Por Enrique Guillermo Avogadro.-

«Hay que respetar las leyes, siempre que las leyes sean respetables». José Luis Sanpedro.

Como en las indigestas ensaladas megalomaníacas de los discursos presidenciales -como el que nos descerrajó el Día de la Independencia cuando, sin ponerse colorada, dijo que en realidad ésta fue declarada el 25 de mayo de 2003, cuando asumió su marido- este gobierno siempre ha disfrazado sus reales intenciones con mantos edulcorados y apelaciones a conceptos caros a la sociedad, y ha tenido un enorme éxito en esa política. La Ley de Medios Audiovisuales para aplastar al Grupo Clarín, las medidas adoptadas para «proteger la mesa de los argentinos», la modificación de la Carta Orgánica del Banco Central para saquear sus reservas, la estatización del 51% de YPF, la toma de la administración de Aerolíneas Argentinas, o la confiscación de los fondos de las AFJP’s para hurtar los depósitos de los particulares, fueron todos actos recibidos mayoritariamente bien recibidos por la opinión pública.

El mayor de ellos, sin lugar a dudas, fue el cambio en la composición del Consejo de la Magistratura -recibido sin protestas por la población y el Poder Judicial, que aún no ha declarado su inconstitucionalidad- que, curiosamente, debía su forma anterior a un proyecto presentado por la entonces Senadora Cristina Fernández de Kirchner; con esa nueva y esencial arma en las manos, adquirida sin temor al papelón de tan flagrante contradicción, está intentando lograr lo que no pudo hacer al ver frenada su pretendida «democratización» de la Justicia.

Tal vez, como ya sucedió cuando nominó al inefable Daniel Reposo para ocupar el cargo de Procurador General, con el reemplazante que eligió para reemplazar al Juez Luis Cabral como subrogante en Casación, el experto en neumáticos Claudio Marcelo Vázquez, esté intentando una maniobra parecida. En efecto, el curriculum de Reposo era de una pobreza tal que el candidato se convirtió en un hazmerreír social; entonces, el Gobierno sacó de la manga a la Dra. Alejandra ¡Giles! Carbó, de impecables antecedentes, que ganó la modificación de su apellido cuando los senadores de la oposición unánimemente confirmaron esa designación, y se hizo de otra arma fundamental, al que acompañó con el nuevo Código Procesal Penal, que le permitió colonizar a la Justicia con miles de jueces, fiscales y empleados jerárquicos militantes.

Disiento con los analistas que, en general, atribuyen esas maniobras exclusivamente al objetivo de garantizar a la Presidente, sus familiares, sus testaferros y sus cómplices, públicos y privados, la impunidad frente a los enormes delitos cometidos, como los de traición a la Patria -la cesión de territorio para la base china en Neuquén- y de corrupción, algunos de ellos constitutivos de verdaderos genocidios, como bien pueden explicar los chicos desnutridos, las víctimas de Once y los miles de «ni-ni» que pueblan los conurbanos de todo el país; hasta los muertos de la AMIA y el Fiscal Nisman se han sumado a esos crímenes impunes luego de la firma del inexplicable memorándum con Irán.

Aumentó mi diferendo esta semana, cuando un decreto presidencial otorgó a la Agencia Federal de Inteligencia y a la Procuración General la facultad, manifiestamente ilegal, de realizar espionaje interno para prever «guerra económica o golpe de mercado». El jueves, el tan confiable Oscar Parrilli, titular de la AFI, nos tranquilizó: no usará esas nuevas atribuciones; entonces, ¿para qué se las dieron?, ¿o comenzarán a perseguir y encarcelar a economistas, periodistas y banqueros atribuyéndoles una presión sobre el dólar cuya única causa es la política demencial del Gobierno? Espero, a pesar de todo cuanto he aprendido en estos años sobre la actitud de la Corte Suprema, que ésta tome rápida intervención en el tema y decrete la inconstitucionalidad del decreto de Cristina, que viola dos leyes trascendentales de la democracia.

Cuando recuerdo que este recientemente reciclado organismo (la ex SIDE) ha sido colonizado con varios cientos de jóvenes, graduados en inteligencia en pocas horas y todos ellos militantes guevaristas en las villas e integrados en los «colectivos» entrenados por las FARC colombianas y por el Sendero Luminoso peruano, adiestrados en Cuba, comienza a correrme un frío por la espalda porque tiendo a pensar, como siempre, que sólo para alguna función non sancta tienen que haber sido reclutados.

Todos esos movimientos nos acercan a la Venezuela bolivariana, donde los opositores son expulsados del Congreso y encarcelados sin juicio o con procesos amañados por una Justicia allí absolutamente dependiente del poder central, los medios de prensa son perseguidos y clausurados, el narcotráfico y la corrupción están imbricados en el Gobierno y se fraudan las elecciones. Si el kirchnerismo continuara en el poder, dada la escasez de recursos con que contará para paliar la crisis autogenerada, ya me imagino a cualquiera de sus personajes gritando por televisión «¡Exprópiese!», como hacía el papagayo caribeño ya fallecido. Es cierto que en la Argentina aún podemos decir y escribir cuanto queramos, pero ¿seguiría respirándose por esta estrecha ventana de libertad si el régimen inaugurado en 2003 se mantuviera cuatro años más? Francamente, lo dudo.

Los hechos descriptos me convencen de que la noble viuda se está comportando como si fuera a permanecer en el poder, malgré quienes creen que, esta vez al menos, estará dispuesta a respetar la Constitución y los plazos que ella impone; si pensamos que ahora, además de su libertad, se está jugando la de sus hijos y, como mínimo, una parte de la fortuna familiar mal habida, aún resulta menos esperable que entregue el poder pacíficamente en diciembre, si el triunfador en los comicios fuera, como creo que sucederá, Mauricio Macri.

Otro aspecto a considerar es la presencia de Carlos Chino Zannini -que hoy intenta pasar desapercibido- en la fórmula presidencial del ¿Frente para la Qué? que encabeza ese hombre corajudo y audaz que es Daniel Scioli; éste, con su máscara y sus afeites habituales, concedió reportajes a radios «opositoras» para ratificar que, de triunfar en el ballotage de noviembre, quien mandará será él mismo, como titular del Ejecutivo, mientras que su compañero se limitará a cumplir las intrascendentes funciones que la Constitución encomienda al Vicepresidente, o sea, tocar la campanita en el Senado.

Como no creo que don Lancha tenga, ni pueda tener en el futuro, los redaños necesarios para asumir tal actitud, tampoco me parecen verosímiles las anécdotas que relató Carlos Pagni el martes, en La Nación; alguien que ha hecho del «felpudismo» más abyecto su modo de vida no romperá ahora esa inveterada tradición, en especial porque los súbditos del Chino estarán en el Congreso esperándolo y porque aquél dispone de carpetas que contienen los datos -hoy ocultos por la reiterada negativa a entregar su manifestación de bienes, ni siquiera los «blancos»- de la fortuna de su futuro jefe, aquí y en Italia.

Sigo pensando que quien ejercería verdaderamente el poder en un improbable gobierno de Scioli sería el Chino, con lo cual toda la actuación geopolítica de la Argentina y, con ella, la política interna, estarán definitivamente marcadas por la influencia nefasta de la ideología que profesa este personaje, a quien se atribuyen los mayores mamarrachos legales y zafarranchos judiciales cometidos por el kirchnerismo desde la lejana época de la Gobernación de Santa Cruz.

Para concluir, una sola pregunta para que todos reflexionemos: ¿dónde va Martín Lousteau a buscar los votos necesarios para acercarse a Horacio Rodríguez Larreta en la legítima pero innecesaria segunda vuelta de la ciudad de Buenos Aires convocada para el próximo domingo? Si quienes ya eligieron al PRO, sin duda volverán a hacerlo, y los partidos de izquierda han anunciado que votarán en blanco, la única respuesta posible es que intentará pescar en las aguas del ¿Frente para la Qué?; o sea, buscará aliados entre los tiburones oficialistas para oponerse a una fórmula de su mismo espacio. ¡Linda manera de iniciar una carrera política!

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