Por Jacinto Chiclana.-

Ni siquiera la prodigiosa imaginación de Lewis Carroll, con la profusión de pintorescos y extraños personajes en su espectacular y famosísima Alicia en el País de las Maravillas, podría haber descrito la parafernalia de “aparatos vivientes” que pueblan hoy nuestra vida cotidiana, prohijado todo ello en estos últimos doce años de aquelarre mediático, bajo el bizarro reinado, primero del tuerto codicioso y luego de la chiruza de Tolosa.

Estos dos ladrones, sin guantes ni escrúpulos, enmascarados en enjundiosos y rimbombantes discursos y ordinarias y chabacanas acciones mediáticas para conquistar giladas desatentas, siempre rodeados de secuaces menores, aunque diplomados delincuentes de su misma condición, nos han hecho alcanzar con holgura el extraño privilegio de ser reconocidos en todo el mundo por la variopinta fauna que supimos conseguir, extendida e imparable como epidemia de hongos en pileta pública.

En su venida del lejano Sur, en el que se foguearon y entrenaron varios años en discursear y engañar para robar a cara descubierta, lo hicieron acompañados por una piara maloliente de amanuenses de toda laya, carentes de moral y vergüenza, que a poco de acceder a cargos jamás soñados y nunca merecidos, comenzaron a impregnar todo el ambiente con el tufo hediondo de sus negociados.

Hoy podríamos llenar las páginas de un libro gordo de Petete con los nombres de los que se trajeron, a los que se sumaron los de otras latitudes, siempre y cuando demostraran que estarían dispuestos a compartir el producto de sus afanes, mientras los llenaban de atenciones obsecuentes y proclamaban a los cuatro vientos las virtudes libertarias del matrimonio creador, instigador y precursor de la gran asociación ilícita que gobernó a la Argentina desde 2003 hasta hace apenas un suspiro.

Hoy, aparentemente liberados del oprobioso manoseo de los chorros, es como que de a poco nos van revelando la verdadera trama de la trágica comedia y entonces vamos descubriendo nombres más o menos importantes dentro del numeroso elenco y algunos destellos de la verdad nos acercan a la posibilidad de dimensionar cuanto nos afanaron y hasta como lo hicieron.

El nuevo personaje, casi ignoto para el común de la gente, resulta que se llama José y parece ser que anoticiado de que estaban por reventarle el hormiguero, decidió salir de madrugada a dejar parte del botín en alguna “casa segura”, parafraseando las series de espías para definir aquellos lugares en los que se puede descansar, embutar los bienes mal habidos y esperar que pase la tormenta.

¿Qué mejor que un convento habitado por monjas ancianas, en el medio de un paraje frío, oscuro y discreto, con asfalto solo hasta la puerta de entrada y alambres enrollados, cortantes como hojitas de afeitar sobre el cerco que no permite ver hacia dentro. Y en lo posible una gran y oscura caja bajo la cama de la monja mayor, que seguramente podrá ser convencida de que allí descansan los restos sagrados de Don Segundo Sombra.

También lo tenemos al Julio, al parecer impoluto personaje que, aunque rodeado de ladrones, jamás ha tocado billete ajeno, Dios nos Guarde y Proteja…!!

Es cierto que tanto el Josecito como el Jaimito dependían de él y fueron encontrados en medio del campanario con los dedos embadurnados con el dulce de leche que falta de la despensa, pero él es más bueno y honesto que el Sargento García. Ahora, hace gambetas como laucha entre la leña para que no lo alcance la justicia y trata de que nadie pueda allanarle sus lujosas residencias, aunque todo el mundo sabe que a esta altura del sainete, en ellas no quedan ni las migas de la torta. Seguramente el de General Rodríguez no habrá sido el único tambucho que prepararon por si la taba caía de culo.

No podemos dejar de mencionar a los chupatujes que aun siguen desparramando loas a la chiruza y su antecesor y así llegamos a la vieja de mal aliento, precursora del uso del castellano castizo y ferviente adoradora de vocablos de estirpe hidalga, como orto, cagada, cagones, hijos de remil putas y otras exquisiteces idiomáticas que concitan la envidia plena de los integrantes de la RAE, a punto tal, que me han chimentado que Don Arturo Pérez Reverte, desea incorporarla a tan prestigiosa academia como miembro de honor.

Y haciendo justicia, pero de la buena, sería menester, como decía el Pocho, no olvidarse de Jack, el fiel labrador que husmea en los rincones de las mansiones adquiridas con el sudor de la frente de todos los dolobus que creyeron que estos eran los salvadores de la patria y hoy, aun se resisten a descubrir que eran tan solo los integrantes de la banda de chorros más grande de la historia argentina.

Como en la Alicia de Don Carroll, deberemos preparar nuestros ánimos y templanzas, pues seguramente veremos aparecer conejos que hablan, tocados con enormes galeras, tesoros ocultos bajo blancos y relucientes inodoros, ingentes cantidades de dinero en sepulcros insospechados, enormes cajas de seguridad en refugios subterráneos, excavados a varios metros de profundidad y variedad de otros lugares que se irán revelando a medida que los señores jueces se saquen de encima las pilas sulfatadas y se coloquen unas nuevas que les permitan mover sus cerebros a la velocidad normal, aunque mas no sea por la presión de la gente que quiere saber como sigue esta novela, revelada más interesante aun que la pasión turca entre Onur y Sherezade.

También templaremos nuestros espíritus para contemplar a los otrora periodistas y actores militontos, agarrarse la cabeza con cara de tristeza y preocupación, mientras se manifiestan decepcionados y desesperanzados por tanta corrupción.

Mientras, y roguemos para que el Señor Dios lo permita, la chiruza bailarina de balcones, irá visualizando un futuro gris oscuro, mientras elige cuál de las decenas de relojes de alta gama, combina con el traje naranja que se usa en Ezeiza, no justamente para hacerle señas a los aviones que aterrizan.

Y quizás no ganemos más, o no mejoren demasiado las cuestiones económicas en el tiempo que las nuevas autoridades lo prevén, es posible que siga siendo casi un lujo comerse un bife de chorizo y que debamos encender solo una lamparita para paliar los aumentos de la luz y probablemente rescatar del baúl de la abuela el viejo calentadorcito a alcohol, o los más adelantados enrollar los ovillos de la lana para la bufanda, al ladito del Bram Metal, mandando al ostracismo a la estufa de cuarzo que hace girar como loco al disco del medidor de luz.

Es muy posible que todo lo que nos prometió este nuevo gobierno, tarde en materializarse y debamos pasar este invierno y quizás otro y otro…..pero saberlos en cana y verlos entre rejas, será como una suerte de energía que nos permita sobrellevar las penurias cotidianas.

Dejemos que sigan haciéndose los locos, que finjan que no recuerdan el nombre de la madre que los parió, que estén como dispersos y con las miradas perdidas en el cielo, balbuceando incoherencias y diciendo que son la reencarnación del Cid Campeador.

Veamos con alegría y recogimiento como la abogada de Josecito ensaya unos pasitos de cumbia entre exhorto y exhorto (sin ley)… que la princesa etrusca baile en el balcón y que los impresentables del Honorable Congreso hagan patota para preservarle los fueros al Julito… mientras canturreamos con entusiasmo el vivificante “Febo asoma… ya sus rayos….”!

Asistamos impertérritos y llenos de flema inglesa como lo nombran patriota y luchador de la libertad al ladronzuelo de cuarta de Boudou y palpitemos con ansiedad el momento en que los agentes de la justicia la lleven a declarar a doña bocasucia putativa y detrás de ella a don Animal Morsa…!

Recordemos que la banda de boqueteros salteadores de caminos llegó con la idea de alternarse en la presidencia y quedarse por 40 años en el poder, y que hasta hace muy poco temíamos que muerto el primer jefe de la banda, podría reemplazarlo el Manco del Espanto, un ratito, mientras todos seguían robando… y enseguida volvía ella… para inaugurar por sexta vez el mingitorio de la izquierda, del baño de Caballeros de la estación Floresta.

Por eso, como decía el otro Don Julio: “tranquilos, todo pasa…”

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