Por Orlando Agustín Gauna.-

En 1857 se inauguró en nuestro país la primera línea de ferrocarril, que inicialmente tenía una extensión de casi 10 Km. El desarrollo de la red fue fomentado en un primer momento por capitales argentinos, sumándose al poco tiempo capitales ingleses y franceses. Con el paso del tiempo, llegó a tener cerca de 100 000 km de rieles, siendo una de las más extensas del mundo y la más grande de Latinoamérica; pero el levantamiento de vías y el énfasis puesto en el transporte automotor terminó reduciéndola progresivamente.

Estos trenes y sus vías, con el debido mantenimiento se conservaron en óptimas condiciones por casi un siglo pese a haberse construido con las técnicas existentes en la segunda mitad del siglo XIX, contaban con coche comedor, coche dormitorio e incluso se transportaban los autos de los pasajeros de Buenos Aires a Mar del Plata. Y lo más importante es que sus vías nunca fueron alcanzadas por las crecidas de los ríos.

Hoy, con todos los adelantos tecnológicos y contando en la Ciudad de Santa Fe, con una Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas, se construyen puentes como el de la autopista que cruza el Río Salado, que hace varios años se cayó una parte, a poco se de ser inaugurado; y hace menos años, hubo que extenderlo, ya que su baja altura y la poca luz sobre el río, fueron unas más de las causas de la inundación del 2003. El desnivel máximo medido entre aguas arriba y aguas abajo del puente durante esa crecida, fue de unos 0.80 metros.

Muchas rutas son tapadas por las aguas en cualquier crecida importante de los ríos. Y los caminos pavimentados, duran en buenas condiciones, “como la manteca en la boca del perro”. Así, tenemos calles y rutas llenas de baches. ¡Qué diferencia en costo y calidad a las que construían los soldados conscriptos del Batallón de Ingenieros de Construcciones de Santo Tomé!

Entonces vemos que, sin los adelantos tecnológicos actuales, en el siglo XIX se construía con mayor previsibilidad y calidad que los que se construyen en la era de la informática.

Cabe ahora preguntarse, si los adelantos tecnológicos no sirven o si los responsables de estas construcciones priorizan la corrupción por sobre la tecnología.

Cada lector tendrá su propia respuesta.

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