Por Carlos Belgrano.-

Es sabido, sin necesidad de que ninguno de estos opinólogos de moda nos lo anticipe, que los estallidos sociales y a gran escala, siempre están precedidos por desbordes, entre pequeños y medianos, aunque esos chispazos no cuenten entre ellos con vasos comunicantes.

He insistido hasta la fatiga que los prolegómenos de uno en ciernes ya tiene su propia inercia como los huracanes y tornados que se avizoran en el horizonte cercano.

Con un dólar «planchado», la cosecha récord de la «gruesa», a pesar que las inundaciones afectaron entre Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y una fracción menor de Córdoba, casi nueve millones de hectáreas, la Argentina sigue estando demasiado sospechada para que desembarquen capitales de riesgo y aumente la oferta laboral.

Y con todo ese vendaval granario, la pobreza extrema sube.

Un tanto dicotómico el ejemplo y el comparativo ¿no?

Las calles respiran un tufillo de bronca que se percibe a simple vista, en cada acto, corte y movilización de los «morochos».

Y la inflación que, como el agua, se cuela en todas partes, evidente es que sólo coadyuva para sazonar este enorme caldo de cultivos y las ollas de grillos que son su consecuencia más peligrosa.

Un Gobierno que para emular los refranes hispánicos no tiene «puñetera idea» de lo que se le viene encima, con la tonalidad cansina de Macricio, no aporta ni por error el emético requirente para una incluso mediata salida de este caos.

Han «perdido la calle» y ello, Estimados, no es más que el denso prólogo de una tormenta social y de una magnitud que habremos de ver como nunca antes.

Cuando una Administración menos que mediocre como esta, carece de sintonía para distinguir los grados en progreso de la efervescencia colectiva, al epitafio que los cubrirá ya le midieron su ataúd.

Caputo, Calcaterra y demás tributarios del grupo Socma, se manejan como si la Argentina fuese Canadá o Australia o aun peor, como si hubiésemos retrocedido en el tiempo Noventista del Turco.

No se han representado que el abandono de esas prácticas oligopólicas de la Obra Pública, ya han fenecido.

Ni han tomado nota de lo que acontece en Brasil con otro idiota como Temer, quien con un inflador está subiendo la temperatura social que pronto llegará a la ionosfera y que lo llevará a refugiarse en lo profundo del Amazonas, de no pescarlo antes sus propios lumpens.

Transitamos por un equilibrio demasiado delgado, tanto como pretender caminar por el filo de una navaja.

Y con ese bagaje de ignorancia, no se inmutan; acaso porque con sus tantos millones son de la opinión que siempre encontrarán un refugio para evadirse del vandalismo que están fagocitando.

En el 2001, la explosión fue por los depósitos dolarizados, no por otras razones enervantes.

Hoy, con un Sistema Policial y Penitenciario en poder de carteles, es cuestión de tiempo -y poco- para que lo más temido se nos adhiera a la carne.

Tenemos un Presidente que es el mismo pelotudo que la mayoría suponíamos que era antes de ser ungido y que con una pizca de ingenuidad por nuestra parte, pensamos en un principio que vendría a derrumbar los muros de la Babilonia K.

Pero como desde el comienzo de la decadencia golpista de 1943, deberemos cancelar todas las facturas pendientes.

Lo que me pregunto es si tendremos con qué pagar.

Infiero que no encontraremos en nuestros bolsillos, lo suficiente para no quedar en mora y con la suspensión del servicio.

Ése, el del Control Social.

Antes, todo se resolvía con el fútbol, pero ahora no alcanzará ni con la televisación de un partido de bochas.

Lo de -la llamaré implosión-, nada ni nadie la podrá sortear, pero eso no será lo más peligroso.

Sino quién o quiénes se harán cargo de las turbas, del descenso de la demanda de empleos, de la salud pública, de las Fuerzas de Seguridad, enquistadas en un estadio hediondo, de los Maestros que no disminuirán el aquelarre que han comenzado, de los que pernoctan dentro de los cajeros automáticos, en los que al caer la noche son motivo de disputas muchas veces sangrientas y del delito urbano, suburbano y rural, con un rebrote del abigeato que aumenta diariamente de forma vertiginosa.

Las inferencias pueden ser inagotables, con meros ejercicios hipotéticos, en un sentido u otro.

Pero sean cuales fuesen, ninguno de nosotros está en autoridad ideológica como para promover un candidato de reemplazo.

Un enorme caldero, todavía para la visión miope y de muchos en estado virtual e incluso desconocido y remoto, no habrá de desvanecerse porque los grandes referentes no lo pregonen.

Y serán ellos, a los que deberemos interrogar por no dar el prudente y previsor aviso cuando el desmoronamiento y la anarquía nos gobiernen; esos que ahora aparecen cotidianamente en las pantallas de la TV, las radios y la Prensa Escrita, repitiendo las mismas boludeces inconducentes y erráticas en sus editoriales.

Cuando tales eventos se materialicen, no les prodiguemos clemencia y menos indulgencia, porque entre todos, son los cómplices por alquilarse al mejor postor; por silenciar la venida de este tsunami en el que todos seremos tapados por sus gigantescas oleadas de «negros cabezas» que esperan pacientemente cualquier desenlace.

En su momento, tomé la solitaria iniciativa de nominar al «cabezón», no por su bonhomía ni sus valores éticos, porque desconoce ambos vocablos.

Lo hice porque con sus reglas que no son las nuestras, tal vez sea el único que pueda detener a la marea humana de «caralisas» que son de la idea de terminar con la última fase de la propiedad privada y colectivizar a todos los medios de producción e introducirnos en la Rusia post zarista de 1918.

En Brasil, tales alternativas no existen porque su genotipo es el de un país de «gente torpe», incluyendo a su numerosa clase dirigente y en dicha dirección ellos no podrán desinsacular a alguien con mejores calidades humanas e intelectuales que Fernando Collor de Melo.

Y menos el Uruguay que si Brasil cae, pues será succionado junto a su vecino, porque a pesar de sus muestras de Nacionalismo, nunca fue otra cosa que un «Estado Provincial Argentino Libre Asociado», como Puerto Rico respecto de los Gringos.

Como podrán decodificar, amigos, no debemos abordar una insustancial diatriba, de si Argentina caerá.

Lo que podemos debatir, solamente debe de reducirse al cuándo y al cómo.

Aunque de cualquier forma esta es…

TAN SÓLO UNA PROFECÍA SUBJETIVA.

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