Por Luis Alejandro Rizzi.-

Los argentinos constituimos una sociedad muy particular pero lo que nos caracteriza, el estilo del que hablaba Manuel García Morente como dato distintivo de la nacionalidad, es chabacano, superficial y agregaría hasta estúpido que, si bien significa “falto de inteligencia”, yo diría falto de cultura. Se puede ser inteligente e inculto, como nos ocurre a la mayoría de nosotros; otra minoría somos muy poco inteligentes y absolutamente incultos y finalmente tenemos una mínima minoría de gente inteligente y culta a la que despreciamos y no escuchamos y creo que hasta despreciamos.

Quizás estemos recogiendo los frutos de un sistema educativo nacido con la ley 1420, que nos hizo creer que la “alfabetización” era sinónimo de cultura y que la “cultura” era un ámbito recoleto en el que imperaban meras abstracciones. Era lo que se denominaba “cultura general”, es decir, ornamentos ordinarios que nos daban el aspecto de un nivel intelectual que era mera apariencia. Ortega decía que el término “cultura general” era una expresión absurda cuyo filisteísmo revelaba su falacia. La cultura como tal, a secas, es un repertorio de ideas sobre la humanidad, el universo y esencialmente convicciones positivas sobre lo que son las personas, las cosas y el mundo.

Nuestra dirigencia es chabacana: “andar en patas y camiseta”, “hay que pesificar los ahorros”, “acá no se vota”, “por cada uno de los nuestros caerán cinco…”, “hay que dar marcha atrás con los aumentos de la energía”, “acá no hay desaparecidos”, “la mano de dios”, “el abuelito amarrete”, “somos perseguidos políticos” todas estas expresiones vulgares son fruto de lo que somos, porque todos las hemos tolerado, celebrado y criticado, según de quien viniera que es la muestra de nuestra hipocresía congénita.

Roberto García, en “Perfil”, hizo una excelente crónica de la gestión política de nuestros “CEOS”, calificándola con muy bajas notas, dado que el ser “sabio” en algo no garantiza que se pueda ser un buen funcionario ya que la condición de la idoneidad profesional exige la cualidad de la cultura.

Varios funcionarios han presentado declaraciones juradas que acreditan que han ganado dinero. En ese sentido, fueron “exitosos”, pero ésa no es la condición y cualidad de idoneidad que exige la constitución.

En el cumplimiento de la “función pública”, hay que tener otra sensibilidad, ya que en la función privada el objetivo es ganar dinero, retribuir al capital. Tomada esta expresión en su sentido más amplio, hasta diría, es trabajar para uno mismo. En la función de gobierno, el objetivo como se desprende de las enseñanzas de Santo Tomas, es la promoción del bien común y para ser capaz de cumplir con esa “MISIÓN DEL FUNCIONARIO PÚBLICO POLÍTICO” se debe ser culto.

No se pueden prometer fines y objetivos sin proponer tareas, ya que la vida es una tarea, como también lo enseñó Ortega.

Es absurdo que una sociedad se movilice para alcanzar el 25,2% de inflación o que espere que “lluevan las inversiones” para que todos podamos tener bienes gratis o subsidiados, o que tal o cual semestre será nuestra Navidad o noche de Reyes.

De eso no se trata.

Se trata de proponer tareas y esfuerzos decorosos y posibles para lograr fines nobles, sabiendo que por nuestra cultura media actual, a ese discurso le opondrán y oponen la necesidad de mantener conquistas que vistas a la luz de la inteligencia, son meros privilegios de unos pocos. Como diría Espert, somos tan estúpidos que votamos a quienes nos llevan a la ruina porque nos prometen que la vida es fácil y gratuita y que todo gobierno tiene su tiempo de fortuna, que son los gobiernos más insostenibles aunque duren una década.

Por el blanqueo dicen que entrarán 30, 40, 50 mil millones de dólares rupias, euros y que con eso se pagará tal o cual cosa, y después, me pregunto: ¿pensaron que esa entrada de dinero puede tirar el precio del dólar para abajo…? ¿o revalorizar falsamente a nuestra inexistente moneda…? ¿o en definitiva premiar a los que supieron hacer “la suya” en perjuicio de los demás? Por eso tenemos una clase empresaria prebendaria que ahora está pendiente de la ley del arrepentido…

Somos así porque fracasó nuestro sistema educativo, siempre recuerdo cuando el padre Manuel Moledo y creo que un joven val Genderen, conversando en el Ateneo de la Juventud de la calle Riobamba, sentenciaban que el estatuto del docente penalizaría la calidad de la educación.

Parecería que la educación es una cuestión de otros o en nuestra mediocridad, pensamos que para ganar dinero, una suerte de valor religioso de la llamada modernidad, no es necesario estudiar… basta con ser vivo…

Pues bien necesitamos una dirigencia convocante, con convicciones que nos proponga mediante el esfuerzo personal contribuir para lograr, participando activamente, el bien común.

Bajar la inflación, esperar el milagro de algún semestre, abrigarse más o gastar más o menos, no son banderas convocantes.

Cambiar no será gratis, habrá conflictos, protestas, habrá como en la vida perdedores y ganadores, “habrá dolor”, los gobernantes deberán tomar decisiones duras sin mostrar culpas, por el contrarito deberán asumir sus responsabilidades y demostrar “autorictas patrum”, condición necesaria para liderar un cambio para mejor.

Es el precio del cambio, porque el cambio es un parto para que nazca algo más valioso, y dicen las mujeres que los dolores de parto son insoportables…

Share