacer lo contrario hace ya ochenta años. En todo ese tiempo hemos pretendido construir un país sobre mentiras, y eso es lo mismo que construir sobre arenas movedizas. Los resultados de este capricho están a la vista: hemos caído desde los primeros puestos entre las naciones del mundo a los últimos, produciendo así el único milagro económico al revés que se conozca en el mundo. Hemos logrado empobrecer un país rico.

La primera y más dañina ha sido la mentira de la justicia social, mantra repetido hasta el hartazgo para obtener las voluntades y los votos de los imbéciles funcionales, y de los “vivos”. Llamo así a los primeros, puesto que poseen intelecto como todos pero no lo utilizan. Simplemente se trata de sacar a unos y darle a otros. Se demuestra fácilmente el efecto que ha producido sumando a la fatídica cifra de 31% de pobres, el porcentaje correspondiente a los empleados del estado que están allí solo para subsidiar su pobreza y la gente que recibe planes sociales porque de otra manera pedirían limosna. No tengo la cifra exacta pero debe estar cerca del 50%. Para terminar de comprender la verdadera motivación bástenos recordar aquello de que: “El que parte y reparte se queda con la mejor parte”. Nunca en la historia argentina hubo tanta pobreza, y tanto político rico. Resultado logrado por los cultores de la justicia social.

La última gran mentira de la que intentan convencernos es lo que se ha dado en llamar la “grieta”. Concepto meneado por todos como para demostrar lo que saben respecto de pacificar al país por las diferencias ideológicas. Señores, las diferencias ideológicas siempre han existido y por eso cohabitan sanamente tantos partidos políticos, y nadie se mata por ello.

La otra grieta, esa que quieren camuflar con entelequias y saltos mortales intelectualoides, se trata del abismo entre la gente decente y los corruptos ladrones y criminales. Esa no desaparecerá, espero por el bien de todos.

Pero no será fácil su supervivencia, ya que poco a poco aquellos que tienen el negocio de generar opinión nos quieren meter gato por liebre, y adormecer nuestra moral. No creo, o al menos no se les ve, que sean imbéciles, sino simplemente comerciantes de la mentira. Algunos popes para salvarse de alguna salpicadura de la memoria que algunos sí tienen, intentan una defensa del primer gobierno de Kirchner. Como este inventó a las madres y construyó poder a través de ellas por elevación justifican lo injustificable, y soslayan el latrocinio. Hablan de libertad y nos imponen el pensamiento único, el pensamiento pro montoneros.

No hace falta ser Sherlock Holmes, ni siquiera un Dr. Watson, para comprender que han robado en todas partes, hasta en sus jubilaciones y las de sus secuaces. Tampoco escapa al sentido más común que quienes no los juzgan, aun siendo su deber hacerlo, es porque tienen el barro hasta el cogote. Así que algunos estamos orgullosos de estar del lado contrario de la grieta de donde están estas miserias humanas.

No hay cosa de mayor valor que la sangre de un hijo y han llegado a tal extremo de hacer negocio con la sangre de sus hijos, y si no tenían hijos, pues los inventaron. Pero a las verdaderas víctimas inocentes “ni justicia” como decía el populista titiritero.

Todo comienza en los treinta casi cuarenta, cuando el erario público se utilizó para comprar voluntades y mentir la historia. El que parte y reparte…

Se inició un cáncer inédito, se inició el primer proceso inflacionario en la historia, y salimos a pedirle dólares a los Yankees, sí, el General lo hizo. Este regalo de la inflación gracias a un estado elefantiásico dura hasta hoy. Adicionalmente se vaciaron las cajas jubilatorias y lo peor, se instauró el “que me dean”, criollo, en lugar del “pónganme donde aiga” de los inmigrantes. Todo eso y más hizo el “gran titiritero”. Entiéndase que el titiritero mueve palos, y de ellos cuelgan piolines y de ellos cuelgan títeres. La aclaración es necesaria.

Finalmente con el país hecho un desastre, le hicieron el gran favor de sacarle las papas del fuego y lo echaron, y allí se fue con el rabo entre las piernas… Pasado el miedo, se sacudió el polvo, y a partir de allí, desde el cómodo exilio en España, donde al parecer vivió del aire, manipuló a los “piolas” de las “fuerzas especiales” y los sindicatos. Logrando entorpecer el crecimiento del país que vivió de crisis en crisis. A unos les decía “el Che, el mejor de los nuestros” y a los otros, su aparato sindicalista, les hacía creer que eran su “Falange”. Todo anduvo bien hasta que tuvo que volver y la mentira se hizo insostenible, los dos grupos comenzaron a matarse entre ellos. No tuvo otro remedio que traicionar a unos, los más “zurdos”, a punto tal de echarlos de la plaza, tildándolos de “estúpidos” e “imberbes “. Estos insultos los profiere con total derecho y conocimiento de causa, puesto que él, mejor que nadie, sabía que hizo con ellos lo que quiso. Otra vez la suerte lo acompañó y se murió dejándonos a nosotros un mar de sangre. Pero no sin antes dejar el “somaten” que el caudillo copió de Cataluña. El somaten se trata ni más ni menos que de fuerzas paramilitares que desde el medioevo los catalanes armaban ad hoc. Perón lo explico en un discurso profusamente difundido, aquí pasó a la historia como la triple A, mal que les pese a los mentirosos peronistas. El suyo fue un gobierno constitucional, y esto es importante de destacar, porque la mayor cantidad de atentados se produjo entre mayo del 1973 y marzo de 1976 y no como nos venden día a día el verso de que Videla se despertó un día y se dijo: “Matemos a la juventud maravillosa”. La verdad histórica es que se levantaron contra el gobierno democrático encabezado, por nada menos que el General. Resulta que esa “juventud maravillosa” empuñó las armas y puso bombas antes del 1973 para que volviera Perón. Y luego siguieron matando durante el gobierno de Perón. Hasta le mataron a Rucci su mano derecha.

¿Para qué…?

El plan de la “juventud maravillosa”, y así lo manifestaron y siguen manifestando a los cuatro vientos, era simplemente imponer una dictadura al estilo estalinista y para depurar la sociedad “fusilar un millón de personas”. Esta información está a la vista de quien quiera oírlo a Masetti hijo y otros terroristas, y la profusa bibliografía escrita por los terroristas y sus partes de guerra. La profunda verdad es que eran cipayos a las órdenes de Castro y de la URSS. Tan simple como esto.

Entonces si querían fusilar un “millón de argentinos”, para instaurar la dictadura proletaria, y se confirma por los antecedentes rusos y cubanos, lo que vino después fue muy barato, a pesar de ser una dictadura.

Pusieron bombas por doquier y mataron a mansalva mientras pudieron, no les hicieron asco ni al asesinato de civiles, de niños, y de ancianos. ¿Torturaron? “Bueno, pero solo si era necesario”. Sus mismos partes de guerra lo corroboran.

Viene el golpe del 76, pedido por todos los políticos argentinos, basta con leer los diarios de esos días. Se pacifica la Argentina a sangre y fuego. No se debe olvidar que de ese gobierno formaron parte centenares de radicales y los mismos peronistas aunque hoy tratan de esconder el sol con un dedo. Podemos comparar para sacar alguna conclusión estos años de plomo con lo actuado por las FARC que nacieron en Colombia en 1968 y siguieron matando campesinos durante 49 años hasta casi ayer, y la verdad es que no sabemos si seguirán haciéndolo. Nos esperaba eso, o Cuba o algo peor, con un Gulag en algún lugar.

Luego a partir de la caída de los gobiernos militares, que se cayeron solos, por un lado y por otro el aprovechamiento de cobardes internas, luego de la nefasta experiencia de Malvinas, comienza la revancha y arteramente será convenientemente utilizada para hacer negocio. ¡Y qué negocio!

El inefable Alfonsín, defensor de terroristas, gana unas elecciones que le regala el “Cajón de Herminio Iglesias”. Y para “desmilitarizar al país”, como solía decir, sumió en las sombras a todos nuestros héroes de Malvinas. Soldados argentinos que se hicieron matar por la patria cumpliendo con las leyes, y no como aquellos que lo hicieron por Rusia o Cuba.

Tan efectiva fue la maniobra necesaria para favorecer a la “asesina juventud maravillosa” que recién luego de treinta y cuatro años pudieron los veteranos de Malvinas recibir el merecido calor de un pueblo que aún cómplice de la traición sufrida, y aunque tarde, supo reconocerlos.

Sin embargo, todavía hoy, por esta manía de despreciar la sangre derramada por la patria, alguien como el Sr. Gómez Centurión merecedor de la más alta condecoración, al valor en combate, que da la Argentina, La Cruz al Heroico Valor en Combate, es olvidado y ninguneado como tal en los medios. Pretender que en el mundo confíen en nosotros y vengan a invertir, me parece que con estos antecedentes no será fácil.

¿Si no respetamos nuestra sangre por qué deberían creer que respetaremos su dinero?

El esperpento de un solo ojo, la CONADEP, nace en diciembre de 1983, para estudiar la forma de vengarse de las FFAA. Fue conformada por una lista de “insignes” argentinos, debidamente elegidos todos de un mismo color. Como resultado del trabajo realizado por esa comisión, dirigida por Sábato que se había destacado como colorado admirador confeso del golpe del 76, y devenido en detractor en el 83, se produce un informe unilateral solo de supuestas víctimas.

Para ser breve, y solo a título de ejemplo, la Dra. Argibay quien fuera a posteriori Jueza de la corte suprema de la Nación aparece en el listado de desaparecidos y cobró una cuantiosa indemnización. Al igual de quien fuera Procurador de la republica Esteban Righi, y así muchos, hasta víctimas de los Puccio. Basta con mirar la primera página del listado de supuestos desaparecidos y ver que el primero de la lista se llama “Paco”, si Paco a secas, sin dato alguno de filiación. Paco no es el único, está Pato en segundo lugar y centenares con la misma falencia distribuido por las páginas. De seguro alguien se encargó de cobrar la indemnización en nombre de estos N.N. tan útiles.

Teniendo esto en cuenta, se comprende y se respeta la decisión de un señor como fue el Dr. Favaloro, quien habiendo formado parte de esa comisión, renunció al comprender el accionar, demostrando ser el único “insigne” de la partida. Contrario sensu, y a modo de otro ejemplo, se comprende la diferencia de la conducta de dos “próceres mediáticas” como son La señora Ruiz Guiñazú y la señora Meijide, quienes gozan de una brillante inteligencia y por lo tanto no se puede pensar que desconocieran estos hechos que avalaron. Es claro que fueron partícipes necesarios y se aprovecharon de esa conveniente exposición mediática.

La señora Meijide por lo menos tiene el coraje que la Guiñazú no muestra, y es decir la verdad respecto del número de desaparecidos. La señora Meijide junto con el ex montonero Luis Labraña, inventor del número de 30.000 para obtener ayuda económica en Europa, se confiesan diciendo la verdad, a quien quiera escucharlo. Pero el negocio es más fuerte y vuelve a la palestra y los 30.000 hasta por ley son obligados. Tal vez, haya una razón matemática que explique la cuestión, ya que 30.000 multiplicado por 250.000 dólares de indemnización media, da como resultado 7.500 millones de dólares. ¿Tal vez?

En cuanto al término “desaparecidos” hay que hacer una salvedad: Que son aquellos que no se han encontrado sus restos y estos son mucho menos que los que declaran las dos CONADEP la original del 1983 y la reacomodada para poner amigos de Kirchner.

El inefable Alfonsín juzga a los militares y para ello se pasa por las polainas la Constitución Nacional, depreciando la obligación de juicio con ley anterior a los hechos, ley más benigna, y ser juzgados por tribunal competente. El premio que recibe de la historia mentirosa es el título totalmente inmerecido del padre de la democracia.

La sentencia de ese juicio, que nadie parece haber leído, dice taxativamente que se trató de una “guerra revolucionaria”. Esta simple frase transforma a un “desaparecido” en un detenido, y los jueces debieran ser militares. Pero la primera en morir con Alfonsín fue la justicia y sigue sin resucitar hasta hoy. ¿O se podría esperar algo distinto, cuando se condena a un solo lado?

Históricamente las únicas monarquía existentes en la Argentina fueron las de los sindicalistas, quienes “democráticamente” dirigían los sindicatos de por vida, en muchos casos pasando el mandato a su descendencia. La sociedad extrañamente les permite, como a los reyes, ser más ricos que los empresarios. Hasta parece ser lícito en ese país de pacotilla en que viven, adueñarse del negocio de multitudes, el fútbol. Esa es la escuela y los alumnos que no pueden acceder a esa casta, ni cortos ni perezosos han instaurado la casta de montoneros, hijos, nietos y parientes de montoneros. Nos gobiernan y roban a mansalva cubiertos por el negocio de la mentira que se hacen quienes los cubren. Por ejemplo la señora Liliana Franco, suelta de cuerpo y con visible orgullo, en un programa de divulgación masiva del “pensamiento único”, displicentemente, confiesa que en el living de su casa hacía bombas molotov y agrega que lo hacía inocentemente. Pretendiendo hacernos creer que seguramente pensaba que serían utilizadas para encender los Habanos. Nadie mosqueó en un silencio estúpido y sucio.

Las víctimas civiles del terrorismo ruso-cubano en argentina son más de mil y no “existen”, se les exige paladar negro, o colorado, o KK. Pero no los dejan existir y mucho menos tener justicia. Y eso no solo califica a las madres de quienes los mataron, sino a todos nosotros. ¿Si una madre no respeta el dolor de otra madre, otra madre de un hijo que mató su hijo, merece respeto? ¿Y cuándo además roban el dinero supuestamente destinado a viviendas para pobres? De todas maneras las elevan al pedestal mentiroso de luchadoras contra la dictadura, manteniendo así la posibilidad de hacer negocio. Esas madres podrían haberse reivindicado respetando el dolor de las víctimas de sus hijos, pero solo pensaron en hacer negocio con la sangre de sus hijos.

Otra muestra reciente de cinismo cívico del cual además hacemos gala, sucedió hace unos días. El país se revolucionó por la decisión de la Corte Suprema de aplicar el 2×1 a los militares detenidos, rasgándose en todas partes las vestiduras y el gobierno en un acto de pusilanimidad supina, arma una pantomima para evitar la sentencia. Olvidando que en el 2013, la Corte Suprema permitió que un acusado por delitos de lesa humanidad consiguiera recortar su condena gracias a la ley 24.390. Pero sucedía en un gobierno montonero/peronista, lo cual cambia fundamentalmente las cosas al parecer.

Tuvimos la oportunidad de hacer como Sudáfrica, donde Mandela inteligentemente llegó al perdón de las partes y siguió adelante. En cambio nosotros estamos frente a una disyuntiva de fierro y como siempre estancados en el pasado mientras el tren del futuro pasa a nuestro lado.

Por un lado están las madres de asesinos, según Firmerich y Vaca Narvaja, todos eran militantes, no había perejiles. Secundados por los políticos montos o hijos y parientes que nos están esquilmando y están metidos hasta la coronilla en la corrupción y la mentira, robándole a los pobres que pretenden defender. Podemos elevar a la condición de héroes a quienes quisieron invadirnos junto con los cubanos y rusos o respetar a quienes pusieron sus vidas para que seamos libres. Podemos construir un país sobre la memoria de quienes en Malvinas o aquí defendieron con su vida la patria, o sobre héroes de mentira y de barro.

Si no se lavan las mentiras y las afrentas proferidas, si no se respeta la sangre de todas las víctimas, civiles y militares y si no se hace justicia con los gerontes encarcelados sin sentencia, no creo que haya futuro para este país.

Si no encontramos la forma de separar del gobierno a los Montoneros asesinos de los setenta y a los montos ladrones del 2000 hasta ahora, junto con la repugnante plebe prebendaria que les rinde culto y abreva de ellos, no habrá ni futuro ni perdón para la traición de la que todos, a estas alturas, por acción u omisión somos responsables.

Cínicamente nos contentamos en cubrir de bonhomía pacifista nuestra cobardía moral, y así nada bueno se puede construir.

Haciendo un esfuerzo para mantener dentro de mi estómago su contenido de hiel y dolor, hasta puedo entender a quienes se han beneficiado de este latrocinio, pero me es imposible entender la participación necesaria del resto de la sociedad que no se beneficia, sino todo lo contrario, porque somos quienes pagamos la fiesta, y nos quedamos sin futuro.

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