Por Carlos Pissolito.-

Tras los atentados en Bruselas nos enteramos, por intermedio del diario «La Dernière Heure», que un empleado de la central nuclear belga de Charleroi ha sido asesinado y que su tarjeta de ingreso a esa planta, robada. El mismo periódico informa que los hermanos Ibrahim y Khalid El Bakraoui, dos de los autores suicidas de los atentados, habían colocado una cámara de vigilancia frente al domicilio del director del programa de investigación nuclear belga.

Ello hace pensar que las centrales nucleares de ese país bien podrían haber sido uno de los objetivos de un plan de los terroristas. El que puede ser continuado por otros integrantes de ese grupo o por otro cualquiera.

Hasta acá, todo parece como salido del argumento de un thriller. Baste recordar, para ello a la novela, luego devenida en película: «La Suma de todos los medios», del popular novelista Tom Clancy. Vemos como, una vez más, la literatura se ha anticipado a la realidad.

Recordemos: la trama se basa en la detonación de un artefacto nuclear, el que había sido robado por terroristas neonazis, en la ciudad de Baltimore, con la intención de adjudicarle la responsabilidad al gobierno ruso, a fin de iniciar un conflicto nuclear con los EEUU.

Hoy los actores son otros, pero la trama -aunque seguramente menos hollywoodense- podría ser similar y tener consecuencias -igualmente- catastróficas.

Si bien el denominado terrorismo nuclear ha sido algo nunca descartado por los gobiernos y los especialistas, al menos como una posibilidad. Es a partir de los atentados del 11S que se comienzan a tomar medidas concretas para prevenirlo.

Por ejemplo, los EEUU crean su Homeland Security Command y todas las estaciones de bomberos de ese país son dotadas de equipos especiales para lidiar con un emergencia relacionada con la detonación de una «bomba sucia». A la par, de la reactivación de otras medidas de mucha mayor envergadura por parte de su Departamento de Defensa y que fueran adoptadas durante la Guerra Fría, cuando existía la probabilidad de una enfrentamiento termonuclear con la URSS; pero que habían caído en desuso.

Según un informe elaborado por el Belfer Center for Science and International Affairs de la Universidad de Harvad, publicado en el 2011, las formas de cómo podría llevarse a cabo un ataque terrorista nuclear, serían las siguientes:

El uso de un arma nuclear previamente robada o adquirida en el mercado negro. Sus consecuencias serían francamente catastróficas en función de la potencia del artefacto y de la ciudad seleccionada, las víctimas fatales se sumarían por cientos de miles.

El uso de un artefacto nuclear de fabricación casera. El escenario sería similar al anterior, aunque de menor magnitud dada la -presumiblemente- menor potencia del artefacto empleado.

El empleo de una denominada «bomba sucia». En este caso se trata de material radioactivo que es esparcido por la detonación de un explosivo convencional. Los daños serían más severos que los un coche bomba; pues estarían acompañados por los efectos del denominado envenenamiento radioactivo, los que serían severos, pero no fatales. El pánico subsecuente sería mayor y las tareas de descontaminación tendrían una duración aproximada de un año.

El sabotaje a una central nuclear. Este evento se produciría mediante la inutilización por parte de los terroristas de los sistemas de seguridad de un reactor a los efectos de que se produzca un derretimiento de su núcleo. Las consecuencias serían similares a lo ocurrido tras el incidente en la planta nuclear de Chernóbil en 1986.

En este sentido, y pasando de la ficción o de lo teórico a lo probable; se sabe, por ejemplo, lo siguiente:

Osama bin Laden, en su momento, requirió una fatwa a clérigos de Arabia Saudita para que se lo autorizara a utilizar un arma nuclear contra un blanco civil, si fuera necesario para defender un país musulmán de un ataque por parte de los EEUU. Por otro lado, se le asigna a su grupo, la red al´Qaeda, la posibilidad de obtener material fisionable de algún arsenal ruso, especialmente, de los localizados en el Cáucaso, donde operan redes aliadas de musulmanes rusos. Se sabe que estos últimos han intentado obtener ese material de submarinos estacionados en el Mar Negro.

Según la IAEA (International Atomic Energy Agency) dependiente de la ONU existen 18 casos comprobados y no aclarados de robo de material altamente radioactivo en el mundo.

Por su parte, el gobierno de Pakistán, admite al menos dos ataques terroristas, uno en el 2007 y otro en el 2008, contra sus instalaciones nucleares.

En el 2007, el FBI norteamericano informó que estaba investigando a un residente saudita, sospechoso de integrar la red al´Qaeda por la posible planificación de una serie de ataques con bombas sucias en varias ciudades de los EEUU. Hechos similares han sido informados por el MI5 británico y autoridades de seguridad rusas sobre diferentes complots en diversos grados de preparación.

Llegado a este punto y para ponerle un límite a nuestras especulaciones. Hay que reconocer que cualquier escenario como los descriptos exigiría un elevado grado de organización por parte del grupo terrorista que se lo proponga. Un nivel de sofisticación que dichos grupos parecen no haber alcanzado aún. Pero, que no puede descartarse -a priori- que lo logren en algún momento, tal como vienen evolucionando los acontecimientos.

De hecho, los potenciales blancos -especialmente las centrales nucleares o las instalaciones militares con armas nucleares- están fuertemente vigilados.

Pero, por otro lado, no podemos desconocer el hecho que si a la red Al Qaeda le demandó años de preparación perpetrar sus famosos atentados del 11S. Por el contrario, Daesh ya lleva varios en su haber y con una frecuencia y con una facilidad creciente.

Para cerrar, baste citar un último miedo. El de saber que nuestro país cuenta, no solo con varias centrales e instalaciones, nucleares. También, el reconocer que fue objeto de dos atentados terroristas islámicos en el pasado.

Esperamos que nuestras autoridades políticas tomen las previsiones correspondientes.

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